lunes, 31 de diciembre de 2012

ORACIÓN PARA FINALIZAR E INICIAR EL AÑO

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias
por todo aquello que recibí de TI.

Gracias por la vida y el amor, por las flores,
el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto
fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que
pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos
y lo que con ellas pude construir.



Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores,
los más cercanos a mí y los que estén más lejos,
los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar,
con los que compartí la vida, el trabajo,
el dolor y la alegría.



Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado,
por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho,
y perdón por vivir sin entusiasmo.



También por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios
nuevamente te pido perdón.



En los próximos días iniciaremos un nuevo año
y detengo mi vida ante el nuevo calendario
aún sin estrenar y te presento estos días
que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.



Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría,
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.


Quiero vivir cada día con optimismo y bondad
llevando a todas partes un corazón lleno
de comprensión y paz.


Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios
a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.



Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones
y las derrame a mi paso.



Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí
encuentren en mi vida un poquito de TI.


Danos un año feliz y enséñanos
a repartir felicidad . Amén

domingo, 30 de diciembre de 2012

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


También en nuestra Parroquia, celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia con la Eucaristía por los matrimonios que celebran en este año sus bodas de plata y oro. Nos unimos a su acción de gracias y pedimos para ellos que el Señor renueve su amor esponsal.
 
 
Evangelio

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? » Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Lc 2, 41-52
 
 
Si pudiéramos ver a Dios...! El nacimiento del Salvador ha instaurado un orden nuevo. El Dios invisible se ha hecho visible, el eterno ha entrado en el tiempo, el Creador ha puesto su morada entre las criaturas. Si a través del conocimiento de las criaturas podíamos antes elevarnos hasta el Creador, ahora, hecho hombre el Hijo de Dios, podemos por la fe conocer a Dios visiblemente para que Él mismo nos lleve al amor de lo invisible. La Liturgia de la Navidad actualiza en el tiempo los acontecimientos que conformaron una vez en la Historia el nacimiento y la infancia de Jesús. A través de todos ellos, se nos invita a pasar de lo visible a lo invisible, del tiempo a la eternidad, de las criaturas al Creador. Así ocurre también con la Fiesta de la Sagrada Familia. El Evangelio de este año presenta el relato del único episodio de la vida de Jesús referido por los evangelistas sobre el período que va de su nacimiento al comienzo de su ministerio público. Cuando la Iglesia pide para sus hijos imitar las virtudes domésticas de la Sagrada Familia y su unión en el amor, encontramos en este episodio dos datos de extraordinario valor que nos ayudan a conocer cómo vivió Jesús durante la mayor parte de su vida. Por un lado, se afirma que según la costumbre subió con sus padres a Jerusalén por las fiestas de Pascua; por otro, que bajó después con ellos a Nazaret y vivió bajo su autoridad. El primer dato revela que Jesús compartió la condición de la mayoría de los hombres: llevó una vida cotidiana sin aparente importancia, desarrolló un oficio manual como hijo del carpintero y cumplió religiosamente los preceptos de la ley de Dios dentro de la comunidad judía. El segundo dato desvela que Jesús cumplió perfectamente el cuarto mandamiento y vivió bajo la autoridad paterna y materna de José y de María.
Al cumplir los doce años, sin embargo, sucedió algo especial. Al igual que los varones judíos de esa edad, Jesús participa, por primera vez junto a los adultos, en las celebraciones del Templo. María y José no se percatan de que Jesús permanece en Jerusalén y, cuando ya iban de vuelta, piensan que se ha perdido. La búsqueda angustiosa de los padres se convierte en revelación asombrosa del Hijo. A Jesús corresponde estar en las cosas del Padre y, mientras llega el momento de cumplir su misión, instruye preguntando a los maestros que debían enseñar. Los padres no entienden, pero María guarda en el corazón. Jesús crece y, en la obediencia cotidiana a sus padres, manifiesta la obediencia filial al Padre celestial.
La vida oculta de Nazaret nos recuerda que podemos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos ordinarios de la vida humana. La autoridad de los padres encuentra en el amor entregado del Padre su referencia, mientras que la obediencia cariñosa de los hijos halla en la sumisión cotidiana de Jesús su mejor escuela. Necesario es que la familia esté protegida de quienes la falsean. Varón y mujer, unidos en alianza indisoluble de amor, abiertos con generosidad al don de los hijos. La familia natural, consagrada por el sacramento del Matrimonio, es signo visible del amor invisible de Dios a los hombres. Si se niega a la familia su verdadera vocación, ¿cómo sabrá el mundo que el amor de Dios se ha hecho visible?




+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

 

viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS INOCENTES

 
 
 
El comentario de hoy quizás sea difícil de digerir para algunos. Hay unos niños que mueren en lugar de Cristo y la Iglesia celebra su fiesta. Alguno podría pensar que la Iglesia los ha colocado en el cielo para ahorrarse dar explicaciones, pero no es así. El Cardenal Newman decía: “Todos los que se acercaron a Jesús han sufrido, más o menos, por el mismo hecho del contacto, como si emanara de él una fuerza secreta que purifica y santifica las almas por medio de las penas de este mundo. Este fue el caso de los santos inocentes”.

Charles Péguy aún fue más lejos en su lectura del evento. Dijo que Jesús permitió el martirio de los inocentes porque eran compañeros suyos de generación (como de promoción en la escuela), y por eso los asoció a su muerte cruenta. Ahora están en el cielo, y podemos imaginarlos como hizo Aurelio Prudencio, jugando delante de Dios usando sus coronas como aros y la palma del martirio como bastón para guiarlos. Santa Teresita, en unos versos preciosos, titulados “A mis hermanos los santos inocentes”, los dibuja estirándole las barbas a Dios Padre. Esas proyecciones de la vida de la gloria, donde habrá muchos niños con una felicidad mayor a la que hoy les han robado, no debe apartarnos del sentido de la fiesta. Celebramos que son mártires. Es decir, que murieron por Cristo. Y su muerte provocó el llanto de sus madres. El Evangelio de hoy no oculta la profundidad de ese dolor. Con palabras de Isaías señala: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”.

Me impresiona la presencia de estas palabras en el Evangelio, porque evidencian que Dios no se toma a la ligera el dolor del hombre. El sufrimiento no es algo que podamos obviar. Decir “ha sucedido” y pasar página. Jesús, al entrar en el mundo, va a conocer lo más oscuro de él y va a saborearlo hasta el fondo, apurando las heces del cáliz que le es ofrecido. Él es el Inocente por excelencia, el que no cometió pecado y cargó con las culpas de todos. Y permitió, en un misterio que nos desborda, que unos niños sin culpa, en los albores de la infancia, fueran víctimas de la crueldad de Herodes. Como dice san Agustín, “no fue la espada sino la causa”, la que les confirió el martirio.

Me gusta pensar en lo que dice Péguy y también en el hecho de que Jesús sigue siendo contemporáneo nuestro y que hay mucho dolor que no sabemos explicar pero que está íntimamente unido al suyo. Decía Newman “Cuando los acontecimientos nos acercan a Cristo, cuando sufrimos por Cristo, lo tenemos que considerar como un inmerecido privilegio sea el que fuere el sufrimiento, incluso cuando en un principio no somos conscientes de sufrir por él”.

Y mientras meditamos en esta fiesta, nuestra mirada se dirige espontáneamente al cielo, porque sabemos que aquellos niños, que podían haber sido compañeros de juegos de Jesús, pero lo precedieron en la muerte, no dejan de acompañar a todos los inocentes que hoy sufren. Especialmente, lo sabemos, a los niños que no dejan nacer, a los pequeños que son maltratados, a los amantes que el mundo odia pero que Jesús ama hasta el punto de asociarlos a Él.

