lunes, 30 de mayo de 2011

SONRÍA POR FAVOR

Andamos escasos de alegría. Este ajetreo de vida nos contagia a casi todos un proceso severo de ansiedad. Unos porque les falta trabajo, otros porque no les llega el dinero a fin de mes, otros porque andan indignados por el panorama que contempla cada día nada más levantarse, muchos porque les falta salud, a bastantes porque están vacíos en su interior y no encuentran sentido a la vida, a un número no pequeño porque les falta fe y no ven más allá de sus narices…



Y, sin embargo, la alegría, la auténtica alegría, es imprescindible, yo diría que una medicina de urgencia, de por vida. Pero tiene su secreto. La alegría de la que hablo no tiene mucho que ver con la carcajada, o la euforia provocada. Dice Tagore: Buscas la alegría en torno a ti y en el mundo. ¿No sabes que sólo nace en el fondo del corazón?


La alegría tiene su secreto. Brota, como planta de primavera, en el alma serena y con la conciencia en paz. Yo diría más: brota espontanea cuando acogemos la Palabra de Dios. La Virgen María rompió a cantar ese himno a la alegría que es el Magníficat. Ella había acogido el Verbo de Dios que se hizo carne en su seno cuando pronunció el SI decisivo para la humanidad.

Los samaritanos acogieron la Palabra de Dios que les exponían los Apóstoles y, dice los Hechos de los Apóstoles, que se llenaron de gran alegría. Comentando este texto Benedicto XVI decía el domingo en su alocución del Regina Coeli: “Es posible que la humanidad conozca la verdadera alegría, porque allí donde llega el Evangelio florece la vida; como un terreno árido que irrigado por la lluvia, de inmediato reverdece… También hoy la vocación de la Iglesia es la evangelización: ya sea hacia las naciones que no han sido todavía irrigadas por el agua viva del Evangelio; ya sea hacia aquellas que a pesar de tener antiguas raíces cristianas, tienen necesidad de una nueva linfa para llevar nuevos frutos, y redescubrir la belleza y la alegría de la fe… que los hombres reencuentren la alegría de vivir como hijos de Dios”.


Y la Virgen María es causa de nuestra alegría. Por eso me gusta contemplar la imagen de La Virgen de la Sonrisa. Que ella haga el milagro de hacer posible que el mundo ría, aunque nos cueste. Lo necesitamos.

Juan Inza para ReL

sábado, 28 de mayo de 2011

DOMINGO VI DE PASCUA

Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está en vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Juan 14, 15-21
 
El Evangelio de este domingo corresponde al discurso de despedida de Jesús, que con tanta belleza, hondura y amplitud recoge el evangelista san Juan. En este texto, ya aparece el Espíritu defensor que esperamos para Pentecostés. Jesús lo promete porque conoce la preocupación que con sus palabras de despedida está suscitando en los corazones de sus discípulos. Por eso Jesús les dice que no han de preocuparse, que Él volverá con su Espíritu: «No os dejaré huérfanos, volveré». Con esas palabras, los sitúa a la espera de ese tiempo fecundo en el que el amor de Dios se instalará en nosotros. Cuando venga el Espíritu, «entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros». Será ése el tiempo -que es el nuestro- en el que la vida eterna se hace experiencia cotidiana en el vivir y en el quehacer de los que conocen el amor de Dios, manifestado en su Hijo Jesucristo.

El Espíritu Santo traerá un nuevo modo de vida en el que todo es amor: con su fuerza, amaremos a Dios y amaremos a nuestros hermanos. En realidad, el amor será la fuente de nuestras responsabilidades, es decir, del cumplimiento de los mandamientos. Éstos ya no serán una carga, sino carne de nuestro amor. Todo lo haremos por el Espíritu derramado en nuestros corazones, que por Él serán de carne y no de piedra. Naturalmente, esto no sucederá sin dificultades. Al contrario, éstas se mostrarán más hostiles ante la santidad y coherencia de la vida. El mal suele dejar de lado a los que chaquetean con él, porque ya son suyos; pero se ensaña, con fuerza, en aquellos que muestran, con obras, la presencia de Dios en sus vidas. Pero, a pesar de todo, el Espíritu garantizará nuestra alegría, nos hará gozar por cumplir la voluntad de Dios.
Como podéis daros cuenta, ni Jesús en el Evangelio, ni yo en este comentario, estamos hablando de cosas inaccesibles y extrañas a la experiencia cristiana.
 
En los sacramentos de Iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), la presencia del amor de Dios Padre y de Jesucristo, por el Espíritu, se instala en nuestra vida. En la Confirmación, el Espíritu Santo sella esa presencia en el bautizado, para que ya nada suceda en él sin la fuerza alentadora del Paráclito: por Él rezamos, luchamos, damos testimonio…, vivimos en coherencia con nuestra fe. Él es el abogado que nos defiende, el que se explica por nosotros, el que interpreta nuestros silencios, el que suple nuestra debilidad y nos da fuerzas para resistir al mal. Él siempre será el Espíritu de la Verdad, el gran maestro de la Iglesia y el de cada cristiano. Acoger al Espíritu Santo y dejarse llevar por Él es siempre la grata tarea de nuestra vida.
+ Amadeo Rodríguez Magro
obispo de Plasencia

viernes, 27 de mayo de 2011

DIOS SIGUE TIRANDO DEL CABALLO

Trabajó en la televisión basura de los años noventa. Periodista de profesión, humanista de vocación y peregrino de la fe.


Miguel Vidal relata en ALBA su historia de conversión. Hoy es un discreto pero eficaz peón de la batalla de las creencias que trabaja en Hazteoir y Mas Libres.org. antes había trabajado en TVE, Canal Sur, Telemadrid y Onda Madrid.

- ¿Consejo para los no creyentes?


- “Que no tengan miedo”.


-¿Cómo es su actual sentimiento religioso?


-Una vida asustada porque no sabe adónde ir ni cuál es el sitio adecuado ni el camino correcto. Yo lo pregunto todo.


-Tendrá a su director espiritual agotado.


-Es que prefiero andar sobre seguro.

-Así que se considera un peregrino que no ha llegado.


-No, no he llegado. Cada vez lo veo más lejos. No digo que sea inalcanzable, pero es muy difícil.


