domingo, 2 de mayo de 2010

DOMINGO V DE PASCUA


Nadie le puede a Dios
El Señor Jesús nos regala un tesoro: el mandamiento del amor. Sí, éste es el dato diferencial para identificar a los discípulos, que nos conocerán por el amor y se asombrará todo el mundo por esta realidad: «¡Mirad cómo se aman!» Lo ha pedido así Jesucristo y ya es suficiente; tiene su lógica, que Él ha dado ejemplo, entregando su vida por amor. Si las palabras del Evangelio del próximo domingo son sorprendentes, acercaos al evangelio de San Juan y ved el contexto: está colocado el mandamiento del amor entre una traición, la de Judas, y el aviso de una negación, la de Pedro.
Parece deprimente, ¿no? Todo lo contrario, nadie le puede a Dios, porque lo que sobresale es su gloria, su grandeza, el poder de Dios que nos rescata hasta de lo más hondo de nuestras miserias y nos hace partícipes de su gloria.La salida de Judas para cometer su pecado es un signo del mal, quizás pensara que le saldría bien esa aventura, pero le salió mal, se metió en un camino de soledad, oscuridad, tinieblas y muerte... Judas abandona a todos, también a Dios, y les deja a su suerte, sin mirar atrás, ni siquiera por piedad. La puerta por donde sale no le conducirá a la libertad, sino a la traición. Mientras, Jesús, lleno de misericordia, afronta la realidad y le da la cara al sufrimiento, abriendo para el resto de los discípulos el arca del tesoro: El amor es vuestra fuerza, el amor es vuestra identidad. Debéis amar siempre, sin otra medida que ésta, «como yo os he amado».Ésta es la puerta buena: fiarte de verdad, abandonarte en sus manos; si lo haces así, verás cómo se abre un horizonte de esperanza y de luz delante de tus ojos, incluso donde creías que no había salida; cuando pensabas que todo estaba perdido, el Señor te indica el camino: «En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados». El amor abre un diálogo hermoso con Dios: «Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero, ahora el amor ya no es sólo un mandamiento, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 1).

Somos conscientes de que la Pascua es un tiempo especial, un tiempo de respuestas, de diálogo con Dios en el gozo y la alegría por el triunfo de Jesús. Acercaos al altar del Señor estos días con confianza, y repetid con fuerza, en lo hondo de vuestro corazón, que estáis dispuestos a amar como Él nos ha amado, y repetid con fe: Jesús, confío en Ti.
+ José Manuel Lorca Planes

obispo de Cartagena y A. A. de Teruel y Albarracín

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