Y pensamos también en el corazón maternal de María, al que debieron llegar los llantos de aquellas mujeres que habían perdido a su Hijo y que ella miraría con una compasión hasta entonces desconocida. Y al apretar a su Niño entre los brazos susurraría: “Cuando lo veáis clavado en la cruz y resucitado lo entenderéis todo”. No temáis llorar, porque Dios mismo será vuestro consuelo.
 
Comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org

jueves, 27 de diciembre de 2012

CONFERENCIA DE MARÍA VALLEJO NÁGERA

Si tienes un ratito, puedes escuchar a la escritora en una reciente conferencia en Uruguay.


miércoles, 26 de diciembre de 2012

EL PAPA NOS HA DICHO EN NOCHEBUENA...



Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más, como siempre, la belleza de este Evangelio nos llega al corazón: una belleza que es esplendor de la verdad. Nuevamente nos conmueve que Dios se haya hecho niño, para que podamos amarlo, para que nos atrevamos a amarlo, y, como niño, se pone confiadamente en nuestras manos. Dice algo así: Sé que mi esplendor te asusta, que ante mi grandeza tratas de afianzarte tú mismo. Pues bien, vengo por tanto a ti como niño, para que puedas acogerme y amarme.

Nuevamente me llega al corazón esa palabra del evangelista, dicha casi de pasada, de que no había lugar para ellos en la posada. Surge inevitablemente la pregunta sobre qué pasaría si María y José llamaran a mi puerta. ¿Habría lugar para ellos? Y después nos percatamos de que esta noticia aparentemente casual de la falta de sitio en la posada, que lleva a la Sagrada Familia al establo, es profundizada en su esencia por el evangelista Juan cuando escribe: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron» (Jn 1,11).

Así que la gran cuestión moral de lo que sucede entre nosotros a propósito de los prófugos, los refugiados, los emigrantes, alcanza un sentido más fundamental aún: ¿Tenemos un puesto para Dios cuando él trata de entrar en nosotros? ¿Tenemos tiempo y espacio para él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos? Y así se comienza porque no tenemos tiempo para él. Cuanto más rápidamente nos movemos, cuanto más eficaces son los medios que nos permiten ahorrar tiempo, menos tiempo nos queda disponible.

¿Y Dios? Lo que se refiere a él, nunca parece urgente. Nuestro tiempo ya está completamente ocupado. Pero la cuestión va todavía más a fondo. ¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro pensamiento? La metodología de nuestro pensar está planteada de tal manera que, en el fondo, él no debe existir. Aunque parece llamar a la puerta de nuestro pensamiento, debe ser rechazado con algún razonamiento. Para que se sea considerado serio, el pensamiento debe estar configurado de manera que la «hipótesis Dios» sea superflua. No hay sitio para él.

Tampoco hay lugar para él en nuestros sentimientos y deseos. Nosotros nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales y de nuestras intenciones. Estamos completamente «llenos» de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros.

A partir de la sencilla palabra sobre la falta de sitio en la posada, podemos darnos cuenta de lo necesaria que es la exhortación de san Pablo: «Transformaos por la renovación de la mente» (Rm 12,2). Pablo habla de renovación, de abrir nuestro intelecto (nous); habla, en general, del modo en que vemos el mundo y nos vemos a nosotros mismos. La conversión que necesitamos debe llegar verdaderamente hasta las profundidades de nuestra relación con la realidad.

Roguemos al Señor para que estemos vigilantes ante su presencia, para que oigamos cómo él llama, de manera callada pero insistente, a la puerta de nuestro ser y de nuestro querer. Oremos para que se cree en nuestro interior un espacio para él. Y para que, de este modo, podamos reconocerlo también en aquellos a través de los cuales se dirige a nosotros: en los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados y los pobres de este mundo.

En el relato de la Navidad hay también una segunda palabra sobre la que quisiera reflexionar con vosotros: el himno de alabanza que los ángeles entonan después del mensaje sobre el Salvador recién nacido: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace».

Dios es glorioso. Dios es luz pura, esplendor de la verdad y del amor. Él es bueno. Es el verdadero bien, el bien por excelencia. Los ángeles que lo rodean transmiten en primer lugar simplemente la alegría de percibir la gloria de Dios. Su canto es una irradiación de la alegría que los inunda. En sus palabras oímos, por decirlo así, algo de los sonidos melodiosos del cielo.

En ellas no se supone ninguna pregunta sobre el porqué, aparece simplemente el hecho de estar llenos de la felicidad que proviene de advertir el puro esplendor de la verdad y del amor de Dios. Queremos dejarnos embargar de esta alegría: existe la verdad. Existe la pura bondad. Existe la luz pura. Dios es bueno y él es el poder supremo por encima de todos los poderes. En esta noche, deberíamos simplemente alegrarnos de este hecho, junto con los ángeles y los pastores.

Con la gloria de Dios en las alturas, se relaciona la paz en la tierra a los hombres. Donde no se da gloria a Dios, donde se le olvida o incluso se le niega, tampoco hay paz. Hoy, sin embargo, corrientes de pensamiento muy difundidas sostienen lo contrario: la religión, en particular el monoteísmo, sería la causa de la violencia y de las guerras en el mundo; sería preciso liberar antes a la humanidad de la religión para que se estableciera después la paz; el monoteísmo, la fe en el único Dios, sería prepotencia, motivo de intolerancia, puesto que por su naturaleza quisiera imponerse a todos con la pretensión de la única verdad. Es cierto que el monoteísmo ha servido en la historia como pretexto para la intolerancia y la violencia.

Es verdad que una religión puede enfermar y llegar así a oponerse a su naturaleza más profunda, cuando el hombre piensa que debe tomar en sus manos la causa de Dios, haciendo así de Dios su propiedad privada. Debemos estar atentos contra esta distorsión de lo sagrado.

Si es incontestable un cierto uso indebido de la religión en la historia, no es verdad, sin embargo, que el «no» a Dios restablecería la paz. Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad divina del hombre. Entonces, ya no es la imagen de Dios, que debemos honrar en cada uno, en el débil, el extranjero, el pobre. Entonces ya no somos todos hermanos y hermanas, hijos del único Padre que, a partir del Padre, están relacionados mutuamente. Qué géneros de violencia arrogante aparecen entonces, y cómo el hombre desprecia y aplasta al hombre, lo hemos visto en toda su crueldad el siglo pasado.

Sólo cuando la luz de Dios brilla sobre el hombre y en el hombre, sólo cuando cada hombre es querido, conocido y amado por Dios, sólo entonces, por miserable que sea su situación, su dignidad es inviolable.

En la Noche Santa, Dios mismo se ha hecho hombre, como había anunciado el profeta Isaías: el niño nacido aquí es «Emmanuel», Dios con nosotros (cf. Is 7,14). Y, en el transcurso de todos estos siglos, no se han dado ciertamente sólo casos de uso indebido de la religión, sino que la fe en ese Dios que se ha hecho hombre ha provocado siempre de nuevo fuerzas de reconciliación y de bondad. En la oscuridad del pecado y de la violencia, esta fe ha insertado un rayo luminoso de paz y de bondad que sigue brillando.

Así pues, Cristo es nuestra paz, y ha anunciado la paz a los de lejos y a los de cerca (cf. Ef 2,14.17). Cómo dejar de implorarlo en esta hora: Sí, Señor, anúncianos también hoy la paz, a los de cerca y a los de lejos. Haz que, también hoy, de las espadas se forjen arados (cf. Is 2,4), que en lugar de armamento para la guerra lleguen ayudas para los que sufren. Ilumina la personas que se creen en el deber aplicar la violencia en tu nombre, para que aprendan a comprender lo absurdo de la violencia y a reconocer tu verdadero rostro. Ayúdanos a ser hombres «en los que te complaces», hombres conformes a tu imagen y, así, hombres de paz.

