Permítanme empezar leyendo dos cartas.
La primera ha sido dirigida al sacerdote que tiene a su cargo nuestro movimiento archidiocesano "Project Rachel"; la segunda la han dirigido a mi persona.
"He deseado dirigirle la presente desde el encuentro que tuve con usted en diciembre último. Un amigo me ha hablado del Project Rachel...; este amigo está muy comprometido en el movimiento anti-aborto, donde ofrece sus servicios.Con la presente deseo darle las gracias. No sé porque es tan difícil expresar el profundo efecto que el encuentro ha tenido en mí. Las palabras no me parecen adecuadas para expresar mi gratitud.
He combatido por mucho tiempo con las consecuencias de mi aborto. Las tentativas hasta ahora realizadas para poner mi ánimo en paz no habían tenido éxito. Lo diferente en esta ocasión ha sido la absoluta y completa toma de conciencia del niño asesinado. Que no era solamente "un pedacito de tejido" o "una bolsa de sangre" que había dejado de existir. Gran parte del dolor que he experimentado en estos años ha sido por este ser humano no nacido, rechazado y desconocido.
De manera que cuando usted me ha dicho: "Puedes darle un nombre a tu niño", algo ha cambiado en mí. No olvidaré nunca esas palabras, porque poco después él se ha vuelto un niño, recuperado del cubo de la basura en el que tan brutalmente había sido arrojado. Gracias por haberlo reconocido, por haberme ayudado a encontrarlo, por haberle restituido la dignidad que yo le había negado. Ahora puedo estar más tranquila conmigo misma, sabiendo que él ha sido levantado de los abismos hasta ser colocado amorosamente en las manos de Dios. Lo he llamado Mateo José. Espero que usted rezará por él.Además, tengo que agradecerle por otra cosa. Gracias por haber representado tan bien a Jesucristo en mí".
He aquí la segunda:"Acabo de fercuentar el servicio "At peace with the Unborn" (En paz con el no-nacido) que ha tenido lugar en nuestra iglesia. Es increíble el sentido de paz que hay ahora en mi corazón. La angustia y el sentimiento de opresión que me han acompañado por muchos años han desaparecido. ¡Se ha tratado de un servicio muy hermoso y muy significativo!Ruego para que este servicio esté al alcance de todas las mujeres que tienen necesidad. Gracias por habernos ofrecido esta ocasión.Le saludo atentamente.Una católica que regresa a casa".Se trata de un resumen sincero y no dramático de un esfuerzo realizado para responder a las múltiples tragedias que son la consecuencia de un aborto. El horror del aborto en sí va más allá del "drama".
Actualmente en los Estados Unidos, a partir de la infame norma establecida por la Corte Suprema Roe v. Wade, de 1973, cada año son eliminados aproximadamente 1'500,000 niños no nacidos. El cálculo total a partir de 1973 es de más de 30'000,000 de niños. La potencia destructora de cada aborto no permite el cálculo en términos de vidas humanas del grande número de madres, padres, hermanos, abortistas y sus asistentes implicados. Solamente muere el niño. La madre y los demás a menudo viven o tratan de vivir debatiéndose entre sentidos de culpa, tormentos, modelos normales de comportamiento transformados en su contrario. Algunos, creyéndose excluidos para siempre de la redención, entran en un círculo vicioso hecho de promiscuidad, embarazos, abortos, y abandono de la fe; si son católicos, no van a la Misa y no reciben los Sacramentos, pues se creen indignos del perdón que se les ha proporcionado en el confesionario.Reconociendo que muchos abortos son el resultado del temor, de la pobreza, o de la incapacidad de encontrar ayuda, el 15 de octubre de 1984, en la Archidiócesis de Nueva York anuncié que toda mujer de cualquier raza o religión, proveniente de cualquier país, encontrándose en espera de un niño podía venir a mí: le aseguraríamos cuidados médicos gratuitos, hospitalización y asistencia legal, además de aconsejarle y ayudarle a tener al niño o permitir que sea adoptado.
He repetido este ofrecimiento muchas veces. Miles de mujeres han respondido; sus niños han sido salvados, sus mismas vidas han quedado relativamente íntegras.Pero este esfuerzo para prevenir los abortos obviamente no es retroactivo. Para las que ya han sufrido a causa de un aborto nosotros ofrecemos el "Project Rachel", nombre tomado del texto del Evangelio: "Raquel llora a sus hijos, y no se quiere consolar, pues ya no existen" (Mt 2, 18). Ellas tienen una profunda necesidad de cuidados.El Projet Rachel es un ministerio de la Oficina Arquidiocesana para la Familia y el Respeto de la Vida. Sacerdotes, siquiatras y sicólogos formados con esta finalidad, proporcionan consejos de tipo individual, espiritual y sicológico, así como también una reconciliación sacramental para las mujeres (esposas y amigas) que han sufrido el drama del aborto.Cada caso es diferente del otro; a veces los sacerdotes y los consultores profesionales trabajan en equipo, a veces individualmente. Las personas llegan al centro enviadas por los sacerdotes de las parroquias, por los directores y consultores de las escuelas superiores y por los capellanes de las universidades.La oficina del Projec Rachel recibe un promedio de 4-6 personas por semana (aproximadamente 250 al año).
