miércoles, 19 de enero de 2011

SEGUIR AL ESPÍRITU

Hay que proponérselo. La vida de piedad es como todo: un cúmulo de esfuerzos. Y el rescoldo del amor, que siente la necesidad de lo genuino, de verse crecer en más fuego. Hay que proponérselo, sí, de acuerdo, pero también ser dócil al Espíritu, a esas inspiraciones que uno percibe. ¡Cuántas veces nos parece que llegan en mal momento! Y seguimos con lo que veníamos haciendo. Esto ocurre. Nos ocurre. Lo posponemos, no apetece. Pero si decimos “sí” y rezamos ese rosario o leemos los Hechos de los apóstoles, por poner unos ejemplos, el alma se acerca a Dios. Inapelable, cierto. Sólo ha sido cosa de un pequeño esfuerzo, de un acto de amor específico. La vida cristiana necesita de esos momentos de fuego. Nutrir al alma de piropos marianos, o de esas palabras de la Sagrada Escritura que narran, sin ir más lejos, la frecuencia entre los primeros cristianos del ayuno y de la oración para sacar adelante su fe en la sociedad de su tiempo, en las almas de su tiempo.


Ser fieles a Dios. De eso se trata. De eso trata la felicidad, si es que la queremos. Ir dejándonos llevar por la gracia, poner por obra lo que decimos creer. Amar en concreto. Con una jaculatoria (¿quién dice que es pequeña?), o con la liturgia de un trabajo a imagen y semejanza de Cristo (es decir, puntual, acabado, bien urdido). Piedad: el amor hecho vida, o la vida hecha amor. La vida enamorada de la intimidad de Dios, que se manifiesta constantemente a nuestro alrededor, y en el alma, adentro. Propósito renovado de ser santo. Porque es posible, porque Dios lo quiere, porque no es otra la vocación del cristiano. De cualquiera. Sin excesivas disquisiciones. El corazón decidido, afirmativo, humilde, optimista. Santos nos hace Dios. El primer requisito es querer. El segundo querer. El tercero querer más aún. Más todavía. Querer con voluntad y querer de corazón. Levantarse, pedir perdón y seguir en el empeño. Empeño, como digo, de piedad, de actos concretos de amor. De afán, de generosidad, de entrega.
Ser cristiano. Querer. Enamorarse. Querer enamorarse. Nutrirse de Dios en cualquier situación de la vida. Darse. Afrontar la aflicción contemplando la Cruz, profundizando en el costado redentor de Cristo. Y sentir los entresijos de una inconfundible alegría, de esa paz que anhela el hombre. Proponérselo. Esta vez sí que sí. Con aplomo. Amor con amor se paga. Con piedad de niños. Poniéndonos de puntillas sobre el alma. Poniéndonos de rodillas para ver mejor la entraña de Dios, que nos busca siempre, que nos llama, que espera cualquier excusa para hacernos sus confidencias de Amor. Ser cristiano significa no dejar a Cristo para luego. Ya, ahora mismo. Decírselo. Escucharle, poner un poquito de más atención a la magnitud sobrenatural de la que estamos hechos. Dentro de un rato no, ahora, ya mismo. El amor apremia. La felicidad no admite más retardos. Y todo esto requiere un esfuerzo. Constante.


Guillermo Urbizu para ReL

5 comentarios:

LAH dijo...

Gracias Balbi por esta entrada, un abrazo. Hoy es hoy y no tengo nada más que hoy, a El se lo quiero dar todo.

Anónimo dijo...

»Ser fieles a Dios. De eso se trata. De eso trata la felicidad, si es que la queremos. Ir dejándonos llevar por la gracia, poner por obra lo que decimos creer. Amar en concreto.» Amén
Fraternalmente,

gosspi dijo...

Me haces llorar por dentro de Gozo..porque quiero quiero y cada vez mas lo deseo seguie al Espiritu porque Todo lo hace nuevo y rompe la rutina nuestra de cada dia. Soy suya y como una hija querida le quiero dar todo de mi..pero ay, a veces veo solo miseria...pero se la doy con tanta gana que El me devuelve la Vida, y esta Eterna. Deseo tener intimidad a cada momento con El y me dá la Paciencia y la mansedumbre....estoy hoy muy contenta. Gracias mil.

Angelo dijo...

Ser dócil. ¡Cuánto me ha gustado esa palabra! Tods experimentamos en algunos momentos lo que Dios nos inspira, y no siempre lo escuchamos y seguimos, de ahí que debamos tener un corazón abierto, docilidad para seguir la luz que se nos proporciona.
Un beso

Anónimo dijo...

No siempre tenemos claro lo que son
nuestros propios impulsos y lo
que el Espiritu Santo nos dicta, para ello, tenemos que pedírselo al
mismo Espiritu Santo que nos dé su
luz. Una señal tenemos clara si nuestros impulsos que pueden ser
guiados por El y perfectamente compatibles, nos acercan al conocimiento y encuentro con Jesús.
Nada que temer vamos por el buen camino.
Si encontramos paz en nuestra vida
es que seguimos al Espiritu, pero
si encontramos desasosiego en tonces hay que pedir cambio de direción, Diios Es Amor.
Elpidio