La entrada de hoy se ha publicado en el blog: "perder el miedo a equivocarse". Si ayer teníamos el impresionante testimonio de Gianna, hoy nos acercanos al mundo de los disminuídos psíquicos.
No ha sido casual esta visita dentro del viaje del Papa.
Los católicos nos manifestamos contrarios al aborto, pero estar a favor de la vida, es algo mucho más amplio: implica también a nuestras actitudes frente a los más pobres, los más limitados, aquellos que cuentan menos en la sociedad. Os dejamos con esta magnífica reflexión.
«Os aseguro que cuanto hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Son las palabras del Evangelio que recordó el domingo Benedicto XVI durante su visita a uno de esos milagros vivientes de la caridad cristiana que pocos conocíamos y que, gracias a las visita del pastor de los católicos a los desheredados de esta sociedad materialista. Con ojos puramente humanos cabría preguntarse ¿por qué uno de los líderes más importantes del mundo dedica toda una tarde en su apretada agenda condal para visitar a los más inútiles de la sociedad? Y la respuesta podría ser que porque sabe la importancia que tienen especialmente ellos para Dios: “para el cristiano, todo hombre es un verdadero santuario de Dios, que ha de ser tratado con sumo respeto y cariño, sobre todo cuando se encuentra en necesidad”. Seguro que mientras Joseph Ratzinguer escuchaba con su atenta y paternal mirada la desafinada canción que interpretaban los alumnos del centro, le venía a la memoria un detalle de su biografía que contó hace años en la entrevista-libro al periodista Peter Seewald titulado “La sal de la Tierra”. Es la historia de un primo suyo, retrasado mental, al que los nazis se llevaron diciendo a su madre que iban a operarle de una dolencia y que nunca más regresó a casa. Era una práctica habitual de los seguidores de Hitler que consideraban a los disminuidos psíquicos un insulto para la gran raza aria. Algo no muy distinto, en la filosofía de fondo, al genocidio down que están permitiendo y alentando muchos responsables sanitarios cada día en tantas clínicas y hospitales de nuestro país con la excusa de “evitar” dolor y sufrimiento a unos asustados, desorientados y desconcertados progenitores.
Por eso también a los médicos el Papa les recordaba: “es imprescindible que los nuevos desarrollos tecnológicos en el campo médico nunca vayan en detrimento del respeto a la vida y dignidad humana, de modo que quienes padecen enfermedades o minusvalías psíquicas o físicas puedan recibir siempre aquel amor y atenciones que los haga sentirse valorados como personas en sus necesidades concretas”. Y de las palabras a los hechos: tiempo, dedicación, ternura, cariño, paciencia, entrega, amor... de tantas instituciones y personas de la Iglesia que van más allá del misterio de la precariedad de la existencia. Y como el Papa lo sabe se permite hasta realizar un encargo muy serio a esos eternos niños de mirada perdida: “me despido de vosotros dando gracias a Dios por vuestras vidas, tan preciosas a sus ojos, y asegurándoos que ocupáis un lugar muy importante en el corazón del Papa. Rezo por vosotros todos los días y os ruego que me ayudéis con vuestra oración a cumplir con fidelidad la misión que Cristo me ha encomendado”. Y aprovechando la coyuntura un toque de atención del Pontífice para los que nos hacemos llamar cristianos: “En estos momentos, en que muchos hogares afrontan serias dificultades económicas, los discípulos de Cristo hemos de multiplicar los gestos concretos de solidaridad efectiva y constante, mostrando así que la caridad es el distintivo de nuestra condición cristiana”.
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