martes, 14 de abril de 2009

¡¡ALELUYA, VERDADERAMENTE HA RESUCITADO EL SEÑOR!!


San Agustín se sorprende de que Jesús no deje que María Magdalena le toque. La sorpresa es natural ya que, más adelante, el Señor dirá a Tomás (al que le costaba creer) que puede introducir los dedos en sus llagas y en su costado. El mismo santo de Hipona avanza una explicación. Jesús no quiere que María lo toque porque, a partir de ahora, jesús ha de ser conocido espiritualmente.

Aunque el Señor ha resucitado, su presencia en medio de nosotros va a ser de otra manera. Ya no quiere ser reconocido como cuando caminaba por los caminos de Palestina. Ahora ha de ser reconocido por la fe. De hecho, también a Tomás le dirá que serán felices quienes crean sin haber visto.

Por otra parte, en el evangelio de hoy se muestra que la resurrección aporta la justificación a los hombres. Jesús llama a sus discípulos hermanos y habla de su Padre, que también es nuestro Padre. Esta es el fruto de la resurrección. Si con la muerte en la cruz pagó por nuestros pecados, ahora con su resurrección nos abre los tesoros de los bienes divinos. No rehusó padecer nada por nuestro bien y, de la misma manera, no nos niega nada. Nos llama hermanos después de sufrir la pasión y de haber visitado el sepulcro. Vuelve del lugar de los muertos y nos une más íntimamente a su persona (somos hermanos).

En las novelas de Karl May que leíamos de jóvenes se veía como un hombre blanco se hermanaba con un indio. No recuerdo los nombres de los personajes pero sí que completaban aquel ritual con un pequeño corte y uniendo sus heridas. Era como fusionar la sangre de ambos para mostrar una hermandad, que no era biológica, pero que los unía de alguna manera. Jesús ha derramado su sangre por todos nosotros y también nos la ofrece como bebida, para que fluya por nuestro interior y nos transforme. Porque nos da su vida nos llama hermanos y, en Él, somos hijos de Dios.

María recibe el premio de su fidelidad y amor a Jesús. Por eso se la llama “apostola apostolorum”. Es ella la encargada de comunicar la buena noticia a los Doce. El Señor le da ese encargo porque ella manifiesta una especial audacia, que nace de su amor, que no teme nada. También a nosotros, en la medida en que amamos a Jesucristo, se nos muestra. Y como María recibimos el encargo de comunicar esa buena nueva a los demás hombres. Jesús ha resucitado y nos ha abierto un camino que la muerte ya no puede obstaculizar, porque Dios es nuestro Padre.
Comentario de la liturgia archimadrid


1 comentario:

Anónimo dijo...

ninguno de nosotros hemos podido tocar ni siquiera ver,al Señor.Me rafiero al común de los mortales,no a los que han sido distinguidos con alguna gracia especial,algún santo que no lo ha sido por apariciones o estigmas sino por haber vivido heroicamente la virtud.El caso es que sin ver,sin tocar,por pura y a veces dura fe,hemos creido.La "delicadeza" de Jesús Resucitado con nosotros,desata ternura.La poderosa inteligencia de Agustín lo descubre y trasmite.!Gracias Señor!.M.A