jueves, 31 de mayo de 2012

LA VISITACIÓN

Al releer el encuentro de la Virgen con su prima Isabel pienso en mi reacción cuando Jesús se hace presente en el Sacramento del Altar. Al igual que Juan Bautista saltó de entusiasmo en el seno de su madre también mi corazón debería conmoverse de una forma singular al producirse el milagro de la transubstanciación. El Misal prescribe una exclamación. La más utilizada dice: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven Señor Jesús!”. En esas palabras se condensa nuestra alegría por el milagro renovado. Sobre los paños blancos del altar, en una patena y un cáliz que hacen de trono, está Jesús: verdaderamente, realmente, substancialmente. La Iglesia se conmueve en ese momento culmen de la celebración y nosotros con ella. Como María portaba a Jesús en su seno también la Iglesia lo trae hoy al mundo y lo acerca a los hombres. Es un milagro parecido que no deja de producir importantes efectos santificadores.

La Virgen María, además, simboliza a la Iglesia en cuanto que portadora de la salvación de Dios a otros hombres. A través de la humanidad, en este caso la de la Madre de Dios, el Señor se acerca a otros hombres. La presencia de un cristiano en gracia, abierto a todos los potenciales que esta supone, produce una transformación en nuestros semejantes. En este Evangelio queda claro que Isabel, al experimentar lo que sucede en su interior reconoce que detrás de su prima se oculta algo más grande. Por eso la saluda llamándola “Madre de mi Señor”.

No se queda en lo exterior ni niega lo que sucede en su interior sino que busca la única explicación posible. Si Juan ha saltado de alegría (signo de su santificación, por lo que la Iglesia celebra su nacimiento), es porque Dios está allí. Por eso señala san Agustín que los niños se reconocieron antes que la madres y fue por ellos que entendieron lo que estaba sucediendo.

Es muy consolador este evangelio que recuerda la primacía de Dios en todo y como nuestra humanidad puede ser fiel conductor de su salvación. Ello se refiere primeramente a la Iglesia. También hoy donde la Iglesia se encuentra se producen episodios semejantes al que se vivió aquel día: hay corazones que se conmueven y realidades que se transfiguran.

Para que nosotros podamos permanecer en esa dinámica necesitamos reconocer al Señor. Qué bueno si nuestro corazón se entusiasma en el momento central de la Misa o después cuando nos acercamos para recibir la comunión. Ese entusiasmo no siempre conlleva una reacción emotiva, pero nunca puede faltar el asentimiento de la fe. Por eso mucha gente en el momento de la consagración repite las palabras de Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”. No podemos dejar de recibir al Señor que se hace presente con la fórmula que lo hace la Iglesia y con esa fe de la que es testimonio en la historia la salutación que Isabel dirigió a la Virgen María. Que ella, la Madre de Dios y nuestra, siga siendo la fiel mediadora que nos acerca al Señor y nos ayuda a reconocerlo.

miércoles, 30 de mayo de 2012

ENCUENTRO DE LAS FAMILIAS EN MILÁN

 Hoy empieza en Milán el Encuentro Mundial de las Familias convocado por el Papa Benedicto XVI, un encuentro multitudinario al que acuden familias de todo el mundo. En el Congreso Teológico que se inicia hoy participan unas 6.000 personas especialmente ligadas a la pastoral familiar o al servicio en este ámbito. En los actos culturales y festivos relacionados se esperan otras 300.000 personas y a la misa de clausura con el Papa el domingo acudirá un millón de personas.

Desde la región de Madrid acuden unas 700 personas, organizadas en diversos grupos. La mayoría de los peregrinos españoles se alojarán en casas de milaneses acogedores de numerosas parroquias. Otros dormirán en centros de congregaciones religiosas y el resto, en hoteles muy económicos. Algunos grupos van en autobús, pero la mayoría han preferido el avión: si se compraban con tiempo, muchos vuelos desde Madrid salían a 100 o 150 euros el billete. «Las personas que van a alojarse con familias de Milán tienen una oportunidad única para compartir y vivir el encuentro de forma especial. Van a vivir la fiesta de los testimonios de las familias que los acogen y van a poder contar y compartir su realidad familiar. Es una vivencia única. Pero todos vamos en ambiente de comunión, nadie va solo, todos vamos en comunidad», asegura Virginia Trillo, de la Delegación de Pastoral Familiar de Madrid. El Encuentro Mundial de las Familias este año se suma a una potente corriente en toda Europa, no sólo católica, que defiende el domingo como día festivo y familiar. «Vamos a compartir lo que es la familia, el trabajo y la fiesta. Vamos también a reafirmar que no vivimos para trabajar, sino que trabajamos para vivir», explica Virginia.

Los viajeros puntualizan que lo suyo no es turismo religioso, sino peregrinación: «Son fechas malísimas y es un verdadero esfuerzo. Hemos trabajado duro para sacar adelante este viaje y no se concibe sin la fe y sin la ayuda del Espíritu Santo. Van a ir más de 40 niños menores de 5 años y muchísimos jóvenes han tenido que cambiar sus exámenes. Muchos padres han tenido que pedir días libres en los trabajos». Además, hay que estudiar las catequesis preparatorias con el lema del encuentro: «La familia: el trabajo y la fiesta», tres dimensiones (familia, trabajo y fiesta) que no siempre se armonizan con facilidad. «El trabajo tiene que santificar, no debe esclavizar. Hoy en día se dedica mucho tiempo al trabajo y hay que recuperar más tiempo para la familia», señala Fernando Pascual, esposo de Virginia. «Vivimos en una sociedad con mucho ruido, mucha rapidez, y muchas veces no tenemos tiempo para dedicarlo a la familia, ni para pararnos a pensar en ello», advierte.


En primera persona
Familia PASCUAL TRILLO / Collado Villalba
«Tenemos dos hijos, Alejandro y Beatriz, de 19 y 15 años», explica Virginia Trillo. «Hemos procurado que vivan las costumbres cristianas en casa, como bendecir la mesa o rezar juntos. Antes de ir a trabajar, mi marido, Fernando, lee el evangelio del día a mi hija, y eso va quedando. El mayor ha empezado como catequista ayudante y Beatriz está en el coro de la parroquia».


Fuente: La Razón

La familia Peñalver-Sánchez, de nuestra Parroquia, también participará en este encuentro. Oramos por los frutos de estas jornadas.

lunes, 28 de mayo de 2012

SEMINARIO DE VIDA EN EL ESPÍRITU

El grupo Carismático "Magnificat", de nuestra Parroquia, organiza un Seminario de Vida en el Espíritu que se inicia esta noche a las 21:00 en los Salones Parroquiales.
Lo impartirá el P. Chus Villarroel, sacerdote dominico.
El Seminario de vida en el Espíritu, tiene por objeto la predicación del Kerigma. Se trata de reaviviar en nosotros la presencia del Espíritu Santo y renovar nuestra fe en Jesús, hijo de Dios vivo y resucitado.

domingo, 27 de mayo de 2012

PENTECOSTÉS

sábado, 26 de mayo de 2012

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Juan 15, 26-27; 16, 12-15

viernes, 25 de mayo de 2012

¿ME AMAS?