-¿Cuál es el camino?


-No separarse ni un milímetro del Evangelio.

-O sea, la perseverancia. Pero para eso hace falta un amor primero.


-Cotelo habla de un proceso de enamoramiento. Para quien no ha tenido la experiencia personal de encuentro con Dios, hay muchas cosas que no se entienden.


-¿Cuál ha sido su experiencia?


-Un día del mes de junio me encontraba a las siete de la mañana andando por la playa. Era un parque natural y muy temprano. No había nadie. Yo entonces no era creyente. Pero en unos segundos me vi arrastrándome por el suelo y llorando como un loco.



-Llorando, ¿por qué?


-De alegría, de susto, de gratitud y de miedo.


-¿Por qué de gratitud?


-De pronto lo entendí todo. A veces siento envidia de los que han tenido la fe desde niños y nunca la han perdido. Pero se pierden la experiencia de que Alguien te quita una venda y ves y tienes la conciencia física de que antes estabas ciego.



-O sea, como san Pablo.


-Yo no iba a caballo…


-¿Qué hizo después?


-No conocía ninguna Iglesia ni ningún sacerdote. Me fui a internet y busqué una Iglesia. Solo sabía que me quería confesar.

-Desde entonces, ¿nunca ha tenido sensación de abandono?


-Jamás. Eso era antes. Ahora me siento muy seguro y con una sensación de tranquilidad que nunca había sentido antes.

-¿Qué le diría a quien se encuentra igual que usted antes del episodio de la playa?


-Que no tengan miedo… El miedo es una barrera. Si uno es brutalmente sincero consigo mismo, puede que el Señor te toque el corazón.


-¿Por qué sinceridad? ¿Había cosas que no se atrevía a decirse?


-Hombre, debes reconocer que en tu vida has estado equivocado y que no te has dado cuenta. Si eso te pasa a los veinte, es fácil; pero si llevas treinta, cuarenta, cincuenta años por el camino equivocado, es duro.

-¿Qué más cambió en su vida?


-Ya había empezado un proceso de regeneración laboral porque provenía de la televisión basura de los noventa. Empecé de nuevo en todo, también en lo laboral.


-¿Poco a poco?


-A bastante velocidad.



-¿Y esto de ser portavoz de Más Libres forma parte de una necesidad personal de reparación?


-Desde entonces todos los días le pido al Señor que mi trabajo esté a su servicio. Porque me he pasado la mayor parte de mi vida profesional destruyendo los valores religiosos y necesito compensar tantas barbaridades.



-Proviene del laicismo. ¿Beligerante?


-A veces pasaba y otras había cosas que me irritaban. Pero nada que ver con la beligerancia del laicismo actual.


-¿Por qué este laicismo? ¿La última rebelión del hombre contra Dios?


-Yo creo que es mucho más pedestre, forma parte de la ignorancia general sobre casi todo. Poca gente se plantea cuestiones, huye de las preguntas que le incomoden.


- Pero somos la primera generación humana que no nos preguntamos de dónde venimos, adónde vamos, cuál es el sentido de nuestra vida. ¿Por qué?


-No lo sé.

Luis Losada para ALBA


-¿Le consuela que el Espíritu Santo guíe la nave de Pedro?


-Me admira. Porque si solo miramos lo que hacemos nosotros, es desesperante.

-¿Quizás nos hemos olvidado del poder de la oración?


-Por eso he importado una iniciativa de 40 días de oración en los abortorios. Para mí ha sido una catequesis.

-¿Por qué los provida europeos van de laicos?


-Van de laicos disimulados cuando la mayoría son católicos. Lo entiendo. Pero echo de menos que digan que son provida porque son católicos. Es bueno que se sepa que la Iglesia ha sido y es el único bastión frente al aborto y el adoctrinamiento del Estado.

-Provenir de la izquierda ¿le ha dado cierta audacia en las batallas sociales?


-Trabajo con católicos de toda la vida y me doy cuenta de que son muy buenos y que yo tiendo a ser muy malo...

miércoles, 25 de mayo de 2011

TESTIMONIO SOBRE LA CATEDRAL DE TOLEDO

Una de las joyas de nuestra Diócesis:

martes, 24 de mayo de 2011

¡¡NO TENGÁIS MIEDO!!

A poco más de 100 días de la Jornada Mundial de la Juventud es una buena ocasión para hacer un sprint en la preparación espiritual personal de cara a la JMJ. Para facilitar este objetivo, la editorial Romana ha editado un libro donde se recogen todos los mensajes de todas las Jornadas Mundiales.


En el prólogo del libro, Monseñor César Franco, obispo auxiliar de Madrid y coordinador general de la JMJ, dice: “estoy convencido de que su lectura ayudará a los jóvenes a prepararse para vivir la próxima JMJ. (…) Animo a los jóvenes a leer y meditar estos mensajes, como una peregrinación por las diversas Jornadas”.

Mensajes siempre actuales


Todos estos mensajes “se centran siempre en lo esencial, en el núcleo de la fe cristiana, que es Cristo. Pero, al mismo tiempo, ofrecen pautas para vivir esta fe en las circunstancias concretas de la vida de los jóvenes y del mundo que les toca vivir”, explica Monseñor César Franco.






Cada mensaje lanza retos, desafíos a los jóvenes… Cada uno es una particular manera de reformular el ‘¡No tengáis miedo!’ con que Juan Pablo II saludó al mundo entero al inicio de su Pontificado; y que Benedicto XVI ha retomado.


No tengáis miedo…: a ser santos (JMJ Czestochowa 1991), de hablar de Cristo a quien todavía no lo conoce (JMJ Denver 1993), de responder con generosidad si Jesús os llama (JMJ 2007), a enfrentaros a las preguntas sobre las grandes aspiraciones que hay en vuestro corazón (JMJ 2010)… El último de los mensajes es de la JMJ de Madrid, en el que Benedicto XVI invita a todos los jóvenes a prepararse espiritualmente: “Queridos amigos, os reitero la invitación a asistir a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Con profunda alegría os espero a cada uno personalmente. (…) A lo largo de este año, preparaos intensamente para la cita de Madrid. La calidad de nuestro encuentro dependerá, sobre todo, de la preparación espiritual”. (JMJ Madrid 2011).





lunes, 23 de mayo de 2011

ESTILOS DE VIDA

Antes decíamos que, vistos retrospectivamente, muchos pequeños objetivos que en un momento de nuestra vida nos parecieron importantes y seductores, ahora, pasado el tiempo, los vemos como algo insustancial y de poco valor.



