viernes, 17 de febrero de 2012

HISTORIA DE UNA RESISTENCIA

Don Alberto Reyes Pías es un sacerdote cubano, párroco en la localidad de Guáimaro, diócesis de Camagüey. Un hombre joven que está muy contento con su fe, que ha decidido ser libre a pesar de las dificultades, que busca ser coherente con lo que su sacerdocio le pide y que, si eso tiene un precio, está dispuesto a pagarlo. Porque sufrir no le importa, le importa ser fiel a lo que siente que Dios le va pidiendo.
El padre Alberto nunca había pensado en ser cura. Con 18 años, era un chico enamorado que estaba terminando el Bachillerato y que acababan de admitir en la universidad para estudiar Medicina. Tenía el mundo a sus pies, todo planificado, cuando sintió eso que se llama vocación y que él define como un enamoramiento, «como un enganche que llega a tu vida, pero que no lo esperas».
El hombre se rebeló y allí empezó esa resistencia, que duró muchos años, entre un Dios que le quería sacerdote y él que, aunque se daba cuenta de ello, no quería decirle que sí. En ese momento no se rindió y trató de encontrar las respuestas que le permitieran dar ese a lo que Dios le pedía.
A partir de ese instante, comienza a forjarse su vocación sacerdotal en la Cuba de Fidel Castro, como refleja en su libro Historia de una resistencia, editado por LibrosLibres. Su misión es como la de tantos otros sacerdotes en medio de una dictadura marxista: por un lado, evangelizar, pero también acompañar al pueblo en su búsqueda de Dios, en su necesidad de fe, en sus necesidades concretas, ya sea de escucha o de acogida, así como en sus carestías -facilitarles medicinas o arreglar sus casas cuando pasa un huracán-. Eso hace que el pueblo sienta a la Iglesia muy cercana y muy suya. Como explica el sacerdote de Camagüey, «el estilo de la Iglesia cubana tiene que ver mucho con el estilo de Jesús, persona a persona. Es como el estilo de la Madre Teresa de Calcuta, que decía: «Yo atiendo uno a uno a mis enfermos». La Iglesia cubana hace eso, atiende una a una a las personas que se van acercando en lo que necesitan».
Así revolucionó Cuba Juan Pablo II

La Iglesia en Cuba trabaja, sobre todo, de persona a persona, alimentándose antes de la oración
Don Alberto Reyes era un sacerdote recién ordenado cuando Juan Pablo II visitó la isla. Recuerda que su estancia marcó un antes y un después entre el pueblo, a nivel de Iglesia, aunque, en aquel momento, no percibió grandes cambios en las relaciones Iglesia-Estado. Sí notó que mucha gente se desbloqueó. Lo explica contando que, «en Cuba, utilizamos mucho la expresión el policía interior, es decir, uno mismo se bloquea en muchos campos: en la expresión pública de ideas, de opiniones, pero también en la fe. Y a bastantes personas, el policía interior les dice que no se les ocurra ir por la Iglesia. Entonces, Juan Pablo II ayudó a muchos a echar a un lado al policía interior».

A partir de ahí, las comunidades cristianas se renovaron y muchos de los que hoy llevan las responsabilidades pastorales en las diócesis, son de la época de Juan Pablo II. «Para todos, fueron días de alegría por las calles, de energía, de una sensación de libertad, fue espectacular; era otro pueblo».
El sacerdote de 44 años dice que, ahora, se espera a Benedicto XVI como al hombre de Dios. «Es verdad que los cubanos deseamos un cambio que vaya también más a lo político, pero la Visita de Benedicto XVI a Cuba no se espera con tintes políticos, se espera con tintes pastorales: qué tiene que decirme este hombre que viene en nombre del Señor».
Las páginas de su libro reflejan la lucha por la fe en un país donde no existe eso que se llama Estado de Derecho, donde la Iglesia no tiene prácticamente acceso a los medios de comunicación, ni a la enseñanza. Historia de una resistencia es también la historia de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). Sus páginas sintetizan, asimismo, la trayectoria vital de su fundador, un sacerdote holandés, el padre Werenfried van Straaten, que, desde que impulsó esa locura de ayudar a los que sufren a causa de su fe, se resistió a que los católicos del este europeo, los que vivían en tierras sin Dios, no tuvieran un sacerdote que alimentara su fe. Uno de los seminaristas que recibió la ayuda de AIN es el padre Alberto Reyes Pías. Un hombre joven que, como cuenta el preámbulo de la obra, se rebela contra lo irracional de nuestro mundo, pero que se entrega a lo sobrenatural de la llamada que recibió en su juventud.
Eva Galvache

1 comentario:

Miriam dijo...

Gracias por este testimonio.
La riqueza de la iglesia en cuanto a diversidad de vivencias, es impresionante
Y que necesario me es , conocer las historias de aquellos que tienen complicaciones a veces extremas para poder practicar y vivir su fe
Buen fin de semana¡