miércoles, 31 de marzo de 2010

MIERCOLES SANTO



Cada mañana me espabila el oído. Curioso la importancia que se da al oído una y otra vez. ¿Será porque lo principal es la palabra? Para dar al abatido una palabra de aliento nos dice Isaías. ¿Para escuchar la voz del Señor que le marca el camino de la obediencia a su Hijo? ¿Porque nos escucha en su gran bondad? ¿Para que cantemos cantos de alabanza a su Nombre? Sorprende la importancia del oído, cuando todo se da en la carne que se clava en la cruz. Descubríamos ayer una mirada, pero no podemos olvidar la importancia de las palabras de Jesús en la cruz, a donde fue llevado como manso cordero que acogía en silencio lo que le acontecía. Sin protesta, en silencio. En silencio de palabras, como no fueran las de la propia oración de los salmos. Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado.

La liturgia mientras tanto nos pone por tercera vez a Judas Iscariote. Tampoco él se calló, pues fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿qué estáis dispuesto a darme si os lo entrego? Sus palabras de traición se convertirán en acto de entrega a la muerte en cruz. Nuestras palabras, ¿tienen siempre este alcance? Cerramos la boca y el oído a la voz de los menesterosos que claman nuestra ayuda y cariño. Mas de esta manera los arrojamos a la cruz de Cristo. Donde, destrozados, sin voz, con los huesos también ellos quebrantados, son acogidos por el corazón y la carne de Cristo que, en esa misma cruz, se ofrece a ellos, y a nosotros de igual forma, como alimento, como bebida, como manjar de vida eterna.

Oímos su demanda. ¿Dónde quieres que preparemos la cena de Pascua? Haced esto y eso nos dice. Siempre su palabra. Y mientras comía irrumpe: Mi momento esta cerca. ¿Momento de qué? Del ofrecimiento en la cruz. El momento de nuestra redención. Mas Judas el Iscariote no acepta ese momento, lo ha trastocado todo con una ideología de poder, seguramente, y quiere que las cosas de Jesús vayan por donde él indica. Pero su palabra no es obediente, sino mentirosa. Se busca a sí mismo en ella. No quiere llorar lágrimas amargas por lo que está haciendo. Él tiene razón. Los otros son unos mentecatos que no saben dónde esta la cuestión del poder. Se dejan subyugar por la palabra inocua de Jesús. Pero yo no. Sé interpretar las palabras y los gestos. De esa manera no vamos a ninguna parte, si no es al engaño y a la dejación de nuestra propia palabra.

Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Qué insistencia esta a la que nos lleva la liturgia de los tres primeros días de la Semana Santa. ¿Acaso yo, Señor? Te entrego, sí, pero tengo razón, lo hago con razones seguras, porque tu palabra no nos lleva a ninguna parte con fundamento. Mas ¿no es una traición lo que estás haciendo? ¿No te vendes por treinta monedas, como estaba anunciado? No, qué dices, yo no me vendo, es una compensación por el bien que hago…

Sorprende la capacidad de engaño que tenemos, enroscándonos en nuestras propias palabras, cerrando el oído, en cambio, a la Palabra de Dios que se nos pronuncia en Cristo Jesús; que nos alcanza en él, pues él mismo es la Palabra. ¿Seremos capaces de oír para ver el espectáculo de la cruz? Aunque sea, Señor, llorando también nosotros lágrimas amargas, como Pedro. ¡Espabílanos el oído para verte!

martes, 30 de marzo de 2010

MARTES SANTO


Qué diferencia entre el Iscariote y Pedro. Es verdad que ambos se hacían una idea muy confusa de los caminos de Jesús, pero mientras el primero lo traicionia, vendiéndole por treinta monedas, Pedro, una y otra vez, aunque se haga una falsa idea, quiere seguirle, quiere protegerle, quiere ir a donde él vaya. Jamás le traiciona. Se espanta, eso si. Se hunde en las aguas por las que en su seguimiento, quiere correr. Ahora, justo antes de que le abandone,y reniegue de él, dice que ha de dar su vida por Jesús. Sí, lo hará, pero todavía le falta mucho para llegar hasta ahí. Debe pasar también él por la cruz de Cristo, por su muerte y su descenso a los infiernos, por su resurrección de entre los muertos. A donde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Y, como con una cariñosa caricia, le hace ver lo que va a ser su realidad. No cantará el gallo y me habrás negado tres veces.

No sé quien sorprende más, si el empeño tozudo de Pedro, en lo que no puede, en negar su miedo y fragilidad, la capacidad de verse en lo poco que es cuando aún no ha sido confrontado a la cruz de quien tanto ama, porque esto no se puede negar, Pedro amaba a Jesús con pasión, quería seguirle por sus caminos pro encima de toda posibilidad y de cualquier esfuerzo, o Jesús que nunca le deja, ni siquiera cuando le niegue tres veces.

¿Olvidaremos esas palabras de la pasión según Lucas? Tras el canto del gallo, el Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de lo que le había dicho. Y lloró amargamente.

Uno se ahorcó en sus propias ideologías, Judas el Iscariote. El otro, el inconmensurable Pedro, lloró amargamente ante la mirada de Jesús. ¿De dónde sale esa mirada? Volviéndose dice Lucas; quizás porque le traían y llevaban. Mirada no de reproche, que hubiera llevado también a Pedro a la desesperación. Mirada afectuosa. Mirada de amor. Mirada que le llegó a Pedro hasta los entresijos más profundos de su alma. Y ahí tenemos, al duro patrón de pesca de Galilea, llorando amargamente. Qué hermosura.

¿Nos mirará a nosotros también Jesús haciéndonos llorar lágrimas amargas? Amargas por el sabor que dejan en nosotros. No en amargura. Al contrario, que abren nuestros ojos a la cruz de Cristo. Que nos permitan verle ahí donde está. Porque, a nosotros, quizás es en la cruz, donde se volverá para mirarnos. Pedro no supo correr, entonces, al pie de la cruz. Seguramente, tampoco nosotros. Pero a Pedro se le abrieron las carnes y comprendió dónde se le ofrecía su Señor. Porque comprendió en su llorar, aceptó el hecho de la cruz. Pablo nos dice de un modo asombroso que recoge la liturgia de hoy en la comunión: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que le entregó a la muerte por nosotros. Palabras que nos dejan estupefactos y nos hacen comprender la fuerza de esa mirada. Pues esa muerte en cruz es por nosotros. No un evento casual de la historia. No es algo que acontece pues quiere contradecir lo que nosotros somos. La cruz de Cristo es por nosotros. En el doble sentido de que nosotros hemos ayudado con nuestra acción y con nuestra pasión a elevarle en la cruz. Pero sobre todo para nuestra redención del pecado y de la muerte.


Archimadrid.

lunes, 29 de marzo de 2010

LUNES SANTO



"Os he hablado ya de dos perfumes espirituales: el de la contricción, que se extiende a todos los pecados-cuyo símbolo es el perfume que la mujer pecadora derramó a los pies del Señor-y el de la devoción, que encierra todos los beneficios de Dios. Pero hay otro perfume que va mucho más allá de estos dos; lo llamaré el perfume de la compasión. Está compuesto, en efecto, de los tormentos de la pobreza, de las angustias en que viven los oprimidos, de las inquietudes de la tristeza, de las faltas de los pecadores, es decir, de todo el dolor de los hombres, incluso de nuestros enemigos. Estos ingredientes parecen indignos y, sin embargo, el perfume que ellos desprenden es superior a todos los demás. Es un bálsamos que cura: "Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.


De esta manera, pues, una gran cantidad de miserias reunidas bajo una mirada compasiva, pasan a ser esencias preciosas. ¡Dichosa el alma que se ha preocupado de proveerse de estos aromas, de derramar el aceite de la compasión y cocerlos con el fuego de la caridad!.


Cualquiera que sea esta alma impregnada del rocío de la compasión, con el corazón desbordante de piedad, que se hace todo a todos, que para si misma es como un jarro resquebrajado que no es capaz de guardar nada, que ha muerto a sí misma y vive únicamente para el otro tiene el gozo de poseer este tercer perfume que es el mejor. De sus manos destila un bálsamo infinitamente precioso que no dejará de derramar en la adversidad y que el fuego de la persecución no podrá secar, porque Dios se acordará siempre de sus sacrificios.