Apenas se alejaron los ángeles, los pastores se decían unos a otros: Vamos, pasemos allá, a Belén, y veamos esta palabra que se ha cumplido por nosotros (cf. Lc 2,15). Los pastores se apresuraron en su camino hacia Belén, nos dice el evangelista (cf. 2,16). Una santa curiosidad los impulsaba a ver en un pesebre a este niño, que el ángel había dicho que era el Salvador, el Cristo, el Señor. La gran alegría, a la que también el ángel se había referido, había entrado en su corazón y les daba alas.

Vayamos allá, a Belén, dice hoy la liturgia de la Iglesia. Trans-eamus traduce la Biblia latina: «atravesar», ir al otro lado, atreverse a dar el paso que va más allá, la «travesía» con la que salimos de nuestros hábitos de pensamiento y de vida, y sobrepasamos el mundo puramente material para llegar a lo esencial, al más allá, hacia el Dios que, por su parte, ha venido acá, hacia nosotros. Pidamos al Señor que nos dé la capacidad de superar nuestros límites, nuestro mundo; que nos ayude a encontrarlo, especialmente en el momento en el que él mismo, en la Sagrada Eucaristía, se pone en nuestras manos y en nuestro corazón.

Vayamos allá, a Belén. Con estas palabras que nos decimos unos a otros, al igual que los pastores, no debemos pensar sólo en la gran travesía hacia el Dios vivo, sino también en la ciudad concreta de Belén, en todos los lugares donde el Señor vivió, trabajó y sufrió. Pidamos en esta hora por quienes hoy viven y sufren allí. Oremos para que allí reine la paz. Oremos para que israelíes y palestinos puedan llevar una vida en la paz del único Dios y en libertad. Pidamos también por los países circunstantes, por el Líbano, Siria, Irak, y así sucesivamente, de modo que en ellos se asiente la paz. Que los cristianos en aquellos países donde ha tenido origen nuestra fe puedan conservar su morada; que cristianos y musulmanes construyan juntos sus países en la paz de Dios.

Los pastores se apresuraron. Les movía una santa curiosidad y una santa alegría. Tal vez es muy raro entre nosotros que nos apresuremos por las cosas de Dios. Hoy, Dios no forma parte de las realidades urgentes. Las cosas de Dios, así decimos y pensamos, pueden esperar. Y, sin embargo, él es la realidad más importante, el Único que, en definitiva, importa realmente.

¿Por qué no deberíamos también nosotros dejarnos llevar por la curiosidad de ver más de cerca y conocer lo que Dios nos ha dicho? Pidámosle que la santa curiosidad y la santa alegría de los pastores nos inciten también hoy a nosotros, y vayamos pues con alegría allá, a Belén; hacia el Señor que también hoy viene de nuevo entre nosotros. Amén.

martes, 25 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD


lunes, 24 de diciembre de 2012

DIOS CUMPLE SUS PROMESAS

La Parroquia, quiere compartir con todos la alegría por el nacimiento de Jesús y nos invita a unas migas a las 13:30 en la Plaza de la Virgen.
 
 
 
 
 
A unas horas del acontecimiento de la Navidad leemos el cántico de Zacarías, conocido como Benedictus. La Iglesia lo recita cada mañana en la oración matinal de la Liturgia de las Horas. Zacarías se hace eco de cómo en Jesucristo se cumplen las promesas hechas por Dios en el Antiguo Testamento. Todo el Antiguo Testamento se realiza en Jesucristo. Estaba esperándolo a Él y no dejaba de hablar de Él, aunque veladamente. Pero en Jesús todo se hace claro. Zacarías retrotrae la promesa a Abraham y no deja de fijarse en que el Mesías pertenece a la casa de David.

En Jesús se cumple lo que había sido anunciado a los antiguos. También ahí vemos un indicio de que todo lo que Jesús nos promete va a realizarse. Ahora ya no se trata de una promesa a la espera de un Mesías, sino de algo nuevo. El Mesías nos trae la salvación y el perdón de los pecados. Y Zacarías no deja de fijarse en que el Mesías, Jesús, nos va a librar de todos nuestros enemigos. Ello hace que ya no debamos tener temor y podamos caminar con absoluta libertad.

Este cántico precede al gran acontecimiento de la Navidad. Zacarías, inspirado por el Espíritu Santo señala la misión del Bautista, que habrá de preparar el camino al Señor, pero se fija, sobre todo, en la misericordia divina. El amor de Dios, infinito, es misericordioso porque se inclina hacia la debilidad del hombre. No es el suyo un amor que se enfríe ante la indiferencia humana sino que se vuelve hacia el pecador. Las entrañas misericordiosas de Dios nos aman más allá de nuestro pecado. Es decir, ve el bien al que estamos llamados y que, a veces, queda enterrado por nuestra historia personal de desobediencia. La figura del sol que va a librarnos de las sombras de muerte, del caminar en tinieblas, apunta a Jesús. De la misma manera que la oscuridad se desvanece ante la presencia del astro rey, también el hombre es totalmente renovado con la llegada de Jesucristo.

Y Jesucristo viene, como apunta Zacarías, para conducir nuestros pasos por caminos de paz. La paz, dicen los autores, es el efecto más grande del don de Dios. Implica la reconciliación, del hombre con Dios, con los demás hombres, con la naturaleza y con uno mismo. En nuestra vida constatamos a diario el desequilibrio que nace de esa falta de paz. Los miedos, la inseguridad, nuestra libertad esclava, el desorden de las pasiones, la incapacidad para el bien… nos privan de la paz que deseamos. En su lucha desesperada por conseguirla no son pocas las veces en que cometemos aún males peores. Así lo muestra la historia. Sólo Jesús nos trae la auténtica paz. Porque en Él todo el universo queda reordenado y el hombre encuentra la imagen perfecta a la que puede aspirar porque Jesús viene a unirse con nosotros.

Zacarías señala que está a punto de realizarse lo que estaba anunciado. Pero también nos indica lo que podemos esperar. Nos ayuda a situar la Navidad no sólo como memoria de un hecho de la historia, sino como promesa de algo totalmente nuevo en nuestras vidas.
 
Comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org

sábado, 22 de diciembre de 2012

IV DOMINGO DE ADVIENTO

 
Os recordamos que hoy tendrá lugar la cuestación de alimentos no perecederos de Cáritas Parroquial. Se inicia a las 14:30 en la plaza de la Virgen.
 
 
 
Evangelio

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Lucas 1, 39-45
 
 
 
María: la alegría de creer



 

¡Menudo encuentro: dos madres se felicitan mientras sus hijos, en las entrañas, saltan de alegría! Sorprendente lección la del cuarto Domingo de Adviento: en la maternidad virginal de María se encierra el secreto de la acogida del Salvador. Bien lo saben los santos, como santa Maravillas de Jesús, que con palabras certeras enseñan cómo debe ser acogido Jesucristo en nuestras propias vidas: «Aprenda en el corazón de su Madre cómo se ama a Jesús». Cercana ya la Navidad, la Liturgia nos invita a descansar la mirada de fe en la Virgen Madre que lleva en su seno al Autor de la vida. En el pasaje evangélico de este domingo, el evangelista refiere de María sus acciones y las palabras que recibe.

