martes, 24 de febrero de 2015

"NO RENUNCIARON A CRISTO"

Fifi Soleiman hablaba cada día con su padre, Magued Suleiman. “Era la única de mis hermanos que me comunicaba con él a diario. La última vez que hablamos fue el 1 de enero (jueves). Le llamé tres veces. En la última, me dijo que quería hablar con mis hermanos y mi madre, pero yo no estaba en casa y no pudo. El viernes por la mañana me llamó pero no tenía el teléfono cerca... aun espero a que me vuelva a llamar. El sábado de madrugada, entraron mientras dormían y se los llevaron. Les llamaron por su nombre”.

Cuando el ISIS difundió su último vídeo del horror, las lágrimas empezaron a inundar Al Aur, un pueblo campesino de la provincia egipcia de Minia. 

No en vano, 14 de sus habitantes, todos cristianos coptos, aparecían en el film con el infame traje naranja con el que el grupo fundamentalista viste a quien va a ser degollado. Esta vez fue en Libia, país al que tradicionalmente acuden cientos de miles de egipcios como mano de obra. Se gana más dinero y hay más trabajo.

Ihab Saif, de 23 años, volvió a casa para pasar la Navidad una semana antes de que sus compañeros y amigos fuesen secuestrados por la rama libia de ISIS. Llevaba un año y medio trabajando en la construcción, de peón, en la ciudad de Sirte. “No encontré otra manera de ahorrar para poder comprar una casa y formar una familia”, cuenta a El Confidencial a la puerta de la única iglesia de Al Aur mientras los vecinos siguen rezando a sus muertos.

Jornaleros, no siempre cobrando
Como miles de inmigrantes procedentes de toda África, Ihab y sus colegas se reunían cada mañana en un punto concreto de la ciudad esperando a que les viniesen a buscar para trabajar. Algunos días les contrataban, otros no. Algunas jornadas sacaban 50 dinares (32 euros), otras 80. En cualquier caso, mucho más de lo que se gana en Egipto, donde la mayoría de trabajadores no llega a los 100 euros mensuales. 

“Pero a veces los libios para quien trabajábamos no nos pagaban. Decían, ´estáis en Libia y os podemos disparar así que no os vamos a pagar´”, recuerda Ihab.

El 3 de enero empezó la odisea. Militantes del autodenominado Estado Islámico, en expansión en Libia, entraron en el edificio donde se hospedaban las víctimas. Se llevaron a 20 egipcios coptos y a un inmigrante subsahariano de madrugada. Había más gente, pakistaníes y de otras nacionalidades, recuerda Ihab, pero fueron a por los cristianos. En Al Aur, pronto comprendieron la magnitud de la tragedia. 

“Durante los 40 días del secuestro, en el pueblo rezamos y lloramos a Dios para que se mantuvieran cristianos hasta el final. Gracias a Dios, nos escuchó”,  dice el padre Makar, párroco en la iglesia de Santa María.

Fuente: Religion en Libertad

No hay comentarios.: