jueves, 19 de diciembre de 2013

"NO TEMAS JOSÉ"

Evangelio (Mt 1,18-24): La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

 
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer
 
Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.
 
No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.
 
Ha escrito el Papa Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).
 
Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.
 
Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

martes, 17 de diciembre de 2013

LA "ABURRIDA" GENEALOGÍA DE JESUS

Al iniciar las ferias mayores, esta semana intensa espiritual y litúrgicamente de preparación inmediata a la primera venida del Señor en nuestra carne, la Iglesia en el rito romano proclama la genealogía de Jesús. ¡Las caras de los fieles expresan un aburrimiento mortal de necesidad! ¡Tantos nombres raros uno tras otro! Y si hay homilía luego, pocas veces explica el sentido de lo escuchado sino una vaga exhortación navideña... a la solidaridad con la Campaña de alimentos (permítaseme la caricatura).

¿Por qué una genealogía?
 
Y además, ¿dos genealogías tan diversas entre sí, la de Mateo y la de Lucas?
  • Mateo asciende desde Abrahán a Jesús; Lucas baja desde Jesús hasta Adán;
  • Las generaciones no coinciden: Mateo pone 42 y Lucas 77, y ambas listas discrepan entre David y Cristo;
  • Mateo pone 14 generaciones en cada tramo, pero con 14 generaciones no se abarcar períodos de siglos enteros (por ejemplo, el primer período de unos 900 años);
  • se omiten reyes y personas, unos aparecen en Mateo, otros sólo en Lucas...

Habrá que situarse en la mentalidad semita: más que crear un árbol genealógico preciso, simplemente se subrayan períodos y algunos de los antecesores por su valor simbólico desde el punto de vista teológico del evangelista; es resaltar cómo en Jesucristo confluye toda una historia de salvación, y con esa misma intención se proclama en la liturgia (casi ante el asombro de propios y extraños que no entienden a qué viene ese evangelio tan raro).
Por tanto, lo que destaca en la genealogía de Jesucristo es un contenido teológico."¿Cuál sería ese contenido? El cardenal Danielou lo ha señalado con precisión: "Mostrar que el nacimiento de Jesús no es un acontecimiento fortuito, perdido dentro de la historia humana, sino la realización de un designio de Dios al que estaba ordenado todo el antiguo testamento". Dentro de este enfoque, Mateo -que se dirige a los judíos en su evangelio- trataría de probar que en Jesús se cumplen las promesas hechas a Abrahán y David. Lucas -que escribe directamente para paganos y convertidos- bajará desde Cristo hasta Adán, para demostrar que Jesús vino a salvar, no sólo a los hijos de Abrahán, sino a toda la posteridad de Adán" (Martín Descalzo). 

La genealogía de Lucas, además, permite otro matiz más: "Según el sentir de san Lucas, la descendencia davídica interesaba sobre todo a los judíos, pero como Jesús es el salvador del mundo y no solamente el Mesías de los judíos, ha querido subir más allá de David, quiso remontarse hasta el padre del género humano, hasta Adán, que fue de Dios, no como hijo, sino como su criatura. De esta suerte Jesús es un nuevo punto de partida de la humanidad: la redención es una fecha que responde a la de la creación" (P. Lagrange).

 

Grandes y santos nombres aparecen en la genealogía de Cristo, ¡y Éste los supera a todos ellos! "¡Qué elocuentes son estos nombres! A través de ellos surgen de las tinieblas del pasado más remoto las figuras de los tiempos primitivos. Adán, penetrado por la nostalgia de la felicidad perdida del paraíso; Matusalén, el muy anciano; Noé, rodeado del terrible fragor del diluvio; Abrahán, al que Dios hizo salir de su país y de su familia para que formase una alianza con él; Isaac, el hijo del milagro, que le fue devuelto desde el altar del sacrificio; Jacob, el nieto que luchó con el ángel de Dios... ¡Qué corte de gigantes escoltan la espalda de este recién nacido!" (R. Guardini).

 
Pero también, y con sumo realismo de lo que es esta humanidad pecadora que Él asume, otros personajes nada relevantes: Farés, hijo incestuoso de Judá; Salomón, fruto del adulterio de David; las mujeres que aparecen en la genealogía: tres de ellas extranjeras al pueblo elegido, tres eran pecadores, sólo destaca Rut, la moabita, con brillo peculiar de pureza...

Sabiendo todos estos datos, ¿qué quieren decir las genealogías?
 
