lunes, 30 de septiembre de 2013

"QUERIDO ODIFREDDI, LE CUENTO QUIÉN ERA JESÚS"


Benedicto XVI, en su mesa de trabajo

Benedicto XVI dialoga con un intelectual italiano ateo
 
«Querido Odifreddi, le cuento quién era Jesús»
Avventato - que se puede traducir por imprudente- es el suave calificativo que el Papa emérito, Joseph Ratzinger, ha dedicado al matemático e intelectual laicista Piergiorgio Odifreddi, Presidente de la Unión de Ateos y Agnósticos racionalistas, en una carta de once folios, fechada el 30 de agosto pasado, y en la que responde al libro Caro Papa, ti scrivo. La Repubblica reprodujo la carta el martes. En el diario aparece también un comentario de Odifreddi titulado El cartero del Papa llama dos veces, en el que habla de la sorpresa y emoción que sintió el pasado 3 de septiembre al recibir la carta de Benedicto XVI. He aquí lo esencial de este diálogo a distancia sobre fe, ciencia, y mal, que mantiene Benedicto XVI con el matemático ateo:
Ilustrísimo señor profesor:
Quisiera agradecerle que haya querido confrontarse minuciosamente con mi libro [Jesús de Nazaret] y con mi fe y por la lealtad con que ha tratado mi texto; pero mi juicio sobre el libro suyo es bastante contrastante. He leído algunas de sus páginas con gusto y provecho; en cambio, otras me han maravillado por una cierta agresividad e imprudencia de su argumentación. Una y otra vez, usted me hace notar que la teología sería fantaciencia (ciencia ficción); en tal sentido me maravilla que usted, sin embargo, considere mi libro digno de una discusión tan detallada. Permítame cuatro cuestiones:
* Es correcto afirmar que ciencia en el más estricto de la palabra lo es sólo la matemática, mientras que he aprendido de usted que incluso en ella habría que distinguir entre la aritmética y la geometría.
* Debería reconocer usted, al menos, que en el ámbito histórico y en el del pensamiento filosófico, la teología ha producido resultados duraderos.
* Una función importante de la teología es la de mantener la religión ligada a la razón y la razón a la religión. Ambas funciones son de esencial importancia para la Humanidad. En mi diálogo con Habermas, he demostrado que existen patologías de la religión y -no menos peligrosas- patologías de la razón. Ambas se necesitan, y mantenerlas conectadas continuamente es una importante tarea de la teología.
* La ciencia ficción existe, por otra parte, en el ámbito de muchas ciencias..., incluso en gran manera dentro de la teoría de la evolución. El gen egoísta de Richard Dawkins es un ejemplo clásico de ciencia ficción.
En todos los temas discutidos hasta ahora se trata de un diálogo serio que le agradezco. Las cosas son de otra manera en el capítulo de su libro sobre el sacerdote y sobre la moral católica, y todavía más diversas en el capítulo sobre Jesús. Sobre lo que dice del abuso moral de menores por parte de sacerdotes, como usted sabe, no puedo menos de expresar mi profunda consternación. Jamás he tratado de enmascarar esas cosas. Que el poder del mal penetre hasta tal punto en el mundo interior de la fe es para nosotros un sufrimiento que, por una parte, debemos soportar, mientras, por otra, debemos tratar de hacer todo lo posible para que no se repita. Ni siquiera nos consuela saber que, según las investigaciones sociológicas, el porcentaje de sacerdotes reos de estos crímenes no es más alto que el de otras categorías profesionales asimilables. En todo caso, no se debería presentar ostentosamente esta desviación como si se tratase de una basura propia del catolicismo.
Una historicidad verdadera
Si no es lícito callar sobre el mal en la Iglesia, tampoco se debe silenciar la gran estela luminosa de bondad y de pureza que la fe cristiana ha trazado a lo largo de los siglos. Lo que usted dice sobre la figura de Jesús no es digno de su rango científico. Si usted plantea la cuestión como si de Jesús, en el fondo, nada se supiera y de Él, como figura histórica, nada fuese comprobable, entonces sólo puedo invitarle, de manera decidida, a hacerse un poco más competente desde un punto de vista histórico. Lo que usted dice sobre Jesús es un hablar imprudentemente que no debería repetir. Que en la exégesis se hayan escrito también muchas cosas de escasa seriedad es, por desgracia, un hecho incontestable, pero eso no compromete de hecho la importancia de la investigación histórica seria. Debo rechazar con fuerza su afirmación según la cual yo habría presentado la exégesis histórico-crítica como un instrumento del anti Cristo...; he dejado claro de modo evidente que es necesaria para una fe que no propone mitos con imágenes históricas, sino que reclama una historicidad verdadera.
Si usted quiere sustituir a Dios por la Naturaleza, persiste la pregunta sobre quién o qué es esa naturaleza. En ningún sitio la define usted y, por tanto, aparece como una divinidad irracional que nada explica; pero quisiera sobre todo hacerle notar que en su religión de la matemática tres temas fundamentales de la existencia humana se quedan sin abordar: la libertad, el amor y el mal. Me maravilla que usted liquide la libertad de un plumazo, que sin embargo ha sido y es el valor básico de la época moderna. El amor no aparece en su libro, ni el mal, sobre el que no hay información alguna. Una religión que margine estas preguntas fundamentales se queda vacía. Puede, querido profesor, que mi crítica a su libro sea, en parte, dura, pero la franqueza forma parte del diálogo y sólo así puede crecer el conocimiento.
Benedicto XVI

