domingo, 4 de octubre de 2015

D. JOSÉ RIVERA

El Papa Francisco ha firmado el decreto por el que se reconocen las virtudes heroicas de José Rivera, sacerdote diocesano de Toledo. Ya sólo se necesitaría aprobar alguno de los milagros que se le atribuyen y se han presentado en la Congregación de la Causa de los Santos para poder beatificarlo. 

José Rivera fue formador y director espiritual de muchos sacerdotes en Toledo, algunos de los cuales son hoy obispos en activo en España. También destacó por su servicio material y espiritual a los pobres.

José Rivera Ramírez nació en Toledo el 17 de diciembre de 1925. Era el último de cuatro hermanos. Su hermano Antonio era conocido como «el Ángel del Alcázar», porque murió con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936, a consecuencia de las heridas recibidas en el Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil.

José ingresó en el Seminario de Comillas (Santander) donde estudió humanidades y filosofía (1943-1948), pasando a Salamanca para estudiar la teología (1948-1953). Fue ordenado sacerdote en Toledo el 4 de abril de 1953. 

Formador de sacerdotes
Fue director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.


El padre José Rivera con algunos de sus alumnos y discípulos... algunos de estos jóvenes hoy son obispos
Se le reconoce una intensa vida de oración, mortificación y estudio, y fue director espiritual de personas muy diversas. Varios de sus escritos personales han sido publicados posteriormente por la Fundación José Rivera (jose-rivera.org). Con el sacerdote José María Iraburu, publicó varias obras de espiritualidad, entre las que destacaEspiritualidad Católica (CETE, Madrid 1982). También con Iraburu, dos matrimonios y una virgen consagrada, fue en 1988 cofundador de la Fundación GRATIS DATE(www.gratisdate.org, web donde pueden descargarse algunas de sus obras).

El 13 de marzo de 1991, tras un infarto cardiaco, recibió la unción de enfermos, falleciendo el 25 de marzo de 1991. Su cadáver, donado por él a la Facultad de Medicina de Madrid, donde permaneció intacto, fue devuelto a petición del cardenal arzobispo de Toledo, Marcelo González Martín, y enterrado el 24 de marzo de 1994 en la capilla del Seminario Mayor diocesano de Santa Leocadia para adultos, situado en la Iglesia de San Bartolomé, en Toledo, a donde acuden muchos devotos para pedir gracias y favores por su intercesión.

Proceso de canonización
Por iniciativa del arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Álvarez Martínez, se inició su proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998, cuya fase diocesana fue clausurada el 21 de diciembre del 2000. Es promotora de la causa en Roma la archidiócesis de Toledo.

En el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, se celebraron en Toledo unas Jornadas de estudio sobre el siervo de Dios, bajo la presidencia del cardenal arzobispo Antonio Cañizares Llovera.

viernes, 25 de septiembre de 2015

¿DE VERDAD ESCUCHAMOS A DIOS?

domingo, 13 de septiembre de 2015

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. 
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»


Palabra del Señor


Y vosotros ¿quién decís que soy?
La Iglesia responde a esta pregunta de Jesús confesando que Él es el Señor, Hijo Único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos, no una criatura sino Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, consubstancial con el Padre por quien todo fue hecho.
Esta confesión sonaba y sigue sonando a blasfemia a los oídos de muchos. Precisamente Jesús fue rechazado por las autoridades de Israel y condenado a muerte porque, siendo hombre, se hacía igual a Dios. Sus milagros y su doctrina lo habían acreditado como un gran profeta pero de ahí a hacerse igual a Dios hay un abismo.
Entonces Jesús toma el camino de la Cruz e invita a sus discípulos a seguirlo por ese camino. San Pedro protesta: ¿cómo va a permitir el Dios benigno y justo, el Dios compasivo que guarda a los sencillos, que su Unigénito sufra una muerte tan horrible?  San Pedro piensa como las autoridades de Israel y como muchos, incluso hoy, que Dios no puede permitir la muerte del inocente. Piensan así porque consideran que la vida, esta vida, es todo el bien del hombre. Pueden entender que un criminal muera en la cruz pero si un inocente muriera así eso sería un escándalo, una acusación contra el mismo Dios.
«Mirad, el que quiera sal­var su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»
Jesús corrige esa visión demasiado humana de las cosas. Esta vida -por mucho que nos esforcemos en cuidarla y conservarla- se acabará. Solamente hay un modo de salvarla: seguir a Jesús por ese camino de la Cruz en el que Dios parece haber abandonado al hombre y confiar en Dios, benigno y justo, que resucitó a Jesús de entre los muertos.
Cientos de miles de hombres, mujeres y niños han seguido y siguen a Jesús por el camino de la Cruz cuando, teniendo que elegir entre vivir sin Jesús o morir por Él y por el Evangelio, han abrazado la Cruz.
Pero hay pequeñas elecciones en la vida diaria que ponen a prueba nuestra fe. ¿Iré a Misa o me quedaré en casita viendo la tele? ¿Diré la verdad o mentiré para ahorrarme un disgusto? ¿Usaré mi tiempo y mi dinero pensando solamente en mí o, generosamente, pensando en los demás? No hay que esperar a que se presente la ocasión del martirio -que probablemente nunca llegará- para empezar a seguir a Jesús como Santa María.
Javier Vicens Hualde
Párroco de S. Miguel de Salinas

