martes, 22 de noviembre de 2011

"BICHOS RAROS"

Arturo San Agustín es un conocido periodista. Ha trabajado en distintos medios, y ha estado 14 años en El Periódico de Cataluña. Ha estado 2 años en México haciendo documentales, y también "Un perro verde entre los jóvenes del Papa". Así se llama el libro que publica con ediciones Khaf, que es una crónica distinta de lo que se ha contado hasta el momento sobre la Jornada Mundial de la Juventud.
P- ¿Qué puedes decirnos sobre tu libro?
R- Ante todo yo soy un periodista, así que es una crónica periodística. Fue un "pronto" que me dio por algunas razones: por un ejercicio de libertad, porque ya sabes que en este país, si se habla del Dalai Lama, no hay ningún problema; pero en cuanto tocas el tema de la Iglesia Católica, en las redacciones te miran como un bicho raro o un perro verde. Por eso se llama así el libro. El caso es que empecé a escuchar ciertas críticas un poco oportunistas, y me vino a la mente la idea de mi padre. Yo con mi padre me llevaba bien, pero no teníamos un diálogo fluido. Él era anarquista, de los que creía que el anarquismo no era la bomba, sino la fraternidad. No era creyente, y un día me dijo esta frase: "Este país cuando no sabe qué decir, cuando hay problemas y no sabe qué hacer, se come a un cura".
Por eso escribí la crónica, sin consultar con ninguna editorial, en total libertad. Escribí lo que vi y lo que escuché.
-¿La crónica arranca en Madrid?
-No, empecé en Barcelona, porque había entre 40 y 50 mil peregrinos allí ya unos días antes de la JMJ. Luego pasé por Valencia, Zaragoza, Toledo, y entonces sí llegué a Madrid, donde estaba la fiesta propiamente dicha.
-¿Y cómo vive un "no joven" la Jornada Mundial de la Juventud?
-Bueno, la verdad es que durante los días que estuve en Madrid vi bastantes individuos de mi edad, mayores, cincuentones. Y ellos también gritaban eso de "¡somos la juventud del Papa!". Yo no, nunca me creí joven.
Lo que más me llamó la atención fui oír a la gente hablar de "jóvenes normales". En Italia o en cualquier otro país de Europa nos tomarían por locos. Pero aquí, cuando se habla de la Iglesia Católica, hay que especificar que son "normales". Lo cual dice mucho de este país. Era la constatación de un hecho: los jóvenes con los que yo pude hablar eran gente preparada, culta, y gente de su tiempo, sin prejuicios.
Me acompañaba un periodista norteamericano, no católico, que me dijo: "Creo que es la primera vez que veo a católicos desinhibidos". Ellos me transmitieron mucha esperanza, pero no una esperanza estúpida. Normalmente en la prensa se generaliza al hablar de los jóvenes: que no son los de antes, que no tienen futuro... Pero yo vi que había futuro.
Vi gente comprometida socialmente, sin presumirlo. Porque ahora muchos jóvenes confunden las ONG con unas vacaciones pagadas, y muchas veces tenemos el problema en la esquina de la calle, pero como no hay leones ni tigres, ni fotos ni exotismo, parece que no atrae. Ellos no eran de ese tipo. Eran gente que está en el mundo.
-¿Tu crónica, por haber estado tan cercano, es entonces más desde dentro que desde fuera?
-Bueno, yo creo que una crónica ha de ser fundamentalmente libre, y por lo tanto subjetiva. No se trata tanto de ser riguroso como de escribir lo que crees escuchar.
-¿Para qué sirvieron esos días? ¿Fueron sólo un lugar de encuentro? ¿Había algo más de fondo? ¿Los chavales estaban buscando respuestas, o buscaban hacer comunidad, ser Iglesia?
-Algunos de los religiosos con los que hablé estaban preocupados precisamente por eso. Se preguntaban qué quedaría de todo esto. Yo creo, como periodista y cronista, y también como ciudadano, que lo más sorprendente fue que de repente se veía que había muchos católicos, y todos jóvenes. Y eso también les sirvió a los propios peregrinos, que se daban cuenta de que no estaban solos. Porque cuando vas a las iglesias, normalmente la gente suele ser mayor.
Yo creo que la Iglesia no sabe comunicar lo que realmente es. Por ejemplo, uno de los problemas de los libros sobre temática religiosa en España son las portadas. Parece que lo trascendente, lo serio, tenga que ser aburrido y antiguo. Como lo que estaba de moda en los años 50. Por eso creo que la Iglesia no logra comunicar lo que es en su totalidad. Pero, con todo, he de reconocer que algunos actos los saben organizar bien. En ese sentido, la JMJ sirvió para que los peregrinos se dieran cuenta de que son más de los que pensaban, y para que los periodistas y el resto de la gente se convencieran de que a la iglesia no van sólo los abuelos.