Cuatro son las acciones que tienen como protagonista a la Madre de Jesús: ponerse en camino, acudir aprisa a la montaña, entrar en casa de Zacarías y saludar a Isabel. En cada una de ellas se nos desvela la solicitud amorosa de la Madre que nos enseña a amar al Hijo. La que ha sido fecundada por el Espíritu Santo se pone en camino: las palabras del ángel en la Anunciación orientan sus pasos; auxiliar a su anciana prima es la meta. Amar a Jesús significa dejarse mover por su amor (Él nos amó primero) para servirle en quien lo necesita (conmigo lo hicisteis). María acude aprisa porque la prontitud en el servicio distingue a quien está llena de Dios. En casa del sumo sacerdote entra la Virgen María, portadora del Sacerdote Eterno, anunciándonos que en la ofrenda redentora del Hijo estará cerca la Madre. En el plan de Dios está que acudamos a la Madre para aprender a unirnos a Jesucristo en la entrega amorosa de la propia vida. María saluda a Isabel y su voz llega al oído del Precursor, que salta de gozo en el vientre materno. Primera misión del Bautista: anunciar con su alegría la llegada del Mesías, antes incluso de poder pronunciar palabra.
Cuando las palabras no llegan, la alegría declara a quien ama el corazón.
Isabel responde a María a voz en grito. A Zacarías, su esposo, le dejó mudo la incredulidad. A Isabel, constituida en servidora de María, Nuevo Templo del Sacerdote Eterno, el Espíritu Santo la colma con palabras de fe. Su servicio consiste en bendecir a la Madre y al Hijo, en postrarse con humildad ante la Madre del Señor, en proclamar la alegría del Precursor y en declarar a María dichosa por su fe. Bendición, humildad, alegría y fe: he aquí lo que Isabel nos dice a gritos. Para acoger al Salvador es necesario recibir en la propia casa a la Madre que nos lo entrega, alabando a Dios por su inmensa bondad (bendición), reconociéndonos indignos de su venida (humildad), saltando de gozo por su amor (alegría), fiándonos sin reservas de la Palabra del Señor (fe). Cuando la Iglesia nos llama por la voz del sucesor de Pedro a descubrir de nuevo la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la fe, el relato de la visitación de María a su prima Isabel aparece como antesala de la Navidad, recordándonos que, para recibir al Hijo, es necesario aprender siempre en el corazón de la Madre, es decir, hay que ponerse en camino -como María- para experimentar la alegría de creer.
 

+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

jueves, 20 de diciembre de 2012

DIOS LLAMA A LA PUERTA

Recordamos que hoy a las 20:30 en nuestra Parroquia, podremos recibir el sacramento de la reconciliación, en la celebración penitencial que tendrá lugar allí.


Dios respeta nuestra libertad hasta el final. Lo vemos estos días en el relato de la Anunciación. María es la puerta elegida por Dios para hacer su entrada en la historia. Pero Dios no quiere presentarse sin ser recibido. Forma parte de su amor hacia nosotros. Nos salva sin coaccionarnos, apelando a nuestra libertad. El sí de María es el que la humanidad entera no sería capaz de pronunciar. Pero ella, la llena de gracia, lo hace en lugar nuestro y deja el camino expedito. Es un sí tremendo: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

El deseo de todos los hombres se cataliza en la respuesta serena y de absoluta entrega y confianza de la Virgen. Nuestras peticiones a su lado son balbuceos incoherentes. No nos salen las palabras. Pero ella responde por todos nosotros.

Nuestra libertad esclavizada por tantas ataduras, unas grandes otras pequeñas, quiere unirse al sí de María. Agradecemos, en primer lugar, lo que ella respondió por nosotros. Lo hizo no sólo ante el ángel sino durante toda su vida, que es una prolongación del “hágase” de Nazaret. También su vida anterior era ya un sí a Dios. Pero ahora se descubre el contenido de aquella entrega sin condicionamientos: va a ser la Madre de Dios. Esta escena explica toda la vida de María, porque no hay en su respuesta nada que se guarde para sí misma. Es de una transparencia absoluta: quiere que se haga la voluntad de Dios. Y lo quiere totalmente.

La libertad que entraña su respuesta sólo es posible desde la plenitud de gracia con que Dios la ha regalado. Desde esa fidelidad al don de Dios, ella responde poniendo en juego todo lo que se le ha dado. Lo hace porque se sabe agraciada por Dios hasta el punto de que el elogioso saludo del ángel la confunde (“Ella se turbó ante esas palabras y se preguntaba que saludo era aquel”).

A dos mil años de distancia no deja de estremecernos la hondura de aquel hecho. ¡Qué grande es María! Sí, es Dios quien la ha hecho grande, pero en nadie esa grandeza ha sido tan bien correspondida. Si la santidad es el traje que nos corresponde a todos (el que Dios tiene previsto para sus hijos), en la Virgen alcanza un especial esplendor.

A pocos días de la Navidad descubrimos la conveniencia de unirnos a la Madre Santísima para abrir nuestras puertas a Jesucristo. Dios va a respetar nuestra libertad y no se nos va a imponer. Nace pequeño y manso entrará en Jerusalén montado en un pollino, y aún después despojado de todo se entregará a la Cruz. No existe ninguna violencia ni coacción de clase alguna. Dios nos salva amándonos y su amor sólo quiere que nosotros lo aceptemos y correspondamos. La contemplación de hoy nos une a la mujer que más lo amó y continúa amando. En ella aprendemos cómo tratar a nuestro Señor. Todo un regalo.
 
Comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org

martes, 18 de diciembre de 2012

NO ES BUENO QUE DIOS ESTÉ SOLO

 Os recordamos que este jueves a las 20:30 en la Parroquia, celebración penitencial. Abramos nuestro corazón reconciliado, a la llegada de nuestro Mesías.

lunes, 17 de diciembre de 2012

QUEDA UNA SEMANA...


Estamos ya muy cerca de Navidad y se inician las actividades especiales de este tiempo en nuestra Parroquia.
Puedes inscribir a tus hijos en la Semana de la Infancia esta tarde y mañana por la tarde, a partir de las cinco en los salones parroquiales.
Por otra parte, el próximo sábado 22 tendrá lugar la recogida de alimentos de Cáritas. Te esperamos a las  14:30 en la Pza. de la Virgen.




Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente. Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén.



(Benedicto XVI Mensaje de Adviento 2008)

sábado, 15 de diciembre de 2012

DOMINGO III DE ADVIENTO y ORDENES MENORES


  Esta tarde a las 19:30 nuestro arzobispo, impartirá las órdenes menores a un grupo nutrido de seminaristas, entre los que está Daniel Rodríguez de nuestra Parroquia.
Os pedimos oración por estos seminaristas, especialmente por nuestro paisano Dani, para que sea fiel a la llamada recibida y nuestra Bendita Madre le proteja bajo su manto.




Evangelio

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Entonces, ¿qué debemos hacer?»
Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que las comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban: «¿Y nosotros, qué debemos hacer?» Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con éstas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.

Lucas 3, 10-18
 
 
Desatar sandalias no parece un oficio que requiera especial dignidad. Cuando preguntan a san Juan Bautista si él es el que tenía que venir, afirma sin ambages no ser el Mesías y reconoce ser indigno de desatar sus sandalias. El Salvador había sido anunciado como Esposo, y el que proclama la inminencia de su venida forma parte de su cortejo. El amigo del Novio prepara a la Esposa sin confundirse con el Esposo. Jesucristo es el Esposo, Juan es el amigo del Esposo, y la Iglesia Esposa aún debe ser convocada. Con su palabra y sus obras, el Bautista preparaba el camino de Cristo Esposo reuniendo a las gentes que habrían de formar parte de la Iglesia Esposa. Para que los hijos de la Iglesia, y los que están llamados a serlo, puedan acoger con amor esponsal al Salvador, es necesario que la voz de Juan el Bautista no caiga en el vacío.


