jueves, 16 de abril de 2009

SAN PABLO TAMBIÉN EN PASCUA

"El Hijo del carpintero, resucitando, hace de la Cruz una escalera hacia el cielo."
Cuando el incansable predicador anunciaba el evangelio de la gracia, que la salvación era gratuita, surgía lógicamente la misma pregunta: Si Dios ya lo hizo todo, si Jesús ya pagó la cuenta completa, entonces, ¿no debemos hacer nada?
La noche en que el carcelero de Filipos recibió la Buena Noticia de que ya había sido rescatado por el amor de Dios, él sentía que era verdad, pero al mismo tiempo percibía que aunque ya estaba salvado, él todavía no experimentaba esa salvación en su vida. Entonces pidió una respuesta concreta a Pablo y a Silas: "¿Qué debo hacer para ser salvado?": Hech 16,30.
Para apropiarnos la salvación y los frutos de la redención Pablo nos presenta un conjunto con cuatro elementos interrelacionados. Mas, sin dejar de ser gratuita, necesitamos responder al don gratuito de la salvación.
Dios nos regaló la salvación, pero si nosotros no sabemos recibirla, la obra salvífica corre riesgo de quedarse incompleta. Así de trascendente es nuestro papel.
A. PRIMER ELEMENTO: ESCUCHAR LA PALABRA, QUE ES FUERZA DE DIOS PARA LA SALVACIÓN
Dios ha querido salvar a los hombres mediante la locura de la predicación del evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: 1Cor 1,21b; Rom 1,16b.
El punto de partida radica en escuchar la Palabra, el anuncio de la Buena Nueva de la salvación, pues la Palabra de Dios tiene poder, dynamis, para producir la fe y la conversión en cada persona.
Por eso, la proclamación de la Buena Nueva, centrada en la muerte de Jesús y su gloriosa resurrección, es el primer paso para ser salvados.
B. SEGUNDO ELEMENTO: CREER CON EL CORAZÓN QUE DIOS RESUCITÓ A JESÚS DE ENTRE LOS MUERTOS
El siguiente paso está expresado en esta fórmula magistral del apóstol:
Si crees en tu corazón que Dios resucitó(a Jesús) de entre los muertos, serás salvo. Rom 10, 9b.
Más que hablar de la fe, Pablo se refiere a creer; creer con el corazón, núcleo de toda la persona. Sin embargo, no basta creer en Dios, es necesario creerle a Dios; en este caso, a su plan de salvación.
Al creer que Dios resucitó a Jesús estamos convencidos de que Dios cumple sus promesas y que puede hacer hasta lo imposible: Que un muerto resucite, y resucite para nunca más morir. Esto demuestra que también nosotros podemos ser transportados del mundo de las tinieblas al mundo de la luz y del sepulcro del pecado al Reino de la gracia. Si un muerto resucitó, todo es posible. Así pues, no se reduce a creer en algo, sino creer en Alguien; Alguien que nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Creerle al que nos ama.
Un alpinista, obsesionado por conquistar una alta montaña, inició su solitaria travesía después de años de preparación.Empezó a escalar, mientas atardecía. En vez de acampar, decidió seguir adelante.Oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la nieve de la montaña. La luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.Ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, pero él no se detenía.Desafiando un acantilado, se resbaló en el hielo, cayendo lentamente pero sin poder detenerse, a pesar de que golpeaba la nieve con el piolet. El alpinista sólo podía ver manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Cuando ya se despeñaba en el precipicio, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba a la cintura. En ese momento de quietud, balanceándose y suspendido en el aire, sin ver el fondo del abismo, retó al Señor y gritó con toda su fe:- Si me amas, ¡Ayúdame, Dios mío! Una voz grave y profunda le contestó desde el cielo:- Sí te amo, ¿Qué quieres que haga?- Sálvame, Dios mío. No veo nada. Tú eres mi única esperanza.- ¿Realmente crees que yo te amo tanto que pueda salvarte?- Por supuesto, Señor. Yo tengo fe en tu amor y en tu poder.El alpinista se imaginaba que aparecería una mano poderosa para rescatarlo, o que vendría una legión de ángeles para trasportarlo a un lugar seguro. Pero la misma voz celestial le ordenó lo que menos esperaba:- Entonces, si crees en mi amor por ti, corta la cuerda que te sostiene. Hubo un momento de silencio y de duda. Aquel hombre, suponiendo que caería al abismo, se aferró aún más a la cuerda...Al día siguiente, el equipo de rescate encontró un alpinista muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda, a tan sólo un metro del suelo.
El alpinista creía en Dios, pero no le creía a Dios. Creerle a Dios implica soltarnos de la cuerda de nuestras seguridades humanas para abandonarnos a una persona que nos ama.
La salvación no la compramos ni la merecemos, sino que es un regalo de Dios, que hacemos nuestra cuando le creemos. La prueba de ello la tenemos en Abraham.
Dios le pide al patriarca salir de Ur de Caldea, y el viejo de 70 años le cree a Dios. Corta la cuerda de sus tradiciones y deja su tierra y su parentela. Este acto de fe le es acreditado como justicia, o sea, salvación, cuando todavía no había sido promulgada la Ley ni tampoco existía el signo de la circuncisión. El patriarca fue justificado por la fe que lo hizo ponerse en marcha a un país desconocido (Rom 4, 9-11). Por eso, la Escritura afirma:
La fe le fue acreditada a Abraham como justificación: Rom 4, 9 = Gen 15, 6.