S. Bernardo


ESTA NOCHE A LAS 20.30, EN EL TEATRO CERVANTES, TENDRÁ LUGAR LA REPRESENTACIÓN TEATRAL SOBRE LA VIDA DE NUESTRO BEATO FRAY GABRIEL DE LA MAGDALENA.

SE PUEDEN ADQUIRIR LAS ENTRADAS, A PARTIR DE LAS 19.30 EN LA TAQUILLA DEL TEATRO.

LA RECAUDACIÓN IRÁ DESTINADA A CÁRITAS.


sábado, 27 de marzo de 2010

CARA A CARA

Este vídeo está hecho con imágenes de la película "La Pasión", y con la banda sonora de la canción Cara a Cara de Marcos Vidal.
Mirarlo y orar con él, puede ayudarnos a entrar en esta Pascua que el Señor desea celebrar con cada uno de nosotros, ardientemente.


viernes, 26 de marzo de 2010

PREGÓN DE SEMANA SANTA


Hoy es viernes de dolores, pórtico de la Semana Santa. Traemos a nuestro blog, el pregón que Juan Velarde ha pronunciado en Madrid.

Pregón de Semana Santa de Madrid: Oportunidad de una meditación ante la Cruz
La Pasión hoy, en los pobres
«Al eliminar los valores cristianos, incluso al comenzar a contestarlos, se crea una sociedad que, por fuerza, se arruina; y en esa ruina, los golpes que reciben muchísimas gentes -los parados, los inmigrantes, los empresarios expulsados de la actividad, los viejos- son cada vez más fuertes». Lo dijo el pasado lunes, entre otras muchas cosas, el economista, catedrático y académico don Juan Velarde, pregonero de la Semana Santa de Madrid de este año. He aquí sus párrafos más destacados:
Un momento del Pregón del profesor Velarde, en la catedral de la Almudena
Una vez más, como ha sucedido desde el siglo XIX, en la aparente católica España se ha producido una aguda separación de la Iglesia, de forma militante además, e incluso agresiva, de un conjunto significativo de la opinión pública. ¿Necesito recordar aquella matanza de frailes, que acompañó al Gobierno Martínez de la Rosa en junio de 1834; o, en 1931, la quema de conventos e iglesias; o, a partir de 1936, una persecución sangrienta que ha creado la Gloria para innumerables mártires? En estos momentos, vuelven a renacer talantes emparentados. Eso, que es algo culturalmente un fósil, intenta asentarse en el 2010 entre nosotros.La pasión de Jesús fue provocada por hombres concretos que, sencillamente, antepusieron sus pasiones a la obligación de atender al Justo. Eso se reproduce una y otra vez, porque esa imagen de Cristo es la del pobre, el angustiado, el desvalido, el desorientado, quien experimenta, una y otra vez, las consecuencias de las medidas que hombres concretos adoptan, derivadas de la búsqueda de realidades que se decide que sean las favorables para sus pasiones concretas. La Pasión de Jesús se reproduce en multitud de pasiones que sufren esos pobres, angustiados, desvalidos. En España, existen cerca de cinco millones de desempleados que, por eso, pasan a vivir en medio de agobios incesantes. Multitud de empresarios, más de trescientos mil, grandes y pequeños, se ven impulsados a la ruina, con la secuela del abandono de multitud de proyectos vitales. Las cohortes de familias desconcertadas constituyen un conjunto realmente sobrecogedor...
El aplauso para los Caifás
Pero, esto ¿no se dice que está causado por acontecimientos normales de la dinámica de la economía, ocurridos mucho más allá de nuestras fronteras? Nada de eso. Los Caifás, los Pilato, los Herodes, y los sayones y centuriones, están, desde hace mucho, dentro de nuestra sociedad, recibiendo una y otra vez, si no el aplauso sistemático, al menos la reverencia y la asunción de sus deseos.Una sociedad opulenta y masificada puede parecer muy agradable a todos. Por eso, a corto plazo, más de un político tiene una tentación clara: allanar el camino para que eso se consiga y se consolide. En España, somos testigos y lo percibimos a poco que busquemos algunos datos en nuestra memoria. Sin ir más lejos: Tener hijos siempre es una carga. Pues no los tengamos... Quienes han empujado a esta situación desde un planteamiento ideológico, al predicar las bienandanzas de la carencia de esfuerzos, de las maldades de la cultura cristiana como opio del pueblo, incluso ridiculizar las exigencias de la Iglesia contra la molicie y sus condenas de los pecados capitales, no han encontrado otro camino, para intentar afianzar sus ideas, que aumentar el gasto público.
¡Líbranos del mal!
Al eliminar los valores cristianos, incluso al comenzar a contestarlos, se crea una sociedad que, por fuerza, se arruina, y en esa ruina, los golpes que reciben muchísimas gentes -los parados, los inmigrantes, los empresarios expulsados de la actividad, los viejos- son cada vez más fuertes. En este duro Viernes Santo que nos espera y se hace cada vez más agobiador -como ocurría en aquella escalofriante interrogación de Jesús en la Cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?-, ¿qué debemos hacer? La contestación la tenemos de la mano del actual Pontífice, quien escribió esto en su Jesús de Nazaret, al glosar la última petición del Padrenuestro: ¡Y líbranos del mal! Dice Benedicto XVI: «Por eso pedimos, desde lo más hondo, que no se nos arranque la fe que nos permite ver a Dios, que nos une a Cristo. Pedimos que, por los bienes, no perdamos el Bien mismo; y que tampoco, en la pérdida de bienes, se pierda para nosotros el Bien, Dios; que no nos perdamos nosotros: ¡líbranos del mal!»Es preciso conseguir que la Resurrección llegue después de la Pasión para esa España que definía así mi maestro en muchas cosas, Pedro Laín Entralgo. Lo tomo de su artículo Ideales y utopías, aparecido en Ya, en 1955: «Una España ideal..., en que, bajo la suprema y consoladora presidencia de la verdad de Cristo, fielmente aceptada por los más, íntimamente respetada por todos, convivan de manera eficaz y amistosa, el pensamiento de santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado, la herencia de san Ignacio y la estimación de cuanto estimable hay en Unamuno, el espíritu de Menéndez Pelayo y el de Ramón y Cajal. Y llegarán todos ellos a convivir eficaz y amistosamente, no porque sus herederos canten una y otra vez la eminencia del maestro o reciten en el aula sus palabras con aspaviento rendido y beato..., sino cuando su obra sea conocida y discutida con la sana e íntima libertad de los hijos de Dios veritatem facientes in caritate.
Juan Velarde

jueves, 25 de marzo de 2010

LA ENCARNACIÓN ¡¡SI A LA VIDA!!


En la solemnidad de la Encarnación, se celebra también la jornada por la vida.

Nueve meses antes de la Navidad celebramos la Anunciación del Señor. Este año la fiesta coincide un poco antes de la Semana Santa. Su inclusión al final del tiempo cuaresmal nos permite fijarnos en que Dios se encarnó “por nosotros, los hombres y por nuestra salvación”. En su amor por nosotros se hizo hombre, pero su abajamiento iba a culminar con la entrega sacrificial de la cruz. San Pablo en la carta a los Filipenses recuerda que se hizo obediente hasta la muerte.
Lo que está desordenado en el hombre, como consecuencia del pecado, es la voluntad. Dejamos de amar a Dios y preferimos a las criaturas. Al elegir a las criaturas nos elegimos a nosotros mismos y posponemos a Dios. El salmo, y la carta a los hebreos, contraponen los sacrificios a la voluntad. Jesús sabe que nada que ofrezcan los hombres es suficiente para reparar el daño del pecado. Ningún sacrificio, por valioso que fuere, puede reparar la ofensa infinita del pecado.
Jesús es la víctima inocente, y Él sí con un valor infinito, que va a entregarse por nosotros. Pero lo que nos muestran las lecturas es que Jesús se ofrece con todo su corazón. No está herido por el pecado, pues es Dios y todo su anhelo es cumplir la voluntad del Padre. Muestra así lo que Dios espera de nosotros: el obsequio de nuestra voluntad.
Hace poco leía el inicio del libro cuarto de Las confesiones de san Agustín. Allí, recordando su vida anterior al bautismo dice el santo: “aún no amaba, pero amaba amar”. Comentándolo con jóvenes les costaba entender, porque Agustín como ellos, amaba muchas cosas. Pero lo que dice el santo es que no sabía amarlas como verdaderamente han de ser queridas, como Dios las quiere. El amor de Agustín estaba fuera del plan de Dios, como también muchas veces nos sucede a nosotros. Dios se hace hombre para enseñarnos a amar, para cumplir su voluntad.
Dice la segunda lectura que por la voluntad de Cristo nosotros somos santificados. Su amor infinito al Padre le lleva a entregarse por nosotros y de su sacrificio nos viene la vida de la gracia. Por ella podemos amar como Cristo nos ama y se cumple el deseo más profundo de todo hombre: amar verdaderamente.
El Evangelio nos muestra también a la Virgen María, la criatura más excelente y también Madre nuestra. Preservada del pecado por su concepción inmaculada, ella responde al ángel que quiere ser la esclava del Señor. Se coloca en la misma disposición que Jesucristo: cumplir en todo la voluntad de Dios. Así abre las puertas de la tierra para que venga nuestro Salvador y nos conduzca a la vida del cielo.