Jesús pregunta tres veces a Pedro si le ama. Hay un paralelismo muy claro con las negaciones. Si tres veces negó también tres veces se le pregunta si ama. Jesús sale así al encuentro de su apóstol. Su pecado ha quedado cubierto por la misericordia divina, y el Señor quiere que Pedro se reafirme en su amor.

Un autor francés señalaba que la palabra amor, por muchas veces que la repitamos, siempre tiene matices distintos. Decirle al Señor que lo amamos, aunque lo hagamos constantemente, si lo hacemos desde el corazón, siempre es algo nuevo. En la reiterada pregunta de Jesús encontramos una invitación a renovar continuamente nuestro amor hacia Él. No basta con decirlo un día, sino que es preciso recordar continuamente que amamos al Señor.

Muchas veces no sabemos qué decir en la oración. Nos ponemos ante el Señor y nos quedamos en blanco. No encontramos las palabras ni sabemos exactamente que tema tratar. Siempre podemos renovar nuestro amor hacia el Señor. Al hacerlo no sólo expresamos lo que nuestro corazón siente sino que, también renovamos en nosotros el amor. Decirle a Jesucristo que le amamos significa también tomar conciencia, una vez más, de que ese es el sentido de nuestra vida. Todo consiste en amar al Señor. Si lo hacemos nuestra vida alcanza su sentido. Por el contrario, si nos falta el amor a Él, aunque hagamos muchas otras cosas buenas, nuestra vida está incompleta.

Jesús le pregunta a Pedro si le ama para que Pedro se reafirme en su amor. Al mismo tiempo, el Señor renueva la llamada que le había hecho algunos años atrás y de nuevo le dice “Sígueme”. Amar a Jesucristo significa acompañarlo cada vez más lejos, y seguirlo siempre de una manera nueva.

Ese seguimiento puede significar acompañarlo en el camino de nuestra vida. Cuando amamos a Jesucristo, caminamos con Él. De hecho dejamos que sea Él quien tome la delantera. Nuestra vida se convierte en un seguimiento que puede llevar, como en el caso de Pedro, a ese final martirial que le es profetizado. Pero lo importante es que permanecemos junto a la persona amada: Jesucristo.

Seguir puede significar también que a cada renovación de nuestro amor Jesús responde invitándonos a una relación más profunda, a abismarnos en su misterio de Amor. Conforme amamos a Jesús lo conocemos más y experimentamos con mayor plenitud su grandeza y misericordia. Por eso, a quienes le aman, Jesús les invita a ir más lejos.

No dejemos de responder a la pregunta del Señor. Amándole obtenemos el perdón de nuestros pecados, el consuelo del alma y el significado de la vida. Como decía san Juan de la Cruz: “Que ya no tengo oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio”.

miércoles, 23 de mayo de 2012

EL SANTO ROSARIO

Paseaba un día el apóstol Santo Tomás por los jardines del cielo, cuando vio pasar un alma que no resplandecía tanto como las demás… y luego vio otra… y una más…
De inmediato fue a reclamarle a San Pedro…
Oye, Pedro, ¿por qué andan por ahí algunas almas que luego se ve que no tienen tantas cualidades y virtudes como las demás?
Pedro le contestó un tanto nervioso, ya que Tomás era capaz de armarle un escándalo que hasta el puesto le podía costar. ¿Dime por dónde, Tomás?
Por todos lados, indicó el quejoso.
Vamos a ver -dijo Pedro-, y saliendo de la portería se dirigieron a los jardines.
En efecto, por doquier se veían almas que no resplandecían tanto. Sin embargo se veían felices de estar ahí.
Pues mira, esos no han pasado por la puerta. Yo no los hubiera dejado entrar… puntualizó Pedro.
Pues entonces aquí está pasando algo raro, y más nos vale que investiguemos -dijo con determinación Tomás, el cual necesitaba ver el origen de la situación.
Decidieron recorrer las vallas del Paraíso, y para su sorpresa encontraron un gran agujero en una de las vallas, la que quedaba más cerca de la Tierra.
¡ Caramba ! Es por aquí por donde se están colando -dijo con aire triunfal Tomás-.
El que hizo esto, lo va a pagar caro con nuestro Dios, que aunque bueno, es muy justo… sentenció Pedro.
Se acercaron ambos al agujero, y con sorpresa descubrieron que había atado de ahí un inmenso rosario que llegaba hasta la Tierra, y muchas almas por ahí venían subiendo.
Ambos apóstoles se giraron con cara de sorpresa y consternación…
Tras un silencio, Pedro dijo: Ay, María no ha cambiado nada. Desde que la conocí en Caná supe que era de esas personas que no dejan de ayudar… (Jn 2, 1-11)
Tomás resignado dijo: Si ni su Hijo se le escapa. ¿Te acuerdas de que no quería hacer el milagro de las bodas de Caná y con una sola mirada de Ella accedió?
Pedro concluyó diciendo: Mira, Tomás, tú y yo no hemos visto nada… .
¿Vosotros también?, resonó una voz que los sobresaltó… Con cara de asustados se volvieron hacia el Señor y percibieron una grata sonrisa. Él les dijo: “No os preocupéis… Son cosas de Mamá”.
Este es un simple cuentecillo, pero que sin duda refleja una gran verdad. Una vida Espiritual sólida se debe basar en el rezo diario del Rosario. Es habitual escuchar frases como “Tengo mucho que hacer, no tengo tiempo para el Rosario, etc.” Nuestro principal deber es alcanzar la vida eterna… ¿De qué nos serviría ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma?

Fuente: web católico de Javier.

martes, 22 de mayo de 2012

ESPERANDO PENTECOSTÉS

María es la Esposa del Espíritu Santo; “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra” (Lc ), le anunció el Ángel. Desde entonces María será la morada más perfecta de Dios, la creatura en la que mejor se recrea.

El prefacio de “después de la Ascensión” es una oración maravillosa: “Pastor y obispo de nuestras almas, [Jesús] nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo de María y los apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés”, de un Pentecostés que purifique y abrase los corazones en amor de Dios.

   Repitamos llenos de esperanza esta jaculatoria: “ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor…”

lunes, 21 de mayo de 2012

JUAN PABLO II

En una de sus audiencias el Papa Juan Pablo II recibió a la más alta autoridad del judaísmo, Meir Lau, el gran Rabino del Estado de Israel. La entrevista se llevó a cabo en un ambiente fraternal, en la que el religioso judío mostró gran interés por contar al Santo Padre la siguiente anécdota.