La prueba del tiempo nos ha mostrado con nitidez ese contraste. A lo mejor vemos ahora lo equivocado de aquella obsesión por ganar aquel dinero más... ¿para qué sirvió al final? O aquel otro afán por lograr neciamente ese poco de fama o de notoriedad... ¿en qué ha quedado? O aquella otra tonta pasión por experimentar tal o cual placer, que supuso aquellos atropellos... ¿qué nos aportó?, ¿en qué quedó al final?
Cuando somos engañados y dejamos de lado otros valores seguros para claudicar ante el espejismo del placer, o ante la inercia de la comodidad y el egoísmo, al final siempre acabamos por advertir –si somos sinceros con nosotros mismos– que aquello no nos condujo a nada.

Son estilos de vida que, en sus comienzos, suelen presentarse ante nosotros con gran esplendor, y son enormemente atractivos y seductores. Pero sus consecuencias, los efectos que producen en el interior de las personas, pocas veces se dan luego a conocer con la crudeza que realmente tienen (a las víctimas de un engaño les suele costar admitirlo).

Las personas que centran su vida en el placer o el egoísmo acaban por aburrirse de cada uno de los sucesivos niveles que van alcanzando, pues constantemente piensan en uno mayor y más excitante, en una cima más alta. Y esto es algo que sucede no sólo con los placeres propiamente dichos, sino también con la tendencia a rehuir el esfuerzo.
Cuando el hombre busca siempre el camino de mayor comodidad y menor exigencia, entonces su vida se va erosionando gradualmente.
Sus capacidades se van adormeciendo, su talento no se desarrolla, su espíritu se aletarga y su corazón se siente cada vez más insatisfecho, desencantado por lo fugaces que finalmente resultan sus efímeros logros.


—De todas formas, la mayoría de la gente procura vivir conforme a unos principios, aunque estén algo difusos. Son pocos los que se plantean formalmente vivir centrados en el placer.


Pero si esos principios son difusos, es fácil que esas personas acaben un poco a merced de los estados de ánimo, acudiendo a arreglos transitorios para las crisis que se presentan en sus vidas, buscando evadirse mediante gratificaciones fugaces que les hagan olvidar un poco que aquello no va bien. Pero cada vez que sube la tensión en sus vidas, todo aquello que no funciona sale a la superficie, y quizá entonces se muestran hipercríticos, malhumorados, pesimistas, ensimismados, y la levedad de sus valores y principios acaba por llevarles, casi inadvertidamente, a una vida muy centrada en la comodidad y el egoísmo.

La realidad de la vida es muchas veces dura y dolorosa, y cualquier esfuerzo nuestro por hacerla más habitable es siempre una aportación importante, para nosotros y para los demás. Cada vez que nos sacudimos la inercia e impulsamos los valores y principios que nos inspiran, contribuimos –vayamos a favor o en contra de la corriente– a nuestra felicidad y a la de los demás. Lo que no podemos es abandonarnos en el regazo cálido y adormecedor de las inercias de la vida y luego quejarnos de su amargura.

Alfonso Agulló

sábado, 21 de mayo de 2011

DOMINGO V DE PASCUA

Evangelio



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».


Tomás le dice: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»


Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».


Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre, y nos basta».


Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
El que cree en mi, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».


Juan 14, 1-12
 
Camino, Verdad y Vida


Por mucho que, a veces, algunos quieran dar la impresión de que nada trascendente les preocupa, e incluso hagan públicamente alarde de ello, es inevitable que, a lo largo de la vida, broten constantemente en nosotros, con mayor o menor facilidad, preguntas esenciales a nuestra condición humana. En cuanto se escarba un poquito en el interior, las grandes preguntas del ser humano afloran de inmediato, pues nadie puede vivir al margen de las cuestiones de fondo, como la cuestión de Dios, o la del sentido o destino de la propia vida. Siempre hay momentos de crisis existencial que abren a los asuntos esenciales de la vida y de la muerte.


Para los apóstoles, ese momento llega cuando Jesús, en la intimidad de su despedida, en la Última Cena, les hace ver que les tiene que dejar, para pasar de este mundo al Padre. Entonces se produce entre ellos un cierto desconcierto que, como hemos leído, les provoca inquietudes y preguntas. Quieren saber a dónde irá Jesús. A lo que Él les responde mostrándose como el Camino, la Verdad y la Vida para conocer y para ir al Padre. Y los apóstoles, que confían en Jesús, abren su corazón a un nuevo deseo: quieren conocer al Padre. «Señor, muéstranos al Padre y nos basta», le dice Felipe. Jesús, que se da cuenta de lo que les está sucediendo, actúa con ellos con inmensa ternura y les calma, diciéndoles que también ellos irán con Él a la Casa del Padre.


Es preciosa y de una gran delicadeza la imagen con la que Jesús nos muestra el cielo: como una casa grande con muchas habitaciones, una para cada uno de los que viven en él. Y es enternecedor escucharle decir que Él se adelanta para que todo esté a punto cuando nosotros lleguemos. También en eso se muestra nuestro servidor. Jesús, que en la Cruz es el camino de nuestra salvación, en la Resurrección es el que se anticipa para preparar nuestra estancia en la morada eterna de Dios. Por eso es tan necesario conocer y amar a Jesucristo; sin Él, o no hay camino, o se corta el itinerario hacia la Casa del Padre. Eso es lo que Jesús dice en ese diálogo tan esclarecedor con Tomás y Felipe. ¡Cuánto hemos de agradecerles a los dos la pregunta y el deseo que le formulan a Jesús! Gracias a ellos, también nosotros hemos podido conocer sus respuestas y, con ellas, resolver nuestras inquietudes y dudas, que suelen ser muy semejantes a las de los dos apóstoles. Por boca de Jesús sabemos que nuestro destino es ir al amor de Dios para siempre, y que el camino para llegar hasta el Padre es Jesús mismo: «Nadie va al Padre sino por mí». En efecto, sólo en la intimidad de Jesucristo conocemos al Padre y vamos hacia Él.