Archimadrid

En este enlace de la Conferencia Episcopal, puedes encontrar mucha información sobre recursos en favor de la vida


miércoles, 24 de marzo de 2010

EL ESPLENDOR DE LA VERDAD

¡¡MAGNÍFICO VÍDEO!!


martes, 23 de marzo de 2010

CONRADO MARTÍN


“El Señor es un liante”

Aquella noche volvieron a darle las tantas de la madrugada en el banco. Volvía conduciendo a casa cuando tuvo un accidente. Por poco no lo cuenta. Supo entonces que no estaba preparado para morir, así que decidió cambiar de vida. Empezó visitando el refugio para enfermos de sida que las monjas de la madre Teresa de Calcuta tienen en Madrid.
Luego, una temporada en Cuzco, trabajando con los niños de la calle. A la vuelta, tuvo claro que tenía que hacer algo por los demás. Pero ¿qué? Después de muchas mañanas de sábado peregrinando al santuario de Schönstatt -de la parada de metro de Lago a Pozuelo- supo exactamente qué.
-En aquel entonces, la Casa de Campo, daba igual el día o la hora…
-Estaba llena de prostitutas: africanas, de Europa del Este, sudamericanas… Yo les daba una imagen de la Virgen de Schönstatt.
-¿Qué hacían ellas?
-Sonreían. Aprendí que Dios es tan respetuoso que no se cuela donde no le llaman. Ahora, como vea una señal… Y aquellas sonrisas eran el signo que estaba esperando para entrar en sus corazones.
-Rezaba con ellas.
-En corro, sí, cogidos de la mano. Y los clientes ahí, esperando. Nunca he vuelto a tener oraciones tan sentidas.
-E iban con usted a misa.
-Alguna terminó apuntada a catequesis. No sabe el fervor con que rezaban. Entonces entendí que ellas nos precederán en el reino de los cielos.
-Otro pasaje del Evangelio: el del joven rico.
-En una ocasión, me pidieron un artículo sobre eso. Yo escribí que Dios es el mejor banquero, pues te ofrece el ciento por uno, mientras los demás el tres por ciento.
-Le pregunto por el joven rico porque usted también lo fue: buen sueldo, coches caros, trajes a medida…
-Los trajes los conservo, sólo que remendados. Los coches ya no me interesan. Y los ahorros los he ido gastando en la fundación.
-Mire que el dinero no crece en los árboles.
-Cuando se acabe, se acabó, como en La lista de Schindler. Luego Dios dirá.
-¿Por qué lo dejó todo?
-Porque tuve la peregrina idea de ofrecerme al Señor. Y lo peor es que estas cosas, nosotros quizás no, pero Él las toma en serio. Sólo que no te dice cuándo, simplemente te pilla por sorpresa.
-¿Ha tratado de escabullirse?
-Sí, pero Dios es un liante que no te deja escapatoria. Cuando quieres tirar la toalla, te llama una madre y te pone al teléfono a su hijo de tres años: “Conrado, te quiero”.
-Por lo menos habrá mejorado su calidad de vida.
-Sigo saliendo a las tantas y trabajo los fines de semana. Eso sí, antes vivía con miedo: a ganar menos, a perder el trabajo… Ahora, en cambio… No sé, debo de ser un inconsciente.
-Un inconsciente que sigue durmiendo poco. ¿Dónde carga las pilas?
-En la adoración. No pasa un día sin que vaya. De ahí obtengo claridad de ideas y paz. Me descansa más que dormir.
-O sea, que sin oración no podría hacer lo que hace.
-Si no rezamos, caeremos en el activismo. Y perderemos eficacia. Porque una persona agitada, empeñada en imponerse, no contagia las ganas de vivir.
-¿De eso se trata?
-Si queremos salvar vidas, tenemos que transmitir vida, y eso sólo te lo da el trato con el sumo hacedor de la misma, Dios.
-¿Usted qué le pide?
-Un conocimiento más profundo del corazón de las jóvenes embarazadas, para poder ayudarlas.


Alba Digital

lunes, 22 de marzo de 2010

CATECISMO


El dogma de la Santísima Trinidad


253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).
256 A los catecúmenos de Constantinopla, S. Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:
Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje...Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero...Dios los Tres considerados en conjunto...No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo...(0r. 40,41: PG 36,417).

domingo, 21 de marzo de 2010

DOMINGO V DE CUARESMA


El Evangelio del V domingo de Cuaresma es el episodio de la mujer sorprendida en adulterio a la que Jesús salva de la lapidación. Jesús no pretende con ello decir que el adulterio no es pecado o que es cosa de poco. Existe una condena explícita de ello, si bien delicadísima, en las palabras dirigidas al final a la mujer: «No peques más». Jesús no busca por lo tanto aprobar la acción de la mujer; intenta más bien condenar la actitud de quien siempre está dispuesto a descubrir y denunciar el pecado ajeno. Lo vimos la vez pasada, analizando la actitud de Jesús hacia los pecadores en general.
Pero ahora, como de costumbre, partiendo de este episodio, ampliemos nuestro horizontes examinando la actitud de Jesús hacia el matrimonio y la familia en todo el Evangelio. Entre las muchas tesis extrañas apuntadas sobre Jesús en años recientes, también está la de un Jesús que habría repudiado la familia natural y todos los vínculos parentales en nombre de la pertenencia a una comunidad distinta, en la que Dios es el padre y los discípulos son todos hermanos y hermanas, y habría propuesto a los suyos una vida errante, como hacían en aquel tiempo, fuera de Israel, los filósofos cínicos.

Efectivamente hay en los evangelios palabras de Cristo sobre los vínculos familiares que a primera vista suscitan desconcierto. Jesús dice: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío» (Lc 14, 26). Palabras duras, ciertamente, pero el evangelista Mateo se apresura a explicar el sentido de la palabra «odiar» en este caso: «El que ama a su padre o a su madre... a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10, 37). Jesús no pide por lo tanto odiar a los padres o a los hijos, sino no amarles hasta el punto de renunciar, por ellos, a seguirle. Otro episodio que suscita desconcierto. Un día Jesús dijo a uno: « "Sígueme". Aquél respondió: "Déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios"» (Lc 9, 59 s.).

¡Oh, cielos! Ciertos críticos aquí se desatan. ¡Ésta es una petición escandalosa, una desobediencia a Dios, quien ordena atender a los padres; una clara violación de los deberes filiales! El escándalo de estos críticos constituye para nosotros una prueba preciosa. Ciertas palabras de Cristo no se explican mientras se le considere un simple hombre, por más que sea excepcional.

Sólo Dios puede pedir que se le ame más que al padre y que, para seguirle, se renuncie hasta a acudir a su sepultura. Por lo demás, desde una perspectiva de fe como la de Cristo, ¿qué aprovechaba más al padre del difunto: que su hijo estuviera en casa en aquel momento para sepultar su cuerpo o que siguiera al enviado de ese Dios a quien su alma debía ahora presentarse? Pero tal vez la explicación en este caso es más sencilla aún.

