sábado, 29 de septiembre de 2012

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

 
 
Evangelio

En aquel tiempo dijo Juan a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no quedará sin recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la gehenna. Y si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Marcos 9, 38-48
 
 
El apóstol Juan considera una intromisión el hecho de que un desconocido expulse demonios en nombre de Jesús, ya que no formaba parte de los discípulos que acompañaban al Señor, depositarios del poder de expulsar demonios. Era como arrogarse unas atribuciones que no le correspondían. Por eso los apóstoles, indignados ante semejante intrusismo, habían intentado impedírselo. Sorprendentemente para ellos, Jesús responde con mayor amplitud de miras y les dice que no se lo impidan, pues nadie puede hacer milagros en su nombre y después hablar mal de Él, porque quien no está contra ellos, está a favor de ellos. Un diálogo semejante tuvo lugar entre Moisés y el joven Aarón, según nos narra el libro de los Números (véase 11, 25-29). Moisés llega a preguntar a Josué si estaba celoso. La actitud de Juan también parece ser consecuencia de un cierto fondo de envidia, o cuando menos, de estrechez de corazón. Es la tendencia a la exclusividad que asalta a los humanos cuando hemos recibido algo importante y no lo queremos compartir, prefiriendo ser como una especie de depositarios únicos, como los propietarios en exclusiva. La motivación no suele ser únicamente velar porque las cosas se hagan bien, sino que también se muestran intereses ocultos ya sean conscientes o inconscientes. So capa de seriedad y orden, se pueden esconder el interés personal y la actitud posesiva.
Y ¿cuál es el argumento que esgrime Juan? Muy sencillo: que no es de los nuestros. Es como si los discípulos pensaran que tenían una especie de monopolio sobre Jesús. Detrás de la protesta de Juan se percibe la mentalidad de grupo excluyente, que tan a menudo se da en todos los ámbitos, y el deseo de que todo esté bajo control, ya sean las personas, los carismas y todos dones de Dios. La respuesta de Jesús muestra que Dios actúa más allá de nuestros límites y previsiones y que, lejos de restringir, hemos de estar atentos para poder captar su acción y su presencia allá donde se produzca.
Por eso, Jesús responde a Juan que no le impidan nada a aquel sujeto, porque el que no está contra ellos, está a su favor. De esta manera les ensancha el horizonte para que sepan detectar la verdad y el bien allí donde estén, para que sepan valorar el bien lo haga quien lo haga. El bien que se hace en nombre de Cristo, siempre fructifica. Es más, cualquiera que les de un vaso de agua por ser discípulos suyos, recibirá su recompensa. Como nos recuerda la constitución Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II, la Iglesia tiene como misión fomentar y elevar todo cuanto de verdadero, de bueno y de bello hay en la comunidad humana, y con su fidelidad al Evangelio y el ejercicio de su misión en el mundo, consolida la paz en la Humanidad para gloria de Dios (véase n.76)

 
+ José Ángel Saiz Meneses
obispo de Tarrasa

1 comentario:

soledad interior dijo...

Muchas gracias, por este compartir.