domingo, 29 de septiembre de 2013

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar no puedan hacerlo. Él dijo: Te ruego, entonces, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento. Abrahán le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. Pero él le dijo: No. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto».

 
Lc 16, 19-31
 
Quien se cierra al amor del prójimo mientras está en este mundo se cierra al Amor de Dios para siempre. La enseñanza de Jesús sobre el peligro de las riquezas, iniciada en los pasajes evangélicos de los domingos precedentes, se amplía con la parábola del pobre Lázaro mostrando las consecuencias eternas de una vida temporal cerrada a las necesidades de nuestros semejantes. En el Evangelio de este domingo, Jesucristo sale a nuestro paso para abrirnos los ojos de la fe y ensanchar el horizonte de nuestro compromiso con palabras sobre la vida eterna. Nuestras acciones y omisiones de ahora condicionan ya nuestra felicidad del mañana. En la parábola del rico desconocido y del pobre Lázaro hay una advertencia sobre el daño que provocan las riquezas y una revelación sobre la suerte diferente que corresponderá tras la muerte a justos y pecadores. No se trata de enseñanzas separables: la advertencia tiene su fundamento en la Revelación. Una vez más, la certeza respecto al fin es determinante para caminar con orientación y esperanza.

Para captar la advertencia es importante detenerse en los detalles de la parábola. Del rico desconocemos el nombre. A los ojos del mundo, los poderosos y acomodados son conocidos y nombrados; a los ojos de Dios, el rico pierde el nombre. El Señor conoce a todos y a cada uno da la posibilidad de llegar a ser hijo suyo, pero quien ha hecho de las riquezas su propio dios, pierde el nombre, es decir, deja de escuchar al Señor que le llama. El pobre, ignorado por el rico y consolado por los perros que lamen sus llagas, es recibido en el seno de Abrahán con su nombre propio. Del rico simplemente se dice que banqueteaba a diario, mientras a su puerta yacía el pobre Lázaro. No se refieren de él crímenes ni delitos; su pecado consiste en la indiferencia hacia su prójimo. Mientras él derrocha en abundancia, el pobre padece hambre hasta la muerte. La distancia que el rico puso entre él y su prójimo mientras ambos vivían, se convierte en abismo insuperable cuando llega el momento de recibir justicia tras la muerte. Al rico egoísta e inmisericorde corresponderá sufrimiento sin posibilidad de consuelo; a quien padeció la injusticia de la indiferencia y de la miseria, tocará la paz en la compañía de los santos.