Ir al Padre es nuestra gran aspiración en la vida, aunque a veces no la percibamos ni nosotros mismos, ni tampoco la sepamos formular, como, por ejemplo, lo hizo san Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descase en Ti». Saciar ese deseo es lo que le pide Felipe a Jesús: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Pues bien, sólo hay un camino para saciar esta aspiración: entrar en intimidad con el Hijo. «Yo estoy en el Padre, y el Padre en mí»: Jesús es el rostro de Dios Padre entre nosotros; Él es la imagen del Dios invisible. Él, que vino del Padre, traza la senda de Dios hacia el hombre y, al regresar al Padre, deja abierto el sendero para que el hombre encuentre su destino.


+ Amadeo Rodríguez Magro


obispo de Plasencia

viernes, 20 de mayo de 2011

TESTIMONIO: HISTORIA DE JUAN PABLO II POR D. STANISLAO DZIWISZ

Se trata de un documental presentado por el actor Michael York. No te lo pierdas...



jueves, 19 de mayo de 2011

SERÁS FELIZ, SI LO PONES EN PRÁCTICA

En una Homilía de Jueves Santo señaló Pablo VI: “ el mismo Señor quiso dar a aquella reunión tal plenitud de significado, tal riqueza de recuerdos, tal conmoción de palabras y de sentimientos, tal novedad de actos y de preceptos que nunca terminaremos de meditarlos y explorarlos. Es una cena testamentaria; es una cena afectuosa e inmensamente triste, al tiempo que misteriosamente reveladora de promesas divinas, de visiones supremas. Se echa encima la muerte, con inauditos presagios de traición, de abandono, de inmolación; la conversación se apaga enseguida, mientras la palabra de Jesús fluye continua, nueva, extremadamente dulce, tensa en confidencias supremas, cerniéndose así entre la vida y la muerte”.


Y en el contexto de la cena, Jesús lavó los pies a sus apóstoles. Con gesto simbólico mostraba el Señor que toda su vida era de servicio. No le importaba abajarse a cumplir un trabajo reservado entonces a la servidumbre. Tampoco le importará rebajarse a morir en medio de dos ladrones. Y junto a ese gesto Jesús revela cuál es el misterio de la vida humana, que a los cristianos les es manifestado de manera más profunda: “os aseguro: el criado no es más que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”.

La revelación de que la perfección cristiana reside en la vivencia de la caridad, a la medida de Cristo, es una buena noticia. La felicidad reside en ser capaces de vivirlo. Para ello es preciso, como vemos en el evangelio, que Jesús antes nos lave. Ese lavatorio, según los comentaristas, hace referencia al bautismo. Pero también indica que se nos manda el precepto del amor porque antes se nos ha amado de manera infinita. Cada vez que nos encontramos con alguien, ante quien hemos de responder con amor, hemos de saber que, en ese preciso instante, Dios nos está amando primero.

Cristo nos muestra el camino de la felicidad. Él lo recorre primero y pasa por lugares que nosotros nunca hubiéramos transitado. Toda la enseñanza remite a algo que ha de suceder y que los apóstoles podrán verificar: “para que cuando suceda creáis que yo soy”. El camino de Cristo culmina en la resurrección, donde el pecado y la muerte son definitivamente vencidos. Antes el Señor ha pasado por la muerte, doblegándola no mediante la resistencia al sufrimiento, sino impregnando toda la pasión con la unción de su amor. Su muerte es donación, entrega total, de sí mismo.


También nuestra vida está llamada a ser entregada y, de esa manera, la ganamos. Quien no la da la pierde. Nadie es más que el maestro nos indica, por tanto y en primer lugar, que nos equivocaríamos si buscáramos otro posible camino, porque no lo hay. Las otras sendas que se nos pueden aparecer no conducen a la felicidad que deseamos. Siempre suponen una reducción de la grandeza a la que somos llamados. Es necesario vivir en la entrega constante. Para poder hacerlo necesitamos mantenernos unidos al que lo hace posible. Jesús no sólo lavó los pies a sus apóstoles. También instituyó el sacramento de la Eucaristía para permanecer continuamente junto a nosotros


Comentario a la liturigia del día en Archimadrid

miércoles, 18 de mayo de 2011

GARY COOPER: SÓLO ANTE EL SEÑOR

El 13 de mayo de 1961 fallecía Gary Cooper, uno de los grandes galanes de la historia del cine. Para recordarle, he querido reproducir un post que publiqué tiempo atrás: la historia de su conversión, en la que, junto a la insondable intervención divina, se dio también la mediación de un amigo: alguien que supo orientar, sin violencia, en el momento oportuno...


Frank James Cooper nació en Montana (Estados Unidos) el 7 de mayo de 1901. Era hijo de unos inmigrantes ingleses, que poseían de un inmenso rancho. El futuro actor aprendió allí a montar a caballo, habilidad que demostraría después en numerosos westerns.


Tras cursar estudios primarios en Inglaterra, regresó a montana y trabajó como dibujante de tiras cómicas en diversas publicaciones. Después decidió probar fortuna en el cine, y en los años veinte logró pequeños papeles en películas del Oeste, en las que ya se acreditaba como Gary Cooper. A mitad de los treinta es una de las máximas estrellas de Hollywood: rueda grandes filmes como “Adios a las armas” (1932), “Tres lanceros bengalíes” (1935) o “Beau Geste” (1939). En 1941 logra su primer Óscar por “El sargento York”, y en 1952, el segundo por “Sólo ante el peligro”.


Pío XII tuvo la "culpa" de su conversión


Precisamente en esos años es cuando tiene lugar su encuentro con el Papa Pío XII. Su esposa y su hija eran católicas, y él accedió a acompañarlas cuando consiguieron ser recibidas por el Santo Padre. En el libro que escribió sobre su padre, su hija Mary recordaba aquel momento: “El entusiasmo nos embargó a todos a medida que se aproximaba la audiencia con el Papa. (…) Estábamos todos en una sala dorada del Vaticano con una veintena de invitados más. Habíamos comprado rosarios, anillos y medallas para que los bendijera Su Santidad, y papá tenía un buen puñado de esos objetos en sus manos. Cuando el Papa llegó a su lado, quiso arrodillarse para besarle la mano, y perdió un poco el equilibrio. Se le cayeron entonces todas las medallas, perlas y rosarios, que rodaron con estrépito por toda la habitación. Algunas quedaron bajo el manto del Pontífice, que supo sacar a mi padre de su monumental vergüenza con una sonrisa y un gesto de comprensión”.