¿Por qué la Iglesia lee como evangelio de la feria mayor de hoy una genealogía entera?
"Los evangelistas al subrayar esos datos están haciendo teología, están poniendo el dedo en una tremenda verdad que algunos piadosos querrían ocultar pero que es exaltante para todo hombre de fe: Cristo entró en la raza humana tal y como la raza humana es, puso un pórtico de pureza total en el penúltimo escalón -su madre Inmaculada- pero aceptó, en todo el resto de su progenie, la realidad humana total que él venía a salvar. Dios, que escribe con líneas torcidas, entró por caminos torcidos, por los caminos que -¡ay!- son los de la humanidad" (Martín Descalzo).

Por tanto:
  • entra en la humanidad tal como ésta es,
  • no se "disfraza" de hombre, ni juega a ser hombre, ni es más Dios que hombre, sino que es real y perfectamente hombre en su Encarnación,
  • la humanidad de Cristo es real, "total", asumiendo en su carne la humanidad entera, concentrando en su carne santísima el pecado de la humanidad caída (por eso san Pablo dirá que "se hizo pecado", ¡no que se hizo "pecador"!).
La verdad de su encarnación es expresada mediante la genealogía que hoy se lee en el rito romano.
 
¿Superaremos hoy la cara de aburrimiento al escuchar tantos nombres?
¿Descubriremos su santísima humanidad recapitulando todo al encarnarse?

Del blog: Corazón Eucarístico de Jesús

viernes, 13 de diciembre de 2013

LA "PERESTROIKA" DEL PAPA FRANCISCO

El primer documento «cien por cien» del Santo Padre plantea un cambio de rumbo en la Iglesia y la humanidad. Soltar lastre, quiere soltar lastres estructurales y mentales para hacer una Iglesia alegre y preocupada por los pobres. Sin que nadie lo notase, el rumbo de la Iglesia cambió decisivamente unos días antes del Cónclave con el breve discurso de un cardenal que nadie mencionaba como favorito. El mundo lo descubrió el 13 de marzo, cuando vio asomarse al balcón al primer Papa americano de la historia, después de que la conferencia episcopal italiana hubiese felicitado por su elección… ¡al cardenal Scola! Era la primera de muchas sorpresas.
En aquel discurso a puerta cerrada a los cardenales electores, Jorge Bergoglio les advirtió que «cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, deviene autorreferencial y entonces se enferma». Era el diagnóstico correcto. Las notas de su intervención ocupan poco más de una cara de un folio manuscrito, que entregó a su compañero Jaime Ortega, cardenal de La Habana. El último punto es el perfil que propone para el sucesor de Benedicto XVI. Vale la pena leerlo entero:
«Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración de Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser madre fecunda que vive “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI)». Esta es la revolución del Papa Francisco. La que puso en marcha con sus gestos y su ejemplo. La que ahora presenta como texto «programático» en su poderosa exhortación apostólica de 220 páginas «La Alegría del Evangelio».
La envergadura del primer documento «cien por cien» del Papa Francisco es una sorpresa mayúscula: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación».
El «sueño» de Francisco
El mayor «sueño» del siglo XX había sido el de Martin Luther King, presentado en Washington hace 50 años con su famoso discurso «I Have a Dream» cuando la gran mayoría de los negros de EE.UU. eran pobres y sufrían discriminación racial. Nadie podía imaginar que 45 años más tarde Barack Obama llegaría a la Casa Blanca. El «sueño» de Francisco es mucho más ambicioso: quiere un cambio nada menos que en el rumbo de la Iglesia y la humanidad. Y propone, a quien quiera escucharle, el modo de ponerlo en marcha.
