Hace tiempo un amigo me recomendó el libro El síndrome del perfeccionista: el
anancástico.
Me pareció un libro magnífico, muy sugerente para conocerse uno mismo y para
entender muchas actitudes propias y ajenas. Pensé entonces escribir un post
sobre lo que más teme el perfeccionista, que es mostrar su fragilidad, sus
imperfecciones y, en consecuencia, sus puntos débiles.
Y ¿por qué escribir sobre
esto? Hoy en día se habla tanto de excelencia, de dar el máximo, de ser el
mejor, incluso desde el punto de vista cristiano, de llegar a ser santo, que
hablar de debilidad, imperfección, parece no sólo políticamente incorrecto, sino
contrario a lo que debería ser la aspiración de cualquier persona y de todo
cristiano, la perfección, la santidad.
Pues bien, espero que nadie
se escandalice por lo que voy a escribir a continuación, pero yo cada vez estoy
más convencido de que hay que dar gracias a Dios por las propias debilidades,
por los propios defectos, incluso por los pecados. ¿Cómo? Sí, has leído bien,
por los propios pecados. Pero, ¿pecar no es malo? Sí. ¿El pecado no nos aparta
de Dios? Sí. ¿Estás diciendo que hay que pecar? ¡No!
Me explico. No pretendo
justificar con esto aquel dicho: “soy humano, me equivoco”, o “errar es humano”.
Claro que el pecado es un mal, por supuesto; y, está claro, que nos aparta de
Dios; y es evidente que el Señor no quiere que pequemos.
Ahora bien, hay un hecho
claro, pecamos, incluso los santos han pecado. Y cuando reconozco esto, puedo
pedir perdón y perdonar; pedir ayuda; ser consciente de mis límites y mis
capacidades. Mientras que si me encierro en mí; si pretendo hacerlo todo con mis
propias fuerzas; si no me dejo ayudar, y no busco la gracia de Dios y la ayuda
de los demás, entonces, convertiré el cristianismo en una carrera de obstáculos
y no en una relación de amor con Cristo.
…en
la medida en que crece nuestra unión con el Señor y se intensifica nuestra
oración, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder
de nuestros medios, de nuestras virtudes, de nuestras capacidades lo que realiza
el Reino de Dios, sino es Dios que obra maravillas a través de nuestra
debilidad, de nuestra insuficiencia a lo encomendado. Debemos, por tanto, tener
la humildad para no confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar,
con la ayuda del Señor, en la viña del Señor, confiándonos en Él como frágiles
‘vasos de barro’ Benedicto XVI audiencia 13 Junio de 2012
Además, ser consciente de las
debilidades me hace humilde. No me fío de mis propias fuerzas. No pienso que por
haber superado una tentación; porque hago tantas horas de oración al día; porque
rezo muchos rosarios; porque soy el que más cosas hace en la parroquia, en casa,
en el trabajo, en la universidad…; porque soy el más comprometido con todo y con
todos, soy santo perdido. “Baja Modesto, que subo yo”, podría decir
alguien.
Reconocer
que soy débil, me ayuda a crecer. Tengo un camino que recorrer, donde puedo
tropezar y me puedo caer, pero porque sé que esto me puede suceder, cuando
suceda, no me asustaré, ni me echaré las manos a la cabeza, ni me dejaré llevar
por la tristeza o la desesperanza. Cuando caiga, me levantaré y comenzaré de
nuevo.
Vivir
así me ayuda a entender que soy vulnerable, y que no puedo ocupar el puesto de
Dios. Hay cosas que se escapan a mis previsiones. Uno no se toma demasiado en
serio. Relativizo los defectos e imperfecciones de los demás, y soy más
compasivo con sus pecados, porque yo también peco, porque soy débil, porque
tengo fragilidades, porque soy como una vasija de barro que, en cualquier
momento, se puede romper, aunque eso no evita que me duela y ponga los medios,
con la ayuda de Dios, para mejorar.
"La excelencia consiste en que cada uno acepte sus
límites…Ciertamente es conveniente agrandar sin cesar el espíritu, el horizonte
o el coraje, pero aplicándose en tareas precisas y en consecuencia modestas,
aceptando las lagunas necesarias y los fallos. Es bueno no hacerse ilusiones
sobre uno mismo, percibir nuestras zonas de sombra, nuestros recovecos más
íntimos, como se haría con una vieja mansión recibida en herencia y fuera poco
sólida." Jean Guitton "Aprender a vivir y pensar"
Andrés Martínez Estéban (sacerdote)
1 comentario:
Creo que es un Don..reconocerse debil y estar agradecido por ver la debilidad..asi se puede combatir...
Soy a veces pura debilidad---y me he condenado tantas veces a mi misma...que tentacion....ada vez que me veo asi doy gracias y el adversario sale huyendo porque no puede resistir que ame mi debilidad..no lo resiste! Me encanta tu entrada....y estoy totalmente de acuerdo contigo..un abrazo
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