sábado, 17 de diciembre de 2011

DOMINGO IV DE ADVIENTO

Evangelio
En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llaman estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Lucas 1, 26-38
 
El evangelista san Lucas nos sitúa ante el gran misterio realizado en Nazaret hace dos mil años: «A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José; [...] la virgen se llamaba María». El arcángel Gabriel le comunica su maternidad divina, recordando las palabras de Isaías que anunciaban el nacimiento virginal del Mesías, que ahora se cumplen en ella. La respuesta de María al plan de Dios será: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
La anunciación a María y la encarnación del Verbo de Dios constituyen el misterio más profundo e insondable de las relaciones de Dios con los hombres, el hecho más trascendental, el acontecimiento más importante de la historia de la Humanidad. ¡Dios se ha hecho hombre! Es algo que nos desborda, que sobrepasa absolutamente las expectativas del pensamiento y de la imaginación del ser humano. Y ése es el momento en que María conoce la llamada concreta, la vocación a la que Dios la había destinado desde siempre. Una vez conocido el designio divino, ella responde con un incondicional, con una obediencia pronta y sin cortapisas. La respuesta de fe de María a las palabras del arcángel fue absoluta. Es consciente de la desproporción entre su humilde persona y la misión que recibe, pero confía en Dios. Dios lo quiere y nada es imposible para Él, y por esto no pone dificultades al plan de Dios. Con obediencia y humildad responde: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. De esta manera, es incorporada plenamente en la historia de la salvación, en el misterio de Cristo y de la Iglesia.
El de María significa también el comienzo de su especial camino de fe, de abandono a la voluntad de Dios, de gozos y sufrimientos, de colaboración con Cristo en la historia de la salvación. El de María es una respuesta que compromete toda su existencia en la aceptación del plan de Dios. Y el Señor, a su vez, hizo en ella maravillas. También el Señor nos llama a cada uno de nosotros a algo grande, a algo hermoso, a una existencia única e irrepetible. Más allá de las preocupaciones, los temores, las rutinas de nuestra ajetreada existencia, conviene entrar en el interior, captar su voluntad y responder con un confiado. El de María cambió la historia de la Humanidad. El de cada uno de nosotros es seguro que cambiará nuestra pequeña historia y nuestro entorno.
 
+ José Ángel Saiz Meneses
obispo de Tarrasa

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