jueves, 24 de enero de 2013

EN EL RESTAURANTE DE LORENZO

Esta mañana, he leído una anécdota que sucedió el otro día en Houston, Texas. En un restaurante italiano con el simpático nombre de Lorenzo’s, uno de los camareros atendía la mesa en la que estaba sentada una familia con varios niños. Uno de ellos, Milo, de cinco años, tenía síndrome de Down. Por lo visto, eran clientes habituales y acudían a Lorenzo’s a comer en familia bastante frecuentemente.
En la mesa de al lado, un señor comenzó a quejarse del ruido que causaba Milo. Según el camarero, “Milo no se estaba portando mal; sólo hablaba y hacía pequeños ruidos”. El señor, sin embargo, siguió quejándose y terminó cambiándose con su familia a otra mesa. En ese momento, afirmó en voz alta que “los niños especiales deberían ser especiales en otro lugar”.
El camarero, con un valor y una cortesía propios de otra época, se acercó y le dijo sin armar alboroto: “Señor, me temo que no voy a poder seguir atendiéndole”. El hombre se levantó airado y se marchó con su familia del restaurante. La familia de Milo, en cambio, no se enteró de nada y siguió comiendo tranquilamente.


Si llevara sombrero, me descubriría ante este camarero. Y si tuviera algo más de inspiración, escribiría el Romance del Camarero Cortés.
No escribo este post, sin embargo, solamente como un homenaje ante el gesto caballeroso del camarero de Lorenzo’s, sino también como una expresión de vergüenza ante uno de los grandes males de nuestra época que no parecen sorprender a nadie: el exterminio masivo de niños con deficiencias.
En España, según la Federación Española del Síndrome de Down, nueve de cada diez niños que padecen esta enfermedad son abortados antes de nacer. Quizá la mayoría de la gente se horrorice al leer la conducta grosera e insensible del maleducado del restaurante, pero esa misma mayoría de la gente no habría tenido ningún problema en liquidar a Milo mientras estaba en el vientre de su madre.
En España, tanto con la ley Aído en vigor como con la anterior, que tanto parece gustar al gobierno actual, los niños con síndrome de Down pueden ser abortados con 22 semanas. Es decir, cuando nadie en su sano juicio puede dudar de que son seres humanos. Solamente por el hecho de tener síndrome de Down. Nunca se ha hablado tanto como ahora de libertad e igualdad, pero parece que esa igualdad no se extiende a los que son diferentes y que la libertad permite hacer lo que te da la gana, pero no incluye la libertad para nacer.

Ante esto, los cristianos estamos llamados a ser un signo que denuncie la impiedad del mundo en este aspecto. De hecho, ya lo somos, en nuestra debilidad. La inmensa mayoría de los niños con síndrome de Down que no son liquidados en el vientre de sus madres nacen en familias cristianas, que les quieren como son y que son capaces de ver el valor infinito que tienen como seres humanos.
Hace tiempo, fui a Misa en un pueblecillo de la campiña napolitana, cerca del lugar donde nació Santo Tomás (lo cuento en el libro Romero a Roma). Era una iglesia antigua y magnífica, pero pobre y con los techos bastante estropeados. Aquella tarde, llovía a cántaros. A pesar de las abundantes goteras, dentro de la Iglesia llovía un poco menos (un hecho importante, porque yo estaba peregrinando a pie a Roma y no tenía dónde guarecerme). De aquella Misa, recuerdo perfectamente a uno de los monaguillos, que tenía síndrome de Down. Era el monaguillo jefe, el que organizaba todo y decía a los demás lo que tenían que hacer, con una habilidad fruto de mucho tiempo de práctica. No fue esa habilidad lo que más me sorprendió, sino algo mucho más difícil todavía: la capacidad de organizar toda la labor de los distintos monaguillos y, al mismo tiempo, prestar atención a lo Importante, rezar cuando había que hacerlo y, en general, participar en la Misa con una gran piedad. Fue un ejemplo para mí, que no olvidaré nunca.

Mi esposa es psicopedagoga y maestra de educación especial. Muchas veces me ha contado los enormes avances que se han hecho en la atención a niños con necesidades especiales, mediante estimulación temprana y multitud de nuevas técnicas pedagógicas y también médicas. Los progresos que consiguen estos niños hoy, si se les trata adecuadamente, parecían imposibles hace dos o tres décadas y son, realmente, espectaculares. Si en vez de emplear nuestros esfuerzos en matar a estos niños antes de que nazcan los empleásemos en ayudarles, esos avances aún serían mayores.
Con esto, no quiero minusvalorar la entrega de las familias que tienen un hijo con síndrome de Down. Al contrario, no puedo evitar admirarme ante su valentía al acoger a esos hijos, en contra de lo que hace el mundo y a menudo en contra de fuertes presiones de los propios médicos, familiares y amigos. Es algo que sólo se entiende sabiendo que todos los padres tienen la misión de dar la vida por sus hijos, sacrificando su tiempo, sus planes, su descanso y sus bienes por amor a sus hijos. Es en ese sacrificio de uno mismo donde se encuentra la verdadera felicidad.
Los cristianos tenemos la misión de recordar al mundo lo que ha olvidado: amar es dar la vida, morir por el otro. Los hijos no se tienen para que los padres se realicen, sino como un servicio de amor a esos hijos y a Dios. Sólo así se entiende que cada hijo, tenga las deficiencias que tenga y rompa los planes que rompa, es un regalo maravilloso del cielo, con un valor infinito.
Terminaré este artículo con las palabras del Camarero Cortés: “Quizás podría haber actuado de otra forma, pero Milo es un ángel; es un regalo de Dios, como todos los niños con necesidades especiales”.

Bruno Moreno

1 comentario:

gosspi dijo...

que preciosidad de historia...Estos niños si que son especiales y siempre me han enseñado algo...son transparentes!! y no tienen ningun miedo al ridiculo, fruto de la Libertad de los de corazón limpio.
Me has hecho recordar que habia un monaguillo en mi paquia de niña..y no sabes como corregia a los niños que en Misa se dedicaban a hablar....
Tienen todos ellos un Don...y es que dan con una naturalidad que estremece y corrigen con mucha misericordia....alguna vez leí sobre ellso que eran "angeles" que nos rodeaban en la tierra..y creo que es verdad.