Por lo tanto, la justificación viene por la fe; o mejor, por creer; y aun más, por creerle a Dios, lo cual conlleva seguir sus indicaciones, pues de otra forma esa fe se reduciría a simple ideología. La fe no se limita a un asentimiento intelectual, sino que implica soltarse de la cuerda de nuestros planes de salvación y seguir el camino delineado por Dios.
San Pablo también afirma categóricamente que la fe actúa por la caridad (Gal 5, 6); y así, quien no amara (a Dios, a los demás y a sí mismo), es que no ha creído realmente; y por lo tanto, no ha aceptado el don gratuito de la redención.
C. TERCER ELEMENTO: PROCLAMAR CON LA BOCA EL SEÑORÍO DE JESÚS
Tercera actitud enumerada por San Pablo:
Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor... serás salvo: Rom 10, 9a.
No se reduce a una fórmula verbal, sino a vivir como Jesús; que cada aspecto de nuestro pensar y actuar esté sometido a la Palabra de Dios. Es aceptar que de ahora en adelante Jesús tome todas las decisiones de nuestra vida. Implica tanto soltarnos de la cuerda de nuestros medios que tenemos para ser felices, como aceptar el Evangelio como norma de vida.
Existen diferentes formas de gobierno en el mundo:- Las monarquías constitucionales, en las que el rey o la reina son sólo un adorno, porque quien gobierna en todos los sentidos es el primer ministro y el parlamento.- En los gobiernos republicanos o demócratas hay tres poderes diferentes: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, que residen en diferentes personas.- Las monarquías tradicionales, donde el monarca concentra los tres poderes.
En las iglesias hay diferentes clases de cristianos: Algunos dicen que Jesús asume el poder ejecutivo, pero ellos decretan las leyes que rigen su vida o se declaran justos por lo que hacen o no hacen. Otros ceden a Jesús la capacidad de legislar, pero ellos siguen ejerciendo el poder ejecutivo y el judicial.
Proclamar el Señorío de Jesús implica reconocer que el Señor Jesús es el monarca que asume los tres poderes y nosotros, libremente, nos sometemos a sus decisiones y valores.
Esta proclamación del Señorío de Jesús se hace en voz alta, con orgullo y de forma total, entregando no sólo una parte, sino todos los aspectos de la vida.
Se trata no sólo de soltarnos de nuestra cuerda, sino entregarle al Señor la soga donde radica nuestra seguridad económica, religiosa, mental, afectiva, etc.
D. CUARTO ELEMENTO: RECIBIR EL SELLO DEL ESPÍRITU SANTO:
Los que creen en la predicación, reciben el don del Espíritu como sello que garantiza la salvación:
Después de haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de su salvación, y creído también en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la Promesa: Ef 1, 13.
Un documento importante requiere un sello para identificarlo como legal. La salvación, igualmente, precisa del sello del Espíritu para ser auténtica y no sólo una idea subjetiva o una ilusión.
El Espíritu Santo tiene la capacidad de hacer presente y eficaz, aquí y ahora, los frutos de la redención ganados por Cristo Jesús hace dos mil años. Él nos capacita para vivir como salvados en todas las áreas de la vida. Por eso, Pablo recomienda:
No se embriaguen con vino que es causa de libertinaje, sino (embriáguense) con el Espíritu Santo: Ef 5, 18.
El vino transforma la forma de hablar, de caminar y de sentir. La persona embriagada por el Espíritu Santo cambia su forma de vivir, pues está bajo el influjo y el poder del vino del Espíritu de Dios. El Espíritu nos revela la verdad completa de Jesús y al mismo tiempo la paternidad de Dios como papá.
En los embriagados por el Espíritu necesariamente aparecen las consecuencias del vino que Pablo llama “los frutos del Espíritu”, que son abanderados por el amor (Gal 5, 22-23).
Gracias al Espíritu, se forma el Cuerpo de Cristo, que se reúne para celebrar el misterio de la fe, en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía.
E. APLICACIÓN A NUESTRA VIDA
Dios hace todo cuanto tú no puedes: reconciliarte con Él; pero no te suple en lo que a ti te corresponde: Cortar la cuerda, para abandonarte incondicionalmente a su plan de salvación, diseñado con amor. No sólo creer en Dios, sino creerle, renunciando a la soga que supones es tu medio de salvación y de felicidad, pero que a la postre es lo que te impide ser salvado por Dios.
Atrévete a creer en el Señorío de Jesús, reconociendo que ostenta el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial.
Cada uno de nosotros sabe cuál es la atadura que debe cortar; esa forma de vida, esa actitud o esa situación, que en vez de salvarte, te impiden ser salvado. Aunque no lo veas, si hoy escuchas su voz y crees en su Palabra, serás salvado por el poder y el amor de Dios.
Si cuando confesamos la resurrección de Jesús nos soltamos de la cuerda, al proclamar el Señorío de Jesús, entregamos nuestra cuerda a Dios para que Él haga lo que quiera.
Con esta experiencia podemos comprender el alcance de la expresión de Pablo cuando confesaba: “Mi vida es Cristo”.
La salvación ya fue realizada por la muerte y resurrección de Cristo Jesús quien pagó el precio de nuestro rescate. Además, es gratuita, no cuesta nada, pero precisamos hacer algo para hacerla nuestra. Sólo queremos subrayar que si no ponemos en práctica este conjunto, la obra salvífica queda incompleta.
YO CREO Y CONFIESO QUE YA FUI SALVADO GRATUITAMENTE POR CRISTO JESÚS.POR LO TANTO, CON EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO,PUEDO VIVIR HOY COMO SALVADO.

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