viernes, 28 de enero de 2011

ORACIÓN DE UNA MADRE

Oh mi amado y buen Jesús, apenas me queda tiempo para Ti. ¿Puede ser? ¡Que vergüenza! Un día y otro ando desquiciada en mil afanes, segura de poder solucionarlo todo, de llegar a todo. Sí, Tú eres Dios, mi alegría y mi descanso, Y Te quiero. Pero dime, si yo fallo, ¿quién hará las cosas? Ya ves mi casa, entre el ajetreo de los niños y sus estudios, entre la compra, las comidas y el polvo de las estanterías. Y atender a mis padres -tan mayores ya-, y a mis hermanos, sobrinos y demás parientes. ¿Mi marido? No creas que se me olvida. Ya sé que quieres que le atienda con más mimo, que cuide de su alma, que tenga paciencia. Pero ayúdame con él, Jesús mío, porque es como si siempre quisiera llevarme la contraria. ¿O sólo me lo parece a mí?

Es una de las peticiones que quiero hacerte. Darme sin resquicios a mi marido (tengo que ser más afectuosa), darme sin nervios a mis hijos, darme por entero a todos los que llevo en mi corazón. Pero quisiera hacerlo con un cariño más profundo, más delicado, más sosegado y, sobre todo, más sobrenatural. Porque la vida, mi vida, va a tal velocidad, que me precipito en mil vértigos. Es como si me faltara el aire, el oxígeno de Tu paz. Sé que pierdo el resuello mil veces en naderías, sin darme tiempo a tocar con mis manos apresuradas la eternidad de Tu Providencia. Ya me ves ahora, cabizbaja y agotada, ante Ti... No ando muy bien de esperanza Jesús mío, de confianza en tu divino proceder. Lo reconozco, y Te lo digo. Ayúdame a ser más tuya. Quisiera arrodillarme durante el día en todo lo que hago, que no hubiera gesto ni palabra que no sea para Ti; para ver en cada una de mis tareas una pequeña parte de esa cotidiana liturgia que desemboca en tu amor omnipotente.
Jesús, que no se apodere de mí nunca más el grito o la exasperación, el enfado o el zaherimiento. Y como no soy indispensable -aunque a veces lo piense- Te ofrezco desde ahora todo lo que soy. Toma mi corazón, mi boca y mis manos, toma mi carácter y mis nervios, toma mis prisas y mi impaciencia, y sé Tú su latido, su palabra, su mansedumbre y su ternura. Que se note el cambio, la conversión de mi conducta. Y que cada sonrisa, o lágrima, sea un acto de piedad en toda regla. Un signo más de Tu presencia en mi vida. Te lo ofrezco todo mi Jesús, hasta a mis hijos. Tómalos para Ti, para Tu gloria. Transforma también mi matrimonio en un acontínua revelación de alegría -sin discordias o estériles discusiones-, en un aluvión de bienaventuranzas que sirva para que las almas de los que nos conozcan se acerquen más a Ti.
Y una última cosa Jesús mío, que sabes que me cuesta especialmente. No dejes que piense que tengo siempre la razón. Aunque la tuviera. Con Tu ayuda quiero aprender el difícil arte de saber callarme a tiempo. Haciendo de ese silencio -¡cómo cuesta!- oración. A ejemplo de María, Madre de todas las madres. Así sea.


Publicado por Urbizu en ReL

6 comentarios:

LAH dijo...

Cómo me identifico en esta oración Balbi! y que bien me viene leerla hoy precisamente, un abrazo

Anónimo dijo...

Más allá de la cuestión de género, es hermosa la reflexión.
Gracias Balbi, un beso

Rincon de la Esperanza dijo...

Que hermosa oración!... lo he publicado en mi muro, la pagina... Un gran abrazo desde Paraguay

gosspi dijo...

Balbi, como se nota en tu corazón que lo tienes a tu lado bien cerquita....hago mia tu oracion de hoy, me llama la atencion con la naturalidad que te salen las palabras. Todo se lo has dado a El, y esto es la Vida ...la que toca la eternidad. Un beso hermana.

Miriam dijo...

Amen

Estaesnuestracasa dijo...

Gosppi: la oración no es mía.
Está publicada en Religión en Libertad, en el espacio que hace Urbizu y que te recomiendo.
Un abrazo, hermana.