miércoles, 25 de enero de 2012

FIESTA DE LA CONVERSION DE SAN PABLO

El fariseo de Tarso sufrió una profunda evolución en diferentes campos de su existencia. Sin embargo, la base y principio de la trasformación de Saulo fue su noción de Dios.
Para que llegara a confesar que ese Jesús a quien perseguía a muerte era su vida, lo primero que cambia en el aplicado discípulo de Gamaliel, es la imagen del Dios de sus antepasados, al Dios revelado por Jesús y por el Espíritu Santo.
Vamos a quedar fascinados cómo, aunque es el mismo Dios del Sinaí, tenía escondida la carta más bella de su misterio que ni Sabios del Antiguo Testamento pudieron concebir ni Profetas lograron imaginar.
También será un análisis para desafiarnos si nuestro Dios se parece más al Dios de Saulo, discípulo de Moisés, o al Dios que el Espíritu Santo le reveló en el camino de Damasco.



A. DEL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO AL DIOS REVELADO POR JESÚS

La imagen que el fariseo de Tarso tenía de Dios, estaba basada en la tradición de Israel y de sus antepasados (Hech 24, 12):
El Dios poderoso de la creación, pero que expulsa a Adán y a Eva del paraíso y al mismo tiempo promete la victoria sobre el mal.
El Dios que envía un diluvio a los pecadores.
El Dios de Abraham, que toma la iniciativa.
El Dios de Jacob, que escoge a quien quiere.
El Dios de José, que rescata al oprimido.
El Dios de Moisés:
YHWH, cuyo nombre es impronunciable y su misterio es sobrecogedor.
Que libera a su pueblo, hace una alianza con él y le da la Ley, pero que desata su ira contra quienes lo han sustituido por un becerro de oro.
Que se revela en el monte humeante con temblor de tierra y fuego.
Que es rico en amor y misericordia, pero también castiga el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.
El Dios que perdona a David su adulterio con Betzabé, pero no deja impune su pecado.
El Dios de los Profetas:
Isaías: Santo y Goel.
Amós: Justo que reclama justicia también.
Jeremías: Novio y esposo que ama con amor eterno.
Ezequiel: Capaz de dar vida a los huesos secos.
Jonás: Dios que quiere la conversión de los paganos.
Nahum: El Dios de la venganza.
El Dios de los padres de Saulo es el tres veces Santo, que no permite impureza alguna de parte de los hombres. Por eso, se tiene constante necesidad de auto purificarse con abluciones y sacrificios.
Sin embargo, la síntesis del perfil del Dios de Israel la encontramos en el Shemá hebreo:
Shemá, Ysrael, Adonai Elohenu Adonai Ejad.
Escucha, Israel, (El) Señor Dios nuestro (es) Señor Uno.

Tanto el Dios de los Patriarcas y Profetas, como el Dios de la historia, es Uno. No hay otro Dios fuera de Él. Éste es el principio que distingue a Israel de los pueblos politeístas.
Israel se sentía orgulloso de su Dios. No había otro como Él en toda la tierra.
Un niño regresó muy contento de la escuela porque había obtenido las mejores notas de toda su vida. La mamá lo felicitó y le ofreció un premio:- En la alacena hay una cesta con muchos dulces y chocolates; toma todos los que le quepan en la mano. El niño fue, pero regresó, objetando:- No, mamá. Yo no los quiero agarrar.- Pero, hijo, te gustan tanto los chocolates que no entiendo por qué no quieres.- Mejor tómalos tú por mí, mamá.La mamá lo miró sospechando algo detrás de la negativa, y preguntó curiosa:- ¿Por qué quieres que los agarre yo?- Porque tú tienes la mano más grande, mamá.- Porque yo tengo la mano más grande, repitió en voz baja la madre, dibujando una sonrisa en sus labios.
A partir de Damasco donde el perseguidor y pecador es alcanzado por Cristo, da un paso adelante. Saulo va a descubrir que la mano de Dios es mayor de lo que él se imaginaba. Tuvo misericordia de él y lo llamó para anunciar el evangelio de la gracia. Sin negar ninguno de los matices del arco iris del Antiguo Testamento, Jesús presenta un color inédito que no estaba considerado en el pasado: Dios es Abbá.
El Dios de Jesús es un buen pastor que deja 99 ovejas en el desierto para ir a buscar la oveja perdida. Tiene corazón de mujer para gastar más dinero que lo que valía la moneda encontrada. Pero, especialmente, es padre amoroso que abraza, besa y prepara una fiesta a su hijo cuando regresa a la casa.
No busca a los justos, sino a los pecadores. No apedrea a una adúltera ni condena las injusticias de Zaqueo, sino que se hospeda en su casa.
Si el Antiguo Testamento se refirió en 14 ocasiones a Dios como padre (Ab), sólo Jesús osa nombrarlo “papá, papi” (Abbá).
Jesús se atrevió a relacionarse con el Dios santo y trascendente, poderoso y misterioso como su propio papá. Así lo llamaba, no por falta de respeto, sino por exceso de confianza. Además, así enseñó a sus discípulos a dirigirse al Dios del Sinaí. Sin dejar de ser santo, santo, santo, ¡es Papá! Sin negar su poder ni su justicia o misterio, ¡es Papá!
Si es un Papá, se trata de un papá cariñoso y amoroso, que quiere que sus herederos san felices y hace una fiesta a la que son convidados todos sus hijos.

B. EXPERIENCIA DE PABLO, GRACIAS AL ESPÍRITU SANTO
Saulo recibe en Damasco el Espíritu Santo, quien le descubre que el Dios de Israel es Abbá, Papá, papacito, que tiene su mano tan grande, que sobrepasa lo imaginable (Ef 3, 20).
El Espíritu Santo le ha revelado que Dios es Papá con quien puede tener una relación afectuosa de confianza. Los pecadores ya no tienen que esconderse detrás de los árboles del paraíso. Una fiesta los está esperando a su regreso a la casa paterna.
El fariseo de Tarso estaba orgulloso de ese Dios de los dioses, que no hizo cosa semejante con ninguna otra nación, pero ahora se siente favorecido por el amor tierno, gratuito y paternal del Dios de Jesús. En vez de admirador y temeroso de su justicia, debe estar agradecido del amor divino.
No recibimos un espíritu de esclavos.
Pues no recibiste un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibiste un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar, ¡Abbá, Padre!El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.Y, si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. Rom 8, 15-17.
El discípulo de Gamaliel se aventura a abandonarse en la mano, la mano grande, del amor de Dios. Por eso, extasiado, proclama:
Me amó y se entregó por mí: Gal 2, 20.





C. APLICACIÓN A NUESTRA VIDA




La experiencia vivida por Saulo debe ser extensiva a todos nosotros: Ese Dios nos ha amado sin medida en el Amado; o sea, con el mismo amor que ama a su Hijo único (Ef 1, 6). Y porque su mano es más grande, nos ha bendecido con toda clase de bendiciones en los cielos y en la tierra... sólo hay que dejar que Él las agarre con la mano.
No es fácil dejarse amar por Dios, con ese amor gratuito e incondicional. Pensamos que no lo merecemos, creemos que puede ser sólo ilusión. Suponemos que nuestro pecado es obstáculo para ser amados. Too good to be true: Demasiado bueno para ser verdad.
Pero allí no termina. Si Dios fuera simplemente Padre, nosotros seríamos sólo sus hijos; pero si es Papá, entonces nosotros somos hijitos, con una lógica consecuencia: También somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo.
El Dios del Antiguo Testamento es todopoderoso, creador, justo y libertador que no consiente con el pecado. El Dios de Jesús es todo cariñoso, porque es papito, y tiene la mano muy grande, especialmente con los pecadores.
Saulo ha cambiado su antigua visión del Dios del Sinaí, por el perfil de un Dios que nos ama “con grande amor”, porque tiene su mano muy, pero muy grande.
Ahora comenzamos a entender por qué Pablo afirma: “Cristo es mi vida”. Ambos se funden en unidad indisoluble y por eso no puede sino repetir agradecido: “Mi vida es Cristo”, porque el Espíritu Santo le ha revelado el verdadero rostro de Dios, que es Papá.
Si el Dios del Sinaí es Uno (Ejad), el Dios de Jesús es Papá (Abbá). Sí, es el mismo Dios de los antepasados, pero tiene la mano más grande: o mejor dicho, el corazón más grande.
El corazón más grande para amar.El corazón más grande para abrazar.El corazón más grande para enviar a su Hijo a los pecadores.El corazón más grande para comprender la fragilidad del ser humano.
Es el mismo Dios del Antiguo Testamento, sí, pero su grandeza y su poder son su paternidad. Su identidad y naturaleza son ser Papá de sus hijitos.
Dios tiene la mano más grande de lo que Saulo se había imaginado; y con su mano le ha regalado al mismo Jesús y con él la herencia.
¡Qué bueno que Dios tiene la mano más grande!
José H. Prado Flores

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