viernes, 12 de junio de 2015

UN SANTO DE 28 SEMANAS

Un santo de 28 semanas

Juan Pablo nació con 28 semanas y «ha estado al borde de la muerte en 3 o 4 ocasiones». Lleva el nombre del santo polaco «para amarrar». Un padre no está preparado para escuchar que su hijo va a morir. Las fuerzas para resistir «las sacamos de la oración»

«Cuando Juan Pablo nació, los médicos no le daban ni 24 horas de vida». Al oír la noticia, un escalofrío recorrió los cuerpos de José y Mireya, sus padres. A pesar del shock inicial, rápidamente «hablé con el capellán del hospital para ver si era posible que lo bautizaran, de urgencia, ese mismo día», cuenta José. Lo más probable es que Juan Pablo no llegara al día siguiente. «Asistí a un bautizo exprés, en la UCI neonatal del Hospital 12 de Octubre, con mi suegra, porque mi mujer estaba todavía convaleciente. Fue uno de esos momentos entre duros y bonitos, en los que, por lo menos, dices: Juan Pablo, santo ya es».
No fue la única vez que los médicos le dijeron a estos padres que la muerte de su hijo era inminente. «Juan Pablo ha estado al borde de la muerte en 3 o 4 ocasiones». Pero, gracias a Dios y a los médicos, está saliendo adelante. Aunque ellos prefieren no hacer planes de futuro. «Con Juan Pablo hemos aprendido a vivir al día. Cada mañana volvemos a empezar y no sabemos lo que nos deparará la jornada», explica José.


Cesárea de urgencia

Todo empezó cuando Mireya se quedó embarazada de su tercer hijo. Varios sangrados la postraron en cama, para que el niño tuviera una oportunidad. Después de 28 semanas, aquella mañana, José fue a trabajar como cualquier otro día. Pero su vida cambió al recibir la llamada del hospital. «Cuando a mi mujer la metieron en el quirófano yo estaba trabajando. Dejé todo, salí corriendo hacia el hospital y me quedé esperando. No vi cómo metían a mi mujer, ni sabía si mi hijo iba a nacer con vida». Juan Pablo nació con 28 semanas, 1,180 kilos y muchas oraciones a sus espaldas.
«Le tuvieron que intubar nada más nacer. Tenía muchos órganos todavía sin formar». Se pasó los siguientes 8 meses en el 12 de Octubre, 6 en la UCI y otros 2 más en planta. Durante todo ese tiempo, le tuvieron que intervenir varias veces por diferentes complicaciones. Por ejemplo, «tuvo peritonitis en el intestino. Le tuvieron que operar de urgencia. Ésa fue la primera ocasión en la que nos dijeron que Juan Pablo, casi con total seguridad, iba a morir», relata José.


Tan pequeño y tanto sufrimiento

Un padre no está preparado para escuchar que su hijo va a morir. Las fuerzas para resistir «las sacamos de la oración. Pasamos nuestro sufrimiento junto al Señor. Y es mucha la gente que nos acompaña con sus rezos». José y Mireya pidieron oraciones a su familia y amigos cercanos, «y ellos, a su vez, a sus amigos. La oración se fue difundiendo rápidamente como un virus, en el buen sentido, que se va propagando».


No es en balde

Fruto de esa oración, a José se le vino una frase de san Josemaría Escrivá a la cabeza: «Si el dolor acompaña a la criatura, ¿qué es sino necedad el desperdiciarlo?» Fue entonces cuando Mireya y José comenzaron a ofrecer el sufrimiento de su hijo, «en primer lugar por su curación. Pero en el día a día de Juan Pablo eran mil las circunstancias diarias que podíamos ofrecer y empezamos, también, a pedir por nuestra familia y amigos. Hemos tenido muy presentes a los cristianos perseguidos, o al Papa Francisco», asegura José. Han rezado por muchas cosas porque han sufrido mucho.


Un intercesor en el cielo

Otro de los Papas que ha estado muy presente es san Juan Pablo II. Una estampa del Papa santo coronaba la habitación del hospital de Juan Pablo, al que le pusieron el nombre Para amarrar, asegura José. «Le tenemos mucha devoción. Le rezamos una oración todos los días». Y el santo, desde el cielo, ha devuelto las oraciones en forma de casualidades. Un ejemplo es la historia de su última operación, un trasplante de hígado, programado para febrero de este año. El día de la operación, Juan Pablo se puso malo y no se le pudo intervenir. Se tuvo que retrasar hasta en dos ocasiones. La operación se volvió a fijar para el 27 de abril, aniversario de la canonización de san Juan Pablo II. Aquel día sí se pudo operar a Juan Pablo. Se le trasplantó el hígado donado por su propio padre, que ha atendido aAlfa y Omega todavía convaleciente y con una cicatriz desde el esternón hasta el ombligo. Porque esta historia todavía se sigue escribiendo.


José Calderero @jcalderero


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