Entonces, ¿qué debemos hacer? Hasta en tres ocasiones preguntan las gentes al Bautista. Para cada uno hay una respuesta: el que tenga más, que comparta con quien tiene menos; el que administra los bienes públicos, que actúe con justicia; el que custodia la seguridad del pueblo, que no haga extorsión ni caiga en la codicia. Todos reciben el mismo bautismo de conversión; cada uno, sin embargo, debe extraer las consecuencias en su propia vida. La venida del Salvador ha de ser preparada en las tareas cotidianas, pues para compartir lo nuestro a diario se hace hombre el que es eterno. Quien desee recibir en el tiempo el amor eterno, debe preparar la venida de Cristo cada día, liberando el corazón de egoísmos, actuando con rectitud y desinteresadamente.
La decidida actuación del Precursor, el vigor de su voz y el ejemplo elocuente de su vida ponen al pueblo en expectación: ¿Será éste el Mesías? El Bautista prepara el camino a quien puede más que él: su bautismo es signo, pero carece de realidad. Cuando llegue el Mesías, dará al signo su significado: bautizará con Espíritu Santo y fuego. Con el fuego sereno de su amor, el Salvador librará al hombre de la esclavitud del pecado, arrancará de su vida la paja que ahoga el grano y, comunicando su mismo Espíritu, le hará partícipe de la vida divina.

En la antigüedad cristiana, autores como san Jerónimo, san Agustín de Hipona o san Gregorio Magno vieron en las palabras de san Juan Bautista la reverencia y humildad requeridas para acoger al Redentor. Buscando el sentido más profundo, relacionaron la expresión desatar las sandalias con las palabras del salmista: «Sobre Edom echo mi sandalia» (Sal 59, 10), viendo en ellas la promesa de la Encarnación. Si las sandalias, elaboradas con la piel de animales muertos, evocan el misterio de la carne mortal que el Verbo habría de asumir, la acción de desatar la correa remite al nudo del Misterio de la Encarnación. El Bautista proclama el acontecimiento, pero ignora su misterio. Es necesario secundar con humildad la voz del Precursor para acoger a Quien desvela el Misterio de la salvación escondido durante siglos. Llegarán días en que el Esposo desatará la correa de las sandalias y lavará los pies de sus discípulos, mostrando que en el amor a los hermanos, realizado como Él nos ama, encontramos la manera de deshacer el nudo del Misterio.
 
+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

viernes, 14 de diciembre de 2012

TESTIMONIO


* “Estoy convencida de que Dios tenía un plan para Tomás… y así ha sido”
* “Me lo pusieron en los brazos, le hablé y le hablé…, y lloré…, y sentí que el mundo enmudecía tras la marcha de Tomás. No me arrepiento del vivir que he vivido, tan solo puedo arrepentirme de esos tres o cuatro minutos que pude perder tras mi desmayo, y eso es nada en comparación a todo lo que mi hijo me dio desde el primer segundo de vida…, desde que esa vida empezó a latir dentro de mí…, y les aseguro que mereció la pena”

13 de diciembre de 2012.-(Mª Ángeles Marzá / Una mujer una voz / Camino Católico) Mi nombre es Mª Ángeles Marzá, aunque mi familia y mis amigos me llaman Lales. Tengo 35 años y soy de Reus (Tarragona). El 29 de Octubre de 2011 supe que estaba embarazada a través de un Test de esos que venden en las farmacias. Mi primera reacción fue el desmayo. Era sábado. Eran las 5:30 de la mañana y estaba en casa, sola.
Decirles que mis circunstancias personales, en lo que se refiere al concepto de “familia”, no acompañaban; de ahí probablemente ese desmayo. Debía “enfrentarme” a un entorno en el que se ha predicado siempre la importancia de la unidad familiar, una familia en la que hemos crecido escuchando a mis padres decir que los 10 hermanos que tengo, somos todos una bendición de Dios. Una familia en la que la formación religiosa ha estado muy presente. Digamos que yo me salté un poco a la torera todos esos conceptos… Fue difícil, pero su apoyo a día de hoy, es lo más importante que tengo.
Mi hijo también ha sido una bendición de Dios, haya venido en las circunstancias que sea… Estoy convencida de que Dios tenía un plan para Tomás… y así ha sido.
Me hicieron una ecografía a las 11 semanas de embarazo. El pliegue nucal dio un resultado de 2.4. Tenía, según me explicaron en versión “tonta”, 1 posibilidad entre 98 de tener un hijo con Síndrome de Down u otra disfunción cromosómica. Me recomendaron la Amniocentesis. Me negué rotundamente. ¿Para qué? Si mi hijo tenía que venir al mundo con una enfermedad, así sería, así estaba escrito que debía ser. Mi rotunda negación sorprendió a mi ginecóloga y su auxiliar. “Discutimos” la cuestión pero mi decisión fue clara: no tenía ninguna intención de abortar o “interrumpir el embarazo” (como lo dicen en suave), fuese cual fuese el resultado de esa prueba tan magnifica, que al fin y al cabo, lo único que me iba a suponer eran tres días de baja y un reposo absoluto… y el riesgo, por supuesto, de hacerle daño a mi pequeño, aunque solo fuese en una probabilidad mínima. Firmé el consentimiento.
Fue curiosa la respuesta que dio mi ginecóloga cuando, acompañada de mi madre, que defendía conmigo el derecho a la vida de ese niño…dijo: “Bueno, señora, ¡peor será que el niño se muera cuando cumpla 10 días!” Hoy le diría ¿y quién es usted para decidir si mi hijo debe vivir o no?
Al no hacerme la Amniocentesis me recomendaron una ecocardiografía, que me hicieron a las 16 semanas de embarazo. Supe entonces que era un niño lo que llevaba en mi vientre. Pero las cosas empezaban a torcerse. En el informe cardiográfico había una sospecha ecográfica de cardiopatía fetal. Según palabras textuales del informe “aconsejan nuevamente determinación del cariotipo fetal mediante amniocentesis. La paciente deniega y firma consentimiento”.
Lo que era una sospecha se convirtió en hecho el 23 de enero, cuando me visitó por primera vez, un cardiólogo pediátrico, para mí una eminencia, una bellísima persona, una “persona humana”, que me habló con franqueza. Tomás tenía, efectivamente, una cardiopatía que podía estar o no, asociada al Síndrome de Down. Aceptó, creo sorprendido, mi idea de continuar con el embarazo. Digo sorprendido porque allí mismo me explicó que muchas mujeres en mi estado, tras una noticia como la que me acababan de dar, ya no volvían nunca más a la consulta. Remarcó: “Y cuando digo muchas, son muchas”. Saquen sus propias conclusiones.
Este mismo cardiólogo fue quien me explicó las posibilidades que tenía Tomás de vivir, después de una serie de intervenciones a lo largo de su vida, la primera de ellas, a las 3 o cuatro semanas de vida. Tenía miedo solo de pensarlo, pero Tomás era lo más importante y salí de la consulta entre preocupada y contenta, puesto que mi hijo tenía posibilidades de vivir una vida “más o menos” normal, después de estas intervenciones. Él quería vivir y yo le di la vida, como intermediaria de Alguien más sabio que yo.
Los comentarios del siguiente informe del 9 de febrero, todos redactados por la misma doctora, daban un poco de miedo…”Cardiopatía tipo canal AV y ectasia piélica bilateral altamente sugestivas de cromosopatía no filiada porque la gestante denegó técnica invasiva y desea continuar gestación”. Para que lo entiendan un poco mejor (yo tampoco soy entendida en el tema), Tomas tenía una malformación en el corazón, no existía apenas el tabique central que separa aurículas de ventrículos y su ventrículo derecho estaba menos desarrollado de lo debido. No existían las válvulas tricúspide y mitral sino una sola válvula común.
En el informe ecográfico del 10 de mayo, con 32 semanas, se vuelve a recordar que “no se practicó estudio cromosómico a pesar de las recomendaciones por denegación de consentimiento materno”.
Estas conclusiones a veces me hacían pensar que era yo, la mala de la película…
Me derivaron al Hospital San Joan de Deu con 35 semanas. Era allí donde tratarían el resto de mi embarazo, posterior parto y donde tratarían también la cardiopatía de Tomás. Con todo el estudio previo y tras dos ecografías, me explicaron de nuevo las posibilidades de una primera intervención (Banding), una posterior (Glenn) y según la funcionalidad valvular, llegar a la intervención llamada por los expertos, “Fontan”. Se me explica el pronóstico y la asociación a una cromosopatía. Por fin, no tengo que firmar, se acepta mi decisión sin cuestionarla.
Tomás nació el 7 de Julio de 2012. Fue un parto por cesárea porque se complicó en las 2 o 3 primeras horas. Si no salía, Tomás corría peligro; por momentos, sus pulsaciones desparecían del monitor que mi madre controlaba. No entraré en detalles pero no recuerdo el parto precisamente como una delicia o el típico parto “sin dolor”.
Tomás era la recompensa a ese gran dolor físico.
El cariotipo determinaría dos semanas después, que Tomás, además de su cardiopatía, tenía Sindrome de Down.
El 9 de Agosto operaron a Tomás. La mañana anterior vino a vernos el cirujano que lo iba a operar. Venía a explicar de qué trataba la operación. Me explicaron que iban a dormir a Tomás, abrirían y harían ese “banding” del cual tanto he oído hablar. En realidad, y para los que no nos movemos en este campo, la operación consistía en un estrechamiento de la arteria pulmonar, con el fin de que el flujo de sangre que llegaba de los pulmones al corazón, no fuese tan fuerte.
El 9 de agosto. Se llevaron a Tomas a las 08:41h de la mañana. El tiempo de espera se nos hizo interminable. Cerca de dos horas después, el cirujano vino a explicarnos que la operación había salido muy bien. Estaba contento, creo que quizás la palabra es satisfecho. Tanto el preoperatorio como la operación habían ido como él esperaba. Y cuando me lo dejaron ver, di gracias a Dios… ¡mi niño estaba bien!
Su cirujano hizo un buen trabajo. La operación fue un éxito. Pero las primeras horas eran cruciales. Ahora debíamos esperar que Tomás respondiera bien. Pasó el día bien, sedado y sin complicaciones pero hacia las 9 de la noche los niveles de oxigenación de los pulmones empezaban a fallar. Llamaron al cirujano, que vino de inmediato para comprobar que la operación estuviese siguiendo su curso y todo parecía correcto. Salió al poco tiempo para decirnos que el “banding” estaba bien y dejó de nuevo a Tomas en manos de pediatras y enfermeras. A las 23h salimos del Hospital con el corazón en un puño, aunque dejando a Tomás estable.
Hice dos llamadas a la UCI durante la noche. Yo me extraía leche todas las noches para poder guardarla y tener para las futuras tomas de mi hijo, así que a la 01:30h y a las 04:30 llamé y su enfermera me fue confirmando que Tomás seguía estable.
A las 6:32h del 10 de agosto recibí una llamada en el móvil. La frecuencia cardíaca de Tomás había disminuido mucho y creían conveniente que fuera al Hospital. Supe que lo perdía. Recé todo lo que sabía en el camino al Hospital, creo que mezclé mil oraciones. La noche anterior, mi padre había mandado un mensaje a todos mis hermanos, a mi madre y a mí en el que decía “Voy a rezar un rosario, si todos hacemos lo mismo lograremos el milagro”. Quizás no sabíamos en ese momento para qué rezábamos.
Antes de poder ver a Tomás, su pediatra me dijo: “Tomás está muy mal”…, esas palabras se me clavaron en el alma…, me acerqué a él, un cardiólogo le hacía un masaje cardíaco…, le cogí el bracito y le hablé… “Tomás, mi vida, lucha un poquito más, por favor, lucha, cariño, tenemos muchas cosas que hacer todavía, por favor, mi vida, por favor…, angelito, por favor”. Y mientras le hablaba me desmayé. Quizás fue en el mismo instante en el que la vida de Tomás se iba…, que mi cuerpo sintió que media vida se le iba… caí… y a las 07:20h Tomás nos dejó.
Me lo pusieron en los brazos, le hablé y le hablé…, y lloré…, y sentí que el mundo enmudecía tras la marcha de Tomás.
No me arrepiento del vivir que he vivido, tan solo puedo arrepentirme de esos tres o cuatro minutos que pude perder tras mi desmayo, y eso es nada en comparación a todo lo que mi hijo me dio desde el primer segundo de vida…, desde que esa vida empezó a latir dentro de mí…, y les aseguro que mereció la pena.