Cuenta que, terminada la Segunda Guerra Mundial, una mujer católica se dirigió a un sacerdote para hacerle la siguiente consulta: Ella y su marido tenían a su cuidado a un niño judío al que les habían encomendado sus padres poco antes de ser fusilados por los nazis, profundamente religiosos habían suplicado que educasen en la fe judía que profesaban. El matrimonio que acogió al niño se encontró ante el dilema de educar al niño en la Fe católica o en la judía. El sacerdote les animó a respetar la voluntad de los padres, y el niño fue educado como judío.
 
El Papa añadió que el también tenía ese criterio, incluso había dado el mismo consejo en idéntica situación.

Lo sé Eminencia, le interrumpió el Rabino, porque fue Vd. el sacerdote católico de la historia que le he contado... Pero lo que su Eminencia no sabe es que el niño huérfano… era yo.
 
Publicado en "Desde el 5º B"

domingo, 20 de mayo de 2012

TOMA DE POSESIÓN DE JUAN JAVIER MARTÍN COMO ABAD DEL MONASTERIO DE S. ISIDRO DE DUEÑAS

ImageEn el marco una Solemne Eucaristía, el Padre Juan Javier Martín Hernández tomó  el pasado  8 de mayo de 2012, posesión como Abad de la Abadía Cisterciense de San Isidro en Dueñas. Con esta Eucaristía, culminó, como afirmó él mismo “una fiesta para toda la comunidad y para todos los congregados en el Monasterio”.
Como afirmó el Padre Martín, este inicio de su Ministerio Abacial, como todo cambio de Superior en una comunidad religiosa “no es solo asunto de la cabeza que representa al cuerpo y lo preside en nombre de Jesús, sino que afecta a cada una de las partes de este cuerpo. Este cambio afecta a la historia de la Comunidad, y al caminar espiritual de la misma y de todos sus miembros”.

Acompañaron a la Comunidad Cisterciense, Mons. Esteban Escudero Torres (Obispo de Palencia), Mons. Gerardo Melgar Viciosa (Obispo de Osma-Soria), y Mons. Juan Antonio Martínez Camino (Obispo auxiliar de Madrid y Secretario General de la Conferencia Episcopal Española).
Se hicieron también presentes en esta toma de posesión el Abad de Santa María del Desierto -Monasterio francés de donde llegaron los monjes que fundaron esta Abadía palentina-, el Abad del Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos), el Abad del Monasterio de Leyre (Navarra), el Prior del Monasterio del Valle de los Caídos (Madrid), y los abades y abadesas de todos los Monasterios del Cister en España. Asimismo estuvieron presentes un buen número de sacerdotes, religiosos y religiosas -de vida activa y contemplativa- de nuestra diócesis.
En el ámbito civil, se acercaron a acompañar a la Trapa, el Alcalde de Dueñas, el Presidente de la Diputación de Palencia, el Subdelegado de Gobierno en Palencia, el Delegado Territorial de la Junta de Castilla y León, así como otras autoridades políticas, los Presidentes de las Academias de Farmacia de Castilla y León y Galicia, y mandos de la Comandancia de la Guardia Civil en Palencia.
Fue numerosa también la presencia de fieles, amigos y bienhechores del Monasterio de San Isidro y del Monasterio de Oseira, de donde procede el Padre Abad.
Partiendo de las lecturas proclamadas -las del IV Domingo de Pascua, en las que “la Iglesia celebra a Jesucristo como el Buen Pastor”- el Padre Abad comenzó expresando que “Cristo Resucitado es siempre el modelo de autoridad en la Iglesia, y también en la vida monástica”, y que como señalaba San Benito “el Abad hace las veces de Cristo en el Monasterio”.
Ante la llamada de Pedro -en la primera Lectura- a convertirnos y bautizarnos en nombre de Jesucristo para que se perdonen nuestros pecados, señaló que “en clave de Nueva Evangelización, también para dentro de los Monasterios, deberíamos dejarnos transformar por el don del Espíritu y atrevernos a hablar con energía y entusiasmo, no desde nuestro ego pobre y miedoso, sino desde el Espíritu que nos pone la palabra y la acción para dirigirnos a los demás”.
En este sentido, recordó las palabras de San Benito en las que enseñaba que “el Abad mostrará todo lo que es recto y sano, más a través de su manera personal de proceder con sus palabras”.
A partir de la segunda lectura -en la que San Pedro exhorta a la ardua tarea de “soportar el sufrimiento en el camino del bien” en la vocación a la que cada uno haya sido llamado- mostró una de las pruebas en las que se atestigua nuestra madurez espiritual y humana. Y recordó al querido San Rafael Arnáiz, cuyos restos descansan en el Monasterio que escribió tantas páginas sobre el “soportar el sufrimiento con paciencia, poniéndonos en manos de Dios, pidiendo a los pies de la Cruz protección, ayuda y consejo”.
Desde el Evangelio proclamado, en el que se nos habla de Jesucristo como el “Buen Pastor” recordó que “el Ministerio Abacial implica enormemente el dar la vida por las ovejas, hacerse todo para todos, estar disponible siempre y atisbar a ver más allá”.
Terminó su homilía recordando el gran ejemplo de humildad del Papa Benedicto XVI cuando fue elegido Santo Padre: “Queridos hermanos y hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido a mí, un humilde y sencillo obrero de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes”.
Asimismo, retomó las palabras del Santo Padre en la pasada Misa Crismal, cuando se preguntaba: “¿Realmente la desobediencia es un camino para renovar la Iglesia?”. El Padre Abad, afirmó que “en la configuración con Cristo está el presupuesto de toda renovación… y también para la vida monástica. Para que seamos capaces de ofrecer a la Iglesia un testimonio de vida monacal renovada, antigua y nueva a la vez. Un testimonio en el que obedecer no equivalga a inmovilismo. En el que vayan de la mano siempre el Magisterio, la Comunión con la Jerarquía y la vivencia profunda y verdadera de nuestro Carisma”.
Para finalizar, saludó con cariño al Padre Enrique Trigueros -predecesor en el Ministerio Abacial. Este saludo se extendió a los descendientes de la familia Sánchez Tabernero (fundadores del convento) y la sobrina de San Rafael Arnáiz, todos ellos presentes en la Eucaristía.

Publicado en Ecclesia.

sábado, 19 de mayo de 2012

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Evangelio

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Marcos 16, 15-20
 
 

viernes, 18 de mayo de 2012

SIN LA ORACIÓN NO HACEMOS EL BIEN QUE QUEREMOS...

