domingo, 23 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES


El amor, en cuatro tiempos

¡Cuánto me gustaría que recibiéramos las palabras del Evangelio con un corazón bien dispuesto! Se expone, en cuatro tiempos, dónde está la explicación de nuestras respuestas a Dios en fidelidad, el paso de los miedos y temores de los discípulos a la seguridad y paz interior. Es de tanta belleza y de tanta fuerza en su contenido, que necesariamente lo debe conocer el hombre moderno, para evitar caer en el engaño de su autosuficiencia.
La situación concreta de los discípulos, descrita en la primera línea, tiene mucha actualidad: era de noche, los discípulos en una casa con las puertas cerradas y con miedo... ¡Menudo panorama! La pregunta que vendría ahora podría resultar incómoda, porque deberíamos revisar cómo estamos los cristianos ante el mundo y ver si es el miedo o las puertas cerradas lo que nos paraliza, si hemos caído en el engaño de creer que somos los responsables de todos los males del mundo, como se propicia en los medios de comunicación, para no salir a anunciar a Jesús.

El segundo tiempo es esperanzador, Jesús toma la iniciativa y sale a nuestro encuentro: «Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros»; les muestra las manos y el costado, haciéndoles ver las marcas de la Pasión, y ellos se llenaron de alegría. Este momento es sobrecogedor, fue el Señor Quien les abrió la mente, les inundó con su gracia y les dio la fe, porque le reconocieron en los signos de la entrega, ¡qué experiencia!

En el tercer tiempo los confirma en su Paz y los envía a llevarla a todos. «La palabra Shalom -decía el Papa Benedicto XVI- no es un simple saludo; es mucho más: es el don de la paz prometida y conquistada por Jesús al precio de su sangre; es el fruto de su victoria en la lucha contra el espíritu del mal. Así pues, es una paz no como la da el mundo, sino como sólo Dios puede darla».

Encontramos aquí otra clave para la responsabilidad, como miembros de la Iglesia: la de ser esencialmente signos e instrumentos de la paz de Dios para todos los pueblos a través de la predicación, de la caridad y de la misericordia.

El cuarto tiempo es especial, Jesús exhaló su aliento sobre los apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Sopló sobre ellos, manifestando que les regala el Don del Espíritu; y el Espíritu de Dios, donde entra, expulsa el miedo; su amor infinito no nos abandonará. La reconciliación es otro gran regalo, ofrecido a través de la Iglesia, hombres y mujeres reconciliados y convertidos, testigos del amor y la Paz de Cristo.
+ José Manuel Lorca Planes

obispo de Cartagena y A.A. de Teruel y Albarracín

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