Se sabe que la expresión «Déjame ir primero a enterrar a mi padre» se usaba a veces (como se hace también hoy) para decir: «déjame ir a atender a mi padre mientras esté vivo; cuando muera, lo sepultaré y después te seguiré». Jesús pediría por lo tanto sólo no posponer por tiempo indeterminado la respuesta a su llamada. Muchos de nosotros, religiosos, sacerdotes y religiosas, hemos tenido que hacer la misma elección y a menudo los padres han sido los más felices por esta obediencia nuestra.

El desconcierto ante estas peticiones de Jesús nace en gran parte de no tener en cuenta la diferencia entre lo que Él pedía a todos indistintamente y lo que pedía sólo a algunos llamados a compartir su vida enteramente dedicada al reino, como sucede hoy en la Iglesia. Hay otros dichos de Jesús que se podrían examinar. Alguno hasta podría acusar a Jesús de ser el responsable de la proverbial dificultad entre suegra y nuera para ponerse de acuerdo, porque dijo: «He venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra» (Mt 10, 35).

Pero no es Él quien separará; será la actitud diferente que cada uno adoptará en la familia respecto a Él lo que determinará esta división. Un hecho que se verifica dolorosamente también hoy en muchas familias. Todas las dudas sobre la actitud de Jesús hacia la familia y el matrimonio caen si tenemos en cuenta todo el Evangelio, y no sólo los pasajes que convienen. Jesús es más riguroso que nadie acerca de la indisolubilidad del matrimonio, subraya con fuerza el mandamiento de honrar al padre y a la madre, hasta condenar la práctica de sustraerse, con pretextos religiosos, al deber de asistirles ( Mc 7, 11-13).

Cuántos milagros realiza Jesús precisamente para salir al encuentro del dolor de padres (Jairo, el padre del epiléptico), de madres (la cananea, o la viuda de Naím), o de parientes (las hermanas de Lázaro), por lo tanto, para honrar los vínculos de parentesco. Él incluso en más de una ocasión comparte el dolor de parientes hasta llorar con ellos. En un momento como el actual, en que todo parece conspirar para debilitar los vínculos y los valores de la familia, ¡ya sólo faltaría que pusiéramos contra ella también a Jesús y el Evangelio! Pero ésta es una de las muchas extrañezas sobre Cristo que debemos conocer para no dejarnos impresionar cuando oigamos hablar de nuevos descubrimientos sobre los evangelios. Jesús ha venido a devolver al matrimonio a su belleza originaria (Mt 19, 4-9), para reforzarlo, no para debilitarlo.

sábado, 20 de marzo de 2010

OSWALD RUFEISEN



Oswald Rufeisen era en 1939 un muchacho polaco de apenas 17 años, pobre pero inteligente, con un don especial para hablar idiomas de forma tan fluída que incluso el alemán podría pasar por ser su lengua materna. Era miembro del movimiento sionista Akiva, proclive a la experiencia de vida en un kibbutz.

Comienza la huída de los nazis
Con la invasión de Polonia por parte de los nazis primero, y los sovieticos, después, Oswald tuvo que hacer las maletas y huir a una pequeña ciudad al este de Polonia llamada Mir, frontera con Rusia, de apenas cinco mil habitantes, de los cuales un tercio eran judíos.

Un hecho providencial
En el trayecto hacia Mir se encontró al borde del camino una bolsa con los documentos de un aleman que se le parecía de forma extraordinaria: rubio, ojos azules... podía pasar por ser un auténtico alemán de raza aria. Eso le permitió acceder a un puesto en la Policía para ser promocionado más adelante, en otoño de 1942, en la temida SS, la policía militar nazi.

Un sionista con uniforme de las SS
El nuevo cometido de Oswald como miembro de las SS era ser el traductor del jefe de la zona: Serafamovich, temido por sus colaboradores y por los judíos, a los que atemorizaba sin piedad.

Desde su privilegiado puesto, Oswald recibía información puntual de los nuevos objetivos de la represión de las SS a los judíos. Así, el día señalado por Serafamovich para liquidar el gueto de Mir, Rufeisen se las arregló para informar a los jefes de la resistencia, facilitarles un arsenal de armas y, entretanto, despistar a la policía militar llevándoles a otra zona con la excusa de capturar unos partisanos rusos.

Es descubierto
Como las operaciones de las SS para liquidar a los judíos fracasaban una y otra vez, los nazis comenzaron a sospechar de Oswald. Interrogado por un oficial de las SS y viendo que no tenía muchos argumentos de defensa, agarró un fusil que tenía a mano y salió alocadamente, esquivando los disparos que pretendían detenerlo.

Un convento de monjas
Tras una jornada corriendo sin rumbo fijo, y completamente exhausto, pudo encontrar refugio en un convento de monjas que lo escondieron en una buhardilla. Allí leyó una revista sobre milagros que habían sucedido en Lourdes que le impactaron tanto que pidió un Nuevo Testamento. "Estaba lleno de interrogantes. -comenta Oswald- Me preguntaba por qué sucedían cosas tan trágicas a mi pueblo. Me sentía un judío, me identificaba con la difícil situación de mi pueblo. También me sentía sionista".

Confrontarme con Jesús de Nazaret
"Tenía prejuicios contra la Iglesia -continua Oswald-. En el convento, solo, me creé un mundo artificial pretendiendo que dos mil años no hubieran pasado nunca. En este mundo de fe que yo mismo me había creado me confronté con Jesús de Nazaret. (...) La historia de Jesús es una parte de la historia judía. Así seguí los intercambios de ideas y controversias entre Jesús y algunos judíos".

Comienza la conversión
"Me encontré de acuerdo con la visión y la actitud de Jesús frente al judaísmo -señala Rufeisen-. Sus sermones me tocaban profundamente. En este proceso olvidé todo lo que sucedió más tarde en la relación entre judíos y cristianos. Al mismo tiempo, necesitaba un maestro, a alguien que me indicara el camino, un guía, alguien fuerte, y así llegue al momento en que Jesús muere en la cruz y después resucita. De repente, no sé como, identifiqué su sufrimiento y su resurrección con el sufrimiento de mi pueblo y la esperanza de su resurrección. Comencé a pensar que si un hombre justo muere, no por sus pecados sino por las circunstancias, entonces debe ser Dios, porque es Dios quien devuelve la vida. Entonces pensé que si existía la justicia para Cristo en la forma de la resurrección, existiría también alguna forma de justicia para mi pueblo".

Una batalla psicológica
"Cuando comprendí que me encontraba frente a la decisión de abrazar el catolicismo comenzó en mí una batalla psicológica -dice Oswald-. Tenía todos los prejuicios sobre los judíos que se convierten al cristianismo. Perfectamente consciente de esto, temía que mi pueblo me rechazará. En realidad, no lo hicieron. En cualquier caso, la batalla psicológica duró dos días. Durante todo este tiempo lloré mucho, pidiendo a Dios la guía. No era una batalla intelectual. Intelectualmente aceptaba a Jesús".

No renunciar a las raíces
"Todo el problema -continua Oswald- concernía a la futura relación con mi pueblo judío, con mi hermano, quizá con mis padres si estaban vivos... Tendría que reconducir los elementos judíos al Nuevo Testamento, yo mismo iba a ser uno de estos elementos judíos, y otros conmigo. Hay muchas personas como yo, cristianos que se consideran judíos".

El bautismo católico
Oswald pidió el bautismo a la Madre Superiora del convento. "Pero si no sabes nada del cristianismo", objetó la religiosa. "Creo que Jesús fue el Mesías. Por favor, bautíceme hoy". Habían pasado tan sólo tres semanas de la huída del cuartel de las SS en Mira, y de ser un sionista radical, estaba a punto de abrazar el catolicismo.

Comienza una nueva vida
Una vez bautizado por una de las hermanas de la Resurrección, y ante los continuos registros que efectuaban los nazis, Oswald salió del convento para adentrarse en el bosque y colaborar con los partisanos rusos hasta que Polonia fue ocupada nuevamente por los soviéticos, expulsando a los nazis del territorio.

Oswald desapareció de Mir en 1944, y reapareció de nuevo en 1952, pero ya como padre Daniel María del Sagrado Corazón de Jesús. Era sacerdote y carmelita.