sábado, 5 de septiembre de 2015

¿HAS PENSADO COMO DIOS GUÍA TU VIDA?

Desgraciadamente muchas veces nos perdemos por los muchos caminos de este mundo, porque por orgullo o por obstinación, insistimos en caminar por donde queremos y no por el camino que Dios quiere que sigamos. El camino de Dios puede no ser el más fácil, o el más corto, pero con certeza, Él nos lleva por los caminos más acertados. Cómo es desagradable en un viaje largo equivocarse de camino. Increíble, cómo el lugar deseado nunca parece llegar.

Nuestra vida en la fe también es así. Si no nos dejamos guiar por Dios, nos equivocamos de camino, y nos atrasamos en alcanzar lo que tanto deseamos: la verdadera felicidad.

Es mucho más fácil rezar con el salmista el salmo 23:
“Yahveh es mi pastor, nada me falta.
Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce,
y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre.
Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.

Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días”.

Sin embargo, parece que no es tan fácil de vivir. ¿Será que estamos dejando que Dios nos guíe? ¿Qué voz hemos escuchado? ¿La voz de nuestro egoísmo, la voz del mundo o la voz de nuestro pastor?

Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10,14-15).

Para seguir al Pastor son necesarias dos cosas: escuchar su voz y confiar, abandonarse a sus cuidados.

Para escuchar a Dios es necesario tener intimidad con Él. ¿Será que hemos buscado estar con el Señor? ¿Con qué frecuencia? ¿Cómo está nuestra vida de oración? ¿Nuestros oídos y corazón están atentos a sus llamados?

Para abandonarse es necesario creer en esto: Dios nos conduce en nuestro caminar hacia Él. Es él mismo quien realiza en nosotros la santificación; no tenemos poder para guiar nuestra santificación. Sólo Dios sabe el camino que tenemos que recorrer para llegar a ella; y Él nos lleva por ese camino cuando nos abandonamos confiados en sus manos.

Está en nosotros entregarnos dócilmente en sus manos como el barro en las manos del alfarero, como ovejas en los brazos del pastor, como el niño que es llevado por el padre, tomado de su mano, sin preguntar qué esta haciendo con nosotros. Eso es abandonarse en Dios. Nosotros no sabemos lo que necesitamos, mucho menos cuál es el camino mejor a seguir, sólo Él sabe por qué nos creó y tejió cada fibra de nuestro ser en el vientre materno, como dice el Salmo 139.

El padre Joseph Schrijvers, autor de un libro fabuloso llamado: “El don de sí”, insiste en esto: “Vivir cada instante el don de sí, es un acto de amor a Jesús en cada momento, acogiendo sin preguntar, lo que el Artista divino está haciendo”.

Necesitamos aprender a abandonarnos en los brazos del Padre cada día. Es un ejercicio de fe.

Podemos comparar el abandonarse en Dios con lo que Miguel Ángel hacía con un bloque de piedra. Él decía a sus alumnos, al enseñarles a trabajar con la escultura: “Ahí dentro hay un ángel, vamos a sacarlo. Vamos a quitar con el cincel, cariñosamente, lo que sobra”. Y el mármol necesita quedarse quieto y aceptar todos los golpes del Artista. Es la obra de Dios en nosotros. Sólo un corazón que ama a Dios entiende y acepta todo eso.