De todos modos, la mujer es asignada a un sacerdote o a un consultor profesional para que sea asistida individualmente.Desde que el Project Rachel trabaja, en muchas diócesis de los Estados Unidos miles y miles de mujeres, y a menudo también los que son responsables de sus embarazos y de sus abortos, han encontrado la paz - con frecuencia ese tipo de paz espiritual que nunca habían experimentado antes. Asimismo, ciertamente es casi seguro que no volverán a caer en el futuro.El Project Rachel ha sido llevado a otro nivel a través de un proyecto desarrollado recientemente y que se ha revelado muy gratificante, el proyecto denominado "At Peace With the Unborn".At Peace With the Unborn es un programa elaborado por la Oficina Arquidiocesana para la Familia y el Respeto de la Vida, que ofrece servicios de oración y de reconciliación a nivel regional y municipal, destinados a quienes han sufrido el drama de un aborto. A menudo las madres están acompañadas por los esposos, por los padres y por los amigos, que consideran que han tenido un "papel" en el aborto.En el contexto de las Sagradas Escrituras, de la oración, del testimonio personal y de la confesión sacramental, las personas experimentan la recuperación sicológica y espiritual con Dios, con la Iglesia y consigo mismas. Este programa ha demostrado ser un testimonio real del poder curativo de Cristo y sirve también como fuente de evangelización para quienes han abandonado a la Iglesia después del aborto.Cada año se llevan adelante diez programas regionales de reconciliación.
Aproximadamente 500 mujeres por año gozan de este programa que, desde que ha tenido lugar, en 1989 (las cifras registradas han sido constantes), ha servido a aproximadamente a 3,500 mujeres.Una dimensión especial de At Peace With Unborn es el hecho que este programa de orientación espiritual, ha atraido a un número importante de mujeres que no han pasado por la experiencia del aborto sino que han tenido un aborto natural. Muchos de nosotros ha palpado que un gran número de mujeres ha llevado durante muchos años cicatrices espirituales y emotivas como consecuencia de un aborto. No es raro que estas mujeres crean que un aborto sea un castigo de Dios por un pecado cometido tiempo atrás. Su sentido de culpa es a menudo insoportable, no solamente a causa del pecado cometido o imaginado, sino porque ahora creen que son "responsables" de la muerte de un niño, no obstante hayan deseado desesperadamente que el niño viviese y naciera sano.Antes de concluir, no puedo dejar de referirme a una comunidad religiosa de mujeres fundada recientemente, las "Sisters of Life" (Hermanas de la Vida), como otro instrumento nuestro para ayudar a las mujeres que han sufrido por el aborto para que recojan los pedazos de su existencia destruida. Desde el inicio, el carisma de esta comunidad consiste en la inviolabilidad de la vida humana. Hacen los votos de pobreza, castidad y obediencia, además de un cuarto voto: dedicarse a mantener y acrecentar la vida humana, y de manera particular ocuparse de los niños no nacidos y de sus madres.
Ellas llevan una vida contemplativa y apostólica; mitad de ella la pasan en la oración y la otra mitad en el trabajo, como prolongación de la oración.Las Sisters of Life ya se están ocupando, aunque todavía en pequeña parte, de las mujeres embarazadas, pero nuestro objetivo es el de abrir un centro de acogida más grande para las mujeres en estado interesante que están tentadas de abortar y para las mujeres que ya han sufrido la tragedia de uno o más abortos. Ellas pueden permanencer en el centro de acogida en una atmósfera de oración y de amor hasta el nacimiento del niño o, en el caso de quienes han sufrido un aborto, hasta que no se encuentren nuevamente en grado de poder afrontar el mundo externo.
De este modo las Sister of Life consolidan ya sea el Project Rachel que el programa At Peace With the Unborn, incorporándolos ambos en su vida hecha de oración y de amor.No puedo dejar de subrayar el hecho de que, no obstante la utilidad de estos consejos y estos apoyos de tipo médico, siquiátrico, sicológico o terapéutico (y siendo diplomado en Clínica Sicológica puedo valorar estos esfuerzos), las heridas espirituales de un aborto inciden profundamente. Descritos en una breve ponencia como puede ser la presente, los programas de apoyo para la prevención del aborto y para el periódo que sigue un aborto, parecen más bien esfuerzos organizados mecánica y programáticamente para la reconstrucción social.El problema de cada aborto es que incide profunda e inevitablemente en una persona, que no entra en un esquema o en una categoría. Si de alguna manera ella ha tenido una chispa de fe, de convicción religiosa y de educación moral, se siente apesadumbrada por el sentido de culpa, una culpa que puede ser empujada hacia las profundidades del inconsciente por una fuerza cualquiera, pero que se convierte en un cáncer del alma.La madre que ha asesinado a su hijo, por cualquier motivo o porque estaba desorientada o sometida a presión, tiene una gran necesidad de convencerse, más que cualquier otro en el mundo, de que ha sido perdonada, no por un consultor o por sí misma, sino por Dios. Estas madres deben creer que no obstante ello Dios las ama incluso, en un sentido profundamente misterioso, también en razón de su debilidad. Ellas deben verse junto con María a los pies de la Cruz, uniendo la crucifixión del propio hijo con la del Hijo de María. Ellas deben saber que habiendo compartido esta crucifixión, comparten su perdón y que es a cada una de ellas que El habla cuando grita al Padre: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Deben saber que es a cada una de ellas a quien Él ha prometido desde la Cruz: "Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso".Es esta la esperanza, el objetivo luminoso, la oración ardiente del Project Rachel.
CARDENAL John O'CONNOR Arzobispo de Nueva York,Miembro del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios
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