jueves, 25 de febrero de 2010

HACE VEINTICUATRO AÑOS


El 15 de diciembre de 1999 Juan Pablo II llamó al cardenal vietnamita F.X.Nguyen van Thuan para predicar los ejercicios espirituales a la Curia Romana.
Mirándole intensamente le dijo: -¿Tiene usted en la mente algún tema?». -Santo Padre, no sé qué decir, estoy sorprendido. ¿Podría hablar, quizá, de la esperanza?
-¡Traiga su testimonio!». Confuso y conmovido, volvió a casa y entró la capilla: «Jesús, ¿qué tengo que hacer? No estoy acostumbrado a hablar con abundancia de ciencia y de teología. Tú sabes que soy un ex-presidiario».
Decidió hablar tal como le había dicho el Papa: ¡Con humildad, con sencillez! Como los asiáticos que no razonan mediante conceptos, sino que narran una historia, una parábola; y la conclusión resulta clara. Así lo hicieron Confucio, Buda y Gandhi. Y así habló Jesús.
Comparó esos ejercicios a una comida vietnamita. Trataría de hacerla lo mejor que pudiera. Pero el pobre cocinero sabía que no puede hacer absolutamente nada sin el fuego: el Espíritu Santo. El menú «esperanza» lo preparó un ex-presidiario que se hallaba en una situación desesperada, más que desesperada: lo creyeron muerto. El pueblo ofreció por él muchos réquiem. Pero Dios sabe escribir derecho en renglones torcidos. Y estas misas por un difunto le habían traído muchos años de vida. Cuando clausuró los ejercicios dijo:
«Hace exactamente 24 años, el 18 de marzo de 1976, víspera de la fiesta de San José, me sacaron de la residencia forzosa de Cay Vong para ser sometido a un duro aislamiento en la prisión de Phu-Khanh.
Hace 24 años no habría imaginado nunca que un día, justamente en esta fecha, concluiría la predicación de los ejercicios espirituales en el Vaticano.
Hace 24 años, cuando celebraba la misa don tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, no me habría esperado que el Santo Padre hoy me regalara un cáliz dorado.
Hace 24 años nunca habría pensado que hoy, fiesta de San José de 2000, mi sucesor consagraría, precisamente en el lugar donde viví en arresto domiciliario, la iglesia más bella dedicada a san José en Vietnam.
Hace 24 años no habría esperado nunca poder recibir hoy de un cardenal una suma consistente para los pobres de aquella parroquia. ¡Dios es grande, y grande es su Amor! »

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