viernes, 28 de febrero de 2014

BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS

Este fin de semana se proyecta en Cine Central de Sonseca, la película "Bajo un manto de estrellas". Os dejamos con el artículo escrito por Rafael Mata sobre ella. 
Animamos a todos a disfrutar del testimonio de estos mártires dominicos que nos ayuda a fortalecer nuestra fe.

La película narra lo sucedido a la comunidad dominica de Almagro al comienzo de la Guerra Civil. Una nueva película martirial cuyo director, Óscar Parra, dijo ayer en el preestreno que su única intención ha sido reflejar los hechos históricos, sin mezcla de pasiones políticas. La película me parece imprescindible para quienes quieran conocer por qué España es como es, y aún más para quienes quieran alcanzar la reconciliación.

Para entender a los mártires
Bajo un manto de estrellas es una muestra de lo mucho que se puede conseguir cuando se es fiel a la historia que se quiere reflejar, y eso lo hacen Óscar Parra y sus actores, que fueron asesorados por el postulador de las causas de la archidiócesis toledana, Jorge López Teulón. En cuanto a explicar qué es el martirio, con una charla del maestro de novicios, se alcanza un punto hasta ahora probablemente no logrado.



La voluntaria exclusión de referencias políticas -no se mencionan partidos, ni nombres, de un bando ni de otro (salvo una fugaz referencia a falangistas, y un cartel de la CNT)-, hasta el punto de que podría parecer excesiva la confianza (precisamente del mismo maestro de novicios) en que todo lo que sucede en torno al 18 de julio podría ser un “chaparrón” sin mayores consecuencias: una forma de expresar cómo los religiosos estaban al margen de una política que como sabemos había llegado a un punto explosivo.

La falta de escenas “multitudinarias” resalta la mansedumbre de los que se dejaban llevar -siendo los captores menos que los capturados- sin rebelarse ni esforzarse por huir, quizá el punto más difícil de comprender de los mártires hoy día -en una cultura donde el heroísmo se entiende como liquidar a quien sea con tal de salvar la vida-, sin perjuicio de que exista y se refleje el miedo a la muerte, la incomprensión hacia la persecución; y sin que falten tampoco las torturas y el sufrimiento. No hay dos mártires iguales, y por eso aporta novedad esta película respecto a la ya conocida Un Dios prohibidoEs de resaltar los buenos efectos especiales presentes, por ejemplo, en la escena del incendio y en la del tren, así como la música de Raúl Grillo. Entre las interpretaciones destaca la del miliciano Luis, interpretado por Kiko Gutiérrez; si bien todos los personajes alcanzan un buen nivel.

Bajo un manto de estrellas tiene además una emotiva sorpresa al final, que muestra la habilidad del director para resolver el aparente problema de un final previsible. Como digo, aconsejo a todos que la vean.
Santiago Mata para Infocatólica.com




miércoles, 26 de febrero de 2014

¡¡NO SOY PERFECTO!!

Película sobre el martirio de los Dominicos de  Almagro en el  Cine Central de Sonseca
Hay una famosa palabra que nos crea muchos problemas: perfectos. Nosotros quisiéramos ser santos de la imperfección. La verdad es que todos los santos fueron imperfectos. Sin embargo, en el fondo del alma, todos quisiéramos ser perfectos, hacerlo todo bien, obtener las mejores calificaciones, lograr tener mil amigos, ayudar a todos los posibles.
 
Quisiéramos amar de forma perfecta, sin lagunas, sin errores. Brillar sin nubes que enturbien la vida y la llenen de barro. Agua cristalina, aire puro.Pero no podemos. Y nos rebelamos contra esa incapacidad del alma de hacerlo todo bien. Entonces, ¿por qué nos pide Dios ser perfectos?
 
La invitación es al amor, a un amor perfectoLa misericordia es lo único que podemos imitar de Dios. No podemos ser perfectos como Él, porque somos limitados, creaturas, creados, con ciertas debilidades y muchos defectos.
 
Nuestra limitación humana nos hace rebelarnos contra Dios. Porque quisiéramos ser como Él, perfectos, omnipresentes, omniscientes, sabios. Decía el Padre José Kentenich: «Muy a menudo, lo que impide la acción de la gracia divina en nuestra vida no son tanto nuestros pecados o errores como esa falta de aceptación de nuestra debilidad, todos esos rechazos más o menos conscientes de lo que somos o de nuestra situación concreta»[1].
 
Por eso sabemos que aceptar nuestra debilidad y nuestras manchas es nuestro camino más perfecto. Es el que Dios quiere. Porque en nuestra debilidad está la puerta de entrada por la que Dios se desliza en el alma.Aceptar que no podemos controlarlo todo en nuestra vida, que no podemos amar con nuestras fuerzas con un amor sin medida. Comprobamos nuestras torpezas y no nos alegramos en nuestros fracasos.
 
Pero el Señor nos quiere tal y como somos. Y quiere que aprendamos a amar más, con toda el alma, sin miedo, sin agobios.
  
P. Carlos Padilla

martes, 25 de febrero de 2014

ORACIÓN DEL INTERNAUTA

Ahora que la pantalla está ya iluminada,
y el teclado espera sólo el tacto diligente de los dedos,
me dirijo a Ti, Señor,
en la seguridad de que voy a encontrarte también en los caminos anónimos de Internet,
que cruzan el mundo,
caminos que están hechos del anhelo del hombre por comunicarse con otros hombres,
del propósito feliz de negar las distancias.