Su gran sueño, vivir en Israel, pudo cumplirlo en 1956 al trasladarse al convento carmelita de Haifa, donde se reencontró con su único hermano, miembro de un moshav, así como a los amigos del movimiento Akiva y otros supervivientes judíos de Mir.

viernes, 19 de marzo de 2010

DÍA DEL SEMINARIO


"Señor Jesús, que has querido guiar a tu pueblo mediante el ministerio de tus sacerdotes:
¡Gracias por tan preciado regalo a toda la humanidad!
Cuida a cuantos has llamado a ser tus pastores y cólmalos con tu Gracia.
Fortalece el corazón de aquellos jóvenes que están dispuestos a arriesgarlo todo por Ti para ser testigos de tu misericordia entrañable, para partir, repartir y compartir el pan de la Palabra y de la Eucaristía.
Amén."

ESTA NOCHE A LAS 21.30, VIGILIA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES EN NUESTRA PARROQUIA.
Oramos hoy especialmente por los seminaristas de nuestra Parroquia: Manuel, Juan Manuel y Daniel.





SOLEMNIDAD DE S. JOSÉ


“Cuando José despertó, hizo lo que le había mandado el ángel”(Mt 1,16)

JOSE (EL HOMBRE DE LOS SUEÑOS)

Aquel que, por soñar, quiso pensar que todo se cumplía y se entendía por designio del mismo cielo. Soñó y, cuando despertó, sintió que DIOS había pasado muy de cerca cambiando los acontecimientos de color

JOSE (EL HOMBRE DEL SILENCIO)

Sin ruidos y sin sobresaltos, sin estridencias y sin reproches asumió lo que su mente le contradecía. Supo jugar con discreción aún estando en la penumbra. Disfrutó quedándose detrás del telón para que, cuando éste se deslizara, saliera el auténtico protagonista de aquel drama de amor: JESUS
JOSE (EL HOMBRE FIEL)

Teniendo sobrados motivos para las dudas prefirió anteponer la confianza en Dios. Pudiendo haber elegido el camino de la deserción se volcó con serenidad, hasta el final, afirmándose para sí mismo: ¡Si Dios lo permite… algo querrá!. Era el justo que sabía medir con la métrica de la confianza y de la fidelidad, de la honradez y de la bondad.

JOSE (EL HOMBRE DE FE)

El hombre que contempló siempre el vaso medio lleno cuando, tal vez algunos, le apuntarían para que no se complicase la vida y lo viera vacío.El hombre que, más allá de lo aparente, se dejó atravesar por la obediencia a un Dios que, a sus antepasados, les había hablado y acompañado desde hace muchos siglos. Escuchó, meditó, actuó y creyó apoyado en la vara de su experiencia y de su autoridad, de su humildad y de su decisión.

JOSE (EL HOMBRE CENTINELA)

El que permaneció a tiempo y destiempo, del día hasta entrada la noche protegiendo el Misterio de la Encarnación, en el castillo de la vida interior de Santa María Virgen, aunque él no interviniera. El que defendió con la espada de la humildad y del trabajo la vida de aquel que estaba llamado a ser escándalo para muchos y promesa cumplida desde antiguo.El que puso como escudo de su familia la sencillez y la entrega, el silencio y la respuesta con su fe

JOSE (ESPOSO Y PADRE)

El que se conformó disfrutando y siendo feliz por ser compañero fiel y sin fisuras de Santa María. El que, aún a sabiendas de que Jesús no era sangre de su sangre, arriesgó su fama, su trabajo y su vida para que el Salvador creciera en medio de una familia humilde pero sincera.

JOSE (EL DE LA MUERTE FELIZ)

Porque tuvo, aunque no lo señalen las escrituras, la muerte más privilegiada que muchos de nosotros la quisiéramos al final de nuestros día; en los brazos de María murió y bajo los ojos de Jesús (estoy seguro que emocionados y agradecidos) cerró los suyos para contemplar a Aquel que tanto le probó y le exigió en la tierra.Este es José. Mirarle es meterse en un baño de paz y de sosiego, de silencio y de ternura, de obediencia y de FE sin límites.

jueves, 18 de marzo de 2010

SI EXISTE DIOS ¿POR QUÉ NO ACTÚA?


Guillermo Urbizu lo ha publicado en Religión en Libertad.


¿O resulta que su forma de actuar es distinta a nuestra conveniencia? ¿O será que actúa y no nos damos cuenta de que es Él? ¿O es que espera a que demos alguna señal de vida espiritual o de confianza filial? ¿O será que los que nos decimos creyentes y cristianos pasamos de largo como si la cosa no fuera con nosotros? Y si el asunto deriva en tragedia las preguntas le echan en cara a Dios lo que ha sucedido. Si existes ¿cómo puedes permitir esto? ¿Cómo puedes dejar de Tu mano a tantas personas? ¿Eres un ser cruel o un Padre? ¿Te importamos de verdad o nos dejas desvalidos y te diviertes con nosotros como si fuéramos unos juguetes rotos? Dios es el culpable. Si existe, claro.

Las preguntas insisten, se reiteran millones de veces: ¿Cómo puedes permitir, siendo Dios, estos desastres naturales, por más sobrenaturales que sean los motivos? ¿Por qué no los paras, por qué no detienes Tu mano? ¿Por qué actúas así, con tanta saña?

Pero Dios actúa, ya lo creo que actúa. Su gracia se extiende por las almas, llama, perdona, reactiva, enciende. Pero no actúa sólo cuando a nosotros nos conviene o según pensamos que podría ser lo más adecuado. Su Amor sigue obrando milagros y pronunciando las bienaventuranzas. Su Amor sigue resucitando a los muertos, que hieden por el pecado. Su Amor sigue siendo omnipotente y sigue estando a nuestro lado, tan misericordioso como siempre. Se supone.

Entonces, ¿qué le ocurre a Dios? ¿Se ha vuelto loco? ¿Cómo se entiende todo este cúmulo de desastres? El mundo parece huérfano, y anda angustiado e incrédulo. Trémulo, cariacontecido. Incrédulo de Dios porque de lo demás se lo cree todo. Lo que sea. Desde un mitin político a la magia negra. Un mundo descorazonado, perdido en disquisiciones que no llevan a ningún lado. Un mundo disfrazado en un constante carnaval de mentiras.

Si Dios es Dios ¿por qué no actúa un poco más a la vista? Que haga el definitivo milagro, y nos libre del dolor “innecesario”; de la muerte, de la guerra, del hambre. Que dé de beber a los millones de sedientos con agua potable, y se deje de tanta espiritualidad. Eso ya vendrá luego.Y así. Es como si para la gente Dios no diera una a derechas, y quisiéramos indicarle que se equivoca y que de esa otra manera podría ser mejor. Que se adecue Dios un poco, vamos, que ceda.

Por eso ante el misterio de las hecatombes, ante la palpable muestra de nuestra nada, todo esto se intensifica. ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Por qué puede permitir Él, que es Amor, unas calamidades semejantes, un sufrimiento tal? “Bendice alma mía al Señor”, reza alguien. Y otros, rabiosos, le tildan de sádico. Por decir que no quede. Lo que no saben es que Dios hace milagros constantemente. El primero mantenernos en la vida (dio la Suya a cambio), y respetar nuestra libertad, y esperar hasta el último momento nuestra respuesta… Y consuela millones de corazones, y sana, y habla. Pero Su lenguaje tiene infinitos registros.

¿No están ustedes un poco con la mosca detrás de la oreja? No quisiera ponerme excesivamente trascendental e impertinente. Sólo lo justo. Y mucho menos apocalíptico. Pero en un plazo de tiempo no muy largo estamos teniendo terremotos especialmente fuertes, tsunamis devastadores, inundaciones, corrimientos de tierras, tornados, vientos fortísimos, etc. Para muchos será obra del clima: algo anda mal, el hombre algo está haciendo muy mal (y no les falta razón); para otros es cosa de ciclos o de la casualidad, sin más; y para los que creemos en la Providencia ordinaria y extraordinaria todo responde a una lógica divina.

