Hoy es viernes de dolores, pórtico de la Semana Santa. Traemos a nuestro blog, el pregón que Juan Velarde ha pronunciado en Madrid.
Pregón de Semana Santa de Madrid: Oportunidad de una meditación ante la Cruz
La Pasión hoy, en los pobres
«Al eliminar los valores cristianos, incluso al comenzar a contestarlos, se crea una sociedad que, por fuerza, se arruina; y en esa ruina, los golpes que reciben muchísimas gentes -los parados, los inmigrantes, los empresarios expulsados de la actividad, los viejos- son cada vez más fuertes». Lo dijo el pasado lunes, entre otras muchas cosas, el economista, catedrático y académico don Juan Velarde, pregonero de la Semana Santa de Madrid de este año. He aquí sus párrafos más destacados:
Un momento del Pregón del profesor Velarde, en la catedral de la Almudena
Una vez más, como ha sucedido desde el siglo XIX, en la aparente católica España se ha producido una aguda separación de la Iglesia, de forma militante además, e incluso agresiva, de un conjunto significativo de la opinión pública. ¿Necesito recordar aquella matanza de frailes, que acompañó al Gobierno Martínez de la Rosa en junio de 1834; o, en 1931, la quema de conventos e iglesias; o, a partir de 1936, una persecución sangrienta que ha creado la Gloria para innumerables mártires? En estos momentos, vuelven a renacer talantes emparentados. Eso, que es algo culturalmente un fósil, intenta asentarse en el 2010 entre nosotros.La pasión de Jesús fue provocada por hombres concretos que, sencillamente, antepusieron sus pasiones a la obligación de atender al Justo. Eso se reproduce una y otra vez, porque esa imagen de Cristo es la del pobre, el angustiado, el desvalido, el desorientado, quien experimenta, una y otra vez, las consecuencias de las medidas que hombres concretos adoptan, derivadas de la búsqueda de realidades que se decide que sean las favorables para sus pasiones concretas. La Pasión de Jesús se reproduce en multitud de pasiones que sufren esos pobres, angustiados, desvalidos. En España, existen cerca de cinco millones de desempleados que, por eso, pasan a vivir en medio de agobios incesantes. Multitud de empresarios, más de trescientos mil, grandes y pequeños, se ven impulsados a la ruina, con la secuela del abandono de multitud de proyectos vitales. Las cohortes de familias desconcertadas constituyen un conjunto realmente sobrecogedor...
El aplauso para los Caifás
Pero, esto ¿no se dice que está causado por acontecimientos normales de la dinámica de la economía, ocurridos mucho más allá de nuestras fronteras? Nada de eso. Los Caifás, los Pilato, los Herodes, y los sayones y centuriones, están, desde hace mucho, dentro de nuestra sociedad, recibiendo una y otra vez, si no el aplauso sistemático, al menos la reverencia y la asunción de sus deseos.Una sociedad opulenta y masificada puede parecer muy agradable a todos. Por eso, a corto plazo, más de un político tiene una tentación clara: allanar el camino para que eso se consiga y se consolide. En España, somos testigos y lo percibimos a poco que busquemos algunos datos en nuestra memoria. Sin ir más lejos: Tener hijos siempre es una carga. Pues no los tengamos... Quienes han empujado a esta situación desde un planteamiento ideológico, al predicar las bienandanzas de la carencia de esfuerzos, de las maldades de la cultura cristiana como opio del pueblo, incluso ridiculizar las exigencias de la Iglesia contra la molicie y sus condenas de los pecados capitales, no han encontrado otro camino, para intentar afianzar sus ideas, que aumentar el gasto público.
¡Líbranos del mal!
Al eliminar los valores cristianos, incluso al comenzar a contestarlos, se crea una sociedad que, por fuerza, se arruina, y en esa ruina, los golpes que reciben muchísimas gentes -los parados, los inmigrantes, los empresarios expulsados de la actividad, los viejos- son cada vez más fuertes. En este duro Viernes Santo que nos espera y se hace cada vez más agobiador -como ocurría en aquella escalofriante interrogación de Jesús en la Cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?-, ¿qué debemos hacer? La contestación la tenemos de la mano del actual Pontífice, quien escribió esto en su Jesús de Nazaret, al glosar la última petición del Padrenuestro: ¡Y líbranos del mal! Dice Benedicto XVI: «Por eso pedimos, desde lo más hondo, que no se nos arranque la fe que nos permite ver a Dios, que nos une a Cristo. Pedimos que, por los bienes, no perdamos el Bien mismo; y que tampoco, en la pérdida de bienes, se pierda para nosotros el Bien, Dios; que no nos perdamos nosotros: ¡líbranos del mal!»Es preciso conseguir que la Resurrección llegue después de la Pasión para esa España que definía así mi maestro en muchas cosas, Pedro Laín Entralgo. Lo tomo de su artículo Ideales y utopías, aparecido en Ya, en 1955: «Una España ideal..., en que, bajo la suprema y consoladora presidencia de la verdad de Cristo, fielmente aceptada por los más, íntimamente respetada por todos, convivan de manera eficaz y amistosa, el pensamiento de santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado, la herencia de san Ignacio y la estimación de cuanto estimable hay en Unamuno, el espíritu de Menéndez Pelayo y el de Ramón y Cajal. Y llegarán todos ellos a convivir eficaz y amistosamente, no porque sus herederos canten una y otra vez la eminencia del maestro o reciten en el aula sus palabras con aspaviento rendido y beato..., sino cuando su obra sea conocida y discutida con la sana e íntima libertad de los hijos de Dios veritatem facientes in caritate.
