domingo, 22 de noviembre de 2009

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO y SANTA CECILIA, PATRONA DE LOS MÚSICOS




No al estilo del mundo
Jesús, desde siempre, es el Rey, desde la Navidad hasta su muerte, Rey de los judíos. Sin embargo, no quería Jesús utilizar este título mesiánico, por los malos entendidos o confusiones a que se podía prestar. Jesús es el rey de los judíos, su amor es reinar, pero no al estilo del mundo. La clave es que no tiene nada que ver su reino, donde la ley son las Bienaventuranzas, con el estilo de los poderosos que reinan en nuestra tierra. Su reino es otra cosa. Por eso, cuando queda claro que su cetro es la cruz y su trono el amor humilde, entonces no tiene ningún inconveniente en proclamarse rey: Yo soy Rey.Es decir, Jesús es rey y quiere reinar en todos los corazones humanos para hacerlos inmensamente felices. Quiere reinar en los proyectos humanos para que se valore la vida, para que los pobres sigan siendo los importantes del Reino y para que triunfe, no la civilización de la muerte, sino la civilización del amor y de la vida. Y esto sólo consiste en que aceptemos de corazón todos los planes de Dios. Su reino no se impone, como no se impone su amor, que le lleva a servir de rodillas, como hace en la tarde del Jueves Santo.


No hay duda de que Jesús es Rey y, al terminar el Año Litúrgico con esta fiesta, la Iglesia nos recuerda que el Señor, con su amor, desea ser conocido y amado. Sigue viniendo a los suyos, y los suyos no le reconocieron. Termina la vida como empezó. Un amor ofrecido y no acogido más que por los pobres de verdad, por aquellos que han descubierto Su amor incondicional y abierto a todas las necesidades del mundo.Cristo, rey del universo, quiere reinar sobre todo en el universo de cada corazón humano, donde se toman las decisiones, que afectan a todo el universo, a toda la sociedad. Este Reino en nosotros proclama que ni la guerra, ni la lucha de poder, ni el terrorismo, ni todo lo que atenta contra la vida, tiene futuro: No quedará piedra sobre piedra.Es necesario recordar, una y otra vez, que sólo en la medida en que nos hacemos servidores reinamos en el corazón de los que aman. El reino de Jesús es servicio en amor entregado. Él no viene a reinar más que con las armas que le dice a Pilato, las armas de la verdad, del amor, de la entrega. En la medida en que nos hacemos testigos del amor de Jesús y nos unimos a Él en la obra de la Redención, nos convertimos en constructores del Reino y construimos la civilización del amor.
+ Francisco Cerro Chaves

obispo de Coria-Cáceres
Celebramos hoy también a Santa Cecilia, patrona de los músicos. Eva M. Moreno Ballesteros, escribe esta reflexión sobre el significado de la música en nuestras celebraciones y la actitud de quien ha recibido el don de animarlas mediante el canto. Gracias Eva.
Santa Cecilia
Me animo a escribir en este blog tan cercano, tan nuestro, que tanto nos habla de Dios, en la fiesta de Santa Cecilia, patrona de la música.
Leyendo el Concilio Vaticano II, me encontré con unos puntos importantes para todos, y en especial para todos aquellos que formamos los distintos coros de nuestra gran familia la parroquia de San Juan Evangelista, y participamos en la liturgia del domingo.
Me parece interesante recalcar a lo que estamos llamados, tanto nosotros, como miembros del coro, así como la comunidad parroquial.
Debemos tener en cuenta que el canto nos introduce en la celebración litúrgica, y si bien pertenecemos a este coro parroquial, es PORQUE DIOS NOS HA TRAIDO.
No vamos a cantar profesionales de la Royal Filarmónica de Viena, ¡no!, humildemente un grupo de jóvenes (y menos jóvenes), que quiere participar en la liturgia, sentir con nuestro canto la bondad y misericordia de Dios Padre con cada uno de sus hijos, alabar, bendecir y proclamar con nuestras voces que JESÚS ESTÁ VIVO EN MEDIO DE NOSOTROS.
Dice el Concilio Vaticano II: “Para asegurar esta plena eficacia, es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina para no recibirla en vano.
Por esta razón los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes selectivas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella, CONSCIENTE, ACTIVA Y FRUCTUOSAMENTE.”
(Sacosanctum Concilium nº 11)
Y continúa afirmando: “Los acólitos. Lectores, comentadores y cuantos pertenecen a la Schola Cantorum (coro) desempeñan un auténtico ministerio litúrgico.
Ejerzan, por tanto, su oficio con la sincera piedad y el orden que conviene a este gran misterio, y les EXIGE CON RAZÓN, el pueblo de Dios.
Con este fin, es preciso que cada uno, y a su manera esté PROFUNDAMENTE PENETRADO DEL ESPÍRITU DE LA LITURGIA, y que sea instruido para cumplir su función debida y ordenadamente.”
( Sacosanctum Concilium nº29)
Después de leer y meditar estas palabras creo que debemos concienciarnos TODOS de la importancia del canto en la Santa Misa.
Los evangelios nos dicen:”Jesús cantó himnos con sus apóstoles.”( Mt 26,30 y Mc 14,26)
El canto a su vez es un elemento de solemnidad, reviste a la celebración de belleza, expresa la unidad de la comunidad que celebra…
Por tanto, cantemos, preparemos e interioricemos nuestros cantos.
Para ello se necesita CONSTANCIA, y superar la rutina, que a veces llega, pero con AMOR, todo se renueva.
Me despido con una breve oración del gran maestro y compositor Hayden: “Cuando pienso en Dios, mis notas surgen copiosas, como el agua de la fuente. Si Dios ha querido darme un corazón alegre le serviré alegremente.”

Eva María Moreno Ballesteros


Oración de un Músico
Señor, Dios Todopoderoso, que has creado el Cielo y la Tierra y el Mar y todo lo que en ellos hay. Alabanza, honor y gloria a tu nombre por los siglos. En Ti residen para siempre, la verdad, la santidad, la gracia y la belleza. Esplendor y majestad irradia tu trono, fuerza y magnificencia adornan tu santuario. En tu palacio todo proclama: ¡Gloria! Tú has hecho todas las cosas bellas, y ellas manifiestan el esplendor de tu grandeza; sus acentos armoniosos resuenan en todo el Universo. A la voz de tu trueno, la tierra se pone a temblar; pero cuando el viento murmura a través de las hojas, cuando el manantial balbucea, es como un reflejo de tu gracia. Y cuando los pájaros hacen resonar sus cantos tan variados y tan melodiosos, percibimos como un eco de la música de tu voz. Tú has hecho nacer en nuestro corazón el deseo de celebrarte. Tú te complaces con nuestras alabanzas y aceptas nuestros cantos. Tú nos has dado la música como un medio privilegiado para expresar nuestros sentimientos: ¡Gracias por éste regalo! Queremos utilizarlo para cantar tus alabanzas y para revelarte a los que viven sin esperanza. ¡Gracias por todos los salmos, los himnos y los cánticos compuestos por los que nos han precedido y por nuestros contemporáneos! ¡Gracias por los dones musicales que has dado a tu Iglesia, concédenos en tu amor, utilizarlos para tu Gloria! Desde aquí abajo Señor, queremos unir nuestras alabanzas, a aquellas que hacen resonar el coro de miles de ángeles que te celebran en el cielo, esperando el día glorioso, en el que entonaremos el cántico nuevo en compañía de los redimidos de todos los tiempos y lugares reunidos delante de Ti. Amén.

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