jueves, 27 de junio de 2013

"NADIE ES INÚTIL EN LA IGLESIA"

Texto íntegro de la Audiencia del Papa de ayer:


Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Hoy me gustaría hacer una breve referencia a una ulterior imagen que nos ayuda a ilustrar el misterio de la Iglesia: la del templo (cf. Conc. ECUM. Vaticano II Constitución dogmática Lumen gentium, 6).
¿Qué nos hace pensar la palabra templo? Nos hace pensar en un edificio, en una construcción. De manera particular, en la mente de muchos recuerda la historia del Pueblo de Israel narrada en el Antiguo Testamento. En Jerusalén, el gran Templo de Salomón era el lugar del encuentro con Dios en la oración; en el interior del Templo estaba el Arca de la Alianza, signo de la presencia de Dios entre la gente; y en el Arca se guardaban las Tablas de la Ley, el maná y la vara de Aarón: un recordatorio de que Dios siempre había estado en la historia de su pueblo, que lo había acompañado en el camino, que había guiado sus pasos. Y el templo recuerda esta historia. También nosotros, cuando vamos al templo, debemos recordar esta historia, mi historia: cada uno de nosotros, nuestra historia, como Jesús me encontró, como Jesús anduvo conmigo, como Jesús me ama y me bendice.
Así pues, lo que estaba prefigurado en el antiguo Templo, lo realiza el poder del Espíritu Santo, en la Iglesia: la Iglesia es la “casa de Dios”, el lugar de su presencia, donde podemos recibir y encontrar al Señor; la Iglesia es el templo en el que habita el Espíritu Santo que la anima, la guía y la sostiene. Si nos preguntamos, ¿dónde podemos encontrar a Dios? ¿Dónde podemos entrar en comunión con Él por medio de Cristo? ¿Dónde podemos encontrar la luz del Espíritu Santo para que ilumine nuestras vidas? La respuesta es: en el pueblo de Dios, en medio de nosotros, que somos Iglesia. Entre nosotros, dentro del pueblo de Dios y de la Iglesia, allí encontraremos a Jesús, al Espíritu Santo, encontraremos al Padre.
El antiguo templo fue construido por las manos de hombres: se quería “dar una casa” a Dios, para tener un signo visible de su presencia en medio del pueblo. Con la encarnación del Hijo de Dios, se cumple la profecía de Natán al rey David (cf. 2 Sam 7,1-29): no es el rey, no somos nosotros “en darle una casa a Dios”, sino que es el mismo Dios que “construye su casa” para venir a habitar en medio de nosotros, como escribe San Juan en su Evangelio (cf. 1:14).
Cristo es el templo viviente del Padre, y Cristo mismo edifica su “casa espiritual”, la Iglesia, hecha no con piedras materiales, sino con “piedras vivas” que somos nosotros. El apóstol Pablo dice a los cristianos de Éfeso: “Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, -en Jesús- todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu,” dice Pablo (Efesios 2:20-22). ¡Qué hermosa cosa! Nosotros somos las piedras vivas del edificio de Dios, profundamente unidas a Cristo, que es la roca de apoyo, y el apoyo entre nosotros, ¿no? Y qué significa esto? Que el Templo somos nosotros, la Iglesia, pero nosotros, vivos, nosotros somos Iglesia, somos el Templo vivo, y cuando estamos juntos está el Espíritu Santo que nos ayuda a crecer como Iglesia. No estamos aislados, somos el pueblo de Dios, y ésta es la Iglesia: Pueblo de Dios.
Y es el Espíritu Santo con sus dones, que diseña la variedad: esto es importante. ¿Qué hace el Espíritu Santo entre nosotros? Diseña la variedad, la variedad que es la riqueza de la Iglesia y une todo y a todos, a fin de constituir un templo espiritual, donde no ofrecemos sacrificios materiales, sino a nosotros mismos, nuestra vida (cf. 1 Pt 2:4-5). La Iglesia no es una trama de cosas e intereses, sino que es el templo del Espíritu Santo, el Templo donde Dios obra, el Templo en el que cada uno de nosotros con el don del Bautismo es piedra viva. Esto nos dice que nadie es inútil en la Iglesia:
¡Nadie es inútil en la Iglesia! Y si alguien, por casualidad, dice, cualquiera de ustedes: “ve a casa, tú eres un inútil”, ¡eso no es verdad! ¡Nadie es inútil en la Iglesia: todos somos necesarios para construir este templo! Nadie es secundario: “Ah, yo soy el más importante en la Iglesia!”: ¡no! ¡Todos somos iguales ante los ojos de Dios, todos, todos! Pero alguno de ustedes puede decir: “Pero, mire, señor Papa, usted no es igual a nosotros”.
Sí, soy como uno de ustedes, todos somos iguales, todos somos hermanos! Nadie es anónimo: todos formamos parte y construimos la Iglesia. Pero esto nos invita también a reflexionar sobre el hecho de que si falta el ladrillo de nuestra vida cristiana, le falta algo a la belleza de la Iglesia. Y, si algunos dicen, “Ah, yo con la Iglesia, no, yo no tengo nada que ver.”¡Pero entonces faltará el ladrillo de tu vida, en este hermoso templo! Nadie puede salir, ¿eh? ¡Todos tenemos que llevar a la Iglesia nuestra vida, nuestro corazón, nuestro amor, nuestro pensamiento, nuestro trabajo… Todos juntos!
Me gustaría que nos preguntáramos: ¿cómo vivimos nuestro ser Iglesia? ¿Somos piedras vivas, o somos, por así decirlo, piedras cansadas, aburridas, indiferentes? Han visto ustedes que feo es un cristiano cansado, triste, indiferente. ¡Es feo! Un cristiano así no va. El cristiano debe ser vivo, alegre de ser cristiano, debe vivir esta belleza de hacer el Pueblo de Dios que es la Iglesia. ¿Nos abrimos al Espíritu Santo para ser parte activa en nuestras comunidades, o nos cerramos en nosotros mismos, diciendo: “Tengo muchas cosas que hacer, no es mi tarea hacer esto o aquello? ¡No nos cerremos en nosotros mismos!
Que el Señor nos conceda su gracia, su fuerza, para que podamos estar profundamente unidos a Cristo, piedra angular, el pilar, piedra de apoyo de nuestra vida y de toda la vida de la Iglesia. Oremos para que, animados por su Espíritu, seamos siempre piedras vivas de su Iglesia. (Traducción: RadioVaticana)