jueves, 18 de junio de 2015

"BASTA DE ABORTOS". EL GINECÓLOGO SE CONVIERTE

Ha sido la noticia que ha hecho más ruido, durante el anuncio del próximo Jubileo de la misericordia: la facultad concedida, por vía extraordinaria, por el Papa a algunos sacerdotes que serán enviados a las diócesis para confesar y perdonar a las personas que han abortado, y al personal médico que ha consentido ese crimen.

A raíz de esta noticia, es de gran actualidad la historia del doctor Antonio Oriente, 61 años, un ex ginecólogo abortista italiano que, convertido, se ha puesto totalmente al servicio de la vida. Dirigente medico ginecólogo de un consultorio de la Agencia sanitaria provincial de Messina (Sicilia), durante muchos años vivió su día a día practicando abortos rutinarios.

- ¿Qué piensa de la “buena noticia” del papa Francisco?

La decisión del papa Francisco nos recuerda el pasaje del Evangelio de Lucas, donde Jesús dice a los discípulos: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados”. Los efectos que, en mi opinión, se verán en seguida, de la decisión del Papa no podrán ser más que positivos, y harán crecer en las personas (médicos, mujeres, etc.) en la conciencia de ser perdonados y de deber, a continuación, perdonar y no juzgar.

- Usted vivió en su propia piel todo esto. ¿Qué sintió al recibir el perdón por los abortos que había realizado durante su carrera?

Cuando tuve la certeza, gracias a mi obispo, de haber sido perdonado y no juzgado, recibí un nuevo impulso en mi postura profesional.

- ¿Qué ha cambiado para usted?

Comprendí que las mujeres que habían abortado, los sufrientes en general, no eran sólo cuerpos que curar, sino personas a las que cuidar. Empezó así para mi una nueva forma de ser cristiano y médico, al servicio de Dios y los hermanos.

- Si pudiera decir algo al Papa…

Le diría: ¡gracias por esta decisión que liberará a tantas mujeres y médicos de las cadenas que les mantienen atados a un pasado de sufrimiento! A nosotros ahora nos toca la tarea de seguir las enseñanzas de Jesús y el Magisterio de la Iglesia. Para que se pueda decir a los hermanos y hermanas: “No temas, Dios te ha perdonado, también nosotros te perdonamos, ve y no peques más”.

- Doctor Oriente, ¿podemos recapitular para los lectores de Credere su singular historia? Usted colaboraba con un Centro para diagnosticar y curar la infertilidad, y hacía nacer a muchos niños. Y sin embargo, con las mismas manos, mataba a tantos fetos. ¿Cuándo y por qué su carrera cambió radicalmente de dirección?

Vea, mi mujer, pediatra, adoraba y cuidaba a los niños, pero no conseguíamos tener hijos propios, y ella lo sufría terriblemente. Una tarde como tantas (en los primeros meses del 1986), me había encerrado en mi estudio, la cabeza entre las manos, preguntándome de qué servía tener títulos, especializaciones, una carrera sólida, la estima de la gente, si después al volver a casa no era capaz de regalar una sonrisa a mi mujer.

De repente, dos personas a las que seguía desde hacía tiempo por infertilidad, viendo las luces encendidas en el estudio, temieron que me encontrara mal e, irrumpiendo en el estudio, me encontraron llorando. Ante ellos, tuve el valor de confiarme.

- ¿Qué le dijeron?

“Doctor, nosotros no tenemos una solución a su problema. Pero podemos presentarle a una persona especial que puede dar un sentido a lo que está viviendo: Jesucristo”. Eran hermanos que se acercaban tímidamente a un camino de conversión gracias a un movimiento eclesial, la Renovación en el Espíritu, al que yo, al principio incrédulo pero lleno de curiosidad, me acerqué a pequeños pasos.

Una tarde en la iglesia empecé a reflexionar: “¿Cómo puedo yo pedir un hijo al Señor, cuando mato los de los demás?”. Lleno de un repentino fervor, volví a casa y escribí en una hoja de papel: “Nunca más muerte, hasta la muerte”. Y desde entonces comencé a vivir de modo distinto mi ser hombre y médico”.

- ¿Y después, qué sucedió?

Después de esta decisión, un día al volver a casa – era el mes de mayo del mismo año – encontré a mi mujer Maria Carmela que estaba vomitando. Pensé en un malestar pasajero, pero en los días siguientes la situación no mejoraba. Y al hacer un análisis de sangre, se descubrió porqué: ¡estaba esperando un niño! Después de 8 meses nació Domenico y, al poco, llegó Luigi.

- Podemos sólo imaginar su alegría y la de su mujer…

Primero, la incredulidad, y por tanto la búsqueda frenética de qué podía haber pasado desde el punto de vista científico y, sucesivamente, al no encontrar una explicación plausible, la convicción de que en mi historia personal y familiar había intervenido con fuerza Jesús.

Deseoso entonces de un renacimiento interior completo, decidí cortar claramente los puentes con el pasado, y cualificar cada vez más mi vida humana y profesional. Seguía, sin embargo, quedando un vínculo con el pasado (el instrumental quirúrgico con el que había matado a tantos niños); decidí entonces separarme de ellos entregándolos al Papa. Esto fue imposible durante años; lo intenté con Juan Pablo II y con Benedicto XVI, pero sin resultado.

La oportunidad se me dio el 20 de septiembre de 2013, durante la audiencia de Francisco con los médicos católicos de la Mater Care International. El Papa Bergoglio, en esa ocasión que yo diría milagrosa, me acogió, puso sus manos sobre mi cabeza y me bendijo, y me confirmó en el mandato de evangelización pro-vida; me prometió también que rezaría con esos “hierros”.

Por Patrizia Carollo

1 comentario:

gosspi dijo...

Va poco a poco...el Señor abre los caminos..poco a poco...sin prisas pero sin pausas. Gozo cuando veo las conversiones..y mucho mas de estos ginecologos que se han dedicado a matar a tanta gente...uffff una Alegria! Como responde el Señor siempre ante el arrepentimiento..que Generosidad la suya...