María de Villota estaba cumpliendo su sueño desde
niña, pilotar un Fórmula 1. Con una prometedora carrera por delante ya era
piloto probador del equipo Marussia. El pasado 3 de julio estaba realizando en
el aeródromo británico de Duxford distintas pruebas aerodinámicas al monoplaza
de su escudería cuando tuvo un terrible accidente que cambió su vida. Chocó
contra un camión y su casco quedó hecho añicos.
Estuvo a punto de morir, perdió el ojo derecho y tras varias
operaciones lleva seis placas de titanio en la cabeza. Su sueño de ser piloto
titular y emular a su padre se ha desvanecido pero lejos de venirse abajo ha
visto la mano de Dios en todo este tiempo y asegura que el accidente le ha
cambiado de manera radical la forma de ver la vida.
Su accidente conmocionó al mundo y su recuperación es todo un
ejemplo de superación ante la adversidad. El pasado 13 de enero cumplió 33 años
y en una entrevista en el programa ´El Partido de las 12’ de COPE, María
confesaba que “nunca he soplado las velas con tantas ganas. La felicidad es
algo muy sencillo. Siempre me ha gustado mirar hacia delante”.
El
papel de Dios en su recuperación
Sin embargo, en
este duro proceso desde que sufrió el terrible accidente ha experimentado una
fuerza sobrenatural. “Cuando paseo por la calle la gente me dice que ha rezado
mucho por mí. Se lo agradezco. Cuando volví un primo mío falleció y yo no.
Dios ha jugado un papel muy importante en mi recuperación”, afirmaba
María de Villota.
Su hermana Isabel estaba presente cuando María chocó contra
el camión y meses después explicó en la revista Hola cómo hubo una
mano divina en todo este suceso. Ella llegó la primera al lugar del
accidente: “intenté sacar el coche de debajo, empecé a gritar, hasta que
vinieron todos los mecánicos. A mí me separaron del coche y ya no me dejaron
volver a donde estaba María”.
Isabel recuerda que “no paraba de preguntar: ¿está muerta?,
¿está muerta?, y ellos me decían: “no lo sabemos”. Entonces fue cuando me
tiré al suelo de la pista, me puse a rezar como una condenada y, al cabo de
los angustiosos minutos que pasó inconsciente, alguien dijo: ‘se está moviendo’.
Y yo pensé: ‘gracias Dios mío’.
Una
señal de Dios
La hermana de la piloto considera
que no estaba con ella en esas pruebas en Reino Unido por casualidad. “Fue
como una señal de Dios, porque sentí que tenía que ir”. María lo ve así
también: “estoy segura de que, desde el momento que llegó al coche, la oración,
las decisiones que tuvo que tomar en el hospital, todo lo hizo con tanta
eficacia…”.
Recordando esos momentos, Isabel siguió contando hechos para
ella inexplicables. Relataba que María no podía tomar ciertos fármacos. “Estando
como estaba, le pregunté: María, ¿a qué eres alérgica?, sin tener la menor
esperanza de que me respondiera, como si le estuviera haciendo una
pregunta a Dios, y ella respondió: pirazolonas”.
“Ahora veo más que
antes”
María ha experimentado un cambio
importante en su interior y no sólo físico debido al accidente en todos estos
meses. En una entrevista en Car&Driver confiesa que “te das cuenta de que
ves más que antes. Yo antes sólo veía la Fórmula 1, sólo me
veía encima de un coche compitiendo y no veía lo que realmente era importante en
mi vida”. Por ello, recuerda que “no tengo un ojo, no tengo olfato, pero
tengo por delante otro ojo y el tacto”.
Aceptar su situación no fue fácil al principio pero su virtud
fue buscar consuelo en quien podía dárselo. “El primer día que me miré en el
espejo tenía 104 puntos en la cara, negros, que parecían cosidos con cuerda
náutica y había perdido el ojo. Quedé aterrada”. En ese primer instante pensó en
quién iba a quererla así. Pero pronto ese mal pensamiento cambió al llegar al
convencimiento de que las personas que están a su alrededor “me han querido
para esta vida y para cubrir la que viene ahora”.
“Llevo mi historia con cariño
y orgullo”
De hecho, hay una frase que define a
la perfección cómo ha afrontado María este trauma: “mi aspecto de ahora dice
mucho más de quien es María de Villota que el aspecto anterior. Llevo mi
historia y la llevo con muchísimo cariño y orgullo”.
En este sentido, la joven piloto española afirma que “la
primera sensación que tuve después del accidente fue negativa porque necesitaba
los dos ojos, pero tardé muy poquito en ver todo el resto”. Fue ese encuentro
con el sufrimiento humano lo que le llevó a cambiar de actitud. Darse cuenta de
que a pesar de todo debía estar agradecida con el don de la vida. “He coincidido
con gente que lo ha pasado muy mal. Al final hay que disfrutar de lo que tienes
porque no hay más. Disfrutar de las cosas pequeñas. Esa pizca de humor es
necesaria para seguir adelante. Voy a dar toda esa energía”.
Sus
nuevos retos
Ahora que ya no va a poder competir
a nivel profesional, María de Villota quiere afrontar tres retos. Por un lado
afirma que seguirá ligada al mundo del motor, “al que adoro”. El segundo, es el
de los enfermos puesto que “estoy en el bando de los que están malos. Después de
ver que hay gente que los pasa tan mal, yo tengo que hacer algo”. Por eso,
colabora activamente en la Fundación Ana Carolina Díez Mahou, que ayuda a
enfermos neuromusculares mitocondriales. En un tercer lugar está ayudar a la
mujer, conseguir que una llegue a ser titular en la Fórmula después de que ella
se quedase a las puertas. En la vida, dice contenta, “¡¡todavía hay que pelear
por muchas cosas!!”.
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