Benedicto XVI ha dicho todo esto y más este pasado miércoles en la audiencia general:

Queridos hermanos y hermanas:

En las últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles, hoy quisiera iniciar a hablar de la oración en las cartas de san Pablo, el apóstol de las gentes. Antes de todo querría notar como no es causal que sus cartas sean introducidas y se cierren con expresiones de oración: al inicio agradecimiento y oración, al final la esperanza de que la gracia de Dios guíe el camino de la comunidad a la cual está dirigida el escrito. Entre la fórmula de apertura: “agradezco a mi Dios por medio de Jesucristo” (Rm. 1,8), y del deseo final: la “gracia del Señor Jesucristo esté con todos ustedes” (1Cor. 16,23), se desarrollan los contenidos de las cartas del apóstol. La de san Pablo son una oración que se manifiesta en una gran riqueza de formas que van del agradecimiento a la bendición, de la alabanza a la solicitud y a la intercesión, del himno a la súplica: una variedad de expresiones que demuestra como la oración involucra y penetra todas las situaciones de la vida, sean aquellas personales, sean aquellas de la comunidad a la que se dirige.

Un primer elemento que el apóstol nos quiere hacer entender es que la oración no tiene que ser vista como una simple obra buena realizada por nosotros hacia Dios, una acción nuestra. Es sobre todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Jesucristo en nosotros. En la carta a los Romanos escribe: “Del mismo modo también el Espíritu viene para ayudar a nuestra debilidad: no sabemos de hecho cómo rezar de manera adecuada, pero el Espíritu mismo intercede con gemidos inexpresables” (8,26). Y sabemos cuanto sea verdad lo que dice el apóstol: “No sabemos cómo rezar de manera conveniente”. Queremos rezar pero Dios está lejos, no tenemos las palabras, el lenguaje para hablar con Dios, ni siquiera el pensamiento.

Solamente podemos abrirnos, poner nuestro tiempo a disposición de Dios, esperar que Él nos ayude a entrar en el verdadero diálogo. El apóstol dice: justamente esta falta de palabras, esta ausencia de palabras, o este deseo de entrar en contacto con Dios es oración que el Espíritu Santo no sólo entiende, pero lleva, interpreta hacia Dios. Justamente esta debilidad nuestra se vuelve –gracias al Espíritu Santo–, verdadera oración, verdadero contacto con Dios. El Espíritu Santo es casi el intérprete que nos hace entender a nosotros mismos y a Dios qué es lo que queremos decirle.

En la oración nosotros experimentamos más que en otras dimensiones de la existencia, nuestra debilidad, nuestra pobreza, el ser creaturas, pues somos puestos delante de la omnipotencia y la trascendencia de Dios. Y cuanto más progresamos en el escuchar y dialogar con Dios –de manera que la oración se vuelve la respiración cotidiana de nuestra alma–, tanto más percibimos también el sentido de nuestro límite, no solamente delante a las situaciones concretas de cada día, pero también en la misma relación con el Señor. Crece entones en nosotros la necesidad de confiar, de confiarnos siempre a Él; entendemos que “no sabemos … cómo rezar de manera conveniente”. (Rm. 8,26). Y es el Espíritu Santo que ayuda nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestro corazón, guiando nuestro dirigirse a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo el operar del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres atados a la realidad material, a hombres espirituales.

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jueves, 17 de mayo de 2012

¿QUÉ HACER SI TIENES HERIDAS?

Healing_the_wounded_soulUna de las experiencias más fuertes en mi vida sacerdotal es constatar cuánto sufrimiento hay en el mundo. Es difícil encontrar personas que no carguen con heridas. En la niñez, en la adolescencia, la juventud, la edad adulta, la ancianidad, se padecen heridas. En la vida matrimonial, familiar, social, laboral, moral, religiosa, se padecen heridas. Heridas que pesan hondo sobre la propia psicología, el estado de ánimo y la conciencia. Heridas que condicionan y que hacen sufrir mucho.
¿Qué puede ayudarnos a sanar?
1. Deseo de sanar. Ante todo debemos reconocernos enfermos y querer sanar.
2. El perdón. El perdón es un bálsamo para la herida. Podemos reconocer nuestras limitaciones y miserias y acudir a la penitencia para pedir perdón. Podemos y debemos también perdonar y perdonarnos. En materia de perdón, el modo en que se comporta Dios Padre con nosotros es nuestro punto de referencia. Cuando arrepentidos vamos a pedir perdón a Dios con humildad, una y otra vez escuchamos que nos dice: "Te sigo amando igual, vete y no peques más."

3. La fe. Por la fe reconocemos a Cristo como médico capaz de sanarnos. Debemos creer que Él puede curarnos. Sólo Él que nos creó, sólo quien sabe de qué barro estamos hechos puede reparar las heridas de nuestro corazón. "Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra." 2a. Corintios 1, 3-4
4. La Eucaristía. La Eucaristía tiene el poder de reparar en nosotrosla imagen de Cristo. San Ignacio de Antioquía define la Eucaristía como antídoto para no morir.
A todos nos ayuda sentirnos acompañados cuando estamos enfermos. Jesús nos acompaña siempre y sufre con nosotros. Jesús no es ajeno a nuestras heridas. Más aún, las asumió y se quedó con ellas. Cuando Cristo resucitó, mostró a los discípulos las heridas de sus manos, de sus pies y de su costado. Y de esa herida más profunda, la del costado traspasado, salió sangre y agua y es fuente fecunda de gracias. Cuando la persona herida recibe los sacramentos y hace oración con fe y confianza, lo que hace es acudir a los pies de Cristo Resucitado para que el Agua viva le sane. "Por sus llagas hemos sido curados"
5. La oración: En la oración acudimos a Dios para pedirle que cure nuestras heridas. Dios quiere sanarnos pero espera que nosotros acudamos a Él y le digamos que le necesitamos como médico y que confiamos en el poder curativo de su misericordia. Dios no nos receta nada a la fuerza, respeta siempre nuestra libertad, espera la actitud humilde del orante que acude a Él libremente y le suplica con confianza que le sane: "Todo aquello que pidáis con fe en la oración, lo recibiréis" (Mt 21,22)

Y una vez que le pedimos la gracia de sanar, terminar la oración con la certeza de que Él se hará cargo. Debemos pedir con fe, como la hemorroísa a la que Jesús le dijo: "Tu fe te ha sanado". Esta mujer creía firmemente que lo que pedía en la oración podía darlo por recibido: "Todo aquello que pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido." (Mc 11,24)
La oración es condición para que Cristo Médico nos cure. La oración es una medicina. La oración tiene el poder de llenarnos de paz, de hacer que la luz de Cristo brille donde hay tinieblas y así ayudarnos a superar el resentimiento, la angustia, la tristeza y la desesperación. Cuando el alma herida ora, se centra en Cristo y su oración es antídoto contra los pensamientos que andan en busca de culpables, lo que equivale a seguir rascando la herida. Hemos de centrar la memoria en los dones de Dios, no en las heridas ni en los culpables. El recuerdo de Dios es curativo. El recuerdo de las heridas y de sus causas nos hunde más en la amargura. La herida del orante sana; la otra gangrena. "Sea cual sea su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no actúes guiado por un arrebato de violencia" Eclesiástico 10, 6 “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; porque con la medida con que midáis se os medirá”. Lucas 6, 36-38
¿Te sientes moralmente enfermo? ¿Está aún viva alguna herida que te da rabia, te avergüenza y te hace sufrir? Ora más, ora con fe, ora con más humildad. Y si no puedes o no te sale, simplemente acude a Él y pídele que te sane.
“En ti, Dios, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
Sácame de la red que me han tendido,
pues tú eres mi refugio;
en tus manos abandono mi vida
y me libras, Yahvé, Dios fiel.
Me alegraré y celebraré tu amor,
pues te has fijado en mi aflicción,
conoces las angustias que me ahogan;
ten piedad de mí, Dios,
que estoy en apuros.
La pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas;
mi vida se consume en aflicción,
y en suspiros mis años;
pero yo en ti confío, Yahvé,
me digo: «Tú eres mi Dios».
Mi destino está en tus manos, líbrame
de las manos de enemigos que me acosan.
Que brille tu rostro sobre tu siervo,
¡sálvame por tu amor!
Dios, no quede yo defraudado
después de haberte invocado;
¡qué grande es tu bondad, Dios!
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.
¡Tened valor, y firme el corazón,
vosotros, los que esperáis en Dios!”
Salmo 30