Juan Velarde
La Pasión hoy, en los pobres
«Al eliminar los valores cristianos, incluso al comenzar a contestarlos, se crea una sociedad que, por fuerza, se arruina; y en esa ruina, los golpes que reciben muchísimas gentes -los parados, los inmigrantes, los empresarios expulsados de la actividad, los viejos- son cada vez más fuertes». Lo dijo el pasado lunes, entre otras muchas cosas, el economista, catedrático y académico don Juan Velarde, pregonero de la Semana Santa de Madrid de este año. He aquí sus párrafos más destacados:
Un momento del Pregón del profesor Velarde, en la catedral de la Almudena
Una vez más, como ha sucedido desde el siglo XIX, en la aparente católica España se ha producido una aguda separación de la Iglesia, de forma militante además, e incluso agresiva, de un conjunto significativo de la opinión pública. ¿Necesito recordar aquella matanza de frailes, que acompañó al Gobierno Martínez de la Rosa en junio de 1834; o, en 1931, la quema de conventos e iglesias; o, a partir de 1936, una persecución sangrienta que ha creado la Gloria para innumerables mártires? En estos momentos, vuelven a renacer talantes emparentados. Eso, que es algo culturalmente un fósil, intenta asentarse en el 2010 entre nosotros.La pasión de Jesús fue provocada por hombres concretos que, sencillamente, antepusieron sus pasiones a la obligación de atender al Justo. Eso se reproduce una y otra vez, porque esa imagen de Cristo es la del pobre, el angustiado, el desvalido, el desorientado, quien experimenta, una y otra vez, las consecuencias de las medidas que hombres concretos adoptan, derivadas de la búsqueda de realidades que se decide que sean las favorables para sus pasiones concretas. La Pasión de Jesús se reproduce en multitud de pasiones que sufren esos pobres, angustiados, desvalidos. En España, existen cerca de cinco millones de desempleados que, por eso, pasan a vivir en medio de agobios incesantes. Multitud de empresarios, más de trescientos mil, grandes y pequeños, se ven impulsados a la ruina, con la secuela del abandono de multitud de proyectos vitales. Las cohortes de familias desconcertadas constituyen un conjunto realmente sobrecogedor...
El aplauso para los Caifás
Pero, esto ¿no se dice que está causado por acontecimientos normales de la dinámica de la economía, ocurridos mucho más allá de nuestras fronteras? Nada de eso. Los Caifás, los Pilato, los Herodes, y los sayones y centuriones, están, desde hace mucho, dentro de nuestra sociedad, recibiendo una y otra vez, si no el aplauso sistemático, al menos la reverencia y la asunción de sus deseos.Una sociedad opulenta y masificada puede parecer muy agradable a todos. Por eso, a corto plazo, más de un político tiene una tentación clara: allanar el camino para que eso se consiga y se consolide. En España, somos testigos y lo percibimos a poco que busquemos algunos datos en nuestra memoria. Sin ir más lejos: Tener hijos siempre es una carga. Pues no los tengamos... Quienes han empujado a esta situación desde un planteamiento ideológico, al predicar las bienandanzas de la carencia de esfuerzos, de las maldades de la cultura cristiana como opio del pueblo, incluso ridiculizar las exigencias de la Iglesia contra la molicie y sus condenas de los pecados capitales, no han encontrado otro camino, para intentar afianzar sus ideas, que aumentar el gasto público.
¡Líbranos del mal!
Al eliminar los valores cristianos, incluso al comenzar a contestarlos, se crea una sociedad que, por fuerza, se arruina, y en esa ruina, los golpes que reciben muchísimas gentes -los parados, los inmigrantes, los empresarios expulsados de la actividad, los viejos- son cada vez más fuertes. En este duro Viernes Santo que nos espera y se hace cada vez más agobiador -como ocurría en aquella escalofriante interrogación de Jesús en la Cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?-, ¿qué debemos hacer? La contestación la tenemos de la mano del actual Pontífice, quien escribió esto en su Jesús de Nazaret, al glosar la última petición del Padrenuestro: ¡Y líbranos del mal! Dice Benedicto XVI: «Por eso pedimos, desde lo más hondo, que no se nos arranque la fe que nos permite ver a Dios, que nos une a Cristo. Pedimos que, por los bienes, no perdamos el Bien mismo; y que tampoco, en la pérdida de bienes, se pierda para nosotros el Bien, Dios; que no nos perdamos nosotros: ¡líbranos del mal!»Es preciso conseguir que la Resurrección llegue después de la Pasión para esa España que definía así mi maestro en muchas cosas, Pedro Laín Entralgo. Lo tomo de su artículo Ideales y utopías, aparecido en Ya, en 1955: «Una España ideal..., en que, bajo la suprema y consoladora presidencia de la verdad de Cristo, fielmente aceptada por los más, íntimamente respetada por todos, convivan de manera eficaz y amistosa, el pensamiento de santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado, la herencia de san Ignacio y la estimación de cuanto estimable hay en Unamuno, el espíritu de Menéndez Pelayo y el de Ramón y Cajal. Y llegarán todos ellos a convivir eficaz y amistosamente, no porque sus herederos canten una y otra vez la eminencia del maestro o reciten en el aula sus palabras con aspaviento rendido y beato..., sino cuando su obra sea conocida y discutida con la sana e íntima libertad de los hijos de Dios veritatem facientes in caritate.
Juan Velarde
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