Porque es todopoderoso el Padre nos ha podido crear, el Hijo nos ha podido redimir y el Espíritu Santo nos puede santificar.
En el siglo XV los ingleses habían invadido Francia, las tropas francesas estaban desmoralizadas y el Delfín -el heredero de la corona francesa- no se atrevía a hacer frente al ejército enemigo. Pero una niña de trece años llamada Juana oyó por primera vez la voz de Dios. Durante cuatro años Juana recibió muchos mensajes del Cielo que la animaban a comulgar y a vivir santamente y le revelaron que Dios tenía una misión para ella: liberar a Francia. Cuando empezó a hablar de eso la tomaron por loca. ¿Una niña iba a conseguir lo que no podían conseguir los caballeros de Francia? Pero Juana confiaba en Dios que todo lo puede. Se presentó ante el comandante de la guarnición más cercana a su pueblo y le pidió una escolta para llevarle al Delfín un mensaje de parte de Dios. Sabía que iban a reirse de ella pero que al final le harían caso. Y así fue. Aunque tardó un año en convencerse de había algo misterioso en esa chica que tenía ya diecisiete años, al final el comandante le dio la escolta y Juana se presentó en el castillo de Chinon donde estaba refugiado el Delfín. También allí tuvo que esperar porque los consejeros del Delfín no se fiaban de ella. Decidieron ponerla a prueba. Sentaron en el trono a un cortesano y el Delfín se vistió de camarero. Llevaron a Juana a la sala del trono y vieron como daba la espalda al hombre que se había sentado en el trono del Delfín. Juana, que jamás había visto al heredero de Francia, se dirigió a él para decirle que le traía un mensaje del Cielo. Lo que parecía imposible se cumplió porque para Dios nada es imposible. El Delfín nombró a Juana comandante de los ejércitos de Francia. Al frente del ejército y sin usar su espada, llevando un estandarte blanco con los nombres de Jesús y de María Juana de Arco liberó Orleans. Hoy es la patrona de Francia y se la venera como Santa Juana de Arco.
Hace dos mil años una muchacha de Nazaret llamada María recibió la visita de un ángel. El ángel la saludó con estas palabras: Salve, llena de gracia. Luego le anunció que iba a ser la madre del Salvador. Santa María creyó que Dios lo puede todo y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Hace casi tres mil años los filisteos estaban en guerra contra los israelitas. Un soldado filisteo llamado Goliat retó a los israelitas. Nadie se atrevía a luchar contra él. Entonces, de entre las filas de los Israelitas salió un niño que se llamaba David. No llevaba armadura, ni espada ni lanza ni escudo, porque era un pastor. Solamente llevaba una honda -una cuerda que se usa para lanzar piedras a los perros y a las ovejas- pero dio un paso al frente y, en el Nombre de Dios Todopoderoso, aceptó el reto de Goliat. Allí estaban el gigante bien armado y el pastor que confiaba en Dios. Y el pastor venció al gigante. Aquel joven pastor -David- llegó a ser rey de Israel.
Dios lo puede todo y los que confían en Dios hacen cosas que parecen imposibles. La Madre Teresa de Calcuta vivió en la India sirviendo a los más pobres de entre los pobres. Ella misma era muy pobre. Una vez necesitaba medicamentos para atender a un enfermo. Fue a la farmacia pero no tenía dinero. Le dijeron que si no podía pagar no le darían las medicinas. Sacó el rosario y se puso a rezarlo. Poco después el encargado de la farmacia le dio lo que necesitaba. Más tarde a la Madre Teresa le dieron el premio Nobel de la paz. Hoy está en el Cielo.
¿Qué quiere decir eso de que Dios es Omnipotente o Todopoderoso? Quiere decir que todo lo que existe ha salido de la nada porque Él lo ha querido. Quiere decir que se ha hecho hombre para salvarnos. Y quiere decir que nada es imposible para los que se dejan guiar por su Espíritu.
Jesús estaba muriéndose en la Cruz. Perdonó a todos y encomendó su espíritu al Padre. Murió como se duerme un niño en los brazos de su padre. Cuando alguien ha muerto no parece posible que vuelva a vivir pero para Dios todo es posible. Jesús había nacido de la Virgen María, murió en la Cruz y resucitó al tercer día. Por eso no hay discípulo de Cristo que no confiese su fe en Dios Padre Todopoderoso.
Dios Padre Todopoderoso nuestra fe confiesa que tu hijo ha muerto y ha resucitado.
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