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Carta a Tomás
El 14 de Agosto de 2012, Lales publica la siguiente carta en Facebook del Hospital San Joan de Deu (que resgistra hasta la fecha 9.375 Me gusta y 1024 Comentarios).
Querido Tomás:
Mi niño…mi angelito…mi vida…se me parte el alma al dejarte partir… Te escribo sin saber muy bien que decir, puesto que me siento vacía de expresión o de palabra…así que te pido, me ayudes a dedicarte las palabras más bonitas…porque tu… tú has sido lo más bonito que me ha podido regalar la vida…
Esta noche cayeron dos estrellas del cielo… lo miraba atentamente y te pedía con todas mis fuerzas que me hablaras, que me miraras… ¿eras tú, mi niño bonito? ¿Eras tú, mi angelito de ojos negros? Qué difícil es dejarte ir, mi niño guapo…
Te tuve entre mis brazos 33 días… te he abrazado, te he tocado… ¡Te he besado tantas veces! Te he sostenido entre mis brazos, te he apretado contra mi pecho, corazón con corazón…nuestras vidas han latido al unísono como una sola persona, como un solo ser… ¡Cuánto te quiero, mi vida!
Fruto bendito de mi vientre…todavía te oigo llorar, te oigo reclamar mi presencia, te veo en mis despedidas día tras día… con tus ojitos abiertos como luceros… ¡Qué difícil era separarme de ti! Cada día te di los buenos días, cada día te di las buenas noches, cada día te di un ‘Te quiero’ para que supieras que en pocas horas volvería junto a ti.
Te amamanté con todo el amor que sólo una madre puede dar, te dediqué mis más bellas palabras, mis mejores canciones, mis mejores y más sentidas sonrisas…también mis lágrimas…Te miré durante horas…porque sólo tenía ojos para ti… ¡Te dediqué lo mejor de mí!
¡¡Ay, mi niño…mi angelito…mi vida…!! ¿Por qué me has abandonado?
¡Teníamos tantos planes! ¡Quería enseñarte tantas cosas! Pinté tu habitación del color de la esperanza… la esperanza de estar juntos mucho tiempo, de compartir aquello que solo madre e hijo pueden compartir…con la esperanza de arroparte cada noche y sostener tu mano junto a la mía hasta que te viera dormir…
Hijo, ¿eres tu quien enjuaga mis lágrimas? Acúname y sostenme en tus brazos cómo yo lo hice con los míos… ¡Mi niño! Acaríciame la cara para que yo sienta que estas todavía conmigo…háblame… por favor… no permitas que me caiga…
Hinqué mis rodillas en el suelo implorando que volvieras junto a mi… pero no volviste… imploré que tu corazón volviera a latir junto al mío… imploré una última sonrisa, una última mirada…
Creo que me lo quisiste decir… abriste esos ojitos preciosos después de tu operación…los abriste muy poquito… ¿Querías decirme que debías irte, mi vida?
Te fuiste tranquilo, mientras te susurraba al oído que te quedaras junto a mi… ¡Ay, mi niño bonito, ¿eres feliz?
Dicen que la Virgen te vio tan especial que te quiso para Ella, para cuidarte y protegerte… yo te reclamo cada día, por si un día quieres volver…
¡¡Ay, mi niño…mi angelito…mi vida…!! ¿Por qué me has abandonado? Mi corazón se desquebrajaba mientras te ibas…
¡Me has dado tantas cosas! ¡Eras tan pequeñito y tan grande a la vez! Todavía alcanzo a ver lo que parece una sonrisa… tu sonrisa… ¡Cuánto me has llenado, hijo mío! Apacigua mi dolor, mi niño guapo, y ayúdame a coser estas grietas que se han formado en mi corazón y que me hacen sentir este vacío tan inmenso…
Sé que allá en el cielo eres feliz… ya no te cuesta respirar, tus largos suspiros son ahora suspiros de tranquilidad y sosiego… no te cansas… y tus oídos me escuchan al hablar… ¿Me oyes decirte cuánto te echo de menos? ¿Me oyes decirte cuanto te quiero? Mi niño bonito…
Luché por traerte a este mundo, fui a contracorriente porque algunos decían que era mejor interrumpir tu venida…por lo enfermito que ibas a estar… No hice caso y seguí luchando… ¿Sabes por qué? Porque yo no soy dueña de tu vida y tú quisiste, estoy segura, conocerme a mí y a toda tu familia, estar entre mis brazos y sentir ese amor verdadero que espero haberte podido transmitir… quisiste enseñarnos algo… y lo cumpliste… a mi me has enseñado, entre muchas otras cosas… cuan gratificante es haberte dado la vida…
Ay mi niño… mi angelito…mi vida…te hubiera dado mi corazón y mi alma… te hubiera dado mi aire para respirar… Y a pesar de todo, me despedí de ti, de dejé ir… y a pesar del dolor y este desgarro que siento en mis entrañas, te dejé ir… en tu cajita blanca especial para ángeles, cuan ángel eres tú…
“Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día… Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me dejes sola, que me perdería”
Ayúdanos a todos, Tomás… ayúdanos a fortalecer esta Fe para no decaer, ayúdanos a seguir adelante, ayúdanos a apreciar la vida y los bellos momentos…ayúdame, sobre todo, a seguir creyendo… que mereció la pena dejarte vivir… Descansa en paz, mi vida. Te quiero,
Mamá