Es curioso cómo hasta en la gramática acostumbramos a usar el término “abandonarse” como verbo reflexivo, es decir, cuando el sujeto practica y recibe una acción. No es común abandonarse a sí mismo. Sin embargo, en la andadura de la fe, el lenguaje es diferente. La gramática de Dios es otra. Para hacer la voluntad de Dios, y no perdernos en el camino, es necesario abandonarnos a nosotros mismos para confiar única y exclusivamente en las manos de Dios que es Padre, es Pastor. Eso exige de nosotros actitudes de fe, confianza, humildad y perseverancia, para que frente a las muchas adversidades que enfrentamos en la vida, no languidezcamos, al contrario, que podamos sentir la verdadera paz de quien realmente cree que Dios está cuidándolo todo. Pues un buen pastor, jamás dejaría que se perdiera su oveja.
Fuente: aleteia.org

domingo, 23 de agosto de 2015

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor



Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Cuando una chica oye esto y frunce el ceño y piensa “¡machismo!” o     cuando un chico lo oye y piensa “muy bien dicho, las mujeres tienen que obedecernos”, es señal de que ni ella ni él han entendido a San Pablo. Es señal de que se han liado.
La Sagrada Escritura solamente puede entenderse a la luz del mismo Espíritu que la inspiró y una cosa está clara: el Espíritu Santo ni es machista ni es feminista. Al machista le dice el Espíritu Santo que no sabe amar porque quiere mandar, que no se líe. A la feminista le dice que no sabe amar porque no quiere obedecer, que no se líe. Y, a todos, nos dice que obedezcamos a Jesús que se ha ofrecido por nosotros en la Cruz y nos ha mostrado un amor digno de fe. No es tan difícil de entender si uno no se lía con eso del machismo y del feminismo.
El matrimonio que Dios inventó no es el infierno que encadena para toda la eternidad a un machista que quiere -lógicamente- mandar y ser servido y a una feminista que -lógicamente- no quiere obedecer ni servir. Eso no es el matrimonio, eso es el infierno.
El matrimonio que Dios inventó es el Cielo que unirá para toda la eternidad a Cristo -obediente y enamorado- con su Esposa, la Iglesia -obediente y enamorada-.
Comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo es empezar a celebrar en esta vida -a la luz de la fe- esa locura del Amor de Dios ante la que se rindió -obediente y enamorada- Santa María.
Javier Vicens
Párroco de S. Miguel de Salinas

lunes, 17 de agosto de 2015

MAS TESTIMONIOS DEL ENCUENTRO EUROPEO DE JÓVENES


BUSCA MENOS Y DÉJATE ENCONTRAR POR ÉL


Miles de jóvenes nos hemos reunido estos días en Ávila, todos unidos por un mismo motivo, la Fe. Han sido unos días muy intensos. Sin embargo la primera sensación no siempre es positiva. Hubo momentos en los que llegaba a cuestionarme el sentido de dormir y comer en el suelo, de las duchas rápidas, de los largos paseos bajo un calor sofocante, etc. Estas incomodidades nos preocupaban a más de una, pero a medida que nos acercábamos a Ávila, podíamos descubrir un sentido a todo ello: la SENCILLEZ. En realidad no necesitábamos nada más para acercarnos a Santa Teresa y a Dios, como ella decía: NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE, QUIEN A DIOS TIENE, NADA LE FALTA, palabras que cobraron sentido cada vez con más fuerza.






Desde el día 3 hasta el día 9 hemos recibido grandes regalos de Su parte. La alegría de llegar a la ciudad, cantando, bailando e incluso gritando, para que todo el mundo supiese que habíamos llegado, es uno de esos recuerdos que llevaré conmigo. Es increíble cómo un grupo de personas a las que no conoces se convierten en tu familia en tan sólo unos días. Inolvidables momentos en los que nos convertimos en apoyos morales e incluso físicos (literalmente), en los que se puede llegar al corazón necesitado de Dios de algunas personas y en los que se ve la fragilidad del ser humano. Sin olvidar las charlas entre compañeros, sacerdotes, diáconos y seminaristas. Se nos ha regalado la ocasión de  compartir cada una de las emociones del camino a través de las catequesis, las oraciones, las misas, los paseos y las vigilias. Conmueve recordar las palabras de las personas que compartieron su testimonio y las  de Mons. Xavier Novell, que bajo un solemne silencio nos instó a dejarnos amar por Cristo, a ser AMIGOS FUERTES DE DIOS, permaneciendo “enchufados a Él porque mi amor no tiene competidores”.


Ha terminado una semana intensa, en la que hemos vivido de todo. Desde un primer momento el principal objetivo fue el de abrir el corazón y encontrarme con el Señor. Durante estos días me dejé encontrar por Él, y vaya si lo hizo. Ahora toca alimentar esa amistad fuerte a través del WHATS estando en LÍNEA, por supuesto como dijo Santa Teresa, y nos enseñó una compañera de peregrinación: “AUNQUE ME CANSE, AUNQUE NO PUEDA, AUNQUE REVIENTE, AUNQUE MUERA.