A mitad de los cincuenta –sigue recordado su hija- “comenzó a pensar en su posible conversión. No hablaba mucho de ello, simplemente nos acompañaba a Misa casi todos los domingos. La excusa que daba era que deseaba oír los fantásticos sermones del padre Harold Ford”.

Un sacerdote, compañero de aficiones


Este joven y celoso sacerdote correspondió al interés de Gary Cooper con una dedicación entusiasta: “No le sermoneó con el azufre y el fuego del infierno –escribe Mary en su libro- sino que supo hacerse amigo suyo. (…). Mi madre le invitó un día a merendar para que pudiera charlar con mi padre. Y, nada más entrar en la sala de armas, se ganó a mi padre manifestando un gran deseo de practicar la caza y la pesca. En los meses siguientes fue su compañero inseparable en el buceo, la caza y todo tipo de excursiones”.

Durante aquellas salidas, el padre Ford fue explicando a Gary Cooper la riqueza de la Fe católica. Y, cuando ya casi estaba decidido, le dio a leer “La montaña de los siete círculos”, una autobiografía del monje Thomas Merton en el que narra su conversión. Aquello fue el empujón definitivo. El ya veterano actor se bautizó en la Iglesia católica en mayo de 1959, apadrinado por su amigo Shirley Burden, que era también converso.


A las pocas semanas de su conversión, empezaron a manifestarse los primeros síntomas del cáncer que le llevaría a la tumba. Luchó en silencio con su enfermedad, mientras rodaba sus últimas películas: “El árbol del ahorcado” (1959), “Misterio en el barco perdido” (1960) y “Sombras de sospecha” (1961). Con la salud ya deteriorada, en 1960 recibió un Óscar especial de la Academia “por su larga y extraordinaria carrera”. Durante 35 años, había intervenido en más de cien películas, la mayoría como protagonista. Murió el 13 de mayo de 1961 y fue enterrado en el cementerio católico de Santa Mónica.

Su conversión fue muy sonada entre los artistas


En octubre de ese año, Thomas Merton escribió una carta a su hija Mary en la que le decía: “Como todo el mundo, yo también adoro las películas de Gary Cooper. Aunque sea monje, me encanta verlas. Incluso tuve la secreta esperanza de que, si algún día ‘La montaña de los siete círculos’ se llevaba a la pantalla, tu padre sería el protagonista del filme. Por muchos motivos, me hubiera gustado mucho que hiciera ese papel”.

La influencia de su conversión fue enorme en el mundo de los artistas. Ernest Hemingway, que fue un gran amigo suyo, recuerda que pocas semanas antes de la muerte del actor hablaron largo y tendido sobre el catolicismo. Al final, con la voz muy seria, Gary Cooper le dijo: “Tú sabes que tomé la decisión correcta”. Según reconoció después, Hemingway no olvidaría nunca aquella conversación. Aquel moribundo tumbado en la cama le había parecido la persona más feliz de la tierra.


Publicado en ReL

martes, 17 de mayo de 2011

DAMIAN LIM: DEL PAGANISMO AL SACERDOCIO




lunes, 16 de mayo de 2011

¿QUIEN PASTOREA A LA IGLESIA?

Al leer el evangelio de hoy espontáneamente nos vienen a la memoria las palabras que dijo Benedicto XVI en la homilía inaugural de su pontificado: “rezad para que no tenga miedo de los lobos”. El Papa, consciente de la fragilidad de todo hombre, de ese misterio expresado bellamente por san Pablo, “llevamos tesoros en vasijas de barro”, nos pide que oremos por su fidelidad. La llamada del Papa nos enseña a entender el Evangelio de hoy: ¡Cuántos pastores no se habrán convertido en mercenarios1¡Qué responsabilidad no tendremos nosotros por no haberlos acompañado con la oración y con el apoyo humano! Hay muchos lobos y no poco peligrosos.


Es verdad que algunos igual sólo son asalariados. Pero ciertamente no faltan los buenos pastores que luchan por ser fieles a la misión recibida. El Buen Pastor es Jesucristo. Sólo Él es fiel hasta el final y por su sacrificio de la cruz ha ganado muchas ovejas para el rebaño que ha de descansar en los prados de la eternidad. Pero Él quiere que haya otros buenos pastores que, unidos a Él, cuiden de su pueblo. Fácilmente podemos hacer memoria de algunos santos, como Gregorio VII, que luchó por la libertad de la Iglesia; Tomás Bécket, que murió asesinado en su catedral por defender los intereses de Jesús; san Francisco Javier, desgastado en el lejano Oriente por la predicación y la administración de los sacramentos; Cirilo y Metodio, que evangelizaron los países eslavos… Son muchos a lo largo de la historia que testimonian como Jesús, el Buen Pastor, sigue cuidando de nosotros. Igualmente, cada uno, podemos recordar a aquellos que nos acompañaron en el camino de la fe y gracias a ellos hoy somos cristianos. Sí, Jesús está junto a nosotros y guía a su Iglesia.

Esa es la verdad que Pedro anuncia en la primera lectura de hoy. Pedro ha entrado en casa de algunos que no eran judíos (paganos incircuncisos) y los ha incorporado a la Iglesia por el bautismo. Esto sorprende a algunos que creían que para pertenecer a la Iglesia debían seguir la ley de Moisés. Pedro explica su actuación, mostrando que ha actuado inspirado por Dios. Si siguen sucediendo cosas en la Iglesia es porque el Señor está presente. Y lo reconocemos porque actúa. Suceden cosas que desbordan nuestra capacidad y que evidencian que hay Alguien. No hay proporción entre lo que vive la Iglesia y lo que aparece ante nuestros ojos. Hay Otro que hace posible ese milagro diario.

