jueves, 12 de noviembre de 2009

EINSTEIN Y LOS ATEOS



El siglo XXI ha empezado con una moda literaria: los libros groseros de ateos arrogantes. Cuanto más groseros son y más tonterías históricas acumulan, más libros venden.

En estos libros, la religión –especialmente la cristiana- es culpable del SIDA, la pobreza, la estupidez, el nazismo, el terrorismo mundial, el fracaso de tu matrimonio y que tus tostadas salgan siempre quemadas.

Michel Onfray en Francia con su Tratado de Ateología, Sam Harris con Carta a una nación cristiana, el biólogo Richard Dawkins con El Espejismo de Dios (The God Delusion), Steven Weinberg, Daniel Dennett...


En España se ha apuntado al mini-boom del género Fernando Savater con un libro rutinario, poco pensado y menos trabajado, con el que sacarse un dinerito extra atizándole a la fe. Grandes mentes La fe cristiana, o al menos la deísta, puede que sea verdadera. O puede que no. Que muchos hombres inteligentes hayan militado a favor o en contra del deísmo puede hacer pensar en nuestra capacidad de buscar la verdad usando la inteligencia. “¿Si el cristianismo es tan razonable por qué Celso, Plotino, Hobbes, Maquiavelo, Voltaire, Rousseau, Goethe, Melville, Jefferson, Shaw, Russell, Franklin, Sartre, Camus, Nietzsche, Marx, Freud y Skinner lo rechazaron?”, pregunta el "Handbook of Christian Apologetics" de Peter Kreeft y Ronald K. Tacelli. Dejando aparte que parece que Voltaire sí murió católico y reconciliado y que Camus en sus últimos años redescubrió la fe cristiana, una respuesta rápida –aunque un poco anglocéntrica- puede ser que “el listado de no creyentes es fácil de superar con Pablo, Juan, Agustín, Tomás de Aquino, Anselmo, Buenaventura, Scoto, Lutero, Calvino, Descartes, Pascal, Leibniz, Berkeley, Galileo, Copérnico, Kepler, Newton, Newman, Lincoln, Pasteur, Kierkegaard, Shakespeare, Dante, Chesterton, Lewis, Solzhenitsin, Tolstoy, Dostoyevsky, Tolkien, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, T.S. Eliot, Dickens, Milton, Spenser y Bach, por no mencionar un tal Jesús de Nazaret”.

Y continua el manual de Kreeft y Tacelli: “las mentes brillantes a menudo rechazan el cristianismo porque no quieren que sea verdad, porque no está de moda o simplemente porque el cristianismo pide obediencia, arrepentimiento y humildad”.

Einstein y los ateos

Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial físico y matemático Albert Einstein. Y es que Einstein era deísta. Creía en un Dios que daba orden y armonía al Universo. Siempre rechazó ser ateo, incluso rechazó ser panteísta. Dios no estaba en el Universo, sino detrás del Universo. Sin embargo nunca aceptó que fuese un Ser Personal. Y mucho menos que interviniese alterando las leyes naturales. Einstein no creía que Dios tuviese libre voluntad, pero es que tampoco creía que los hombres la tuviesen. En EEUU se acaba de publicar una nueva biografía de Einstein a cargo de Walter Isaacson, que además ha publicado algunas líneas en TIME (www.time.com) sobre la fe de Einstein. “A lo largo de su vida, Einstein fue constante al rechazar la acusación de ser ateo.

‘Hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada es que me citan para apoyar su punto de vista’, dijo a un amigo. Al contrario que Sigmund Freud o Bertrand Russell o George Bernard Shaw, Einstein nunca sintió la necesidad de denigrar a los que creían en Dios. Al contrario, tendía a denigrar a los ateos: ‘lo que me separa de la mayoría de esos que se llaman ateos es un sentimiento de radical humildad hacia los secretos inalcanzables de la armonía del cosmos’, explicaba.

‘Los ateos fanáticos’, escribió en una carta, ‘son como esclavos que aún sienten el peso de las cadenas que arrojaron tras un duro esfuerzo. Son criaturas que en su pleito contra la religión tradicional como opio de las masas, no pueden escuchar la música de las esferas”.Otra de las cosas que distinguen a Einstein de los ateos modernos y groseros es que reconoce los logros históricos de la Iglesia, especialmente los que vivió en carne propia. Así, el 23 de diciembre de 1940 declaraba en la revista TIME sobre la facilidad con que Alemania adoptó la cultura nazi: "Cuando tuvo lugar la revolución en Alemania, miré con confianza a las universidades, pues sabía que siempre se habían enorgullecido de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron amordazadas. Entonces confié en los grandes editores de los diarios que proclamaban su amor por la libertad. Pero, al igual que las universidades, también ellos tuvieron que callar, sofocados en pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció firme, en pie, para cerrar el camino a las campañas de Hitler que pretendían suprimir la verdad. Antes nunca había experimentado un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque la Iglesia fue la única que tuvo la valentía y la constancia para defender la verdad intelectual de la libertad moral."


De "ser persona"

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial físico Albert Einstein"

En realidad sí que suele aparecer,sin embargo, cabe recordar que sus fracasos más relevantes en la física estuvieron vinculados precisamente a sus creencias religiosas.

Que introdujera una constante cosmológica cuando era innecesaria guarda estrecha relación con su visión metáfisica de un universo inmutable.

Su rechazo inicial hacia la mecánica cuántica y al indeterminismo que se desprende de esta, también derivó de sus creencias religiosas. Célebre es aquella cita de "Dios no juega a los dados"...