Pues ya hemos contratado el gas…, sólo ha habido que hacer bastantes
llamadas, algunas amenazas, otros ruegos, algún favor y pronto llegará el gas
hasta la parroquia. Luego habrá que poner en marcha las máquinas, lo que creo
que será otra pelea. Tiene que funcionar todo para que no haya ningún fallo:
calderas, enfriadoras, conductos, presión del agua, voltaje, energía solar…., si
falla algo en todo el circuito tendremos gas pero seguiremos sin agua caliente
ni calefacción. En un sistema si falla algo falla todo y puede dejarte con la
“miel en los labios” por una tuerca mal apretada.
“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: -«ld al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. A toda significa a toda. Si
Ananías tendría claro a quién no debía hablar de Jesús muerto y resucitado para
nuestra salvación era a Saulo de Tarso. Era el perseguidor violento, el malo de
la película, el celoso de su causa, al que no le importaba extralimitarse en sus
funciones, el que aprobaba las ejecuciones. No, a Saulo no. Más valía anunciar
el Evangelio al Procurador romano, que al menos le sonaría a novedad o a
estupidez, pero no a blasfemia. Y Ananías recibe el encargo de evangelizar a
Saulo y “se puso a su lado.” Mucha confianza debía tener Ananías en la acción
del Espíritu Santo, en que es Dios quien cambia el corazón del hombre y puede
transformar el alma más dura en el apóstol más ardiente. Y Pablo recibe el
bautismo en nombre de Jesús y quedan lavados todos sus pecados.
Cuantas veces nosotros buscamos un buen ambiente para evangelizar. Más que un
buen ambiente buscamos un ambiente cómodo, donde aplaudan nuestras palabras y
nos apuntemos los tantos de los que se acercan a Dios. ¡Qué gran error! Anunciar
a todos el Evangelio, lo repito, significa a todos. Anunciarlo en ese barrio en
el que la gente parece que completamente anticlerical, en ese trabajo en el que
se burlan de la Iglesia y arremeten contra el Papa y el Magisterio, a ese
familiar que se ríe de tus creencias. La conversión de San Pablo nos recuerda
que el que cambia los corazones es el Espíritu Santo y, si él quiere, hasta el
corazón más duro se volverá corazón de apóstol. Por eso no podemos dejar de
Evangelizar, si la Iglesia dejase de ser misionera en todos los ambientes
desaparecería. “El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer
será condenado” y no queremos que nadie, ni el más malo que pise la faz de la
tierra, sea condenado. Hoy tenemos un motivo más para seguir anunciando a Cristo
con valentía, el que cambió el corazón de Saulo puede cambiar todos los
corazones, incluyendo el nuestro.
Que Santa María la Virgen nos ayude a escoger a todos para anunciar el
Evangelio con valentía y confianza. Si alguno falla, falla toda la Iglesia y no
podemos perder el gas y quedarnos sin calor.
Comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org
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