Dicen que un día dijo Dios al sabio asceta S. Jerónimo: «Hay algo que no me has dado Jerónimo». Esto sorprendió al santo que le dijo: «Te lo he dado todo Señor: mi inteligencia, mis oraciones, mis penitencias, la renuncia a cargos...¿Qué más puedo darte que no te haya dado?» «Dame tus pecados, Jerónimo». Dios le quería a el, con sus fuerzas y debilidades. De algo parecido nos habla la leyenda india de Prakash.
Prakash era un hombre santo y estaba orgulloso de serlo. Por eso se alegró mucho cuando Dios le prometió en un sueño que le vería y abrazaría en la montaña, lejos de todos y de todo.
Al día siguiente Prakash comenzó a pensar impaciente para sí mismo qué presente podría ofrecerle a Dios.-«Ya lo sé -pensó-. Le llevaré mi hermoso jarrón nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo».
-«Sí», pensó al final, «le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará él de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios, buenas obras...».
Durante las semanas siguientes anotó cada oración y buena obra colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando estuviera lleno a rebosar lo subiría a la montaña y se lo ofrecería a Dios.
Finalmente, con su precioso jarrón lleno hasta los bordes de piedrecitas, Prakash se puso en camino hacia la montaña. Jadeante, llegó trémulo de ilusión a la cumbre. Pero, ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio. Lleno de desesperación, el santo hombre se echó al suelo y rompió a llorar. Entonces, de repente, oyó una voz que descendía de las nubes:
-«¿Quién está ahí abajo? ¿Eres tú, Prakash? No te veo. ¿Qué has puesto entre nosotros?». -«Sí, Señor. Soy yo. Soy yo, Prakash. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para ti».
-¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista. Arrójalo lejos. Vuélcalo.
Prakash apenas podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?
-«No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenado de mis... ».
-«Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte, Prakash. Te quiero a ti».
Prakash era un hombre santo y estaba orgulloso de serlo. Por eso se alegró mucho cuando Dios le prometió en un sueño que le vería y abrazaría en la montaña, lejos de todos y de todo.
Al día siguiente Prakash comenzó a pensar impaciente para sí mismo qué presente podría ofrecerle a Dios.-«Ya lo sé -pensó-. Le llevaré mi hermoso jarrón nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo».
-«Sí», pensó al final, «le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará él de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios, buenas obras...».
Durante las semanas siguientes anotó cada oración y buena obra colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando estuviera lleno a rebosar lo subiría a la montaña y se lo ofrecería a Dios.
Finalmente, con su precioso jarrón lleno hasta los bordes de piedrecitas, Prakash se puso en camino hacia la montaña. Jadeante, llegó trémulo de ilusión a la cumbre. Pero, ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio. Lleno de desesperación, el santo hombre se echó al suelo y rompió a llorar. Entonces, de repente, oyó una voz que descendía de las nubes:
-«¿Quién está ahí abajo? ¿Eres tú, Prakash? No te veo. ¿Qué has puesto entre nosotros?». -«Sí, Señor. Soy yo. Soy yo, Prakash. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para ti».
-¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista. Arrójalo lejos. Vuélcalo.
Prakash apenas podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?
-«No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenado de mis... ».
-«Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte, Prakash. Te quiero a ti».
1 comentario:
¿No le pasó algo parecido a Naamán con Eliseo?
Un saludo.
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