Esta es una de las consecuencias de la resurrección: Jesús ha resucitado y vive para siempre. En su vivir acompaña a la Iglesia y la pastorea. Para ello se sirve de otros pastores que asocia a su misión. Ellos han de ser pastores según el corazón de Jesús y nosotros debemos pedir para que así sea. Otra de las consecuencias es la que señala san Juan en la segunda lectura de este día: somos hijos de Dios. Jesús, al resucitar, no sólo rompe las cadenas de la muerte que aprisionaban nuestra vida humana. Hace algo más, derrama la vida divina sobre los hombres. Podía liberarnos del pecado y sería suficiente para mostrar su misericordia. Pero ha ido más allá y nos ha comunicado su propia vida. Como indica el Apóstol ahora aún no se nos manifiesta totalmente, pero ya está. En el cielo lo comprenderemos totalmente. El Dios que se ha hecho hombre quiere pastorear a hombres divinizados.

Comentario a la liturgia del día de archimadrid

sábado, 14 de mayo de 2011

DOMINGO IV DE PASCUA

Evangelio



En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:


«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».


Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Juan 10, 1-10
 
Aún en plena Pascua, se interrumpe, de pronto, la serie de relatos de la resurrección del Señor, y la liturgia de la Iglesia comienza a mostrar los perfiles del corazón de Cristo en quien creemos y a quien amamos. De entre ellos, a la Iglesia le ha parecido que no hay otro más atractivo que presentar a Jesús como Pastor de las ovejas y Puerta del redil. Seguramente, lo hace en sintonía con los primeros cristianos, pues también ellos creyeron que éste era uno de los rasgos que mejor definían a Jesús. Al tener que usar entre ellos un lenguaje especial y en clave, nos han dejado, sobre los muros de las catacumbas, el bello dibujo de un pastor cargando sobre sus hombros con una de sus ovejas, naturalmente siempre la más débil. Era de ese modo como interpretaban este bello texto, que recoge las palabras mismas de Jesús, las cuales, tras andar de boca en boca, recogieron y pusieron por escrito los evangelistas.



El evangelio de San Juan nos muestra al pastor que había descrito el mismo Jesús: el que, con su voz, se gana la confianza de las ovejas. En efecto, la voz es la contraseña entre el pastor y las ovejas. Y lo es porque es una voz de dedicación, de respeto, de servicio; en fin, es una voz de amor que sale del corazón. Entre el Pastor, que es Jesús, y las ovejas se establece una relación de intimidad y, por tanto, muy personal: Él las llama por su nombre y ellas le siguen porque conocen su voz. Esa intimidad entre el pastor y las ovejas se fragua en el aprisco, adonde las ovejas entran y salen con el pastor, que es también la puerta. Por eso, la voz del pastor es siempre reconocida, incluso cuando las ovejas han de salir fuera a la vida de los pastos y están más a la intemperie. Si entonces se pierden, el pastor sale en su busca y, cuando las encuentra, las trae sobre sus hombros de nuevo al redil. Para todos, Jesús es el Pastor y la Puerta de la salvación y de la vida abundante, es decir, de una vida santa y feliz.


Los católicos reconocemos el redil en la Iglesia, en la vida de la Iglesia; es en ella donde se aprende a conocer la voz del Pastor: en la palabra que exhorta y enseña coherentemente y siempre fiel y firme; en el encuentro con la gracia de los sacramentos; en el trato íntimo en la oración con el Pastor o en la vida de los pobres, a los que Jesús acompaña con especial cariño. Es en la Iglesia donde se hace el aprendizaje por el cual se graba en el corazón la voz del pastor. En ella se entra en intimidad con Él. «Es Cristo quien vive en mí», como dirá san Pablo. En realidad, entrar en la Puerta, que es Cristo, y dejarse guiar por el Buen Pastor es la vocación de todo cristiano. Quizás sea por eso que la Iglesia nos invita este domingo a rezar por las vocaciones, a proponer la vocación como seguimiento fiel y amoroso de Jesús que nos llama a seguirle.


Además, hoy, Domingo del Buen Pastor, la Iglesia nos sugiere que, en esta mirada a Jesucristo, recordemos con afecto a los pastores de la Iglesia, a cada uno de los obispos de nuestras diócesis y a los sacerdotes de nuestras parroquias, para que se reconozcan en el Pastor de los pastores, y sirvan a su grey según el corazón de Jesucristo. Pero también quiere que acojan con humildad sus severas advertencias a los malos pastores que se apacientan sólo a sí mismos, que roban la vida de la grey, o que la dividen y dispersan.


+ Amadeo Rodríguez Magro


obispo de Plasencia

miércoles, 11 de mayo de 2011

RAZONES PARA EL OPTIMISMO

“¡Son tuyos!”, pronunció Juan Pablo II ante el televisor desde el que siguió los acontecimientos del 11-S. Se refería a los hombres y mujeres atrapados en las Torres Gemelas, a quienes cupo el doloroso destino de morir con crueldad y en directo. Los testigos de aquel momento en el apartamento pontificio, aseguran que al Papa le invadió inmediatamente una gran paz: Cristo sigue siendo el Rey de la Historia y el destino de la humanidad (el tuyo y el mío) no depende de la fatalidad sino de la misericordia infinita de un Dios que está muy cercano porque se deja atrapar en el interior del World Trade Center para caer entre los cascotes y el humo como una víctima más, un Dios que enferma de cáncer para morir tras un largo proceso de sufrimiento, un Dios que se ahoga bajo las olas de un maremoto, un Dios que recibe uno y mil disparos en el frente de una guerra, un Dios que comparte –también en directo– nuestro devenir porque quiso hacerse hombre una vez y siempre, antes de ganarnos la paz infinita.

Quienes le conocieron, aseguran que Juan Pablo II vivía por y para la Providencia. Estaba seguro de que quien “todo lo hizo bien” durante sus treinta y tres años de vida en la tierra sigue haciéndolo, a pesar de que la imagen objetiva del mal nos acoquine. Por eso, en el pontífice polaco no cupo nunca el pesimismo. Incluso se empeñó en hablar de “una nueva primavera de la Iglesia”, de la humanidad aunque su vida estuviera golpeada por el dolor y la pérdida, por la soledad, por las dentelladas del nazismo y del comunismo, por el odio convertido en bala de un atentado que lastró para siempre su salud, por la incomprensión de los bienpensantes. Su confianza en la paternidad divina aumentó a medida que sus fuerzas menguaban, que su cuerpo dejaba de ser autónomo y se le deformaba la voz.


