Como Consiliario de una comunidad en la que discapacitados comparten la fe con su familia y amigos, el padre Rubén ha podido comprobar hasta qué punto es verdad que «Dios ha revelado los secretos del Reino a la gente sencilla». Fernando, Nuria, Agustinín, Diego, Carmen... quizá no puedan estudiar una ingeniería, pero tienen una capacidad mucho más importante: una fe profunda, confiada y alegre. Con su ejemplo, pueden enseñarnos a todos que «cuando uno es querido tal como es, las pobrezas dejan de ser un problema»
«Para Cristo, los más importantes son los más
necesitados, y además son un regalo» para todos
La primavera pasada, con 13 años, Agustinín hizo la Primera Comunión. Sufre parálisis cerebral, relacionada con unas crisis epilépticas que tuvo, a los pocos meses de nacer, prematuro y con sufrimiento fetal. «No articula palabra, tiene una deficiencia visual importante, y la parálisis ha afectado a su desarrollo intelectual -explica su padre, que también se llama Agustín-. Pero tiene lo que los médicos llaman inteligencia preservada, está conectado con el mundo, sabe lo que le gusta y lo que no, y tiene sentido del humor, siempre está sonriendo». Al consultar a los sacerdotes de su parroquia sobre la posibilidad de que hiciera la Comunión, les explicaron que el niño debía cumplir dos requisitos: ser consciente de la trascendencia del Sacramento, y no expulsar la Sagrada Forma de la boca.
Loco de contento por ir a Misa
Por eso, «hemos retrasado la Comunión hasta estar seguros» de que Agustinín entendía lo que iba a hacer. «Estuvimos preparándole bastante tiempo. Hacemos oración en familia y Dios está muy presente», pero quisieron hacer una catequesis, ex profeso, en casa. Con ayuda de un catecismo para niños y de vídeos religiosos, «le hemos explicado la Biblia y quién es Jesús: cómo nos quiere, cómo nos salvó, y que ha querido quedarse con nosotros para alimentarnos y darnos fuerza. Sabe lo que significa la Eucaristía, sabe que es algo muy importante. ¿Hasta qué punto? No lo sé -reconoce Agustín padre-, pero tampoco sé hasta qué punto lo entiendo yo».
Sí está convencido de que su hijo «vive la Eucaristía como algo especial. Ya antes, me acompañaba con frecuencia. Cuando le pregunto si se viene, se pone loco de contento; y si le damos a elegir, entre Misa y otra cosa, siempre escoge la Misa. Durante la celebración, le explico lo que va pasando. Antes le tenía en brazos todo el tiempo, y notaba, que durante la consagración, se ponía contento y se relajaba. Ahora, también le pasa después de comulgar». En cuanto al segundo requisito para hacer la comunión -no expulsar la Forma-, «controlamos mucho que trague el trocito que le damos. No lo ha echado nunca. Y, si hubiera querido, lo habría hecho», como hace con la comida que no le gusta.
Hay que ver cómo rezan
Agustinín, el día de su Primera Comunión
«Es una gozada» ver cómo las personas con discapacidad, después del discernimiento y la preparación necesarios, «acogen a Jesús con muchísima ilusión». Lo explica el padre Rubén, vicario de la parroquia de Santa María, de Majadahonda (Madrid). Desde septiembre pasado, don Rubén es Consiliario, en la parroquia, de la comunidad de Fe y luz, un Movimiento que integra a personas con distintos tipos de discapacidad intelectual. En estos meses, ha podido comprobar que «Dios ha revelado los secretos del Reino a la gente sencilla. Para ellos, el ámbito de Dios es muy importante. Hay que ver cómo se meten en la oración, juntando las manos y cerrando los ojos, y la alegría con la que viven la fe. Saben que entran en otro ámbito, en el que Dios está presente. No repiten las cosas por repetir, ni están distraídos. Valoran todo lo que tiene que ver con Dios, y quieren mucho la parroquia. A lo mejor no son capaces de explicar algo, pero lo expresan desde el corazón a través de cómo viven».
En esta parroquia, Fe y luz está formado por unas 40 personas. La mitad, aproximadamente, son discapacitados. El resto, padres y amigos, o colaboradores. No les gusta llamarsevoluntarios, porque el objetivo es, entre todos, formar una única comunidad. Se reúnen cada mes, una tarde de fin de semana, y los encuentros tienen cuatro pilares: oración, formación, merienda y fiesta. Nuria -miembro de la comunidad- explica que «cantamos mucho con mímica, que es una forma de rezar. También hacemos representaciones sobre Jesús, y damos gracias. En las Eucaristías, nos gusta compartir». José, responsable de esta comunidad, explica que, en esos momentos, «expresan realmente lo que sienten. A veces, alguno empieza a compartir una situación personal y otro se levanta, le da un abrazo y le dice: Tranquilo, no pasa nada. También me llegó muchísimo una chica que, en una acción de gracias, dijo: Señor, gracias por la vida que me has dado».
Son nuestro tesoro
Diego (segundo desde la derecha),
en Santiago de Compostela
Igual que las vivencias, se comparte la merienda: todos aportan algo de comer, y sus propios talentos. Carmen, que es muy fuerte, se encarga de llevar las bolsas y de sacar las cosas. Después, durante la fiesta, Marina enseña los bailes a los recién llegados. Aparte de estas reuniones, se organizan excursiones y peregrinaciones; por ejemplo, para participar en los encuentros internacionales de Fe y luz, en Lourdes. También es frecuente que los amigos, o las familias, inviten a miembros de la comunidad a otras actividades, como ir a las fiestas municipales, a una exposición... Como subraya Nuria, «somos una familia de verdad; lo dice una canción que cantamos. Transmitimos alegría y compartimos las tristezas. Fe y luz me da mucha alegría y calor, por estar con Dios y con todos».
Unas veces, la Eucaristía la celebra la comunidad sola, más adaptada a ellos; otras, se suman a la de la parroquia. «Queremos -explica el padre Rubén- que estén integrados en la vida parroquial con normalidad: participan en la Misa de los domingos, en los coros y en otros grupos. Una de las claves de esta parroquia es que cuidamos especialmente a la gente más desfavorecida, ya sea por edad, por enfermedad, por motivos económicos... Son nuestro tesoro».
Las tareas del monaguillo
Un grupo de Fe y luz en Lourdes
Fe y luz, y alguna comunidad con un carisma similar, aún no están muy extendidas en España. Muchas personas con discapacidad, sencillamente, se integran en la vida de su parroquia y movimiento, donde se intenta acogerlos como a uno más. Fernando tiene 15 años, y se confirmó el año pasado en su parroquia, Nuestra Señora del Buen Suceso, de Madrid. Pedro, su padre, es el sacristán, y ha enseñado al chico, que tiene síndrome de Down, a ser monaguillo. Fernando es de pocas palabras, pero sabe a la perfección todo lo que esta labor implica: «Encender las luces y las velas, poner y quitar la música, sacar las cestas, recoger el cáliz... Todos los jueves tenemos el Santísimo expuesto, y a veces lo incienso yo», o lleva el incienso al sacerdote. Sigue yendo a catequesis, con chicos de su edad y algo más pequeños. Además, «el año pasado me fui de campamento a Gredos, y otras veces vamos de convivencia». Con tanta actividad, no es de extrañar que ya lo conozcan todos los feligreses: «La gente me saluda y me pregunta qué tal, y los curas me gustan mucho porque me tratan muy bien. Tengo muchos amigos, y jugamos al pilla-pilla y al fútbol antes de catequesis».
Si soy así, es por algo
También Diego (23 años y madrileño) ha vivido siempre la fe en su familia. Con 10 años, empezó a ir a un club delOpus Dei, con algunos amigos. «Me gustó -recuerda- porque te transmiten muy bien la fe». Luego estuvo muchos años en la parroquia de San Jorge, donde se confirmó. Allí, «si tenía alguna duda o a veces no entendía algo, siempre me lo explicaban bien». El cariño de esta parroquia supuso un gran consuelo para él cuando, en Secundaria, sufrió acoso escolar por su discapacidad. Ahora va a un grupo de jóvenes a la iglesia de Santa María del Parque. También fue voluntario de la JMJ, y ha participado en varias peregrinaciones. Se lanza incluso a hacer apostolado: «Me cuesta hablarles de Dios y de lo que significa para mí a los amigos que no creen -reconoce-, pero intento transmitirlo lo mejor posible, explicarles que soy cristiano y que no me avergüenzo. Desde entonces, no me he preguntado mucho por qué soy diferente».
Por su experiencia, entre las personas con discapacidad los hay tanto creyentes como no creyentes. A los que tienen fe «quizá les cuesta expresarlo», pero cree que ésta les ayuda a vivir con su discapacidad. Al menos, es lo que le ocurrió a él: «De pequeño, yo pensaba que era normal. Con ocho años, mis padres me explicaron que no podría estudiar para ser ingeniero de montes, como mi padre, porque tenía una discapacidad intelectual. Me dolió mucho, no le veía sentido. Pero también me explicaron que El de Arriba nos ha hecho a cada uno de una forma, y si yo soy así es porque quizá es bueno para algo», como «ayudar a las personas a entender la discapacidad».
Signo de la nueva evangelización
Fernando, esperando al Papa, a su llegada
a Barajas para la JMJ Madrid 2011
Para el padre Rubén, la presencia de estas personas en las comunidades, y el nacimiento de carismas destinados específicamente a ellos, es «un signo de la nueva evangelización. Para ellos, mientras se sienten queridos, su discapacidad no es un problema». Esto demuestra que «nuestras pobrezas son un problema sólo cuando son un motivo para ser rechazados. Cuando uno es querido tal como es, y puede querer, las pobrezas dejan de ser un problema». Pobrezas que, ante Dios, todos tenemos. Por eso, lo que más destaca él de Fe y luz es «el ambiente de gratuidad en el amor, en el que a uno se le acoge y se le quiere tal como es».
Don Rubén añade otra forma en la que la discapacidad en la Iglesia es evangelizadora: «En nuestra sociedad, se valora al que tiene -dinero, capacidades...-, y a los desfavorecidos te los puedes quitar de en medio. El estilo del Evangelio es justamente lo contrario: para Cristo, los más importantes son los más necesitados, y además son un regalo para el resto». Ya lo dijo Benedicto XVI durante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. En su encuentro con jóvenes discapacitados en el Instituto San José, subrayó cómo su vida «suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la salvación. Queridos amigos: nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois sus protagonistas».
María Martínez López
Rayos de luz
* «Rezo el Rosario en casa o con mis amigas; me sé todos los Misterios. También le cuento a Dios mis historias, mis problemas, y le pido para que no haya guerra en mi taller. Cuando un compañero se mete conmigo, voy a la capilla. También le doy gracias por todo lo que tengo: por mis dos sobrinos, a los que veo cada día, y porque me dejan su gato» (Carmen).
* «En catequesis, lo que más me gusta es rezar, antes de la reunión. El sacerdote saluda, y luego todos juntos rezamos un Padrenuestro, una Salve, un Avemaría... Y todos los días, por la noche, rezo con mi madre y pido a Dios que me vaya bien en el colegio. Es muy importante rezar» (Fernando).
* «Cuando canto, siento que hablo con Dios, y le doy gracias porque estoy bien» (Marina).
* «En mi centro, cada día hacemos examen de conciencia, para ver si hemos compartido, si hemos hablado con las compañeras, y pedimos perdón a Dios para hacerlo mejor al día siguiente, porque Jesús murió para salvarnos. Me gusta confesarme, porque cuando me absuelven los pecados me siento más ligera y se derrama el Espíritu Santo»(Nuria).
* «Cuando velamos al Santísimo, estamos cara a cara con Dios. También la consagración; por eso es el momento que más me gusta de la Misa» (Diego).
* «En casa, siempre rezo por mi padre, mi padrino y mi abuela, que fallecieron. Doy gracias porque, cuando estuve con ellos, me sentía a gusto, y les pregunto cómo están en el cielo» (Isabel).
Publicado en Alfa y Omega(
1 comentario:
qué impresionante, Dios les bendiga a todos.
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