miércoles, 18 de agosto de 2010

UNA MADRE DE FAMILIA, CAMINO DE LOS ALTARES


Amparo Portilla Crespo nació en Valencia el 26 de Mayo de 1925, siendo la mayor de cuatro hermanos. A la edad de 12 años, la muerte de su padre en la guerra civil, le hace madurar anticipadamente y aceptar la vida austera que dicha pérdida supuso.

Estudió bachillerato en el colegio del Sagrado Corazón de Godella (Valencia), donde el 25 de Mayo de 1943 le fue impuesta la medalla de Hija de María, eligiendo como lema "Aparta Madre de mí, lo que me aparte de Tí", al que fue delicadamente fiel durante toda su vida.
Siempre mantuvo gran cariño y relación con las Religiosas a quienes estaba muy agradecida por el afecto y formación que le habían dado. Mayo -mes de la Virgen- estuvo muy vinculado a ella, en él nació, fue bautizada, hizo la Primera Comunión, celebraba su santo y en él falleció.

Estudió Magisterio y Puericultura. Participó e impulsó la catequesis en la Parroquia de la Santa Cruz, barriada humilde de Valencia, mostrando su predilección por los niños marginados por la pobreza.

Se fue a vivir a Madrid en 1950 tras casarse con Federico Romero. Fue un matrimonio enamorado y feliz del que nacieron once hijos. Dedicada a su familia, madre cariñosa, paciente y abnegada, trabajadora infatigable, siempre alegre y generosa, dando a los demás permanente ejemplo de vida cristiana. Diariamente agradecía al Señor los dones cotidianos que decía no merecer y ofrecía las adversidades por quienes estaban en peor situación.

Siempre preocupada y volcada hacia las necesidades de los demás, con especial amor por los más desprotegidos, pobres, enfermos o apartados de Dios, a los que, sin aceptar el pecado, defendía como personas, resaltando sus cualidades y disculpando los defectos. Nunca tuvo rencor a nadie, aunque le hubieran perjudicado en algo, sino que perdonaba y se esmeraba con ellos dándoles más cariño.

En febrero de 1994 aceptó con serenidad cristiana el diagnóstico de su cáncer de pulmón, considerando su enfermedad como instrumento de acercamiento al Señor para ella y para todos los que estaban a su alrededor. Luchó contra su enfermedad, diciendo que había generado una explosión de cariño en todos los que le rodeaban, familia y amigos. No dejó de interesarse por los problemas de los demás ni de los acontecimientos mundiales, políticos y sociales.

Soportó y ofreció con alegría las numerosas intervenciones médicas que se le practicaron, sin queja alguna, animando y dando cariño a los que le trataban, a su familia y conocidos.

Falleció en su casa, en Madrid, la madrugada del 10 de Mayo de 1996, mirando en sus últimos días una imagen de la Virgen de los Desamparados, dejando en todos los que la conocieron el poso de su profunda y auténtica vida cristiana.


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