Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia
de comprender las bromas,
para que conozca en la vida
un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás. Amén.
En el último párrafo de su oración, Tomás Moro pide el sentido del humor, del que nos ofrece una especie de definición: la capacidad de comprender las bromas. Lo pide para conocer en la vida un poco de alegría.
Tener sentido del humor es algo más que estar de buen humor. El sentido del humor nos ayuda a ver el lado bueno, positivo y divertido de las cosas. Nos ayuda a estar alegres en medio de situaciones difíciles. Nos hace gustar un poco de esa alegría que sólo será plena en el cielo.
Pero Tomás Moro no sólo quiere conocer un poco de alegría sino también comunicarla a otros. A eso lleva el amor: a querer hacer felices a los demás.
En nuestra reflexión, comentamos los elementos que, según Ricardo Yepes y Javier Aranguren, en su obra “Fundamentos de Antropología”, componen esa síntesis tan “valorada”, y a veces tan ausente, que es el sentido del humor:
“Comprensión en el corazón, alegría en la voluntad, ingenio en el entendimiento y, sobre todo, esperanza en el alma. Tales son las dimensiones esenciales de eso que llamamos sentido del humor”
2.1. Comprensión en el corazón
a) Comprensión con uno mismo
En primer lugar, es necesario comprenderse a uno mismo. No sólo conocerse, sino comprenderse, aceptarse; algo muy distinto a justificar nuestros errores con falsas razones o a dar por sentado que “somos así y no podemos cambiar”.
No queremos dar pie, de ningún modo, a una actitud resignada y apática para la que no existiría posibilidad de cambio ni de mejora. Lo que queremos decir es que para poder luchar con buen ánimo y con sentido del humor, hay que partir precisamente de esta base: vernos como somos (con nuestros defectos y virtudes) y aceptarnos como somos (una aceptación que es amor ordenado a uno mismo). Cuando una persona que se acepta a sí misma comete un error o tiene un fallo no se sorprende, no echa las culpas a los demás ni se desanima, sino que se ríe de sí misma, pide perdón, se levanta y sigue adelante.
Así son las personas con sentido del humor: saben reírse de sí mismas, no se toman demasiado en serio y no se sienten humilladas y ofendidas si también sus amigos y colegas se ríen amablemente con motivo de su modo de ser.
Sin duda, esta característica no se adquiere de la noche para la mañana. No es fácil encontrarla entre los adolescentes, y tampoco se da en muchas personas mayores que, a pesar de la edad, se creen el ombligo del mundo, síntoma de que no han superado la pubertad mental.
Autores: Salvatore Moccia y Tomás Trigo
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