Tú, que has querido encarnarte en el misterio humano,
y sufrir, como nosotros, el cansancio y el azar de los caminos del mundo,
acompáñanos hoy en este viaje,
porque también aquí
hay trayectos arduos y fatigosos
como aquellos senderos polvorientos que pisaste en Galilea.
Acompáñanos Tú, Señor,
porque también aquí
hay caminos misteriosos, como el de Emaús,
que nos llevan sin ruido al descubrimiento del otro
y conservan aún la luminosa facultad de transformarnos.

Enséñanos a usar de este medio con provecho y con medida
y ayúdanos a sortear los peligros de nuestra singladura:
que no nos aturda toda esta información tan ingente,
que no nos embauquen las vanas apariencias, vacías de contenido,
que sepamos alejarnos de cualquier forma de esclavitud indigna,
de la ceguera del pensamiento único,
de los caminos sin rostro de la deshumanización.

Concédenos, Señor, un entendimiento claro
para interpretar los signos inquietantes de esta época,
que están escritos en el espacio propicio de cada encrucijada,
y mantén nuestro corazón atento a las voces proféticas,
allí donde tu Espíritu --que sopla donde quiere--
las aliente y las haga surgir,
unas veces familiares, como las luces conocidas de los faros en la costa,
y otras inesperadas, como destellos de tu providencia en la oscuridad de ciertas noches.

Y al final,
cuando se apague de nuevo la pantalla
y tengamos la vana impresión de haber aprendido alguna cosa,
recuérdanos que saber y conocimiento
son algo más que esa información fragmentaria
que pasó fugazmente ante los ojos,
y que el mundo será siempre más ancho
de lo que nos pareció entender,
porque llega hasta lo más profundo de cada hombre
y se pierde después en el horizonte inmenso de tu corazón de Padre.
Amén.

Oración publicada originalmente en Red Ignaciana de Cádiz (España)

domingo, 23 de febrero de 2014

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Sabéis que está mandado: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto».

Mateo 5, 38-48

En la predicación del Sermón de la Montaña que vamos desgranando estos domingos, llegamos en este próximo a uno de los puntos más intensos que recoge un tema fundamental en la espiritualidad judía y en el mundo griego: la imitación de Dios. Jesús propondrá la perfección como meta, a semejanza del Padre mismo, sabiendo que son muchas las dificultades que se nos presentan. A los ojos de sus contemporáneos, y de los hombres de hoy, esto parece casi inalcanzable. Él lo propone desde una perspectiva profundamente cristiana aplicándola a la exigencia de amar a los enemigos, como expresión máxima de la nueva moral evangélica.

De nuevo, se emplea a fondo y lanza a aquel auditorio una propuesta incompresible: supera la ley del talión, que hoy se nos presenta desconcertante, y propone en su lugar la fuerza del perdón. El paso de los años nos muestra que el mensaje de Jesús va calando. Que su palabra tiene que ver con nuestra vida, con lo cotidiano, con las cosas que nos pasan..., y que nos propone un camino para poder afrontarlas. Este recorrido que se abre ante nuestros ojos no es una travesía con puerto incierto. El destino está claro: ser uno con Él, generar en nosotros ese sentimiento de perfección, que proviene de vivir con radicalidad la grandeza de un amor que se da en favor de los demás. «Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar setenta veces siete (Mt 18, 22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría» (Francisco, Evangelii gaudium, 3).
Muchas veces hacemos sesudos y necesarios planteamientos sobre cuál es el mejor camino que debemos seguir para evangelizar en estos tiempos. O cómo debemos proyectar nuestra misma vida espiritual y qué debemos hacer, a la hora de vivir con más autenticidad y compromiso nuestra fe. Jesús viene a recordarnos que es importante que, en cualquier planificación, no olvidemos la sencillez de esa propuesta revolucionaria que nos invita a acoger, para nosotros mismos y para los demás, las actitudes del corazón mismo de Dios. Actitudes que son el primer peldaño de una escalera ascendente de vital importancia: qué difícil será trasmitir a Dios si, desde el principio, no tenemos claro que, sólo desde su propuesta y modo de hacer, podremos crecer y hacer crecer.

Indudablemente, esto exige conversión. De eso nos habla en definitiva todo el Sermón de la Montaña y también los versículos del Evangelio de este domingo. Conversión (metanoia) desde un profundo planteamiento bíblico, que viene a significar un cambio de mente y de corazón que nos acerca a Dios y, lo que es más importante, genera en nosotros sus mismas actitudes, alejándonos del pecado. El amor a los enemigos, la oración por nuestros perseguidores, el bendecir a los que nos maldicen y el hacer el bien a los que nos odian suponen esa conversión del corazón, muestran el rostro misericordioso de Dios y se nos plantean como un camino privilegiado para cimentar la evangelización que estamos llamados a realizar.
+ Carlos Escribano Subías
obispo de Teruel y Albarracín