P. Evaristo Sala www.la-oración.com
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martes, 15 de mayo de 2012

DIA DEL ENFERMO EN NUESTRA PARROQUIA

El pasado domingo se celebró en nuestra parroquia la Jornada Diocesana del Enfermo.
Tuvimos la alegría de ver al Señor llevado solemnemente para ser comulgado por varios enfermos de nuestra Parroquia.
Posteriormente a las 12:00 tuvo lugar una misa del enfermo, en la que participaron todos aquellos a los que sus condiciones físicas, les permitieron asistir, así como sus familias.
Compartimos aquí, algunas de las fotos que Adolfo Sánchez-Horneros realizó para la Parroquia.

lunes, 14 de mayo de 2012

"DIOS ESTABA ALLÍ"

Intelectual, atea, esposa y madre. A los 47 años Dios vino a su encuentro.


sábado, 12 de mayo de 2012

DOMINGO VI DE PASCUA

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis frutos, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

Juan 15, 9-17

viernes, 11 de mayo de 2012

LA GRACIA DEL ÚLTIMO MINUTO



El sacerdote don Juan Huguet,
el día de su primera Misa. Con las mismas
vestiduras litúrgicas le vistió
su madre para su entierro
Cerca de mil mártires de la fe durante la persecución religiosa en la España de los años 30 del siglo XX han sido ya beatificados. Pero hay muchos más: en octubre de 2013, se celebrará una nueva gran ceremonia de beatificación. Al término de la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, el Secretario General, monseñor Martínez Camino, aludió al testimonio del joven sacerdote menorquín don Juan Huguet. Las circunstancias de su martirio mueven a la fe


La mañana del 23 de julio de 1936 -el día que lo fueron a matar-, el joven sacerdote Juan Huguet se apresuró a poner a salvo la Eucaristía reservada en el sagrario. Y, por la tarde, después de exclamar ¡Viva Cristo Rey! y recibir dos tiros en la cabeza, fue el mismo Señor el que le acogería a él y le guardaría para la vida eterna. Ya se lo había anunciado monseñor Manuel Irurita, obispo de Barcelona y mártir también él, el mismo día de su ordenación, el 6 de junio de 1936: «Estáis destinados a la muerte y el sacrificio». Estas palabras proféticas se cumplirían apenas un mes después.
Pero ser mártir, igual que ser santo, no se improvisa. Durante los últimos años en el seminario, el Señor le fue dando al joven Juan Huguet un corazón bien dispuesto, como cuando fue a Roma en peregrinación y visitó el lugar de martirio de los primeros cristianos; o como cuando tuvo ocasión de tratar a varios seminaristas mexicanos que habían huido a España después de la violenta persecución anticlerical desatada en su país, y que fueron acogidos generosamente por el obispo de Menorca en su seminario. De seguro que el trato con ellos le afianzó en la fe y le robusteció de cara a lo que el Señor le tenía preparado.
Pero su vocación al martirio nació de la misma contemplación de Cristo crucificado. Durante unos Ejercicios espirituales, el joven seminarista escribió: «Señor, soldado vuestro soy, alistado en vuestro ejercito por confirmación y próximamente por tonsura. Vos sois mi herencia. A vuestras órdenes, pues. Mandad lo que gustéis, aunque sea el sacrificio de mi vida, aunque sea morir por Vos martirizado. ¿Qué podría hacer que Vos no lo hayáis ejecutado primero por mí?»
En el proceso de beatificación, su padre declaró que muchas veces le oyó admirar la fe de los mártires; y los jóvenes de su parroquia de Ferrerías sabían de esa vocación suya tan especial: «Si yo un día he de dar la vida por Cristo, con gusto la daré».

Escupe ahí, o te mato

El 23 de julio, Juan Huguet celebró su última misa. El monaguillo que le asistía contó después que, durante la consagración, tuvo una visión en la que aparecía un joven con los brazos en cruz y tres personas delante con intención de apedrearle. Por la tarde, tres milicianos se presentaron en casa de Juan y lo obligaron a ir con ellos al Ayuntamiento. Allí, le conminaron a quitarse la sotana y le registraron. Le encontraron un pequeño rosario, y le ordenaron que lo profanara; el comandante Pedro Marqués le amenazó con una pistola y le gritó: «Escupe ahí, escupe ahí, o te mato». Juan negó con la cabeza y, seguidamente, extendió los brazos en cruz, exclamando: ¡Viva Cristo Rey!, a lo que el comandante respondió pegándole dos tiros en la cabeza.
Aún tardó unas horas en morir, y los que le acompañaron en ese tiempo eran conscientes de que estaban asistiendo a la muerte de un mártir. El obispo diocesano, monseñor Juan Torres, pidió a la familia que conservara, sin lavarla, la ropa con la que fue asesinado, pues sabía que se trataba de la reliquia de un mártir. Su madre, a cambio, le vistió para su entierro con las vestiduras con las que ofició su primera Misa.