Laura Fernández


"En tiempos recios, amigos fuertes de Dios" con estas palabras de Santa Teresa comenzaban nuestros días en el Encuentro Europeo de Jóvenes. Días en los que hemos podido disfrutar de la grandeza del Señor, compartir nuestra fe junto a millones de personas, que al igual que tú se sentían movidas hasta allí por una razón: Jesucristo. Hemos tenido momentos de diversión, conciertos, talleres, catequesis, Eucaristía, etc, pero en definitiva han sido momentos en los que poco a poco hemos ido conociendo la figura de una gran Santa como es Teresa de Jesús.
Ella, durante estos días nos ha ido enseñando cuanto nos Ama el Señor. Una de las frases que decía era "Solo el Amor da valor a todas las cosas" y cuanta razón llevaba, pues recordando esta frase me venia a la mente que ha sido el Amor el que ha dado valor a nuestras vidas, el Amor de Jesús en la Cruz ha sido el causante de que cada uno tengamos un valor precioso a sus ojos.
Estos días no se podrían describir con palabras, pues han sido días en los que el Señor ha actuado en nuestro corazón y a mi me ha ayudado a confiar plenamente en la voluntad del Padre. Pero si me tengo que quedar con algún momento, fue la vigilia. Ese momento en el que los 6000 jóvenes en silencio, contemplaban al Señor en la custodia fue algo precioso, y estoy segura que a cada uno de nosotros nos hablo personalmente y sobre todo, nos volvió a  amar hasta el extremo.
Y como no, estos días hemos tenido a la mejor intercesora que podemos tener como es nuestra Madre Inmaculada. Ella ha sido la que nos ha dado las fuerzas necesarias, junto a Santa Teresa, para llegar a contemplar al Señor y mirando la Cruz me daba cuanta de que todo se me hacia poco como decía S. Teresa, pues el Señor había estado grande con nosotros y no me canso de darle las gracias por cada cosa, cada gesto, cada detalle, cada persona que nos ha ido regalando en estos días.
En definitiva, ha sido una gran experiencia en la cual hemos tenido a la mejor maestra de oración que podíamos tener, y es que cada uno tenemos un camino, un camino escrito por el Señor y Él debe ser el único que escriba a fuego en el libro de nuestra vida...porque a cada dificultad o en cada situación solo podemos decir una cosa: SOLO DIOS BASTA.
Natalia García de Blas

domingo, 16 de agosto de 2015

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

Después de la multiplicación de los panes Jesús empieza a hablar de un pan distinto. Para empezar -dice- es “pan del cielo”. No es el pan que hacen los hombres con su trabajo sino el pan que Dios nos da y que nosotros solamente podemos pedir.
Los judíos habían oído hablar del maná, pero Jesús dice que no está hablando del maná. Vuestros padres -les dice- comieron del maná y murieron “el que come este pan vivirá para siempre”.
A esa promesa de Jesús responde la fe con una oración: “Danos siempre  de ese pan”. Y entonces Jesús dice:  “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.
Muchas veces Jesús hablaba como los poetas, con comparaciones y metáforas. Al decir “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” ¿estaba hablando así? ¿Era solamente una metáfora?
Para que sus oyentes no crean que está hablando en sentido figurado, para que comprendan que Él es en sentido propio y real ese alimento que da vida eterna, dice claramente: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hom­bre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resu­citaré en el último día”.
Ya no cabe entender sus palabras como comparaciones. Solamente cabe preguntarse “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. Aunque sería mejor aprender de Santa María que ante el misterio de la Encarnación no duda sino que pregunta desde la fe: “¿Cómo será esto?”.
Jesús había dicho: “Si el grano de trigo no cae a tierra y muere queda infecundo, pero si muere da mucho fruto”. Ahora dice que su carne y su sangre van a ser ofrecidas en sacrificio y que el fruto de su sacrificio será una carne y una sangre capaces de dar vida eterna a quienes la reciban con fe como alimento.
Solamente quienes creen en la palabra de Jesús pueden celebrar y -hasta cierto punto- entender la Santa Misa como lo que realmente es: la renovación incruenta del sacrificio de Cristo en el Calvario cuyo fruto es la Eucaristía.
Y después de celebrar la Santa Misa solo queda alabar la Sabiduría y la bondad de Dios que nos ha llamado y nos ha admitido  su mesa como hijos y bendecir a Santa María que se dejó llenar por el Espíritu Santo y vivió cantando -maravillosamente- para Dios.
Javier Vicens
Párroco de S. Miguel de Salinas