miércoles, 3 de marzo de 2010

"YO TE ABSUELVO"


Hace poco conocí a un sacerdote italiano, que vive y trabaja en Paraguay, de nombre Aldo Trento. Sufre de depresiones crónicas. Es párroco de la parroquia de san Rafael, y ha puesto en pie un hospital para enfermos terminales de Sida y cáncer, una granja, un consultorio médico, una escuela, una casa para los niños huérfanos, una cooperativa, un ropero y un servicio de distribución de bienes de primera necesidad. El día que conocí su experiencia y su obra quedé asombrado. ¿Cómo puede un hombre enfermo llevar a cabo toda esta actividad? Hace poco cayó en mis manos un texto donde cuenta el secreto de su esperanza. Creo que en este tiempo de Cuaresma vale la pena leerlo y reflexionarlo.

Mi madre y mi párroco me han enseñado a confesarme cada semana, cosa que hago desde que tengo siete años. No siempre ha sido fácil, sobre todo en estos últimos 20 años en Paraguay, porque en este país es más fácil encontrar una mosca blanca que un confesor. Recuerdo cuántas veces he tenido que hacer cientos de kilómetros para encontrar un sacerdote. Pero esto nunca ha sido un obstáculo tan grande como para impedir mi deseo de escuchar estas palabras: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Mi vida en estos últimos 20 años de misión ha tenido todo tipo de dificultad, dramas, depresiones, pero lo que me ha salvado y continúa salvándome cada día es este sacramento.


He experimentado diariamente que no han sido los especialistas de la medicina quienes me han mantenido en pie, ni los psicofármacos, sino el sentirme abrazado por la ternura de Dios que se hace presente en la reconciliación. ¡Qué tristeza, hemos abandonado la confesión y el confesionario y nos hemos puesto en las manos de los psicólogos, con el único resultado que el número de deprimidos y de enfermos mentales está en continuo aumento! ¿Quién puede devolverme el sentido de la vida, su significado último, sino la experiencia del encuentro con un hombre que tiene el poder –él, pecador y limitado como todos nosotros- de pronunciar las palabras más hermosas del mundo: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»? Son palabras divinas que se han hecho humanas, hasta el punto de que, después de haberlas escuchado, mientras el sacerdote traza sobre la cabeza del penitente la señal de la cruz, uno no depende más de lo que ha cometido, aunque sea el peor de los delitos, porque es una creatura nueva, relacionada con el Infinito.

Por desgracia, incluso entre los pastores y los laicos comprometidos, la confesión se ha convertido en la cenicienta de la vida. ¿Cómo podemos entonces pensar en una vida nueva, en la civilización del amor? No hay posibilidad de relación humana, de amistad, de matrimonio, si no volvemos a vivir sistemáticamente la confesión como sacramento.


Sin este sencillo acto, la desesperación, en el pozo de la depresión, me habría tragado vivo. Los médicos son fundamentales, es verdad, pero si carecen de esta perspectiva humana no hacen otra cosa que llenar al que sufre de pastillas y de preguntas. La fe y la razón deben caminar una al lado de la otra. De lo contrario el hombre está condenado a la desesperación, y no hay nada peor que perder el sentido de las cosas y la alegría de vivir.

De "Abrazados a la Verdad"

1 comentario:

Angelo dijo...

Como conocí la noticia ayer. Hoy lo he puesto en nuestra oración por lo sacerdotes. Creo es necesario que en este año se sepan todas las viviencias y dificultades que estos elegidos sufren. Nuestros sacerdotes deberían estar supermimados por todos nosotros. La dignidad que les envuelve es de Dios. Gracias por trarerlo a vuestro blog. Un abrazo