Las matemáticas de los santos

Pero no hay mártir sin asesino. Y, al igual que Esteban atrajo a la Iglesia a Saulo para hacerle, como él, testigo de Cristo, del mismo modo Juan Huguet se llevó al redil del Señor al que lo llevó a la muerte. El comandante Pedro Marqués, tras la guerra, fue detenido y condenado a muerte por los asesinatos cometidos durante la contienda, pero antes de ello mostró su arrepentimiento, e incluso recibió los sacramentos antes de ser ajusticiado. Tras recibir la Eucaristía, Marqués se acercó al sacerdote y se despidió de este mundo con estas palabras: «Abrazo a este sacerdote como un acto de reparación por el crimen que cometí matando a aquel otro sacerdote en Ferrerías». Así, de este modo, la Iglesia en España perdió a un sacerdote, pero puede contar entre sus filas a un mártir y a un converso. Son las matemáticas de los santos, que cuando suben al cielo nunca lo hacen solos: para Huguet, la conversión de Marqués fue la gracia que Dios le concedió en el último minuto.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo en Alfa y Omega

jueves, 10 de mayo de 2012

S. JUAN DE AVILA

Patrono del clero secular que próximamente ,según anunció el Papa, será nombrado doctor de la Iglesia. Hoy celebramos su día:

"No sé otra cosa más eficaz con que a vuestras mercedes persuada lo que les conviene hacer que con traerles a la memoria la alteza del beneficio que Dios nos ha hecho en llamarnos para la alteza del oficio sacerdotal. Y si elegir sacerdotes entonces era gran beneficio, ¿qué será en el nuevo Testamento, en el cual los sacerdotes de él somos como sol en comparación de noche y como verdad en comparación de figura?
Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hecho semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre, y semejables al portal de Belén y pesebre donde fue reclinado, y a la cruz donde murió, y al sepulcro donde fue sepultado. Y todas estas son cosas santas, por haberlas Cristo tocado; y de lejanas tierras van a las ver, y derraman de devoción muchas lágrimas, y mudan sus vidas movidos por la gran santidad de aquellos lugares. ¿Por qué los sacerdotes no son santos, pues es lugar donde Dios viene glorioso, inmortal, inefable, como no vino en los otros lugares? Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración, y no lo trajeron los otros lugares, sacando a la Virgen. Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios; a los cuales nombres conviene gran santidad.
Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviere, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones y les da lo que piden, y tengan tanta familiaridad con él; que tengan virtudes más que de hombres y pongan admiración a los que los vieren: hombres celestiales o ángeles terrenales; y aun, si pudiere ser, mejor que ellos, pues tienen oficio más alto que ellos".

miércoles, 9 de mayo de 2012

COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DÍA

Si alguno tiene tres o cuatro horas en el día de hoy que le sobren, por favor que me las preste. Hoy tengo que estar en cinco sitios, predicar un retiro, ir al médico, ensayar las comuniones, celebrar la Misa, sacar un tiempo para rezar, ver a un par de personas y dejo alguna gestión para el jueves si no saco un ratillo para hacerlas hoy, además de escribir el comentario de mañana.
 Un día sí es de los que suelen implicar además que se complique el despacho parroquial con dos o tres expedientes matrimoniales, pilles tres atascos, aparezcan unas personas a venderte champú (eso me lo ventilo rápido debido a mi calvicie), y otra persona venga lamentándose que no le haces caso porque el otro día no la miraste demasiado tiempo y piensa que la desprecias por algo. Esas son las contradicciones del día a día, que cuando tienes prisa pasan más lentamente.
 En ocasiones me dicen ¿No te agobias?. Pues la verdad es que sí, pero lo mejor es poner el corazón en lo que estás haciendo en ese instante, sin pensar en lo que has hecho antes ni en lo que vendrá después.

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, corno el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.” Cada uno da fruto según la vocación a la que haya sido llamado. Si un monje de clausura y contemplativo tuviera mi día habría que regañarle y si un padre de familia no saliese en todo el día de la parroquia habría que ponerle firmes. Pero sea la vocación que sea la que tengamos tendremos que hacer cada cosa unidos a Cristo. La mucha actividad no está reñida con la contemplación. Hacer mucho sin Cristo hace que nuestro trabajo sea baldío. Lo nuestro es dar fruto, luego es estar unido a Cristo en cada cosa que hacemos.

Hay mucho que hacer. No hay más que mirar el mundo para ver que la mies es abundante y los obreros pocos. Cada cual en su sitio. No está bien que las parroquias estén cerradas porque el párroco está todo el día fuera. Tendremos que ingeniárnoslas para que los templos permanezcan abiertos. Muchas personas pasan unos minutos, como el sediento a la fuente, a echar un trago de la fuente que es el Sagrario. Los laicos sois los que tenéis que transformar el mundo a imagen del mundo que Dios creó y Cristo redimió y tenéis derecho a poder llegar hasta los sagrarios para tomar fuerzas. Si no es así seguramente vuestro trabajo apostólico sea menos fecundo y el del párroco que está todo el día haciendo gestiones, y el templo cerrado por miedo a los robos, sea casi inútil.

El fruto lo da el Espíritu Santo, pero quiere que nos lo trabajemos. Pidamos a su esposa,nuestra Madre la Virgen, que nos de siempre la gracia de estar donde tenemos que estar y así poder dar fruto abundante.

www.archimadrid.org

martes, 8 de mayo de 2012

HOY: ORACIÓN

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,

el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para
 
conocer la diferencia;

viviendo un día a la vez,

disfrutando un momento a la vez;

aceptando las adversidades como un camino hacia la paz;

pidiendo, como lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es,

y no como me gustaría que fuera;

creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu
 
voluntad;

de modo que pueda ser
 
razonablemente feliz en
 
esta vida e increíblemente
 
 feliz Contigo en la
 
  siguiente.

Amen.”

lunes, 7 de mayo de 2012

"SOY UN MILAGRO VIVIENTE"

Este domingo, fiel a su cita de las 21.30 en Intereconomía TV, No es bueno que Dios esté solo abrió con unas imágenes de hace más de treinta años: Fabio McNamara y Pedro Almodóvar provocaban desde un escenario, con aire travestido, animando una de las noches desatadas de la movida madrileña de los ochenta.

En la siguiente escena, Fabio, frisando ya los 55, abre la puerta a Gonzalo Altozano en el estudio donde vive hoy dedicado a la pintura (religiosa y profana por igual), para explicarle cómo se convirtió y cómo es su vida presente de amistad con Dios.

"La belleza real del rostro de Jesús nunca se ha podido plasmar, pero quiero conseguirlo alguna vez", explica para introducirnos en la abundancia de sus cuadros de Cristo y de la Virgen: "Yo hago arte, y el arte que yo tengo me lo da Dios, porque antes depintar pido a Jesucristo y a la Virgen que me bendigan y me concedan imaginación". "El arte viene de Dios, porque la belleza la ha creado Dios", concluye.

Su lucidez es tan absoluta que habla de religión con la precisión conceptual y terminológica de un teólogo, pero se le aprecia muy castigado físicamente por sus años en el infierno de las drogas: "Estuve, no perdido, sino perdidísimo, cuatro veces ingresado, dos veces a punto de morir a causa de tres enfermedades crónicas incurables. Soy un milagro viviente".

Un milagro que tiene una explicación: las oraciones de su madre. "Le decía al padre Molina: tengo un hijo que no tiene solución, está metidísimo en la droga. Y el padre le decía: usted rece por él, que ya caerá. Y caí. La oración todo lo puede", cuenta. Y cuando Altozano le pregunta qué es la conversión, lo tiene claro: "Es un regalo que da Dios a quien Él quiere, pero también a quien se la trabaja. ¿Por qué unos sí y otros no...? Yo soy una criatura suya, pero sus designios no los conozco".

Fabio es un habitual del popular oratorio de Caballero de Gracia, en la Gran Vía madrileña, donde Don Máximo es su confesor: "Debo ser muy bueno, porque me perdona siempre", bromea. Allí hace una hora diaria de adoración al Santísimo, reza el rosario y oye misa y comulga: "De rodillas y en la boca, como debe ser".

Y está apegado a esa iglesia por razones que duda si contar o no: "Es una cosa un poquito fuerte". Vacila, pero al final vuelca el mal recuerdo de una vida que considera que entregaba a Satanás, porque "estaba sin el Señor, es decir, con el diablo; no hay término medio": "Allí delante paraban los coches donde se compraba droga. Iba a comprarla, veía la iglesia, y a veces entraba un minuto para rezar y decirle al Señor: Por favor, sácame de este infierno".

En gracia de Dios
Para el antiguo compañero de aventuras de Alaska o Almodóvar en los tiempos de Rockola, la vida tiene hoy un sentido muy diferente: estar en gracia de Dios. "Por estar en gracia de Dios hago lo que sea, aunque sea revolcarme en un suelo regado de cristales rotos. Estar en gracia de Dios es saber para qué estamos aquí, que esta vida tiene un sentido. Es ser feliz, encontrar el amor puro y tener la seguridad de que no nos vamos a ir al infierno eternamente".

McNamara insiste mucho en esta verdad, y censura que algunos sacerdotes nunca le recuerden a sus fieles "que no todo el mundo se salva, y que el infierno está ahí": "Hay que decirle a la gente la verdad".

Cuando Fabio comulga, es el mejor momento del día: "La comunión es Dios que se te mete dentro de ti, el acto más sublime, grandioso y trascendental que puede hacer el hombre... pero para eso tiene que estar en gracia. Lo más importante del mundo es estar en gracia de Dios".

Y añade una hermosa reflexión espiritual, razón de ser del doble amor que inspira su pincel: "Al comulgar recibimos también a María, porque Jesucristo tiene la misma sangre que la Virgen".

Publicado en ReL

domingo, 6 de mayo de 2012

SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM

Ni la historia ni la hagiografía han estado acertadas al transmitirnos la efigie física y moral del apóstol San Juan. Nos han legado de él una imagen tierna y cromática, un santo imberbe, casi feminoide, cuando, en realidad, fue un carácter vigoroso y fuerte.

Aceptamos con facilidad que los demás apóstoles fuesen duros, podríamos decir que hasta broncos. La obra pedagógica de Jesús sólo penosamente logró limarlos, debiendo confiar al Espíritu la tarea de hacer de aquellos galileos ásperos unos instrumentos aptos para el apostolado. Pero con San Juan hacemos una excepción. Indefectiblemente le damos el calificativo del "discípulo amado", el que tuvo la dicha suprema de recostar su cabeza sobre el pecho del Señor en la última cena, y ya no pensamos en más, creyendo haber agotado su biografía y su psicología. De esta forma nos quedamos a la mitad del camino, no atisbando más que uno de los aspectos de su personalidad polifacética.

A Juan hay que asociarle con su hermano Santiago. juntos forman ambos un excelente binomio, son los "hijos del Zebedeo", los pescadores ribereños del Tiberíades, hechos a las faenas rudas de la pesca, a las tormentas del lago y a la exaltación religiosa.

Los hijos del Zebedeo tenían la conciencia de su propio valor. Su categoría social les colocaba en una situación desahogada, como patronos de una embarcación, con un negocio próspero, que consentía tener criados y todo. Trabajaban, sí, pero también mandaban, y además tenían ambiciones.

El Maestro conoció primero a Juan, que era discípulo del Bautista y esperaba confiadamente la "redención de Israel". Con mucha fe, con mucho ardor, pero con ideas un tanto confusas. Porque la predicación del Bautista, rígido y austero como un esenio, cubierto con una piel de camello y alimentándose de langostas y miel silvestre, arrebataba el entusiasmo de los aldeanos que rodeaban el Jordán. Ellos captaban con avidez sus palabras, mas lo único que percibían con claridad era que "el reino de Dios estaba próximo".

Aquel reino de Dios iba envuelto en conceptos mesiánicos, expresados con bellas imágenes de los antiguos profetas, donde era difícil separar la metáfora de la realidad. Así cada uno alimentaba en su interior un reino conforme a sus ideales. Juan, espíritu recto, soñaría con un reino religioso, sin duda alguna, donde el Mesías, Cordero de Dios, que iba a redimir a su pueblo, le devolvería la santidad que el pecado le arrebatara, pero donde hubiera a la vez cargos importantes, con responsabilidad, mando y honor.

Este dualismo en la psicología del apóstol perdura a lo largo de todo el Evangelio, si bien se hace mucho más acusado cuando se juntan ambos hermanos, Santiago y Juan. Entonces la unión hace la fuerza y se sienten doblemente atrevidos y audaces.

Juan fue con Andrés de los primeros entre los discípulos que tomaron contacto con Jesús. Con precisión encantadora, recordando, a pesar de los muchos años, hasta el instante del encuentro, nos ha legado Juan el relato de aquella primera entrevista:

"Al día siguiente, otra vez hallándose Juan con dos de sus discípulos, fijó la vista en Jesús que pasaba, y dijo, He aquí el Cordero de Dios. Los dos discípulos que le oyeron siguieron a Jesús. Volvióse Jesús a ellos y, viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Dijéronle ellos: Rabbi, que quiere decir Maestro, ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, pues, y vieron dónde moraba, y permanecieron con El aquel día. Era como la hora décima" (Jn. 1, 35-39).

Aquello no fue todavía la vocación al apostolado, aunque fue el encuentro providencial que determinó la suerte de sus vidas. Permaneciendo con Jesús "todo aquel día" quedaban maduros para la ulterior llamada.

Juan y Andrés fueron proselitistas. De Andrés sabemos que presentó a Jesús a su hermano Simón, el futuro Pedro. Juan hablaría de estas cosas con Santiago... Ya todo lo demás se desarrolló normalmente.

Pasando Jesús por la ribera del lago, mientras ellos remendaban sus redes, les invitó a seguirle: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres". Y ellos, generosos, dejándolo todo, le siguieron.

A Juan le encontramos en el Evangelio entre los íntimos del Maestro, formando con su hermano Santiago y con Simón Pedro el trío de confianza. Jesús les lleva a la resurrección de la hija de Jairo, a los resplandores de su transfiguración, a las congojas de su agonía en Getsemaní. Juntos los vemos también, aunque con algunos más, cuando la deliciosa aparición en el lago de Tiberíades.

Desde el primer momento, Cristo impuso a los dos hijos del Zebedeo el sobrenombre de Boanerges, "los hijos del trueno" (Mc. 3,17), porque eran súbitos como el rayo.