viernes, 21 de febrero de 2014

ABRIGOS, VIGAS Y MATRIMONIO

El matrimonio, como todo lo bueno de este mundo, es una mezcla de cosas buenas y no tan buenas, de risas y de llantos, de alegrías y sufrimientos. No hay que ser idealista ni pelagiano: un matrimonio cristiano necesita ser redimido por Cristo y eso implica que los esposos deben convertirse, pedir perdón y permitir que Dios transforme ese matrimonio a imagen de la Trinidad. El matrimonio, además, como todas las cosas grandes e importantes, está formado por unos pocos acontecimientos excepcionales y trascendentales y por una multitud de pequeñeces cotidianas e igualmente trascendentales.
Les contaré una de esas cosas pequeñas. El otro día, mi mujer estaba echándome la bronca por haber dejado un abrigo tirado encima de la cama, en lugar de colocarlo ordenadamente en un armario. Como imaginarán, no era la primera regañina que he recibido por ese motivo, porque soy bastante despistado (o, como diría con cierta razón mi mujer, porque soy alérgico al orden y a la limpieza y apenas me distingo en nada de un vagabundo recogelatas).
Alegar excusas o justificaciones habría sido un acto suicida. Acuciado por el instinto de supervivencia, puse cara compungida y me humillé debidamente, reconociendo que mi esposa tenía razón en todo lo que decía y que yo era prácticamente un despojo subhumano, que no merecía convivir con personas normales. Está claro que Israel era un pueblo de dura cerviz porque no estaba casado y que el matrimonio es un estupendo don del cielo que nos muestra cómo somos en realidad, sobre todo a los maridos.
La perorata continuó durante un buen rato. Sin embargo, como tantas veces les sucede a los villanos de las películas, el fallo de mi mujer consistió en querer hacer un gesto teatral. En el punto culminante de su filípica, se acercó al abrigo y dijo: “¿Quién podría ser tan descuidado y desconsiderado como para dejar esto aquí?” Y, en ese momento, agarró el abrigo, lo levantó… y debajo apareció su propio abrigo.
Fue como abrir un regalo de cumpleaños. O mejor, como descubrir que los padres, en realidad, son los Reyes Magos. Estuve media hora riéndome a carcajadas. Recuerdo el tiempo porque, más o menos a cada minuto, venía mi mujer y me daba una colleja, por listo. Es cierto eso que dicen de que la felicidad nos hace más productivos, porque ese día traduje el doble que otros días y ni me enteré. Fue un buen día.
Supongo que, ahora, los lectores esperarán la moraleja del asunto. Pues no hay ninguna. La vida no es una sucesión de fábulas de Esopo. A veces, basta con alegrarse y disfrutar de las cosas, sin necesidad de conclusiones moralizantes. Si me apuran, diré que el asunto me recuerda a la paja y la viga en el ojo de las que habló Nuestro Señor. Claro que, en este caso, mi mujer corregía mi viga sin ver la paja en su propio ojo y no al revés, pero eso son detalles sin importancia.

Y ¡sssh!, no le cuenten nada de esto a mi esposa, que todavía podría recibir un vigazo en la cabeza.

Bruno Moreno para Infocatólica

jueves, 20 de febrero de 2014

MANTENER LA CALMA

“Cuanto más liado te encuentres en lo diario, con mayor fuerza debes buscar pequeños momentos en los cuales hacer un alto; detenerte y respirar, orar brevemente buscando la calma, ese centro desde el cual uno vive en plena fe”.


Del blog Hesiquía


miércoles, 19 de febrero de 2014

"YO ME CONFIESO CON DIOS"

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora bien, todos lo sabemos, llevamos esta vida “en vasijas de barro” (2 Cor 4, 7), todavía estamos sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la vida nueva. Por esta razón el Señor Jesús ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación, incluso a través de sus propios miembros, en particular con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos, que pueden unirse bajo el nombre de "Sacramentos de curación". El Sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación, cuando voy a confesarme es para curarme, curarme el alma, curarme el corazón, de algo que he hecho que no está bien. El icono bíblico que mejor los expresa, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12 / Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).
1. El sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, también nosotros lo llamamos de la Confesión, surge directamente del misterio pascual. De hecho, la misma noche de la Pascua, el Señor se apareció a los discípulos encerrados en el cenáculo, y, después de dirigirles el saludo "¡La paz con vosotros!", sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que contiene este Sacramento. En primer lugar, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos a nosotros mismos. No puedo decir: “Me perdono los pecados”. El perdón se pide, se pide a Otro. Y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que solo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando nos vamos a confesar, con un peso en el alma, un poco de tristeza y cuando sentimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz en el alma tan bella que solo Jesús nos puede dar. ¡Sólo Él!
2. Con el tiempo, la celebración de este sacramento ha pasado de una forma pública, porque al principio se hacía públicamente... Ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Sin embargo, esto no debe hacernos perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. De hecho, la comunidad cristiana es el lugar donde se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús.  He aquí la razón por la que no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.
Uno puede decir: "Yo me confieso solo con Dios". Sí, tú puedes decir Dios perdóname, puedes decirle tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Y por esto es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos en la persona del sacerdote. “Pero padre, me da vergüenza”. También la vergüenza es buena, es saludable tener un poco de vergüenza. Porque avergonzarse es saludable. Porque cuando una persona no tiene vergüenza en mi país decimos que es un 'sin vergüenza', un "sinvergüenza" (lo dice en español), un 'sin vergüenza'. Pero la vergüenza también nos hace bien, porque nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en el nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas con son tan pesadas en mi corazón, y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. ¡No tengáis miedo de la Confesión! Uno, cuando está en la cola para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza. Pero cuando termina la confesión, sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la confesión!
Yo quisiera preguntaros, pero no decirlo en voz alta, cada uno se contesta en su corazón: ¿Cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Que cada uno piense… ¿Eh? ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Que cada uno haga la cuenta. Que cada uno se diga: "¿Cuándo ha sido la última vez que me he confesado?"  Y si ha pasado mucho tiempo, no pierdas un día más, ve adelante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús ahí. Y Jesús es más bueno que los sacerdotes. Y Jesús te recibe. Te recibe con mucho amor. ¡Eres valiente y vas adelante a la Confesión!
Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un cálido abrazo: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordamos esa hermosa, ¡hermosa!, parábola del hijo que se ha ido de su casa con el dinero de la herencia, ha malgastado todo ese dinero y después, cuando no tenia nada, ha decidido volver a casa, pero no como hijo sino como siervo. Tenía tanta culpa en su corazón y tanta vergüenza. ¿Eh? La sorpresa ha sido que, cuando comenzó a hablar y pedir perdón, el padre no le dejó hablar. Lo abrazó, lo besó e hizo fiesta. Pero yo os digo, ¿eh?: Cada vez que nosotros nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. ¡Vayamos adelante en este camino! ¡Qué el Señor os bendiga!