 El rico percibirá entonces su error, pero éste será ya irreparable.
Para dejarse iluminar por la Revelación hay que pasar de las imágenes a su significado. La tradición cristiana llamó seno de Abrahán al estado de los justos antes de la redención de Cristo. Los que fueron fieles al Señor durante su vida son acogidos por Él en la felicidad eterna; los que se obstinaron en cerrar su corazón a las necesidades de sus hermanos reciben justamente lo que ellos mismos eligieron: angustia sin consuelo porque no volverán nunca a amar. Lo que decide felicidad o desdicha eterna es la respuesta presente de misericordia o indiferencia ante los más necesitados.
Para cambiar de actitud ante los pobres no hay que esperar mensajes del más allá, o apariciones de difuntos; hay simplemente que escuchar la Palabra de Dios y llevarla a la práctica. El amor compasivo que el Señor pide practicar es también ejercicio de fe: reconocer a Cristo en el Lázaro que yace a nuestra puerta, sentarlo a la propia mesa, curar sus llagas y esperar un día ser recibido, con él, en el gozo eterno.


+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe
 

sábado, 28 de septiembre de 2013

CORBIN



Corbin sólo vivió 135 días, pero inspiró a medio millón de personas
Corbin tenía trisomía 13, y los médicos sólo le dieron un 1% de probabilidades de nacer vivo. Sin embargo, y a pesar de nacer prematuro, sobrevivió 135 días, en los que ha conseguido medio millón de seguidores en Facebook, y ha movilizado a muchas personas para ayudar a otros niños con trisomía

 
Corbin tenía sólo un 1% de posibilidades de nacer vivo. El motivo: sus células tenían tres cromosomas del par 13, en vez de dos. La trisomía 13, mucho más grave que la trisomía 21 -síndrome de Down-, es considerada habitualmente incompatible con la vida. Pero sus padres, Shane y Kara McHenry, no se plantearon ni por un momento abortar a su hijo. Y los 135 días que vivió el pequeño le han permitido entrar en la vida de más de medio millón de personas, que son los seguidores de su página en la red social Facebook, y también conseguir ayuda para otros bebés que sufren su misma enfermedad.
Cuando descubrieron el problema de su pequeño, los Shane y Kara decidieron mudarse desde Carolina del Norte a Philadelphia, donde se encuentra el hospital en el que querían que su hijo fuera tratado. Y allí nació, pero siete semanas antes de lo previsto, porque Kara sufrió una preeclampsia. Si la trisomía ya era un problema, el ser prematuro reducía aún más la esperanza de vida del bebé. Mientras le hacían la cesárea, «por primera vez tuve que creer en un ser superior, y por primera vez me descubrí rezando en voz alta para que mi hijo llorara al nacer», escribió Kara en la página web de una asociación de familias de niños con trisomía, SOFT.
Una foto cada día
Desafiando todas las expectativas, Corbin sobrevivió: un día, dos, tres... Muchas de las malformaciones internas que le habían diagnosticado durante el embarazo no existían, aunque su situación seguía siendo preocupante. Por eso, su madre decidió abrir un perfil de Facebook, Prayers for Corbin (Oraciones por Corbin) para dar a conocer su historia y pedir ayuda espiritual.
Pero, sobre todo, esta página sirvió para celebrar cada momento de vida del pequeño. Día tras día, sus padres colgaban una foto con un cartel hecho a mano, dando gracias a Dios por ese nuevo logro. Algunos de los carteles, recogidos en un artículo del portal LifeActionNews, decían: «¡Dios ha estado haciendo milagros 19 días! ¡Dios es bueno!»; «¡Tres semanas de una vida bonita, perfecta, memorable, maravillosa, milagrosa!»; «Una persona es una persona, sin importar lo pequeña que sea. Bendiciendo esta tierra durante 34 días»; «Mis padres me dieron el mayor regalo que alguien puede dar a una persona: ¡creyeron en mí! ¡Tengo 36 días!»
«Estáis celebrando la vida»
No sólo celebraban que el niño seguía vivo, sino los pequeños logros: poder salir a pasear -aunque fuera cubierto de tubos-, su paso del hospital a un centro de atención médica más reducida como transición para darle de alta, o conocer a los bisabuelos y a Zeus, el perro. Y, al mismo tiempo que las noticias y las fotos, crecía el número de sus fans, que no sólo rezaban por toda la familia sino que empezaron a ofrecer ayuda económica para los tratamientos que necesitaba el niño.
De repente, Corbin empeoró, y, el 17 de agosto, su madre escribió: «Corbin, hoy te han cogido de mis brazos y te han llevado a casa, al cielo, a las 7:04 de la mañana. Todo es muy surrealista todavía. Anoche, entre la risa, los recuerdos, las sonrisas y las lágrimas, le pregunté a la enfermera: ¿Es así con todas las familias? ¿Por qué no estamos tristes? Su respuesta lo dijo todo: Todos vosotros estáis celebrando la vida, no de duelo. Cómo me gustó oír eso. ¡No estábamos de luto! Claro que la idea de que no estés aquí es insoportable, pero el pensamiento de la vida que has vivido vale mucho más! Pasaste tus dos últimos días rodeado de aquellos que te quieren, saliste e incluso conociste al perrito Zeus! ¡Un millón de recuerdos en sólo dos días!»
Ayuda para otros niños
«Te dieron una probabilidad de vida de menos del 1%, pero naciste! Te dijeron que sobrevivirías horas, pero sobreviviste días. Tus días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Ahora, 135 días más tarde, me siento aquí y te escribo, muy agradecida por todo lo que pudimos compartir contigo. ¡Doy gracias por los días, las semanas y los meses, todos y cada uno!»
Un mes después de la muerte de Corbin, su página de Facebook sigue abierta. Su madre sigue colgando fotos, y además ha decidido crear una asociación, Team Corbin (Equipo Corbin), para aprovechar toda la ayuda que les ofrecieron y canalizarla hacia los demás, recaudando fondos para ayudar a las familias de niños con trisomía 13 a pagar sus gastos médicos. No es frecuente, pero los niños con trisomía 13 o 18 -las más frecuentes tras la 21- pueden nacer vivos, y sobrevivir días, semanas, meses e incluso años, en los casos en los que la dolencia es menos grave. De momento, en sólo un mes, Team Corbin ya ha podido donar 3.000 dólares a la familia de Colton, otro niño que nació un par de semanas después que Corbin.
 
