domingo, 7 de junio de 2015

LAS TORTURAS NO DOBLEGARON SU FE

El Papa Francisco tuvo ayer en su viaje a Bosnia un encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús en Sarajevo, durante su visita apostólica a Bosnia-Herzegovina. Un sacerdote y dos religiosos compartieron con el Santo padre su testimonio de fidelidad a Cristo y a la Iglesia Católica en medio de la persecución a los cristianos, durante la guerra en la década de 1990.
Bosnia-Herzegovina sufrió a inicios de la década de 1990 una cruenta guerra, que acabó con más de 97 mil vidas y ocasionó cerca de dos millones de desplazados. Los enfrentamientos tuvieron un motivo principalmente étnico y religioso, entre bosnios (musulmanes), serbios (cristianos ortodoxos) y croatas (católicos).
Los testimonios conmovieron tanto al Papa Francisco que decidió improvisar su discurso, dejando de lado el que había preparado con anterioridad.
El primer testimonio que escuchó el Papa Francisco fue el del P. Zvominir. En el año 1992 fue designado como párroco y se hizo cargo de una comunidad de 50 fieles.
Para entonces ya había estallado la guerra en Bosnia-Herzegovina. Aunque muchos le sugirieron escapar, el P.Zvominir se negó porque no quería dejar a sus parroquianos a merced del peligro. Lo mismo hicieron todos los sacerdotes de la diócesis. Ocho de ellos fueron asesinados.
“En la Misa del Domingo de Ramos fui capturado. Me golpearon hasta hacerme perder el conocimiento y trataron de hacerme confesar de que por ser sacerdote era un criminal de guerra, y que todos los demás sacerdotes también lo eran y que nosotros educábamos criminales”.
El presbítero fue torturado por los soldados y recordó que las cadenas le ocasionaron heridas, cuyas marcas todavía conserva, y que a causa de las torturas su salud se debilitó, y fue enviado a un hospital para dejarlo morir. Sin embargo, sobrevivió y fue designado por su Obispo como misionero de guerra.
Debido a las heridas de la guerra sufre de esclerosis múltiple, pero “como dice San Pablo, me glorío de mi debilidad porque mi fuerza está en Cristo”, dijo el sacerdote.
Fray Jozo fue el segundo en contar su experiencia durante la guerra. El 14 de mayo de 1992 la policía irrumpió en la casa parroquial y se lo llevaron al campo de concentración,  junto con muchos de sus parroquianos. El fraile comentó que los soldados dejaron muchas casas destruidas.
“Estuve cuatro meses en el campo de concentración. El tiempo transcurrido en un lugar así no se cuenta por meses sino por días, horas y segundos. Los días eran muy largos porque estaban llenos de incertidumbre y miedo.  Esos 120 días fueron como 120 años o más. Sufrimos tratos inhumanos, hambre y frío. Tampoco teníamos con qué lavarnos”.
Fray Jozo narró que fue golpeado y torturado con diversos instrumentos. “Estoy seguro que ningún puede soportar todos estos sufrimientos sin la ayuda de Dios. Solo la fe y la esperanza nos daban la fuerza para empezar cada día. También la oración fue mi sostén”.
El fraile confesó que un día pidió a los soldados que lo maten porque ya no podía soportar más torturas. Pero ellos le respondieron: “No morirás tan fácilmente”. Desde ese momento se aferró a la vida y conservaba la esperanza de que podría dar testimonio de los horrores de la guerra.
El tercer testimonio que escuchó el Papa Francisco fue el de Sor Ljubica, de la congregación Hijas de la Divina Caridad.
Ella relató que durante la fiesta de Santa Teresa de Ávila, el 15 de octubre de 1993, los militares ingresaron a la casa donde se encontraba y la apresaron. Cuando llegó al camión, notó que había un grupo de ciudadanos no cristianos que apoyaban la detención de los religiosos.
En el camión encontró a un párroco que estaba enfermo y a tres laicos que trabajaban en Cáritas. Les vendaron los ojos a todos los prisioneros y los llevaron al cuartel.
“Me encerraron en una habitación, me quitaron la venda de los ojos y los soldados confiscaron nuestros objetos personales. Lo único que tenía era mirosario. Los militares obligaron al padre a pisarlo. Él se rehusó. Entonces uno de ellos sacó una espada y lo amenazó con matarme. El sacerdote dijo: ‘Déjenme morir pero, por el amor de Dios, no pisen nuestro objeto sagrado’”.
La religiosa narró que todos los detenidos fueron sometidos a un interrogatorio y que esa noche fueron torturados. Uno de los soldados les dijo: “Ustedes no tienen padre o madre. Vean mi ametralladora. Este es mi padre, mi madre, mi mujer y mi hijo”.
Los prisioneros fueron humillados por los soldados, quienes le decían palabras obscenas y los golpeaban. En medio de los tormentos, el párroco les decía: “No tengan miedo, ya le he dado la absolución. Ahora estén dispuestos a morir en paz”.
Los soldados apuntaron a Sor Ljubica en la frente con un fusil y le dijeron que se convierta al Islam. Pero ella se negó.
Los tres religiosos concluyeron sus testimonios agradeciendo a Dios por las experiencias vividas y que perdonan de todo corazón a sus perseguidores. “El perdón crea el espacio en el corazón del hombre para la venida de Dios y nos ayuda a reconocerlo en cada hermano y hermana”, manifestó Fray Jozo. Asimismo, agradecieron la visita del Papa Francisco a Sarajevo.

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