Como siempre ha liderado con el ejemplo, Francisco escribe: «Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio…». «Nada similar había salido de la boca de un Papa en la época moderna», comentó asombrado Luigi Accattoli, el decano de los vaticanistas, en el «Corriere della Sera». Accattoli, autor de numerosos libros, considera el documento del Papa «un mensaje de fraternidad en Cristo como nunca ha propuesto tan radicalmente la Iglesia de Roma desde los tiempos de Constantino».
El veterano vaticanista prevé que la resistencia romana, «que nunca faltó a Juan XXII y a Juan Pablo II, probablemente duplicará su energía después de esta proclama formulada por un hombre que parece decidido a todo». Ningún pontífice se había atrevido a crear comisiones investigadoras de todas las finanzas del Vaticano, o a meter dentro de los muros a dos auditoras multinacionales como Promontory y Ernst & Young. Para colmo, quiere terminar la reforma de la Curia dentro de un año, cuando la de Pablo VI llevó cinco y la de Juan Pablo II, diez… Todo esto mo-
lesta a unos cuantos. Pero al Papa que renunció a los coches blindados no le faltará valor para afrontar contragolpes de la burocracia vaticana o de los poderes financieros mundiales.
La revista Forbes, que le declaró la cuarta persona más influyente del mundo, ha abierto fuego de represalia por su atrevimiento a criticar «la adoración del antiguo becerro de oro» y el «fetichismo del dinero». Pero, sobre todo, por culpar del desequilibrio económico a «ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera».
Es posible que algunos se sientan aludidos cuando lean que «hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua», o cuando el Papa insiste en que «un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral». En cambio, las personas de buena voluntad disfrutarán con un documento de lenguaje sencillo y claro que desborda optimismo desde su primer párrafo.
El documento afronta docenas de temas importantes, desde el papel de la mujer hasta el modo de preparar homilías que no aburran a los fieles o la indiferencia culpable ante los pobres y los explotados. Francisco escribe con valentía y libertad. Quienes lean tranquilamente «La Alegría del Evangelio» se darán cuenta de que es revolucionaria porque propone un regreso a lo estrictamente esencial, tirando por la borda lo que se ha vuelto inútil.
En 1870 hubo también muchos lamentos por la pérdida de los Estados Pontificios. Pero, en realidad, los patriotas italianos liberaron a la Iglesia de un tremendo lastre político, económico, militar y territorial. Desde entonces, los Papas se concentran en su tarea religiosa, y todos han sido ejemplares. Francisco quiere soltar ahora lastres estructurales y mentales. Quiere una Iglesia más espiritual, más preocupada por los pobres, más alegre y más libre.
«No tengamos miedo a revisar normas muy arraigadas»
En el Papa un ejercicio reconoce de que sano algunas realismo, costumbres de la Iglesia «muy arraigadas a lo largo de la historia» han perdido la capacidad de transmitir su mensaje. Y por eso aconseja: «No tengamos miedo a revisarlas».
«Del mismo modo», continúa, «hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida. Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios “son poquísimos”. Citando a San Agustín, Tomás advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con pesada moderación la vida de “para los fieles” no hacer y no convertir esclavitud nuestra cuando religión “la misericor- en una dia de Dios quiso que fuese libre”».
Francisco lamenta que «a veces nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
Naturalmente, todo cambio y toda salida a campo abierto implica riesgos, pero Francisco prefiere «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades».
Salir de la rutina mental va a ser muy costoso para algunos. Pero la Iglesia que propone Francisco no sólo es hermosa. Puede ser irresistible.