Juan Pablo II encontró en el dolor una fuente de purificación e identificación con Cristo. Mientras pudo, utilizó disciplinas: se fustigaba la espalda en la intimidad de su apartamento, siguiendo una costumbre inveterada de muchos santos y santas. Además, veneraba a los enfermos como si fuesen una fuente de riquezas espirituales, hasta el punto que sus colaboradores tenían que recortar el número de personas sufrientes que acudían a sus actos públicos, para que las ceremonias no se retrasaran y pudiese cumplir sus exigentes jornadas de trabajo.
Somos suyos, hombres y mujeres atrapados en esta maravillosa aventura de vivir.

Miguel Aranguren en Alba

¡¡CRISTO, CRISTO!!

El mejor y el mayor kerygma es el anuncio de Jesucristo. Kerygma es el término técnico para definir el anuncio central del Evangelio: Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación, murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó al tercer día.


¡Está vivo!
¡¡Es el Señor!!


Ese anuncio, este kerygma, cambia la historia por completo: es realmente "revolucionario". Desde entonces todo es nuevo, la muerte ha sido vencida, el Maligno derrotado, la Vida ha triunfado y se nos han abierto los cielos para la vida eterna que ya gustamos aquí.


¡Cristo! ¡Cristo vivo!
¡Cristo resucitado!
¡Cristo, Señor de todo!


Y es que todo ha cambiado. El anuncio del kerygma impacta con tal fuerza -a quien lo hace y a quien lo recibe- que se comienza una vida nueva, distinta, plena, feliz, bienaventurada.


¿Cómo vivir igual cuando Cristo ha vencido?
¿Cómo seguir pasmados, acobardados, encerrados, cuando Cristo es Señor?
¿Cómo continuar tristes o desesperanzados, con el caminar lento, pesado de los de Emáus, cuando el Señor resucitado está caminando con nosotros?


¿Cómo ver todo estéril e infecundo cuando el Señor resucitado, en la barca de la Iglesia -en la barca de nuestra vida- nos dice dónde echar las redes y luego las hallamos repletas, con 153 peces?


¿Cómo llorar cuando Él, sólo Él, se nos hace presente preguntándonos el motivo de nuestras lágrimas y pronuncia nuestro nombre, ¡nuestro nombre!, porque nos conoce personalmente y nos quiere? ¡Nuestro nombre! No se equivoca de nombre, no nos habla en general: nuestro nombre, mi nombre, con un amor infinito.


¿Cómo estar viviendo individualmente, aisladamente, cuando Él se hace presente en la Iglesia, en el Cenáculo, con los Apóstoles, dándonos su Espíritu Santo mientras que si vamos como Tomás, por libre, separándonos de la Iglesia, jamás lo veremos?


¡Él está vivo!
¡Él es el Señor!


Lo vieron vivo y glorioso, transformado, quienes antes lo vieron colgando, como un maldito, del árbol de la Cruz.


¡Es Señor de cielo y tierra!


Es Alfa y Omega, el Principio y el Fin, porque el mundo y la historia fueron creados por Él, como Logos, y hallan en Él su Fin, su objetivo final y su plenitud.


¡Es el Señor!


Los cielos nuevos y la tierra nueva han comenzado para renovar este primer mundo y esta primera tierra heridos por el pecado, con tantos desórdenes, crisis, convulsiones. Ha comenzado lo nuevo.


¡Es el Señor!


Los Apóstoles y las mujeres lo vieron, hablaron y hasta comieron con Él y fueron transformados. Recibieron el Espíritu Santo y anunciaron valientemente a Jesús resucitado. Sus vidas ya no fueron las mismas ni tendrían sentido apartados de Cristo.


¿Y nosotros?


Quienes escucharon el kerygma (Hch 2) les preguntaron qué hacer: ¡arrepentíos de vuestros pecados y bautizaos! Y se les agregaron unos 3.000 aquel día.


Hoy a nosotros -con esta catequesis, por ejemplo- se nos anuncia ese kerygma.


Jesucristo es el Señor. Sin Él nada podemos, con Él lo podemos todo.


Ahora, ¿quién nos separará de su Amor?


Acerquémonos al Señor y seremos vivificados. Entremos en la Iglesia, como miembros vivos, y recibiremos más vida aún. Sí, en la Iglesia, sintiendo la Iglesia en nuestras almas, amando todo lo que es Iglesia, ofreciéndolo lo mejor de nosotros mismos.


Acerquémonos al Señor y recibamos su vida mediante la liturgia, los sacramentos y la oración personal, íntima, contacto amoroso con Jesucristo.


Acerquémonos al Señor y demos testimonio de su santa Pascua con el estilo de vida, con las palabras y los silencios, con los gestos y la santificación en la vida ordinaria, con el apostolado y el compromiso.


¡Él ha resucitado!
¡Qué locura! La locura de su Amor que nos envuelve.
¡¡Aleluya!!


Javier Sánchez Martínez para ReL

domingo, 8 de mayo de 2011

MAYO, MES PARA MARÍA

Y hoy encomendamos especialmente a los niños que reciben por primera vez a Jesús, en nuestra Parroquia.

sábado, 7 de mayo de 2011

DOMINGO III DE PASCUA

Evangelio
Aquel mismo día, dos discípulos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando de lo sucedido, y Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación traéis?» Uno de ellos, Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabes lo de Jesús el Nazareno, un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron? Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no encontrando su cuerpo, vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces Él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera y entrara así en su gloria?» Y les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y Él simuló seguir, pero ellos le apremiaron: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró. Sentado a la mesa, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció de su vista. Y se dijeron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?» Y, levantándose, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Lucas 24, 13-35
 