martes, 18 de febrero de 2014

SI, SI... SON DIECIOCHO HIJOS

Rosa Pich y su marido Chema Postigo, de 48 y 53 años respectivamente, tienen 18 hijos. Sí, 18. Ella viene de una familia con 15 hermanos y él, de una con 14. Se casaron cuando ella cumplió 23 años y él, 28. Pich, que trabaja en una empresa de marketing a tiempo parcial, es de Barcelona, y Postigo, consultor de una empresa cárnica, nació en Cantimpalos, Segovia, aunque se conocieron en un congreso enValencia. 
Hoy, este matrimonio reside en Barcelona en una casa con un frigo "normal" y cuartos con literas de cuatro pisos. Al mes, gastan 600 euros en la compra. Y los micros de los periodistas se han metido mucho en su vivienda para retratar una forma de vida que Rosa Pich ha recogido en un libro.

Se trata de '¿Cómo ser feliz con 1,2,3... hijos?'. Una obra que presentará este viernes, a las 19 horas, en el colegio Mayor Belagua de Pamplona. "Es un libro muy práctico para católicos, protestantes, budistas... Está pensado para una familia con uno o dos hijos pero escrito desde la experiencia de tener 18 y venir de una familia numerosa", explica Pich, quien agrega: "Tener hijos es pasártelo bomba".

¿Siguen siendo la familia con más niños escolarizados de España y de Europa?
Posiblemente, nadie nos lo ha desmentido.

Usted y su marido tenían claro que querían una familia numerosa. ¿Para qué?
Queríamos darles a nuestros hijos lo que nosotros vivimos. Tres de nuestros hijos murieron por cardiopatías severas y el médico nos dijo: "No tengáis más hijos".

A lo que usted respondió: "En la cama de un matrimonio no se puede meter nadie".
Así es. Mi marido y yo teníamos la ilusión de transmitir a nuestros hijos lo que nosotros tuvimos. Creo que lo más que puedes darle a tus hijos son hermanos. Compartir con alguien que es carne de tu carne es una pasada.

¿Usted cómo se lleva con sus hermanos? 
Con algunos discutes, es normal, pero tienes a los otros.

Ha dicho que saca tiempo para jugar a pádel, para estar con su marido y con sus amigos y para cada uno de sus hijos. ¿En qué página del libro desvela el secreto de cómo lograrlo?
En el capítulo 'Tiempo para mí'. Hoy nos comen las prisas, pero la vida no es correr. Hay que buscar válvulas de escape; salir a andar, a correr... Todos tenemos mil cosas, pero cada uno debe de buscar su momento zen. Y la paz se consigue.

Ha comentado que cenan dos pollos y que con las sobras hacen croquetas para el día siguiente. 
Hombre, no comemos sólo pollo. De primero preparamos un kilo de arroz o espaguetis, que cuestan entre 0,80 y 0,90 céntimos, y llenan mucho. Somos de comer mucha pasta. Mis hijos son deportistas y comilones. Además, no hace falta comer tanta carne. Y todo lo acompañamos con pan.

Compran unas 10 barras de pan diarias.
Eso es. Hemos conseguido que en una panadería que está un poco lejos de casa nos hagan un descuento de 20 céntimos por barra. Mi hijo, el encargado de ir a por el pan, coge el patinete y allá va, mientras el otro pone la mesa, el otro...

¿Qué coche tienen?
Un Volkswagen de tres hileras. Contamos con un permiso especial de la DGT. Hemos quitado el maletero y hemos puesto asientos. Para hacer un viaje a Madrid, por ejemplo, yo me cojo a los pequeños y vamos en el AVE porque nos hacen descuento y el resto se va con mi marido en coche.

Hablando de descuentos ¿qué ayudas reciben?
La única es la de Renfe. El Estado se tiene que poner las pilas. Hay que incentivar la natalidad, porque vamos a convertirnos en un país de viejos. El problema no es que no haya comida, porque se tira. El problema es que está mal repartida.

Le han tachado de loca por tener tantos hijos, pero ha expresado que lo peor es la soledad. 
Sí. Muchas personas no tienen hijos a los 40 y se dan cuenta de que están solas. A mí me parece que hay que aprender que con muy poco se puede sobrevivir. Lo importante, y lo que cada día como madre trato de enseñar a mis hijos, es que hay que darse a los demás y desde muy pequeñitos. En la calle ves a mucha gente triste y es por no pensar en los demás. Bueno, aunque no soy nadie para dar lecciones...

Confiese: ¿cuántas veces ha querido largarse sola a una isla desierta?
Es verdad, necesitamos tiempo para uno mismo. En mi casa hay ratos de caos, caos. Que si uno necesita que le corten el pelo, que si a otro en el colegio le ha pasado tal cosa... Pero hay que buscar espacios para uno mismo. A veces digo: "Mamá se va". Cierro la puerta y me doy una vuelta a la manzana. También, después de comer y cenar, tenemos una tertulia y luego cada uno coge su libro.

¿A quién ha dedicado el libro?
A mi hija Carmineta que se fue casi sin avisar. Y a mi marido, a mi hijo Perico por las correcciones y a mis amigos que han dejado los libros que tenían entre manos para coger éste.

Cierre la entrevista con unas palabras para sus padres. 
Gracias, gracias, gracias. Ser una familia numerosa implica muchas renuncias y ellos me lo dieron todo y siempre con alegría. Mamá, recuerdo que le preguntaba, ¿y tú cuándo descansas? Y me respondía: "En la otra vida, hija".

Fuente: El diario de Navarra

lunes, 17 de febrero de 2014

SOBREVIVIÓ

Aunque mil veces difundido y escuchado desde que pronunciase esta conferencia en Australia en 2008, sigue impresionando el testimonio de superación de Gianna Jessen, la joven californiana que resultó con graves secuelas tras el intento de su madre de matarla antes de nacer.


 

domingo, 16 de febrero de 2014

BIENAVENTURADOS

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien las cumpla y enseñe, será grande en el reino de los cielos.
Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado...
Habéis oído el mandamiento: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior...
Sabéis que se mandó a los antiguos: No jurarás en falso y Cumplirás tus votos al Señor. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Mateo 5, 17-37

Dichoso el que con vida intachable, camina en la voluntad del Señor.
Sí, señor. ¡Gran verdad! Y todo aquí es un ¡ojalá! y un ¡quién pudiera! Porque vivir como Dios manda y ser dichoso es una misma cosa, y una misma gracia y una misma bendición: ¡ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas!
Jesús no empieza su sermón mandando cosas y prohibiendo cosas. ¡Oh, no! Empieza su sermón describiendo a los hijos de Dios de tal modo y manera que le sale un autorretrato maravilloso. Y el rasgo más destacable de los hijos de Dios en el autorretrato de Cristo es la dicha.
El hijo de Dios es pobre de espíritu, sí. Esto quiere decir que no va empujando; que pide las cosas por favor; que da las gracias por todo y se conforma con muy poquita cosa. Pero esa pobreza y ese aguante, y esas lágrimas están bajo el signo de la dicha o bienaventuranza. No dice: ¡Pobrecitos los pobres, los sufridos, los que lloran…” Dice:¡Dichosos! Y no dice: Vamos a matarlos para que no sufran. ¡Oh, no! Dice: vamos a esparcirlos por el mundo como se esparce la sal y vamos a ponerlos en el candelero como se pone en el candelero la luz encendida. 
Jesús, que empezó con las bienaventuranzas para que aspirásemos a ellas, declaró de inmediato su estrategia. Cuando dijo vosotros sois la luz del mundo no estaba tratando de motivar -como ahora se dice- a sus discípulos. Estaba revelándoles los designios de Dios: su Luz y su Sabor y su Calor y su Gloria y su Santidad van a manifestarse en el mundo -por los siglos de los siglos amén- en los sencillos. Y de un modo especial en los niños con síndromes de Down -o de Asperger- que vivirán por los siglos de los siglos amén a pesar de los guapos que no soportan el sufrimiento de los feos.
Después de retratar al santo en su autorretrato como un ser dichoso y capaz de poner sabor y luz en un mundo desabrido y oscuro, Jesús empezó a explicar la Ley de Moisés.
Era una Ley estupenda. Decía: No matarás; no cometerás adulterio; no jurarás con falsedad… Y Jesús se puso a explicarla. No se puso a complicarla con la complicación de los escribas y fariseos; se puso a explicarla con la sencillez de los sencillos. En realidad lo que hizo fue ponerse a cumplirla escrupulosamente.
“No matarás. Muy bien. Pero no insultes. No llames imbécil a tu hermano. No lo llamesrenegado. No andes poniendo orejas de burro y capirotes y etiquetas de infamia a tus hermanos”. Lo decía Jesús que -con los brazos extendidos en la Cruz- nos abrazaba a todos dejándose matar.
No matarás. Muy bien. Pero, si vas a poner tu ofrenda sobre el altar y te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, ve corriendo a reconciliarte con él. Ve y dile: “hermano: si te he ofendido, lo siento en alma”. Solamente si puedes decir eso con verdad podrá ser aceptada tu ofrenda en el altar.
No cometerás adulterio. Está muy bien el mandamiento este que se dio a los antiguos. ¿Voy a abolirlo yo? No tal. Muy al contrario. Lo que haré será comportarme con vosotros como un esposo enamorado que da la vida por su esposa. Y, a más a más, os daré la gracia de vivir el matrimonio como Dios manda de tal modo y manera que quien os vea dirá: ¡Mirad cómo se aman! ¿No os recuerdan a Jesús que da su vida por la Iglesia y a la Iglesia que no olvida a Jesús y que solamente tiene ojos para Él?
No jurarás con falsedad. Pero yo os digo que si os conocen por vuestra veracidad no os exigirán juramentos porque sabrán que vuestro “sí” es sí y vuestro “no” es no. Lo decía Jesús que mantuvo cada “sí” y cada “no” hasta la Cruz.
No da igual vivir pensando que somos como los caracoles, como los perros y los gatos que viven hasta que mueren o vivir pensando que hay vida eterna. Si somos como los cerdos y como los osos panda, entonces las bienaventuranzas no tienen sentido y solamente cabe a filosofía del “a vivir que son dos días”.
Pero Jesús no hablaba de la vida eterna como de una hipótesis sino como de algo tan cierto que justifica sacarse el ojo derecho, cortarse la mano derecha y entregarlo todo con tal de vivir como Dios manda.
Javier Vicens
Párroco de S Miguel de Salinas

viernes, 14 de febrero de 2014

AMANTES SON LOS QUE AMAN


En el encuentro que sostendrá el Papa Franscisco con más de 20 mil novios en la Plaza de San Pedro en el Vaticano este viernes 14 de febrero, día de San Valentín, se presentará el video “Amantes”, una original iniciativa para festejar el amor auténtico.
Este video de casi tres minutos de duración, que a los dos días de ser publicado alcanzó cerca de 17 mil vistas en Youtube, busca convertirse en viral en las redes sociales con el hashtag #soyamante con la frase “Amantes son los que aman”.
La iniciativa presenta la historia de cuatro parejas distintas que expresan cómo viven día a día su condición de novios o de esposos, destacando siempre el verdadero amor.
El director para América Latina del Population Research Institute (PRI), Carlos Polo, y representante del proyecto en el Perú, conversó con ACI Prensa y confirmó que el Pontificio Consejo para la Familia mostrará este video en este encuentro tan significativo del Santo Padre con los novios.
Destacó que “el punto de partida para una cultura de la vida es cambiar el concepto y la sensibilidad de lo que es el proyecto de vida matrimonial y de tener hijos y una familia”.
Polo reflexionó que hoy en día existe una cultura que “plantea que no te cases, que no tengas hijos, que no tengas cargas, que seas libre” y eso genera que “cada día la gente se case menos y que se junte con alguien con menos compromisos”.
El video es el resultado de la iniciativa de un grupo de jóvenes de varios países que han participado en los últimos años en distintos encuentros y eventos internacionales relacionados con la vida y la familia. Ellos han decidido para enviar un mensaje claro en defensa de estos valores fundamentales y para eso han lanzado el sitio web www.soyamante.org   
Polo dijo que la web es un sitio “profesional, lúdico y científico” que cuenta con información y datos estadísticos que servirá para “motivar a la gente a vivir un proyecto de vida matrimonial”. Además presenta el llamado “test del amor” para que las personas descubran su forma de amar.
Junto a Polo trabajan este proyecto la encargada de Comunicaciones del PRI,  Luisa Morcos y  la ex Miss Ecuador y activista provida, Maria Susana Rivadeneira.
Más información: www.soyamante.org

jueves, 13 de febrero de 2014

SI NO TE SIENTES PECADOR, MEJOR NO VAYAS

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la última catequesis he puesto de relieve como la Eucaristía nos introduce en la comunión real con Jesús y su misterio. Ahora podemos hacernos algunas preguntas sobre la relación entre la Eucaristía que celebramos y nuestra vida, como Iglesia y como cristianos a nivel individual. Nos preguntamos: ¿cómo vivimos la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa, cuando vamos a Misa el domingo? ¿Es sólo un momento de fiesta, una tradición consolidada, una ocasión para encontrarse o para sentirse bien, o es algo más?
Hay señales muy concretas para comprender cómo vivimos todo esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos dicen si vivimos bien la Eucaristía o si no la vivimos tan bien. La primera pista es nuestra manera de ver y considerar a los otros. En la Eucaristía, Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don de sí mismo que ha realizado en la Cruz. Toda su vida es un acto de total entrega de sí mismo por amor; por eso Él amaba estar con sus discípulos y con las personas que tenía ocasión de conocer. Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, lo que agitaba sus almas y sus vidas. Ahora, cuando participamos en la Santa Misa, nos encontramos con hombres y mujeres de todas las clases: jóvenes, ancianos, niños; pobres y acomodados; originarios del lugar y forasteros; acompañados por sus familiares y solos... Pero la Eucaristía que celebro, ¿me lleva a sentirlos a todos, realmente, como hermanos y hermanas? ¿Hace crecer en mí la capacidad de alegrarme con el que se alegra y de llorar con el que llora? ¿Me empuja a ir hacia los pobres, los enfermos, los marginados? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús? Todos vamos a Misa porque amamos a Jesús y queremos compartir su pasión y su resurrección en la Eucaristía. Pero, ¿amamos como Jesús quiere que amemos a aquellos hermanos y hermanas más necesitados? Por ejemplo, en Roma, estos días hemos visto tantos problemas sociales: la lluvia que ha provocado tantos daños a barrios enteros; la falta de trabajo, provocada por esta crisis social en todo el mundo... Me pregunto y cada uno de nosotros preguntémonos: yo que voy a Misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupa ayudar? ¿Me acerco? ¿Rezo por ellos que tienen este problema? O soy un poco indiferente... O quizá me preocupo de charlar: '¿Pero has visto cómo estaba vestida aquella o cómo estaba vestido aquel?' A veces se hace esto, ¿no? Después de Misa, ¿o no? ¡Se hace! ¿Eh? ¡Y eso no se tiene que hacer! Tenemos que preocuparnos por nuestros hermanos y hermanas que tienen una necesidad, una enfermedad, un problema... Pensemos, nos hará bien hoy, pensemos en estos hermanos y hermanas que tienen hoy problemas aquí en Roma. Problemas por culpa de la lluvia, por esta tragedia de la lluvia, y problemas sociales de trabajo. Pidamos a Jesús, a este Jesús que recibimos en la Eucaristía, que nos ayude a ayudarles. 
Un segundo indicio, muy importante, es la gracia de sentirnos perdonados y dispuestos a perdonar. A veces alguno pregunta: ‘¿Para qué se debería ir a la iglesia, dado que el que participa habitualmente en la Santa Misa es pecador como los demás?’ ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? En realidad, quien celebra la Eucaristía no lo hace porque se considera o quiere parecer mejor que los demás, sino precisamente porque se reconoce siempre necesitado de ser acogido y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. Si cada uno de nosotros no se siente necesitado de la misericordia de Dios, no se siente pecador, es mejor que no vaya a Misa, ¿eh? ¿Por qué? Nosotros vamos a Misa, porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús. Participar de su redención, de su perdón. Ese ‘Yo confieso’ que decimos al principio no es un pro forma, ¡es un verdadero acto de penitencia! Soy pecador, me confieso. ¡Así empieza la Misa! No debemos nunca olvidar que la Ultima Cena de Jesús ha tenido lugar “en la noche en que iba a ser entregado” (1 Cor 11, 23). En ese pan y en ese vino que ofrecemos y en torno al cual nos reunimos se renueva cada vez el don del cuerpo y de la sangre de Cristo para la remisión de nuestros pecados. ¿Eh? Tenemos que ir a Misa humildemente, como pecadores. Y el Señor nos reconcilia.
Un último indicio precioso nos lo ofrece la relación entre la celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas. Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho e hecho. No. ¡Es precisamente una acción de Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar. Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia surgen de allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre forma. Una celebración puede resultar también impecable desde el punto de vista exterior. ¡Bellísima! Pero si no nos conduce al encuentro con Jesucristo, corre el riesgo de no traer ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vita. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54). Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!

miércoles, 12 de febrero de 2014

EN LA MUERTE DE NUESTRO HERMANO JOSÉ LUIS

L
La familia López Largo de nuestra parroquia, ha querido compartir con nosotros su testimonio en la muerte de nuestro hermano José Luis.
Descanse en paz y un abrazo fraterno para toda la familia.


“Sólo de oídas de conocía mas ahora te han visto mis ojos.“ Job 42, 5
Recientemente nos ha dejado nuestro esposo, padre, abuelo, hermano, cuñado, primo, amigo… José Luís. Partió de este mundo hacia el Padre el día 2 de febrero de 2014. Todos recordamos su alegría, sus ganas da dar a conocer el contenido de la Biblia, sus trabajos artesanales de los que cada uno tenemos en casa algún recuerdo…
Los últimos días de José Luís a nuestro lado fueron duros, muy duros… ese sufrimiento que mostraba en su rostro, en sus expresiones, en su cuerpo, era a veces difícil de aceptar. Solamente podíamos estar a su lado, intentando animarle, eran momentos en los que le podíamos comparar con los del sufrimiento de Cristo en la Cruz, “Dios mío, Dios mío… ¿por qué me has abandonado?”.
Quizá nos ayuden a entenderlo las palabras del Papa Francisco en su mensaje para la Jornada del Enfermo, 11 de febrero de 2014, diciéndonos: “La Cruz es la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerzas para sobrellevarlo: entra también en la muerte para vencerla y salvarnos…”
Han sido para todos momentos muy difíciles, sobre todo para aquellos de los que se despedía en vida cuando le visitaban en casa, en el hospital, posiblemente momentos inolvidables.
Pero, providencialmente, nada más irse, todo eran signos del amor del Padre, ¡qué día tan maravilloso para dejarnos!: el Día de la Luz, domingo, climatológicamente precioso, soleado, con una celebración Eucarística especial, rodeado de toda su familia, sus amigos, acompañado de esos ramos de olivo que tanto mencionaba y de la expresión utilizada con tanta frecuencia por él: PAZ Y BIEN.
Seguro que, desde el Cielo, él ya está intercediendo por nosotros y acompañándonos en estos momentos de soledad y tristeza para transformarlos en momentos de gratitud y alegría sin límites.


LA MUERTE NO ES EL  FINAL   (San Agustín de Hipona)
La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. 
Yo soy yo, vosotros sois vosotros. 
Lo que somos unos para los otros, seguimos siéndolo. 
Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente. 
No toméis un aire solemne y triste. 
Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí. 
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. 
La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. 
¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista? 
Os espero. No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. 
¿Veis? Todo está bien. 
No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los Ángeles  y   verme en medio de ellos! ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen! 
Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas. 

Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás. AMÉN

martes, 11 de febrero de 2014

JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

Hoy celebramos a Ntra. Sra. de Lourdes y en este día también la Jornada Mundial del Enfermo.
Este es el mensaje que el Papa Francisco ha dirigido a toda la Iglesia con esta ocasión.
Hoy hace un año del anuncio del Papa Benedicto de su renuncia. Rezamos por nuestro querido Papa Emérito, que sigue dándose y entregándose a la voluntad de Dios y a la Iglesia, orando por ella.



Queridos hermanos y hermanas:
1. Con ocasión de la XXII Jornada Mundial del Enfermo, que este año tiene como tema Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16), me dirijo particularmente a las personas enfermas y a todos los que les prestan asistencia y cuidado. Queridos enfermos, la Iglesia reconoce en vosotros una presencia especial de Cristo que sufre. En efecto, junto, o mejor aún, dentro de nuestro sufrimiento está el de Jesús, que lleva a nuestro lado el peso y revela su sentido. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él.
2.  El Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento sino que, tomándolos sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra que, por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Jesús es el camino, y con su Espíritu podemos seguirle. Como el Padre ha entregado al Hijo por amor, y el Hijo se entregó por el mismo amor, también nosotros podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos. La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los enemigos. La prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, el difundirse del amor por el prójimo, especialmente por el que no lo merece, por el que sufre, por el que está marginado.
3. En virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios.
4. Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos. María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros decque nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena.
5. San Juan, el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al corazón de Dios que «es amor» (1 Jn 4,8.16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús. La Cruz  es «la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos… La Cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda» (Via Crucis con los jóvenes, Río de Janeiro, 26 de julio de 2013).
Confío esta XXII Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan. A todos, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 6 de diciembre de 2013
FRANCISCO

lunes, 10 de febrero de 2014

POR LA VIDA

En poco más de un minuto vas a conocer una verdadera historia de amor:


domingo, 9 de febrero de 2014

DOMINGO V

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».
Mateo 5, 13-16

Después del impresionante inicio del Sermón de la Montaña, con el enunciado de las Bienaventuranzas, Jesús pone sus ojos en la grandeza del ser humano y en la fuerza de la misión que se nos encomienda: «Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo». Ser sal y luz muestra la confianza de Dios en las posibilidades del hombre. No hay que olvidar que, en palabras del propio Jesús, supone identificarnos con Él: «Yo soy la luz del mundo». Él nos ha creado, sabe mejor que nosotros mismos de lo que somos capaces y por ello nos sitúa ante esta apasionante misión.
La sal no existe para sí misma, sino para condimentar. La luz no existe para sí misma, sino para iluminar a los que están en su entorno. Una y otra figura nos invitan a desgastarnos por los demás, a imitación de lo que Cristo mismo hizo. Ésta es la propuesta de Jesús, que cuestiona y estimula la respuesta existencial del creyente.
La primera lectura de la Misa de este domingo nos orienta, a la hora de descubrir qué significa ser luz (cf. Is 58, 7-10). Dejar que nuestra luz destelle se puede concretar, según el profeta Isaías, en partir nuestro pan con el hambriento, en vestir al desnudo, en hospedar al inmigrante, en definitiva en ser portadores del amor mismo de Dios comprometiéndonos con el sufrimiento de los hombres. Pero Jesús también nos advierte: si realmente no cumplimos aquello que nos está proponiendo, nos volvemos sosos o eclipsamos nuestra luz, perdemos en definitiva lo que define la concreción de nuestra misión. Cuando de modo individual, o como Iglesia, no nos presentamos ante el mundo con autenticidad, con la elocuencia de un testimonio convincente, comprobamos que se nos ignora, se nos desprecia, se minusvalora nuestro mensaje, se pisotea un modo de vida que ha dejado de ser realmente levadura en la masa.
Recuperar esta perspectiva exige ser capaces de diluir nuestra persona, dejarnos consumir en favor de los demás y cumplir así lo que define lo que somos y ayudar a los otros a vivir en plenitud. Curiosamente, esa entrega, ese aparente anonadamiento, nos lleva mostrar que todo lo que trasmitimos nos ha sido entregado. Es un don que Dios, en forma de talento, ha puesto en nuestras manos para poder llevarlo a los demás. El hombre que hace suya esta invitación de Dios muestra de veras su gloria, se convierte en perfecto reflejo suyo. La entrega sin medida, el desgaste por los demás, permite vivir en consonancia con la esencia misma de Dios: Él, en sí mismo, es el amor trinitario que se da, un amor en el que cada una de las personas sólo existe para las otras y no se conforma con ser para sí.
El Sermón de la Montaña va a ir desgranando, en las próximas semanas, esta conmovedora e incisiva propuesta que el Señor dirige a sus discípulos de entonces con la intención de que le sigan. Hoy, nos la sigue proponiendo a nosotros y nos plantea un reto: contrastar nuestro modelo de vida, que en el fondo define cómo somos como personas y cómo construimos nuestra sociedad, con el suyo y con su persona. Vosotros sois la sal, vosotros sois la luz, que el testimonio de la acogida de esta propuesta glorifique de verdad a nuestro Padre Dios.
+ Carlos Escribano Subías
obispo de Teruel y Albarracín