No hay nada más natural que lo sobrenatural. Dios ejerce de Dios. Dios ejerce de Padre, y tutela y perdona y se rodea cada día de millones de hijos pródigos. Pero también inspira y avisa. Soy de los que piensa que necesitamos de cuando en cuando que se nos zarandee un poco -o un mucho- las almas, para que despertemos de la modorra interior, del pasmo, de la abulia, del tedio, de la tibieza. Y permite hechos que nos parecen incomprensibles y “excesivos”. Pero Su justicia va a la par de Su misericordia.

No podemos pensar que Dios permanezca indiferente en una sociedad de hombres no precisamente justos. ¿Quién se acordaba de Haití? Es más, una vez pasado el primer desconcierto y demás ¿quién se acuerda de Haití? Es un ejemplo. L

a Virgen avisó también desde Lourdes y desde Fátima de lo que podría pasar si los hombres no dejaban de pecar, de adorar a Satanás con sus obras. Y llegaron las dos guerras mundiales, y por un estricto odio a Dios llegó la Guerra Civil española (menos cuentos) y el Holocausto y los gulags.

Y seguimos en las mismas.Dios actúa, ya lo creo que actúa. La paz es Su paz, se pongan como se pongan los capitostes del rencor y del odio. Dios vela por la Historia y vela por TODAS las almas, personalmente. Y estas catástrofes naturales que está padeciendo el mundo deberían servirnos para sacar algunas conclusiones, para despejarnos el alma de sandeces. Hay cosas que no podemos controlar, pero muchas otras sí, sobre todo nuestra elección en cada momento. Podemos elegir la verdad y el bien. Si el hombre no hace lo posible por mejorar, por salir de su egoismo enfermizo, el mundo tampoco mejorará. Si los desastres de la naturaleza asustan, más nos debería asustar la desolación de las almas. Estamos a tiempo de cambiar. Cada uno. Yo así lo veo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

DIETA RÁPIDA


Lo hemos traído del Blog: "Todo era bueno".



Cómo perder 10 Kg en 10 minutos:
Es muy fácil.
1.-Te pones en la presencia de Dios. Cualquier sitio es bueno, porque Dios está en todas partes, pero si puedes acudir ante un Sagrario, pues mejor. Dicho de otro modo: rezas.
2.-Le pides al Señor con todo tu corazón, desde lo más profundo, con un grito imparable, que te ayude a dejar de juzgar. Sí. Considera que no eres quién para juzgar, ni a ti ni a nadie. En ninguna circunstancia. Por ninguna razón. En ningún caso. Nunca.
Ya está. Juzgar a los demás, ser juez del prójimo (o de sí mismo) es un trabajo muy pesado que sólo Dios puede hacer. A los demás nos viene grande y, además, nos hace vivir bajo el peso de una responsabilidad desmesurada. Dejar de juzgar nos hace ligeros y nos enseña el Cielo.
Si con esta pérdida de peso no tienes bastante, te sugiero un tercer paso:
3.-Pídele al Señor con humildad la capacidad de cargar con el peso de ser juzgado por los demás.

martes, 16 de marzo de 2010

D. MIGUEL DELIBES



En estos días pasados, ha muerto D. Miguel Delibes. En los medios de comunicación se ha elogiado su figura como escritor, esposo, padre de familia, cazador e incluso como ecologista, pero no se ha hablado tanto de su fe.En una de sus últimas entrevistas, cuando el periodista le preguntó: - "D. Miguel ¿qué espera de la vida?"; él respondió: "Ahora sólo espero que Cristo cumpla sus promesas".


En Diciembre de 2.007 publicó en ABC esta columna (de la que ofrecemos un resumen) expresando su opinión sobre el aborto.

ABORTO LIBRE Y PROGRESISMO
"Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. (...) En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. (...) Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado".
Miguel Delibes

20 de Diciembre de 2.007

lunes, 15 de marzo de 2010

CATECISMO


III La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe
La formación del dogma trinitario


249 La verdad revelada de la Santa Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Cor 12,4-6; Ef 4,4-6).


250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.


251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana" (Pablo VI, SPF 2).


252 La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza") para designar el ser divino en su unidad; el término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

domingo, 14 de marzo de 2010

DOMINGO IV DE CUARESMA


Josué 5, 9a.10-12; 2 Corintios 5, 17-21; Lucas 15, 1-3.11-32


El Evangelio del IV domingo de Cuaresma constituye una de las páginas más célebres del Evangelio de Lucas y de los cuatro Evangelios: la parábola del hijo prodigo. Todo, en esta parábola, es sorprendente; nunca había sido descrito Dios a los hombres con estos rasgos. Ha tocado más corazones esta parábola sola que todos los discursos de los predicadores juntos. Tiene un poder increíble para actuar en la mente, en el corazón, en la fantasía, en la memoria. Sabe tocar los puntos más diversos: el arrepentimiento, la vergüenza, la nostalgia. La parábola se introduce con estas palabras: «Solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos". Entonces Jesús les dijo esta parábola...» (Lc 15, 1-2). Siguiendo esta indicación, queremos reflexionar sobre la actitud de Jesús hacia los pecadores, contemplando el Evangelio en su conjunto, movidos por el objetivo que nos hemos fijado en este comentario a los Evangelios de Cuaresma de conocer mejor quién era Jesús, qué sabemos históricamente de Él.

Es sabida la acogida que Jesús reserva a los pecadores en el Evangelio y la oposición que ello le procuró por parte de los defensores de la ley, que le acusaban de ser «un comedor y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7, 34). Uno de los dichos históricamente mejor atestiguados de Jesús enuncia: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mc 2, 17). Sintiéndose por Él acogidos y no juzgados, los pecadores le escuchaban gustosamente. ¿Pero quiénes eran los pecadores, qué categoría de personas era designada con este término? Alguno, en el intento de exonerar del todo a los adversarios de Jesús, a los fariseos, sostuvo que con este término se entiende «a los transgresores deliberados e impenitentes de la ley», en otras palabras, a los criminales, a los fuera de la ley. Si así fuera, los adversarios de Jesús tenían toda la razón de escandalizarse y de considerarle una persona irresponsable y socialmente peligrosa. Sería como si hoy un sacerdote frecuentara habitualmente a mafiosos y criminales y aceptara sus invitaciones a comer, bajo el pretexto de hablarles de Dios. En realidad las cosas no son así.
Los fariseos tenían una visión propia de la ley y de lo que es conforme o contrario a ella, y consideraban réprobos a todos los que no se conformaban con su rígida interpretación de la ley. Pecadores, en resumen, eran para ellos todos los que no seguían sus tradiciones y dictámenes. Siguiendo la misma lógica, ¡los Esenios de Qumran consideraban injustos y transgresores de la ley a los propios fariseos! También ocurre hoy.
Ciertos grupos ultraortodoxos consideran automáticamente herejes a cuantos no piensan exactamente como ellos. Un eminente estudioso escribe al respecto: «No es verdad que Jesús abriera las puertas del reino a criminales empedernidos e impenitentes, o negara la existencia de "pecadores". Jesús se opuso a las empalizadas que se levantaban en el cuerpo de Israel, por las cuales algunos israelitas eran tratados como si estuvieran fuera de la alianza y excluidos de la gracia de Dios» (James Dunn). Jesús no niega que exista el pecado y que existan los pecadores. El hecho de llamarles «enfermos» lo demuestra. Sobre este punto es más riguroso que sus adversarios. Si estos condenan el adulterio de hecho, Él condena también el adulterio de deseo; si la ley decía no matar, Él dice que no se debe siquiera odiar o insultar al hermano.
A los pecadores que se acercan a Él, les dice: «Vete y no peques más»; no dice: «Vete y sigue como antes». Lo que Jesús condena es establecer por cuenta propia cuál es la verdadera justicia y despreciar a los demás, negándoles hasta la posibilidad de cambiar. Es significativo el modo en que Lucas introduce la parábola del fariseo y del publicano. «Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola» (Lc 18, 9).
Jesús era más severo hacia quienes, despectivos, condenaban a los pecadores que hacia los pecadores mismos.
Pero el hecho más novedoso e inaudito en la relación entre Jesús y los pecadores no es su bondad y misericordia hacia ellos. Esto se puede explicar humanamente. Existe, en su actitud, algo que no se puede explicar humanamente, esto es, sosteniendo que Jesús fuera un hombre como los demás, y es el hecho de perdonar los pecados. Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». «¿Quién puede perdonar los pecados, más que Dios?», gritan espantados sus adversarios. Y Jesús: «Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados, "Levántate" –dijo al paralítico-, toma tu camilla y vete a casa». Nadie podía verificar si los pecados de aquel hombre habían sido o no perdonados, pero todos podían constatar que se levantaba y caminaba.
El milagro visible atestiguaba lo invisible. También el examen de las relaciones de Jesús con los pecadores contribuye a dar una respuesta a la pregunta: ¿Quién era Jesús? ¿Un hombre como los demás, un profeta, o algo más y diferente? Durante su vida terrena Jesús no afirmó jamás explícitamente que fuera Dios (y hemos explicado con anterioridad también por qué), pero actuó atribuyéndose poderes que son exclusivos de Dios.
Volvamos ahora al Evangelio del domingo y a la parábola del hijo pródigo. Hay un elemento común que une entre sí las tres parábolas de la oveja perdida, de la dracma perdida y del hijo pródigo narradas una tras otra en el capítulo 15 de Lucas. ¿Qué dice el pastor que ha encontrado la oveja perdida y la mujer que ha encontrado su dracma? «¡Alegraos conmigo!».
¿Y qué dice Jesús como conclusión de cada una de las tres parábolas? «Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión». El leitmotiv de las tres parábolas es por lo tanto la alegría de Dios. (Hay alegría «ante los ángeles de Dios» es una forma hebraica de decir que hay alegría «en Dios»). En nuestra parábola, la alegría se desborda y se convierte en fiesta. Aquel padre no cabe en sí y no sabe qué inventar: ordena sacar el vestido de lujo, el anillo con el sello de familia, matar el ternero cebado, y dice a todos: «Comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado».
En una novela suya, Dostoiewski describe una escena que tiene todo el ambiente de una imagen real. Una mujer del pueblo tiene en brazos a su niño de pocas semanas, cuando éste –por primera vez, dice ella- le sonríe. Compungida, se hace el signo de la cruz y a quien le pregunta el por qué de aquel gesto le responde: «De igual manera que una madre es feliz cuando nota la primera sonrisa de su hijo, así se alegra Dios cada vez que un pecador se arrodilla y le dirige una oración con todo el corazón» ( L'Idiota , Milano 1983, p. 272). Tal vez alguno, al oír, decida dar por fin a Dios un poco de esta alegría, brindarle una sonrisa antes de morir...
Raniero Cantalamessa

sábado, 13 de marzo de 2010

ACOGE A MARÍA EN TU CASA


Padre Tomás Rodríguez Carbajo

. La hospitalidad es una virtud muy arraigada en algunos pueblos, y no porque abunden en medios materiales para deslumbrar con sus riquezas, sino sencillamente, porque tienen un corazón grande, abierto a todo aquel que lo necesita.. La presencia de María, la llena de gracia, siempre deja una buena estela a su paso. ¿Qué sucedió en casa de su parienta Isabel: Todos los de la casa se beneficiaron, pues, María no iba sola, llevaba al Salvador:

- Juan salta de gozo en el seno materno, es santificado por la presencia de Jesús, que llegó a él por María, quien lo lleva en su seno.

- Isabel quedó llena del Espíritu Santo y experimentó que María era la Madre del Salvador y como tal la proclamó.

- Zacarías recupera el habla.. Ante este torrente de gracias que el Señor les dispensa, Isabel reconoce que no se las merece y que gracias a María las recibe, por eso exclama: "¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc. 1, 43). . Los de Belén no le dieron posada (Lc. 2, 7).

¡De cuánto se vieron privados!. ¡Tantos años esperando la llegada del Mesías y dejan pasar aquella única oportunidad!. Las Escrituras lo decían, se cumplían las 70 semanas anunciadas por el profeta Daniel y en Belén de Judá nacería el Esperado. Los habitantes de Belén no descubrieron en María gestante a la Madre del Salvador ¿Qué idea se habían formado?. Por el comportamiento, que tuvieron, no se esperaban aquella visita llegada de manera insospechada..

Hacía unas semanas que Jesús se había marchado, María se había quedado sola, había comenzado a saborear una de las más hondas soledades, debido al vacío dejado por aquel Hijo. En Caná se encontraron Madre e Hijo, no parece que llegasen juntos, pues, de María se dice que estaba allí, y después llegó Jesús con sus discípulos. María debió de sentirse encantada de ayudar en el trajín de la boda, conocedora de que el vino se había terminado, busca poner remedio a aquella situación tan dramática para los recién casados. Ve la solución en Jesús, acude a El y le expone la necesidad: "No tienen vino" (Jn. 2, 3), de esa manera pide con la confianza de que lo resolverá. ¡Cuánto ganaron aquellos nuevos esposos por haber invitado a María a su casa!. Se libraron del bochorno social de no tener vino en una fiesta tan señalada. El Evangelio habla expresamente de "vino de boda", porque las familias pobres iban guardando vino para ese día, a veces durante años.

En aquella ocasión María consigue el primer milagro para aquellos recién casados.. Cuando Jesús va a morir confía a Juan el cuidado de su Madre, éste desde aquella hora la acogió en su casa (Jn. 19, 27). Jesús nos había dado a su Madre para nosotros, representados en Juan. Todo discípulo que la acoge llega a Jesús, pues, Ella nos ha hecho una sola recomendación: "Haced lo que El os diga" (Jn. 2, 5). Estando con María en nuestra casa:- Llegaremos siempre a Jesús.- Profundizaremos en su amor.

viernes, 12 de marzo de 2010

COMENTANDO LA PALABRA DE HOY


NOS AMARÁ SIN QUE LO MEREZCAMOS.

Tenemos un problema (bueno, tenemos varios pero hoy sólo me centraré en uno). Para el día que sea posible empezar a construir el templo tenemos que trasladar nuestro barracón, o al menos irnos a otro lado. Hemos buscado, tanteado, presionado, investigado y suplicado… pero de momento no encontramos nada. Parece que nos encontramos des-ubicados, que somos unos utópicos (que significa sin tierra), o tal vez tengamos que recordar nuestros orígenes -no tan lejanos-, y volver a las incomodidades de la calle, el frío, el calor y esas cosas. Sólo Dios lo sabe. Uno puede aguantar las incomodidades e incluso las molestias si sabe para qué está y por qué lo hace. Pero hoy mucha gente, aunque tenga su casita y su trabajo (eso cada día más difícil), sí que está desubicada , sin saber qué sentido tiene su vida y todo le resulta molesto y engorroso. Se sienten como si molestasen en el mundo y, por lo tanto, el mundo les molesta. Para todos ellos la Iglesia tiene unas palabras: Dios te ama, aunque no te lo merezcas.
Hoy me va a hacer el comentario del Evangelio el Papa, creo que es conveniente leer lo que dijo ayer. Copio: “Vivimos en un contexto cultural marcado por la mentalidad hedonista y relativista, que tiende a suprimir a Dios del horizonte de la vida, no favorece la adquisición de un marco claro de valores de referencia y no ayuda a discernir el bien del mal ni a madurar un justo sentido de pecado. Esta situación hace todavía más urgente el servicio de administradores de la Misericordia Divina. No debemos olvidar, de hecho, que hay una especie de círculo vicioso entre el ofuscamiento de la experiencia de Dios y la pérdida de sentido de pecado. Sin embargo, si tenemos en cuenta el contexto cultural en el que vive san Juan María Vianney, vemos que, por varios aspectos, no era tan diferente al nuestro. También en su tiempo, de hecho, existía una mentalidad hostil a la fe, expresada en fuerzas que buscaban incluso impedir el ejercicio del ministerio. En esas circunstancias, el Santo Cura de Ars hace “de la iglesia su casa”, para conducir a los hombres a Dios. Él vivía con radicalidad el espíritu de oración, la relación personal e íntima con Cristo, la celebración de la S. Misa, la Adoración eucarística y la pobreza evangélica, mostrando a sus contemporáneos un signo tan evidente de la presencia de Dios, que empujaba a muchos penitentes a acercarse a su confesionario. En las condiciones de libertad en las que hoy es posible ejercer el ministerio sacerdotal, es necesario que los presbíteros vivan en “alto grado” la propia respuesta a la vocación, porque sólo quien se convierte cada día en presencia viva y clara del Señor puede suscitar en los fieles el sentido de pecado, dar ánimo y suscitar el deseo del perdón de Dios.
Queridos hermanos, es necesario volver al confesionario, como lugar en el que celebrar el Sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar en el que “habitar” más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto a la Presencia real en la Eucaristía. La “crisis” del Sacramento de la Penitencia, de la que a menudo se habla, interpela en primer lugar a los sacerdotes y a su gran responsabilidad de educar al Pueblo de Dios en las radicales exigencias del Evangelio. En particular, les pide dedicarse generosamente a la escucha de las confesiones sacramentales; guiar con coraje a la grey, para que no se conforme a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12,2), sino que sepa tomar decisiones también a contracorriente, evitando adaptaciones o compromisos. Por eso es importante que el sacerdote tenga una permanente tensión ascética, alimentada por la comunión con Dios, y se dedique a una constante actualización en el estudio de la teología moral y de las ciencias humanas.”
Hasta aquí Benedicto XVI.
Respondió Jesús: - «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. ” El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.» Para amar a Dios es necesario saber que no lo merecemos, que nos ama porque nos ama y eso se hace palpable en el confesionario. Sacerdotes, volver a sentaros aunque os aburráis, lo que es seguro es que si no estáis en el confesionario no irá nadie. Laicos, exigirnos a los sacerdotes que confesemos y acercar amigos a este magnífico sacramento. Allí encuentra uno su lugar. No somos apátridas, utópicos o desterrados: vivimos siendo amados por Dios a pesar de nuestros pecados.
Que Santa María, madre del perdón y de la misericordia, que nos lleva a todos a su Hijo, nos ayude a “gastar” mucho este sacramento esta cuaresma y siempre.
De Archimadrid

jueves, 11 de marzo de 2010

¡¡ARRIBA!! -- UP

"Up" es la última película que ha salido de Píxar.
Hay que verla, hay que apoyar al buen cine.
A alguien se le ha ocurrido elaborar, con los cuatro primeros minutos de la película, lo que podríamos llamar un "cursillo pre-matrimonial acelerado". No os lo perdáis. Recomendádselo a todo el mundo.


miércoles, 10 de marzo de 2010

HISTORIA DE PRAKASH


Dicen que un día dijo Dios al sabio asceta S. Jerónimo: «Hay algo que no me has dado Jerónimo». Esto sorprendió al santo que le dijo: «Te lo he dado todo Señor: mi inteligencia, mis oraciones, mis penitencias, la renuncia a cargos...¿Qué más puedo darte que no te haya dado?» «Dame tus pecados, Jerónimo». Dios le quería a el, con sus fuerzas y debilidades. De algo parecido nos habla la leyenda india de Prakash.
Prakash era un hombre santo y estaba orgulloso de serlo. Por eso se alegró mucho cuando Dios le prometió en un sueño que le vería y abrazaría en la montaña, lejos de todos y de todo.
Al día siguiente Prakash comenzó a pensar impaciente para sí mismo qué presente podría ofrecerle a Dios.-«Ya lo sé -pensó-. Le llevaré mi hermoso jarrón nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo».
-«Sí», pensó al final, «le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará él de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios, buenas obras...».
Durante las semanas siguientes anotó cada oración y buena obra colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando estuviera lleno a rebosar lo subiría a la montaña y se lo ofrecería a Dios.
Finalmente, con su precioso jarrón lleno hasta los bordes de piedrecitas, Prakash se puso en camino hacia la montaña. Jadeante, llegó trémulo de ilusión a la cumbre. Pero, ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio. Lleno de desesperación, el santo hombre se echó al suelo y rompió a llorar. Entonces, de repente, oyó una voz que descendía de las nubes:
-«¿Quién está ahí abajo? ¿Eres tú, Prakash? No te veo. ¿Qué has puesto entre nosotros?». -«Sí, Señor. Soy yo. Soy yo, Prakash. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para ti».
-¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista. Arrójalo lejos. Vuélcalo.
Prakash apenas podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?
-«No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenado de mis... ».
-«Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte, Prakash. Te quiero a ti».

martes, 9 de marzo de 2010

EL VALOR SAGRADO DE LA VIDA HUMANA

Esta es la historia de Ryan. Nació en 1.971 fruto de una violación. Su madre optó por la vida y decidió darlo en adopción.
Ryan es un hombre feliz al que dieron la oportunidad de vivir. Es un testimonio que nos llena de esperanza, de alegría y de paz, porque estamos hechos para respetar y valorar el inmenso don de la vida, dado por Dios.
Cuando se habla de hijos "no deseados", Ryan nos cuenta que siempre somos deseados por ALGUIEN.


lunes, 8 de marzo de 2010

CATECISMO


El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu
243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Credo de Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípul os y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.


244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.


245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio ecuménico en el año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y el origen de toda la divinidad" (Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: "El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza: Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).


246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu "procede del Padre y del Hijo (filioque)". El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: "El Espíritu Santo tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración...Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente" (DS 1300-1301).


247 La afirmación del filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa S. León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 (cf. DS 284) antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el concilio de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción del Filioque en el Símbolo de Nicea-Constantinopla por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.


248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como "salido del Padre" (Jn 15,26), esa tradición afirma que este procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice "de manera legítima y razonable" (Cc. de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en tanto que "principio sin principio" (DS 1331), pero también que, en cuanto Padre del Hijo Unico, sea con él "el único principio de que procede el Espíritu Santo" (Cc. de Lyon II, 1274: DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.

domingo, 7 de marzo de 2010

DOMINGO III DE CUARESMA


La otra oportunidad (Lucas 13,1-9)

En el Evangelio de este domingo Jesús toma en consideración dos noticias de la actualidad de entonces: un grupo de galileos, de alguna facción independentista, había sido re­primido por Pilatos, para lección y escarmiento de todo aquel que osara atentar con­tra la ocupación romana. Y en segundo lugar, el derrumbamiento de la torre de Siloé, cuyo infortunio se cobró 18 víctimas que perecieron aplastadas.
Entonces, como ahora, hay muchas muertes de inocentes, cuyo desenlace no tiene siempre que ver con la vida que llevaban normalmente. Jesús hace una advertencia: el verdadero riesgo de malograr la vida, no está en un accidente desgraciado o en una revuelta represiva, sino en no convertirse, es decir, en vivir con la mirada y el corazón distraídos, descentrados: “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.
Para Jesús, el ir de agitador revolucionario no supone un motivo de diferencia ejemplar respecto de los demás galileos. Y el ir de pacífico transeúnte, como les ocu­rrió a las víctimas de la torre de Siloé, tampoco hace a la gente buena por su neutralidad pacifista. Unos mueren en la refriega, otros en el acci­dente. Todos igual de pecadores, dice Jesús. Él no plantea el elogio al guerrillero manifiesto ni el elogio al pacífico ciudadano anónimo, sino el elogio de quien ha vuelto su corazón y todo lo que en él cabe, hacia Dios. Lo que realmente cuenta para Jesús no es lo que se hace o lo que se deja de hacer, sino en nombre de quién y con cuál porqué.
Propone Jesús una parábola que llena de misericordia su invitación a convertirse. Ante la desproporción entre la vida a la que somos llamados y la realidad nuestra de cada día, podemos vernos reflejados en esa historia que cuenta Jesús de la viña que no daba el fruto esperado. Es la imagen de nuestra torpeza y lejanía del designio de Dios. Pero también Jesús es imagen del viñador bueno, con cuya paciencia llegará a salvar la vida de su viña.
Convertirse es aceptar ese cuidado, esa espera y esa atención. Convertirse es dejarse llevar por Otro, hablar en su Nombre, continuar su Buena Noticia, dar la vida por, con y como Él. La conversión no es tanto protagonizar nuestras gestas sal­vadoras, cuanto dejarse mirar, dejarse conducir, y asistir al milagro de que en la convivencia misericordiosa con Él, nuestra viña perdida, puede ser salvada, y dar el fruto debido. Esta es la esperanza que nos anuncia Cristo y que en su Iglesia nos anida.


+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Adm. Apost. de Huesca y Jaca

7 marzo 2010
III domingo Cuaresma