¡Qué hermoso es el camino que va de Jerusalén a Emaús! Y lo es porque se recorre con Cristo; porque sin Él sería un desastre, como lo son todos los caminos que tienen su punto de partida en el desencanto, en la pérdida de confianza, en la derrota, en el desamor, en la ofuscación del sentido, en el alejamiento de la fe... Cuando se sale de esta manera hacia cualquier parte, se llevan siempre en la cabeza y en el corazón las heridas de la derrota, los motivos para la huida, los argumentos para el abandono. Como les sucedía a los de Emaús, entonces todo parece haberse venido abajo: Nosotros esperábamos… Y a cualquiera que se nos ponga delante le soltamos una retahíla de razones por las que nuestra historia ha acabado mal.
Estando en esa situación, se les une un caminante que les escucha y comprende muy bien lo que les pasa. Con infinita condescendencia les desmonta no sólo su visión de los hechos, también les cambia el corazón, que según parece es lo que les fallaba: necesitan un corazón que pueda ver. Con las mismas Escrituras con que ellos argumentaban su desencanto, el caminante, aún irreconocible, les ofrece otra visión de los hechos: les enseña a descubrir que era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria. Para los de Emaús éste fue su primer paso para la fe: con el anuncio de la Resurrección que les hace el mismo Jesús, se abre el corazón de los discípulos: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y la historia continúa con un gesto precioso, que es imprescindible como el primer paso para la fe: los dos discípulos no dejan que se marche su compañero y le invitan a quedarse, a sentarse con ellos a la mesa. ¡Cuántas veces encontramos a ese compañero de camino que nos habla, nos conmueve y, sin embargo, no damos el paso de sentarlo a la mesa de nuestra vida! Al contrario, torpemente dejamos que se marche. Y es probable que sea por eso que no sucede nada en nosotros.
 
Los de Emaús, sin embargo, lo retienen porque desean una relación mayor y más profunda con Él. Y como recompensa le reconocieron allí donde los cristianos reconocemos a Jesús: en el gesto que se repite una y otra vez en la Eucaristía, en el que Jesús (en la persona del sacerdote) toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y nos lo da. Por ese gesto a los discípulos se les abrieron los ojos. Y entonces Jesús desapareció.
Y cuando se les abre la vista interiormente, lo reconocieron desde dentro. Pero ya no estaba con ellos. Ahora hay que desandar el camino y volver al origen para encontrarlo. Los discípulos ya saben dónde está; hay que retornar a los Apóstoles. Es así como los de Emaús diseñan el camino de los que estén dispuestos a volver a la fe: dejarse acompañar por un testigo del Señor; escuchar en su compañía las Escrituras, pues en ellas se conoce a Jesús; reconocer y adorar al Señor resucitado en la Eucaristía; reencontrase con la fe en la Iglesia apostólica que vive del Resucitado.
+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo de Plasencia

viernes, 6 de mayo de 2011

SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM

Titular de nuestra Parroquia, hoy celebramos su fiesta.

Ni la historia ni la hagiografía han estado acertadas al transmitirnos la efigie física y moral del apóstol San Juan. Nos han legado de él una imagen tierna y cromática, un santo imberbe, casi feminoide, cuando, en realidad, fue un carácter vigoroso y fuerte.

Aceptamos con facilidad que los demás apóstoles fuesen duros, podríamos decir que hasta broncos. La obra pedagógica de Jesús sólo penosamente logró limarlos, debiendo confiar al Espíritu la tarea de hacer de aquellos galileos ásperos unos instrumentos aptos para el apostolado. Pero con San Juan hacemos una excepción. Indefectiblemente le damos el calificativo del "discípulo amado", el que tuvo la dicha suprema de recostar su cabeza sobre el pecho del Señor en la última cena, y ya no pensamos en más, creyendo haber agotado su biografía y su psicología. De esta forma nos quedamos a la mitad del camino, no atisbando más que uno de los aspectos de su personalidad polifacética.

A Juan hay que asociarle con su hermano Santiago. juntos forman ambos un excelente binomio, son los "hijos del Zebedeo", los pescadores ribereños del Tiberíades, hechos a las faenas rudas de la pesca, a las tormentas del lago y a la exaltación religiosa.

Los hijos del Zebedeo tenían la conciencia de su propio valor. Su categoría social les colocaba en una situación desahogada, como patronos de una embarcación, con un negocio próspero, que consentía tener criados y todo. Trabajaban, sí, pero también mandaban, y además tenían ambiciones.

El Maestro conoció primero a Juan, que era discípulo del Bautista y esperaba confiadamente la "redención de Israel". Con mucha fe, con mucho ardor, pero con ideas un tanto confusas. Porque la predicación del Bautista, rígido y austero como un esenio, cubierto con una piel de camello y alimentándose de langostas y miel silvestre, arrebataba el entusiasmo de los aldeanos que rodeaban el Jordán. Ellos captaban con avidez sus palabras, mas lo único que percibían con claridad era que "el reino de Dios estaba próximo".

Aquel reino de Dios iba envuelto en conceptos mesiánicos, expresados con bellas imágenes de los antiguos profetas, donde era difícil separar la metáfora de la realidad. Así cada uno alimentaba en su interior un reino conforme a sus ideales. Juan, espíritu recto, soñaría con un reino religioso, sin duda alguna, donde el Mesías, Cordero de Dios, que iba a redimir a su pueblo, le devolvería la santidad que el pecado le arrebatara, pero donde hubiera a la vez cargos importantes, con responsabilidad, mando y honor.

Este dualismo en la psicología del apóstol perdura a lo largo de todo el Evangelio, si bien se hace mucho más acusado cuando se juntan ambos hermanos, Santiago y Juan. Entonces la unión hace la fuerza y se sienten doblemente atrevidos y audaces.
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jueves, 5 de mayo de 2011

JUEVES SACERDOTAL

Primer jueves de mes, jueves sacerdotal.
Hoy en nuestra Parroquia, como es habitual, el Santísimo estará expuesto de 9.00 de la mañana, a 19.30.
Oramos por todos los sacerdotes y seminaristas y hoy hemos elegido este simpático vídeo preparado por los seminaristas de Valencia.

martes, 3 de mayo de 2011

CENTINELAS DE LA AURORA

Un motivo más de alegría y bendición en "Nuestra Casa".
Los jóvenes de nuestra parroquia, cantan este himno que proponen para la JMJ.
Su autora: Ana Belén González.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Tenéis que votarlo todos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!