Alguna anécdota de este carácter impulsivo, que no conocía la ponderación, ha llegado hasta nosotros, como cuando quieren que descienda fuego del cielo sobre la aldea samaritana que se negó a recibirles al ir en peregrinación a Jerusalén. Jesús les reconviene dulcemente: "No sabéis de qué espíritu sois" (Lc. 9,55). También en otra ocasión el Maestro desaprueba la conducta de Juan, que había prohibido actuar a un exorcista espontáneo, que, sin ser de los doce, arrojaba los demonios en nombre de Jesús. "No se lo prohibáis —le dice—; quien no está contra vosotros trabajaba a favor vuestro" (Mc. 9,39).

Sin embargo, la escena que retrata al vivo las ambiciones de ambos hermanos es aquella en que interviene su madre para solicitar a favor de ellos los dos primeros puestos en el futuro reino.

Las circunstancias en que formula su petición no podían ser más inoportunas. La caravana apostólica marcha hacia Jerusalén para celebrar la Pascua, la última que Jesús comerá con los suyos, conforme acaba de manifestárselo con toda claridad, al predecirles que en ella tendrán cumplimiento los vaticinios referentes a su pasión y muerte. Y en ese instante es cuando se acerca Salomé adorándole y pidiéndole algo.

—¿Qué quieres? —le dice Jesús.

La madre contesta con decisión y sin rodeos:

—Di que estos dos hijos míos se sienten contigo en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Jesús debió sonreírse ante tan extraña petición, formulada en el momento en que predice un reino levantado sobre una cruz. Pero comprendió que ni la madre ni los hijos estaban para reconvenciones. Optó por tentar su generosidad.

—No sabéis lo que pedís... Pero, en fin, ¿seréis capaces de beber el cáliz que yo tengo que beber?

Y aquí es donde se retratan los dos hermanos. Valientes, decididos, incontenibles, como cuando a la llamada del Maestro dejaron a su padre el Zebedeo en la nave con los criados, así ahora responden sin quedarles nada dentro, dispuestos a todo.

Tanto arrojo, que en otros labios hubiera sonado a bravuconería, debió agradar a Jesús, que les dijo

—Está bien. Mi cáliz lo habréis de beber; pero en cuanto a sentaros a mi derecha y a mi izquierda no corresponde a mí el dároslo, pues es cosa que tiene preparada mi Padre (Mt. 20,20-23).

Los demás condiscípulos, al ver las pretensiones de los Zebedeos y de su madre, se indignaron. No por verles privados de espíritu evangélico, sino porque también a ellos les tentaban iguales ambiciones, aunque les faltase el arrojo de los Hijos del Trueno para formularlas, y una madre con indiscutibles derechos para interceder. Porque Salomé había dejado marchar generosamente a sus hijos y, además, ella misma seguía a Jesús sirviéndole en su peregrinar.

Esta decisión de los dos hermanos es más intrépida en Juan, a pesar de ser el más joven. Jesús le escoge a él y a Pedro para misiones arriesgadas, como buscar el cenáculo de la Pascua, sin que trascienda el sitio a los restantes, y menos a Judas.

Emparejado a Pedro aparece asimismo en otros momentos solemnes, como en la hora de la cena, al inquirir, sin levantar sospechas, quién era el traidor. En aquella ocasión Juan se muestra mucho más prudente que el arrogante Pedro, y sabe reaccionar con cautela y eficiencia después del desconcierto del huerto, siguiendo decididamente a Jesús hasta la casa de Anás, donde no sólo entra él, por sus conocimientos con la familia del pontífice, sino que consigue paso libre para el mismo Pedro.

Al día siguiente, a la hora terrible de la crucifixión, sólo Juan persevera con las santas mujeres en el monte Calvario. El recogió las últimas palabras del Maestro, él se hizo cargo de su Madre desolada, él asistió al embalsamamiento de su cuerpo destrozado, cooperando a enterrarlo en el sepulcro nuevo de José de Arimatea. Sus retinas asombradas tomaron fielmente nota del trascendental acontecimiento, y como un notario levantó acta de todo el suceso: “El que lo vio da testimonio, y sabemos que su testimonio es verdadero" (Jn. 19,35).

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sábado, 5 de mayo de 2012

DOMINGO V DE PASCUA

Evangelio

En aquel momento dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí, lo arranca, y a todo el que da fruto, lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que déis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Juan 15, 1-8
 
Los profetas habían comparado al pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, con una viña plantada por el Señor y cuidada con amor y esmero. Cristo va más allá y explica la relación fundamental en la vida de esta viña proclamando: «Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos». Con esta metáfora, expresa la realidad de la unidad profunda con Él como fuente de vida; una unidad que nace de Cristo y que se comunica dando vida y cohesión a los discípulos. La novedad principal radica en que Él es esa vid verdadera que engloba también a la comunidad de creyentes. Él es la vida y la razón de la comunidad, y ésta fructifica sólo con Él y por Él. Cristo se define como la vid verdadera, e insiste reiteradamente en la importancia de permanecer en Él.
Permanecer en Cristo significa mantenerse en comunión vital con Él y significa permanecer también en la Iglesia. Unión con Cristo, unión con los hermanos, y dar un fruto abundante, el que Dios quiere para cada uno. Por el Bautismo, hemos sido injertados en Cristo, la vid verdadera y la fuente de la vida. Pero es preciso mantener y crecer en esa comunión de vida a través de la oración, de la escucha de la Palabra, especialmente participando en la Eucaristía. Es preciso asimismo recomponer esa unión en el sacramento de la Reconciliación cuando se ha roto. Porque, como Él mismo dice, «separados de Mí, no podéis hacer nada».
Al sarmiento que da fruto, el Padre lo poda para que dé más fruto. La poda parece a primera vista dolor, renuncia, pero no es algo negativo, al contrario, es positivo y, además, se convierte en algo absolutamente necesario para la vida. La poda es una operación que consiste en cortar las ramas muertas, enfermas y superfluas del árbol con la finalidad de que adquiera una forma más bella y, sobre todo, para que renazca la vida en él, para que pueda dar un fruto más abundante. En el árbol de la vida de cada uno será preciso cortar de raíz con el pecado, con las imperfecciones, con las manías personales, con la pérdida de tiempo y energías en tonterías que no conducen a nada.
La finalidad de la poda no es hacer daño al árbol, sino que renazca la vida. En el caso de nuestra poda, sirve para propiciar una mayor unión con Cristo y los hermanos, y en consecuencia, para que demos un fruto más abundante a través del crecimiento en la vida de fe y del compromiso cristiano firme en la Iglesia y en el mundo. Llevado a cabo con alegría, con paz, con serenidad, con entrega generosa. Sería una lástima que nuestra vida pase sin pena ni gloria, sumida en la mediocridad y en el egoísmo estéril. Porque la voluntad del Señor es que demos un fruto abundante y duradero.
+ José Ángel Saiz Meneses
obispo de Tarrasa