jueves, 13 de diciembre de 2012

CATEQUESIS EN EL AÑO DE LA FE

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 12 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Hoy el santo padre Benedicto XVI continuó con su catequesis semanal por el Año de la Fe, en presencia de miles de peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas, que estuvieron centradas en “Las etapas de la revelación”.
El papa recordó que “La revelación de Dios en la historia, para entrar en una relación de diálogo de amor con el hombre, le da un nuevo significado a la entera experiencia humana”. A la vez se preguntó: “¿Dónde podemos leer las etapas de esta revelación de Dios?”, para luego confirmar que es la Sagrada Escritura, “el lugar privilegiado para descubrir los acontecimientos de este caminar”.
Fue motivo para que invitara a todos, en este Año de la fe, “a asumir con mayor frecuencia la Biblia para leerla y meditar en ella, y para prestarle más atención a la lectura en la misa dominical, todo lo cual es un alimento valioso para nuestra fe”.

Historia de salvación
En su explicación sobre las etapas de la revelación de Dios, el santo padre afirmó que “leyendo el Antiguo Testamento, vemos que la intervención de Dios en la historia de la gente (..) no son hechos que se mueven y caen en el olvido, sino que se convierten en "memoria", constituyen en conjunto la "historia de la salvación"”.
Ante esto, el creyente debe vivir con la certeza de que “la fe es alimentada por el descubrimiento y el recuerdo del Dios que es siempre fiel, que guía la historia y es el fundamento seguro y estable sobre el cual apoyar la propia vida”.
De este modo, enseñó que “Dios se revela no solo en el acto primordial de la creación, sino entrando en nuestra historia, en la historia de un pequeño pueblo que no era ni el más grande ni el más fuerte”.
Y es en Jesús, añadió, “en quien se cumple la promesa, dado que en Él culmina la historia de Dios con la humanidad”. Trajo al recuerdo el pasaje de los dos discípulos en el camino a Emaús, narrado por san Lucas, en que se ve “cómo brota claramente que la persona de Cristo ilumina el Antiguo Testamento, toda la historia de la salvación y muestra el gran diseño unitario de los dos Testamentos”.
Esta intervención de Dios en la historia humana, de este gran ‘proyecto de amor’ como gusta llamarlo el santo padre, es “un único plan de salvación dirigido a toda la humanidad, progresivamente revelado y realizado por el poder de Dios, donde Dios siempre reacciona a las respuestas del hombre”.

Adviento es Jesús
Ante el inicio del tiempo litúrgico de Adviento, que es una preparación para la Navidad, enseñó que la palabra Adviento “significa una realidad maravillosa e inquietante: el mismo Dios ha cruzado el cielo y se ha inclinado frente al hombre; ha forjado una alianza con él, entrando en la historia de un pueblo”
Finalmente, recordó a los participantes que Adviento nos recuerda “que Dios no ha salido del mundo, no está ausente, no nos ha abandonado, sino que viene a nosotros de diferentes maneras, que debemos aprender a discernir”.
Unido a esto, invitó en este periodo de preparación, “a dar testimonio de esta presencia, en un mundo a menudo superficial y distraído (..) y a hacer brillar en nuestra vida la luz que iluminaba la cueva de Belén”
Con los participantes de lengua española
Informado de la presencia de diversos grupos de habla española, el papa dirigió la siguientes palabras: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Congreso Internacional [‘Ecclesia in America’, ndr] promovido por la Pontificia Comisión para América Latina, así como a las autoridades civiles y eclesiásticas, y a los numerosos fieles del estado de Michoacán, México, que desde esa amada tierra han querido ofrecerme este hermoso Belén artesanal.
Que Nuestra Señora de Guadalupe vele por la noble nación mexicana y le conceda unidad, justicia, concordia y paz. Dirijo también un afectuoso saludo a los demás grupos provenientes de España y otros países latinoamericanos. Exhorto a todos, en este tiempo de Adviento, a dedicarse a la lectura de la Biblia, para recordar la obra de Dios en medio de su pueblo y testimoniar su presencia viva en el mundo” (javv)

miércoles, 12 de diciembre de 2012

LITURGIA DEL DÍA

EVANGELIO


Venid a mí todos los que estáis cansados
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,28-30


En aquel tiempo, exclamó Jesús:

- «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.

Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.




No tengo perdón. Ayer os dejé sin comentario. Podría deciros que estoy en mitad de la mudanza de mi casa y de la parroquia entera, que tengo Internet sólo a ratos, que ando de acá para allá…, pero lo cierto es que debía ser más previsor. Además escribir los comentarios, aunque es una obligación aceptada, también me descansa. Pensar delante de Dios en cada uno de vosotros, en las circunstancias más diversas y en los países más distintos, me ayuda a descansar. Y eso es algo que tengo comprobado.
«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.» Muchas veces cuando tenemos un montón de cosas en la cabeza o que hacer lo primero que dejamos es la oración. También cuando por cualquier cosa nos hemos alejado un poco de Dios o hemos cometido algún pecado…, también dejamos la oración. Es como si nosotros tuviésemos que hacer descansar a Dios y no descansar nosotros en Dios. Sería como si uno estuviera tan sediento que fuese incapaz de abrir el grifo de agua fría.
¡No! Date cuenta. Cuando estés cansado, agobiado, harto…, no mires el sillón como si fuera tu salvación. Mira a Cristo, ponte un rato de rodillas y déjate cuidar por Dios. Encontrarás alivio y descanso. Y si tus pecados te pesan pide a Dios un buen arrepentimiento, confiésate y da gracias a Dios. Y si tienes muchas cosas no trates a Dios como una cosa más.
No tengo perdón porque no he descansado en Dios…, pero podéis hacerlo vosotros. Que la Virgen os bendiga y os guarde.


martes, 11 de diciembre de 2012

¡AHORA EMPIEZO!