-¿Hay algún momento, de entre todos los actos, que se te haya quedado especialmente en el corazón?
-No fui a todos los lugares, porque cuando quieres hablar de todo no puedes hablar de nada. Pero sí vi los actos más importantes, y el momento más emocionante fue ver a una muchacha que realmente irradiaba luz. Yo pensé "está tocada por la gracia de Dios". Sobre todo porque hacía unos minutos que había visto una especie de monjes templarios con botas de montar, y me asusté un poco. Uno de los individuos se me acercó y me dijo que eran los Heraldos del Evangelio, que parece ser que son una orden. Su aspecto impresiona, así que le pregunté por sus botas, y me dijo que simbolizan que siempre están dispuestos para cabalgar. Entonces fue cuando vi a una muchacha joven, sencilla, de la comunidad francesa Emmanuel. Una muchacha que irradiaba luz. Ésa es la imagen que más relaciono con el Espíritu.
-¿Qué te pareció el vía crucis?
-Sé que generó un miedo inicial, porque fuera de contexto se desconfiaba de su resultado. Los Legionarios, por ejemplo, chirriaban un poco. Porque aunque sean cristianos, la cuestión de la Guerra Civil no era muy oportuna en ese momento. Otro problema que tienen es que la mayoría no cree en Dios, sólo cree en su Cristo.
-Han pasado ya dos meses largos de la JMJ. Los jóvenes se han ido a su casa, cada uno con sus experiencias. Muchos habrán encontrado amistades o amores para toda la vida. ¿Qué crees que va a quedar de estos días?
-No me atrevo a decirlo, soy un modesto periodista. Pero sé que ése era el temor de la mayor parte de los religiosos con los que hablé. Yo creo que, como mínimo, la vivencia de estos días sí que queda. Que el resultado sea el apetecido, el que interesa, ya no lo sé. Lo ideal sería que hubiera servido para vivir la fe con más compromiso, con más ilusión y alegría. Pero al menos la vivencia, yo creo que queda para siempre.
Yo he vivido tres situaciones parecidas. Una fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona, otra, cuando me mandaron como enviado especial a Nueva York 3 días después del derrumbe de las Torres Gemelas. Y por último la JMJ. Mi teoría es que la gente recuerda los JJOO de Barcelona con mucho cariño, pero no tanto por la cosa deportiva, sino porque la ciudad volvió a ser de los barceloneses. La calle era suya. Yo creo que había ancianos que llevaban 30 años sin salir por la noche, y entonces lo hicieron. La gente se sentía segura.
Después del 11-S la gente no se disputaba el taxi, ayudaban a cruzar la calle a los pocos ancianos que viven en Manhattan, donde normalmente cada uno va a lo suyo. Pero era por miedo. Aquí en Madrid había algunos madrileños cabreados porque no podían aparcar donde solían. Pero el ambiente era grato, distendido. Porque un millón de jóvenes, incluso desde un punto de vista físico, emana unas energías positivas y felices. Esa huella queda para siempre.
-¿Se ve en este tipo de actos lo que es la Iglesia con todas sus facetas?
-Sí, se constata que es mucho más de lo que imaginamos. Que la Iglesia no sólo tiene cara europea. Hace 8 meses estuve en Turquía invitado por el gobierno, acompañando como periodista al arzobispo de Tarragona. Allí conocí a un diplomático del Vaticano, el Nuncio en Ankara, que es chileno. Él no estaba nada preocupado por la cuestión de que ahora haya menos gente en la Iglesia. "Mejor que seamos pocos", decía. Porque recelaba de los que utilizan a la Iglesia para promocionarse socialmente.
-¿Usted también cree que no es tan importante la cantidad como la autenticidad?
-Claro. Es más importante sentir lo que dices que querer acceder socialmente a un rango más alto.
-¿Hay mucho anticlericalismo en nuestro país? ¿Ven los grandes medios a la Iglesia como una patata caliente? ¿No hay punto medio entre ser un crítico o un beato?
-Ven a los católicos como perros verdes, sí. Es como lo de que los italianos ignoran que son católicos. Es decir, que nuestra cultura es cristiana. Nuestros valores también. Por eso es curioso que no interese hablar de la Iglesia si no es para estar en contra, cuando la Iglesia Católica, en este mundo hostil que no cree en nada, va a ser cada vez más necesaria.
Publicado en Periodista Digital

1 comentario:

LAH dijo...

Me gusta muchisimo leer estos articulos, la verdad se abre camino ella sola. un abrazo Balbi.