Juan Vicente Boo

martes, 10 de diciembre de 2013

1ª PREDICACIÓN DE ADVIENTO

Fiel a la cita de cada tiempo fuerte, el P. Cantalamessa ha predicado para toda la casa pontificia su primera meditación de Adviento. Puedes leerla a continuación:

La intención de estas tres meditaciones de Adviento es prepararnos para la Navidad en compañía de Francisco de Asís. De él, en esta primera predicación, quisiera destacar la naturaleza de su vuelta al Evangelio. El teólogo Yves Congar, en su estudio sobre la «Verdadera y falsa reforma en la Iglesia» ve en Francisco el ejemplo más claro de reforma de la Iglesia por medio de la santidad[1]. Nos gustaría entender en qué ha consistido su reforma por medio de la santidad y qué comporta su ejemplo en cada época de la Iglesia, incluida la nuestra.

1. La conversión de Francesco

Para entender algo de la aventura de Francisco es necesario entender su conversión. De tal evento existen, en las fuentes, distintas descripciones con notables diferencias entre ellas. Por suerte tenemos una fuente fiable que nos permite prescindir de tener que elegir entre las distintas versiones. Tenemos el testimonio del mismo Francisco en su testamento, suipsissima vox, como se dice de las palabras que seguramente fueron pronunciadas por Jesús en el Evangelio. Dice:
«El Señor me dio de esta manera, a mí el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia; en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y de cuerpo; y, después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo»
Y sobre este texto justamente se basan los historiadores, pero con un límite para ellos intransitable. Los históricos, aun los que tienen las mejores intenciones y los más respetuosos con la peculiaridad de la historia de Francisco, como ha sido, entre los italianos Raoul Manselli,no consiguen entender por qué último de su cambio radical. Se quedan - y justamente por respeto a su método - en el umbral, hablando de un «secreto de Francisco», destinado a quedar así para siempre.
Lo que se consigue constatar históricamente es la decisión de Francisco de cambiar su estado social. De pertenecer a la clase alta, que contaba en la ciudad para la nobleza o riqueza, él eligió colocarse en el extremo opuesto, compartiendo la vida de los últimos, que no contaban nada, los llamados «menores», afligidos por cualquier tipo de pobreza.
Los historiadores insisten justamente sobre el hecho que Francisco, al inicio, no ha elegido la pobreza y menos aún el pauperismo; ¡ha elegido a los pobres! El cambio está motivado más por el mandamiento; «Ama a tu prójimo como a ti mismo!, que no por el consejo: «Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, luego ven y sígueme». Era la compasión por la gente pobre, más que la búsqueda de la propia perfección la que lo movía, la caridad más que la pobreza.
Todo esto es verdad, pero no toca todavía el fondo del problema. Es el efecto del cambio, no la causa. La elección verdadera es mucho más radical: no se trató de elegir entre riqueza y pobreza, ni entre ricos y pobres, entre la pertenencia a una clase en vez de a otra, sino deelegir entre sí mismo y Dios, entre salvar la propia vida o perderla por el Evangelio.
Ha habido algunos (por ejemplo, en tiempos cercanos a nosotros, Simone Weil) que han llegado a Cristo partiendo del amor por los pobres y ha habido otros que han llegado a los pobres partiendo del amor por Cristo. Francisco pertenece a estos segundos. El motivo profundo de su conversión no es de naturaleza social, sino evangélica. Jesús había formulado la ley una vez por todas con una de las frases más solemnes y seguramente más auténticas del Evangelio: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16, 24-25)
Francisco, besando al leproso, ha renegado de sí mismo en lo que era más «amargo» y repugnante para su naturaleza. Se ha hecho violencia a sí mismo. El detalle no se le ha escapado a su primer biógrafo que describe así el episodio: «Un día se paró delante de él un leproso: se hizo violencia a sí mismo, se acercó y le besó. Desde ese momento decidió despreciarse cada vez más, hasta que por la misericordia del Redentor obtuvo plena victoria»[2].
Francisco no se fue por voluntad propia hacia los leprosos, movido por una compasión humana y religiosa. «El Señor, escribe, me condujo entre ellos». Y sobre este pequeño detalle que los historiadores no saben -ni podrían- dar un juicio, sin embargo, está al origen de todo. Jesús había preparado su corazón de forma que su libertad, en el momento justo, respondiera a la gracia. Para esto sirvieron el sueño de Spoleto y la pregunta sobre si prefería servir al siervo o al patrón, la enfermedad, el encarcelamiento en Perugia y esa inquietud extraña que ya no le permitía encontrar alegría en las diversiones y le hacía buscar lugares solitarios.
Aún sin pensar que se tratara de Jesús en persona bajo la apariencia de un leproso (como harán otros más tarde, influenciados por el caso análogo que se lee en la vida de san Martín de Tours[3]), en ese momento el leproso para Francisco representaba a todos los efectos a Jesús. ¿No había dicho él: «A mí me lo hicisteis? En ese momento ha elegido entre sí y Jesús. La conversión de Francisco es de la misma naturaleza que la de Pablo. Para Pablo, a un cierto punto, lo que primero había sido una «ganancia» cambió de signo y se convirtió en una «pérdida», «a causa de Cristo» (Fil 3, 5 ss); para Francisco lo que había sido amargo se convirtió en dulzura, también aquí «a causa de Cristo». Después de este momento, ambos pueden decir: «Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí».
Todo esto nos obliga a corregir una cierta imagen de Francisco hecha popular por la literatura posterior y acogida por Dante en la Divina Comedia. La famosa metáfora de las bodas de Francisco con la señora Pobreza que ha dejado huellas profundas en el arte y en la poesía franciscanas puede ser engañosa. No se enamora de una virtud, aunque sea la pobreza; se enamora de una persona. Las bodas de Francisco han sido, como las de otros místicos, un desposorio con Cristo.
A los compañeros que le preguntaban si pensaba casarse, viéndolo una tarde extrañamente ausente y luminoso, el joven Francisco respondió: «Tomaré la esposa más noble y bella que hayáis visto». Esta respuesta normalmente es mal interpretada. Por el contexto parece claro que la esposa no es la pobreza, sino el tesoro escondido y la perla preciosa, es decir Cristo. «Esposa, comenta el Celano que habla del episodio, es la verdadera religión que él abrazó; y el reino de los cielos es el tesoro escondido que él buscó»[4].
Francisco no se casó con la pobreza ni con los pobres; se casó con Cristo y fue por su amor que se casó, por así decir «en segundas nupcias», con la señora Pobreza. Así será siempre en la santidad cristiana. A la base del amor por la pobreza y por los pobres, o hay amor por Cristo, o lo pobres serán en un modo u otro instrumentalizados y la pobreza se convertirá fácilmente en un hecho polémico contra la Iglesia o una ostentación de mayor perfección respecto a otros en la Iglesia, como sucedió, lamentablemente, también a algunos seguidores del Pobrecillo. En uno y otro caso, se hace de la pobreza la peor forma de riqueza, la de la propia justicia.

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lunes, 9 de diciembre de 2013

ANGELUS EN EL DÍA DE LA INMACULADA

Queridos hermanos y hermanas. Este segundo domingo de Adviento cae en la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, y entonces nuestra mirada es atraída por la belleza de la madre de Jesús, nuestra madre.

Con gran alegría la iglesia contempla "llena de gracia" (LC 1,28), así como Dios miró desde el primer momento de amor en su diseño. Maria nos apoya en nuestro camino hacia la Navidad, porque nos enseña cómo vivir este tiempo de Adviento en previsión de la llegada del Señor.

Él Evangelio de San Lucas nos presenta a una muchacha de Nazaret en Galilea, un pequeño pueblo en las afueras del imperio romano y en Israel. En ella ha puesto los ojos el Señor y la ha elegido para ser la madre de su hijo. En vista de esta maternidad, María fue preservada del pecado original, es decir, de la ruptura de la comunión con Dios, con los demás y con las profundas heridas que creó en todos los seres humanos. Pero esta ruptura fue curada por adelantado en la madre de Él que vino a liberarnos de la esclavitud del pecado. María Inmaculada se inscribe en el plan de Dios; es el fruto del amor de Dios que salva al mundo.

Y la Virgen no ha alejado nunca de ese amor: su vida, todo su ser es un "Sí" a Dios. Cuando el ángel llama su "llena de gracia" (LC 1,28), ella se siente "muy turbada". Pero el ángel la conforta: «No temas  María, que has encontrado favor con Dios. Y he aquí, que concebiras a un hijo... y le pondrás por nombre Jesús "(v. 30). Este anuncio es una sorpresa mayor, porque aún no está casada con Joseph; Pero el ángel agrega: "el Espíritu Santo vendrá sobre ti... Por lo tanto, el que nazca será Santo y será llamado hijo de Dios "(v. 35). María Escucha, obedece interiormente y responde: "He aquí la esclava del Señor: Hágase en mí según tu palabra" (v. 38).

El misterio de esta muchacha de Nazaret, que está en el corazón de Dios, no es desconocido. De hecho Dios fija su mirada de amor en cada hombre y cada mujer. El apóstol San Pablo dice que "Dios la ha elegido antes de la Fundación del mundo para ser Santa e Inmaculada» (Ef 1,4). Nosotros también, siempre, hemos sido elegidos por Dios para vivir una vida Santa, libre de pecado. Se trata de un proyecto de amor que Dios nos renueva cada vez que nos acercamos a él, especialmente en los sacramentos.

En esta fiesta, entonces, contemplando a nuestra madre Inmaculada, reconocemos nuestro verdadero destino, nuestra vocación más profunda: al ser amado, ser transformado por el amor, por la belleza de Dios.

Mirémosla, para aprender a ser más humilde y valiente para seguir la palabra de Dios; para acomodar el tierno abrazo de su hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.

jueves, 5 de diciembre de 2013

EL ADVIENTO DE MARÍA

Llega la fiesta de la Inmaculada Concepción en el corazón del Adviento. El Adviento de María, esperando el nacimiento de su Hijo, es para nosotros escuela donde aprendemos a disponer nuestro espiritu y nuestro cuerpo a la venida del Salvador; escuela donde contemplamos la belleza de María, proclamando las maravillas que Dios ha hecho en Ella; escuela donde aprendemos a respetar la figura de la esposa, de la madre, de la mujer, en el matrimonio, en la familia, en la vida.

María de Nazaret, de nuestra carne y de nuestra raza, se nos presenta hoy como la mujer que se abre de verdad al misterio de Dios Salvador. La "llena de gracia", con su respuesta de fe, es la respuesta primigenia de la liberación del pecado y de toda culpa. Fue el amor divino el que la cautivó para la humanidad. Ella, con la docilidad de la humilde esclava, fue transformada por el amor de Dios, y a lo largo de los siglos, la hemos llamado "Bienaventurada", la hemos felicitado "todas las generaciones", porque ha llegado a la plenitud. En Ella, todos estamos llamados a "ser en plenitud y a vivir eternamente". En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo.

Hoy, muchos hombres y mujeres, incluso, a veces, cristianos y católicos, pasan por las tinieblas y la confusión, consecuencia de tantos pecados personales y sociales. Que la Virgen Inmaculada despierte las conciencias, ilumine las mentes, enfervorice los corazones para que sean muchos los que vuelvan su mirada a María y vuelvan a caminar con ilusión, sorteando dificultades y solucionando problemas.

Hoy, necesitamos un regazo que nos acoja, un rostro que nos sonría, unas manos que nos acaricien, una palabra suave, tierna y materna, que nos anime y aliente. María, la Madre de Jesús, es nuestra Madre. Y siempre nos espera... La fiesta de la Inmaculada nos invita a luchar por esa limpieza interior que nos hace mirar de frente, valorar con criterios rectos, elegir nuestros caminos con serenidad, conseguir metas luminosas. Necesitamos una oleada de pureza, es decir, de rectitud en todos loa ámbitos de nuestra sociedad, que limpie a fondo lacras, esclavitudes, engaños, oscuridades y heridas.

Antonio Gil para ReL

martes, 3 de diciembre de 2013

ORACIÓN, ALABANZA Y CARIDAD

Ciudad del Vaticano,
Prepararse para la Navidad con la oración, la caridad y la alabanza: con el corazón abierto para dejarse encontrar por el Señor que todo lo renueva. Estas son las palabras del papa Francisco en su homilía de este primer lunes del tiempo de Adviento en la Casa Santa Marta.

   Comentando el pasaje del Evangelio de hoy, en el que el centurión romano pide con gran fe a Jesús que cure a su siervo, el santo padre ha recordado que en estos días “empezamos un nuevo camino”, un “camino de la Iglesia … hacia la Navidad”. Vayamos al encuentro del Señor, “porque la Navidad –ha precisado- no es sólo un acontecimiento temporal o un recuerdo de una cosa bonita”:
“La Navidad es algo más: vamos por este camino para encontrarnos con el Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón; con la vida; encontrarlo vivo, como Él es; encontrarlo con fe. El Señor, en la palabra que hemos escuchado, se maravilló de este centurión: se maravilló de la fe que el tenia. Él había hecho un camino para encontrarse con el Señor, pero lo había hecho con fe. Por eso no sólo él se ha encontrado con el Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que nosotros queremos: ¡el encuentro de la fe!”
Pero más allá de ser nosotros los que encontremos al Señor – ha subrayado el pontífice – es importante “dejarnos encontrar por Él”:
“Cuando somos nosotros solos los que encontramos al Señor, somos nosotros –digámoslo, entre comillas – los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él quien entra en nosotros, es Él el que vuelve a hacer todo de nuevo, porque esta es la venida, lo que significa cuando viene Cristo: volver a hacer todo de nuevo, rehacer el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. Nosotros estamos en camino con fe, con la fe de este centurión, para encontrar al Señor y, sobre todo, ¡para dejar que Él nos encuentre!”
Pero se necesita un corazón abierto: “un corazón abierto, ¡para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiere decirme, ¡que no es siempre aquello que yo quiero que me diga! Él es Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno a la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es un amor concreto! De persona a persona: el Señor persona me mira a mí persona. Dejarse encontrar por el Señor es precisamente esto: ¡dejarse amar por el Señor!”
En este camino hacia la Navidad – ha concluido el papa – nos ayudan algunas actitudes: “La perseverancia en la oración, rezar más; la laboriosidad en la caridad fraterna, acercarnos un poco más a los que están necesitados; y la alegría en la alabanza del Señor”. Por tanto: “la oración, la caridad y la alabanza”, con el corazón abierto “para que el Señor nos encuentre”.


lunes, 2 de diciembre de 2013

ESTO ES ADVIENTO

Estamos iniciando la primera semana de este tiempo precioso de Adviento. El corazón está expectante ante la llegada del Mesías anunciado por los profetas.
Este vídeo nos ayuda a situarnos en este tiempo de espera, y nos anima a practicar el silencio, en el cual Dios se manifiesta.