El corazón del hombre es torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo. La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a Él nuestros corazones… Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo (Catecismo de la Iglesia Católica 1432)

Desde hace algunas semanas, leo en Religión en libertad algunos relatos de conversiones. El caso de la actriz Debora Caprioglio que, gracias a su marido y al Opus Dei, regresa a la vida cristiana. También el de la bloguera atea estadounidense Leah Libresco que se ha bautizado y recibido la confirmación. El protagonista de El último superviviente, para quien el encuentro con la Madre Teresa de Calcuta cambió su vida. Cristina López Schlichting que pasó de no tener fe a convertir a toda su familia, gracias a las religiosas mercedarias y a Comunión y Liberación. O también el caso, no menos sorprendente, de Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal, que acaba de publicar El Kerygna, en las chabolas con los pobres, donde cuenta su conversión.

Todos estos casos de vuelta a la fe o a la vida cristiana, y muchos más, que no salen en los medios, se están produciendo con más frecuencia de lo que pensamos. Algunos de ellos por acontecimientos que han cambiado sus vidas, crisis personales, enfermedades personales o de familiares queridos. Otros que tocaron fondo, viviendo en un vacío existencial en el que, teniéndolo todo, nada tenía sentido.

Y hay otras conversiones, podríamos decir cotidianas, de los que día a día vivimos nuestra fe y queremos ser santos. Conocemos nuestras debilidades. Sabemos que tenemos pecados y miserias, de mayor o menor envergadura, da lo mismo. Sin embargo, tanto en unos como en otros, hay un deseo grande por amar a Cristo. Una voluntad que, movida por la gracia de Dios, busca identificarse con la voluntad de Dios.

La conversión puede llegar gracias a un gran acontecimiento que te cambia la vida, pero también por pequeños acontecimientos diarios, en los que descubrimos que todavía hay mucho que cambiar y mejorar. Y esto es lo maravilloso de la vida cristiana que, en cada tropiezo, puedo levantarme y comenzar de nuevo. En cada caída, puedo decir: ¡Ahora comienzo!

El Señor me llama, cada día, a una vida plena, a la santidad. Sólo hace falta que yo le escuche, que no me cierre a esa palabra de amor que resuena en el interior de mi corazón. Dios no se cansa de mí. Nunca tira la toalla, ni me da por imposible. Ese Amor incondicional siempre está dispuesto a curar mis heridas, me levanta y me sostiene en el camino.

¡No tengáis miedo! Cristo conoce “lo que hay dentro del hombre”. ¡Sólo El lo conoce!...

Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitid, pues, —os lo ruego, os lo imploro con humildad y con confianza— permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!
 
 Juan Pablo II, Misa en el comienzo de su Pontificado (22 octubre 1978).
 
Andrés Martínez en ReL

lunes, 10 de diciembre de 2012

TESTIMONIO DE MI CONFIRMACIÓN

Natalia, una de las jóvenes que fué confirmada en nuestra Parroquia el pasado 25 de Noviembre, ha querido compartir con nosotros su testimonio. ¡Gracias Natalia!


Hola, soy Natalia una chica de la parroquia, y este pasado domingo 25 de noviembre he podido gozar de la presencia del Espíritu Santo en el sacramento de la confirmación.
Todo comenzó hace dos años cuando me llamo mi catequista para decirme cuando tenía que empezar catequesis. Estábamos todos muy ilusionados porque durante dos años íbamos a estar preparándonos para al final poder recibir el Espíritu Santo. No veíamos el momento en el que el Espíritu Santo llegara a nosotros. Pero al final esos dos años se nos han pasado muy rápido y este domingo día 25 de noviembre hemos recibido el sacramento de la confirmación. Días antes del domingo hemos tenido diversas actividades como por ejemplo el jueves tuvimos confesiones, el viernes la vigilia, en la cual cantamos y estuvimos cerca del Señor durante una hora y donde teníamos que firmar en un papel diciendo que nos queríamos confirmar. En definitiva fue una vigilia preciosa. El sábado tuvimos los ensayos para que el domingo todo saliera genial. Todos estábamos un poco nerviosos pero al fin llego el domingo. Nos levantamos pronto para prepararnos para este gran momento. Cuando llegue a la Iglesia, estaba deseando que llegara el momento de la imposición de manos, para así ya poder gozar del Espíritu Santo. La misa fue transcurriendo y por fin llego el momento. El Vicario me impuso las manos, hizo la unción con el Santo Crisma y me dijo esas palabras “Natalia, recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.
En ese momento, cuando el  Vicario me hizo la unción y me dijo esas palabras, mi corazón se inundo de alegría y de gozo, porque ya estaba en mí el ESPIRITU SANTO.
Para mi estos dos años de preparación, han sido geniales; todos esos momentos que hemos pasados todos juntos, en las diversas actividades y en las convivencias para mi será una gran recuerdo que nunca olvidare. Y como no agradecer todo esto a los catequistas, porque se han portado genial y que espero que sigan preparando a mas personas para que puedan recibir este sacramento, y también a don José, don Natalio y sobre todo a don David, porque sin ellos todo esto no hubiera sido posible, y porque ellos nos han guiado por el camino de la fe y nos han llenado de luz y de paz.
Gracias de todo corazón a todos, por estos dos años que hemos pasado juntos y bueno que esto no se acaba aquí, que seguiremos estando juntos en más actividades y sobre todo en Post-confirmación. Os deseo lo mejor junto al Señor.
Un saludo muy grande.
                                                                                                                        Natalia García de Blas López

 

domingo, 9 de diciembre de 2012

DOMINGO II DE ADVIENTO

Evangelio

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».

Lucas 3, 1-6
 
La figura de san Juan Bautista es providencial. Al igual que todos los profetas, su tarea consiste en prestar la voz a una Palabra que le precede. En su caso, sin embargo, la voz no sólo resuena en los labios, sino también en la conducta. Y no sólo está al servicio de la Palabra divina, sino también al de la visión de la salvación. Para que todos vean la salvación de Dios es necesario oír lo que dice esta voz.
El evangelista san Lucas presenta al Bautista con tres elementos propios: el momento histórico y el lugar preciso en que ejerce su ministerio; el contenido de su actividad; y la continuidad con la historia profética de Israel. Captar la importancia de cada uno de esos elementos es fundamental para acoger la voz que abre paso a la visión. El relato del evangelio no pertenece al género intemporal de la fábula o de la ficción. Juan el Bautista es constituido profeta en un momento preciso de la Historia, para cumplir una tarea en un lugar concreto. Viniendo sobre su persona la Palabra de Dios, es hecho todo él voz que grita en el desierto. Con su voz, el Bautista prepara la irrupción definitiva de la Palabra en la Historia. El camino de los profetas llega a su fin. Comienza la plenitud de los tiempos.
El Bautista recibe la Palabra divina en el desierto, recorre la comarca del Jordán y predica un bautismo de conversión para perdón de los pecados. El desierto evoca sobriedad, el Jordán purificación y el bautismo transformación. La voz de Juan es llamada a cambiar de vida; no tiene poder para realizar lo que declara, pero dispone el corazón de los que la escuchan. Él no es la Palabra, pero sí la voz que proclama a gritos cómo debe ésta ser acogida. Cumpliendo su misión, Juan el Bautista anuncia el cumplimiento de las antiguas profecías, las que anunciaron al Salvador y a su Precursor. El Señor es fiel, guarda siempre su alianza. El profeta es testigo de la verdad que acontece en la Historia. La fidelidad de Dios se desvela de nuevo en el curso histórico de los acontecimientos sosteniendo la confianza del pueblo que se sabe así elegido.
En el camino del Adviento, la figura de san Juan Bautista es providencial, es decir, responde a un designio especial de la Providencia en orden a la salvación. De la misma forma que preparó en la Historia la venida en carne del Verbo de Dios, así también su testimonio sigue iluminando hoy la manera de preparar el encuentro con el Salvador. Sobriedad de vida, abandono de todo pecado y orientación decidida hacia el Señor: he aquí lo que el Bautista nos pide oír para ver.
 
+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe