martes, 3 de abril de 2012

LITURGIA DEL DÍA

Ya se masca la traición, Judas está decidido a entregar al Maestro. Y el Señor lo sabe. No creo que Jesús permaneciese indiferente ante la traición. ¡Qué miradas echaría el Señor a Judas!. No miradas de reproche, de odio o de desprecio, no. Serían miradas de afecto, de ternura. Date cuenta Judas cuánto te quiere el Señor. Pero Judas tiene el corazón cerrado, sólo piensa en sí mismo, en su decepción, en la equivocación que tuvo al responder sí a la llamada de Jesús. Todo el ánimo inicial, sus proyectos, su imaginación sobre un futuro victorioso se había venido abajo. La vida con Jesús no era lo que él esperaba, mejor dicho, lo que él creía que esperaba. Pero Jesús no le cierra la puerta de su corazón, no le critica ni murmura contra él. No busca venganza y hasta que Judas deposite el beso de la traición en su mejilla no le recrimina su actitud.

Muchas veces nos encontramos con personas “cansadas de Dios”, que se enfadan con él. Quieren echarle la culpa a Dios, hacerle el responsable de su cansancio y decepción. “La vocación no es lo que yo esperaba”. “Me aburre la oración”. “Dios no me ayuda en esta circunstancia”. Mil excusas con las que pensamos culpar a Dios de echarnos de su corazón. Pero Dios no nos lo reprocha, no se queda lejos, no se venga de nuestra ingratitud ni nos echa en cara nuestras malas acciones. Por mucho que queramos convencernos no es Dios el que se aleja de nosotros, somos nosotros los que no queremos dejar a Dios ser Dios. Queremos que haga nuestro plan o nuestras ideas, pero no queremos comprender no aceptar el plan de Dios.

Dios está siempre a tu lado. “Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios”. Dios introduce en su corazón a los cansados y agobiados para que encontremos nuestro descanso, pero preferimos irnos a descansar a la playa.

“«Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: – «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.» Pedro replicó: – «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: – «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»” Cristo se ha dado completamente por nosotros y nosotros pensamos que sólo es darse un poco, pero Dios lo pide todo. A pesar de nuestros pecados e infidelidades él va por delante y aunque nosotros no lleguemos, Cristo ha llegado por nosotros.

Que María nos ayude a nunca traicionar al maestro y, a pesar de nuestras infidelidades, a nunca dejarle.

www.archimadrid.org

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