viernes, 15 de febrero de 2013

VIA CRUCIS

Texto del Via Crucis con los jóvenes en la JMJ Madrid 2011
El texto del Via Crucis de la JMJ ha sido com­puesto por las Hermanas de la Cruz, orden fun­dada por santa Ángela de la Cruz en Sevilla en 1875.




Primera Estación

Última Cena de Jesús con sus discípulos



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Y to­mando pan, des­pués de pro­nun­ciar la ac­ción de gra­cias, lo partió y se lo dio, di­ciendo: «Esto es mi cuerpo, que se en­trega por vo­so­tros; haced esto en me­moria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, di­ciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es de­rra­mada por vo­so­tros» (Lc 22, 19–20).

Jesús, antes de tomar entre sus manos el pan, acoge con amor a todos los que están sen­tados en su mesa. Sin ex­cluir a nin­guno: ni al traidor, ni al que lo va a negar, ni a los que huirán. Los ha ele­gido como nuevo pueblo de Dios. La Iglesia, lla­mada a ser una.

Jesús muere para re­unir a los hijos de Dios dis­persos (Jn 11, 52). «No sólo por ellos ruego, sino tam­bién por los que crean en mí por la pa­labra de ellos, para que todos sean uno» (Jn 17, 20–21). El amor for­ta­lece la unidad. Y les dice: «Que os améis unos a otros» (Jn 13, 34). El amor fiel es hu­milde: «También vo­so­tros de­béis la­varos los pies unos a otros» (Jn 13, 14).

Unidos a la ora­ción de Cristo, oremos para que, en la tierra del Señor, la Iglesia viva unida y en paz, cese toda per­se­cu­ción y dis­cri­mi­na­ción por causa de la fe, y todos los que creen en un único Dios vivan, en jus­ticia, la fra­ter­nidad, hasta que Dios nos con­ceda sen­tarnos en torno a su única mesa.



Segunda Estación

El beso de Judas



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«Y, un­tando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás» (Jn 13, 26).

«Se acercó a Jesús… y le besó. Pero Jesús le con­testó: “Amigo, a qué vienes”» (Mt 26, 49–50).

En la Cena se res­pira un há­lito de mis­terio sa­grado. Cristo está se­reno, pen­sa­tivo, su­friente. Había dicho: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vo­so­tros, antes de pa­decer» (Lc 22, 15). Y ahora, a media voz, deja es­capar su sen­ti­miento más pro­fundo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vo­so­tros me va a en­tregar» (Jn 13, 21).

Judas se siente mal, su am­bi­ción ha cam­biado, a precio de trai­ción, al Dios del Amor por el ídolo del di­nero. Jesús lo mira y él desvía la mi­rada. Le llama la aten­ción ofre­cién­dole pan con salsa. Y le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto» (Jn 13, 27). El co­razón de Judas se había es­tre­chado y se fue a contar su di­nero, para des­pués en­tregar a Jesús con un beso. Y Cristo, al sentir el frío del beso traidor, no se lo re­procha, le dice: Amigo. Si estás sin­tiendo en tu carne el frío de la trai­ción, o el te­rrible su­fri­miento pro­vo­cado por la di­vi­sión entre her­manos y la lucha fra­tri­cida, ¡acude a Jesús!, que, en el beso de Judas, hizo suyas las do­lo­rosas traiciones.


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