sábado, 16 de marzo de 2013

DOMINGO V DE CUARESMA




No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando. ¿No lo notáis?
Dios hace siempre cosas nuevas y maravillosas. Por medio del profeta Isaías nos dice que no vivamos de recuerdos, que abramos los ojos para contemplar las maravillas nuevas que hace ahora mismo y que tengamos esperanza porque mañana hará otras cosas nuevas y maravillosas. Está muy bien tener memoria, pero no es bueno vivir de recuerdos.
El salmo 125 habla de la alegría de quien descubre la maravillas de Dios. Es como la alegría de los que vuelven del campo después de haber recogido una buena cosecha. Tuvieron que trabajar duramente para preparar la tierra, para sembrar; tuvieron que esperar, pero valió la pena: ahora ríen y cantan y les parece que están soñando. Pero no están soñando: es que Dios hace cosas maravillosas. Hay que tenerlo presente cuando vienen las dificultades y pensamos que Dios está lejos o que se ha olvidado de nosotros: Él nunca está lejos, ni nos olvida.
Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio.
San Pablo comparaba su vida y la de los cristianos con una competición deportiva. Mientras dura la carrera, el atleta no puede detenerse ni mirar hacia atrás. Mientras dura nuestra vida también nosotros debemos mirar siempre a Jesús que es nuestro guía y nuestra meta. Si corremos hacia Él lo alcanzaremos.
Tampoco yo te condeno. Anda y, en adelante, no peques más.
San Juan nos habla de una mujer que había cometido un pecado muy grave. La habían sorprendido y la llevaron ante Jesús para que Él dijera si debían condenarla a muerte como mandó Moisés. Jesús, al principio no contestó nada; se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo. Nadie sabe qué fue lo que escribió. Como insistían en preguntarle contestó: El que esté sin pecado, tire la primera piedra. Y entonces los acusadores de esa mujer, empezando por los más viejos, se marcharon disimuladamente y se quedaron a solas Jesús y la mujer. Se ve que Jesús estaba sentado y que la mujer estaba de pie, frente a Él. Antes que nada, Jesús se levantó (*). No es de buena educación  hablar sentado a una persona que está de pie. Menos aún si esa persona es una mujer que lo está pasando mal. Nuestro buen Papa Francisco está haciendo muchos gestos de buena educación cristiana. Cuando salió al balcón de la plaza de San Pedro para darnos la bendición pidió que primero lo bendijéramos nosotros y, mientras rezábamos por él, se inclinó ante nosotros humilde y educadamente, como diciendo: aunque sea el Papa y esté en este balcón tan alto no quiero estar lejos de vosotros. Jesús hizo lo mismo: se puso de pie para hablar con cariño a esa mujer que había pasado una vergüenza muy grande. Le preguntó: ¿Dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado? Con eso estaba diciéndole que no debía preocuparse por el juicio de los hombres, puesto que todos somos pecadores, sino por el juicio de Dios. Y terminó diciendo: Yo tampoco te condeno. Anda y, en adelante, no peques más. 
El domingo pasado veíamos con cuánta alegría recibió el padre a su hijo pequeño cuando volvió a casa. Hoy vemos con qué facilidad libró Jesús de la muerte a aquella mujer. Pero lo importante es abrir los ojos para contemplar las maravillas que Dios hace con nosotros cada día.
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(*) Actualización:  En realidad, el evangelio no dice que Jesús se levantara sino todo lo contrario: dice que Jesús estaba sentado y que la mujer estaba de pie. ¿Por qué he escrito yo que Jesús se levantó? Pues muy fácil: porque he escrito el post dejándome llevar por mi mala memoria y por mi fantasía, y sin tener el texto del evangelio delante. En cuanto he proclamado el Evangelio en la Misa de seis, he caído en la cuenta de mi error. Para empeorar la cosa resulta que he dicho que Jesús se levantó porque es de mala educación estar sentado ante una mujer que lo está pasando mal. Y ahora siento que Jesús me mira y me dice: Cómo vas a arreglar esto, Javier? Porque, lo cierto es que yo no me levanté, sino que permanecí sentado ante esa mujer que, como bien has dicho, lo estaba pasando muy mal. Y yo, muy confundido: Perdón Señor. A mí me consta que Tú eres el más educado y amable de los hombres y que tratas a todos con mucha consideración. Si no te levantaste, tus razones tendrías. Como Maestro y como Juez y como Dios tenías todo el derecho del mundo a estar sentado. Y, ahora que lo pienso, me parece estupendo que te quedases sentado en tu calidad de Maestro, de Juez y de Dios para decirle a esa mujer lo que le dijiste, tan amablemente.
En vez de corregir mi error he decidido resaltarlo con letras rojas, explicarlo en esta nota y proponer aquí otra versión del texto fallido: “Se ve que Jesús estaba sentado y que la mujer estaba de pie, frente a Él. No es de buena educación  hablar sentado a una persona que está de pie. Menos aún si esa persona es una mujer que lo está pasando mal. Pero Jesús, el más amable y educado de los hombres, se quedó sentado para que supiéramos que Él es Maestro y Juez. 
P. Javier Vicens Hualde (publicado en Zaqueo)
Párroco de S. Miguel de Salinas


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