María Martínez López en Alfa y Omega

viernes, 27 de septiembre de 2013

PARA VIVIR DE VERDAD HAY QUE REZAR

          Me preguntas ¿por qué rezar? Te contesto, para vivir. Porque, en efecto, para vivir de verdad hay que rezar. ¿Por qué? Porque vivir significa amar. Una vida sin amor no es vida. Es soledad vacía, es cárcel y es tristeza. Sólo quien ama vive de verdad. Y solamente ama quien se siente amado, alcanzado y transformado por el amor. Así como la planta no puede florecer y dar sus frutos si no recibe los rayos del sol, también el corazón humano no puede abrirse a la vida verdadera y plena si no es alcanzado por el amor.
Ahora bien, el amor nace y vive del encuentro con el amor de Dios, el más grande y verdadero de todos los amores posibles; más aún: el amor que está más allá de cualquier definición que podamos dar y de todas nuestras posibilidades. Al rezar nos dejamos amar por Dios y nacemos al amor. Por lo tanto, quien ama vive en el tiempo y para la eternidad.
¿Y quién no reza? Quien no reza corre el riesgo de morir interiormente, porque tarde o temprano le faltará el aire para respirar, el calor para vivir, la luz para ver, el alimento para crecer y la alegría que da sentido a la existencia. Me dices: ¡pero yo no sé rezar! Me preguntas: ¿cómo se reza? Te contesto: empieza por darle algo de tu tiempo a Dios. Al comienzo, no importará que ese tiempo sea mucho, sino que tú se lo des con fidelidad. Fija tú mismo un tiempo para darle cada día al Señor, y dalo con fidelidad, cotidianamente, cuando lo sientas y cuando no. Busca un lugar tranquilo, donde si es posible haya algún signo que remita a la presencia de Dios. Medita en silencio, invoca al Espíritu Santo para que sea él quien diga en ti: "Abbá, Padre". Llévale a Dios tu corazón, aunque esté confuso. No tengas miedo de decirle todo: tus dificultades y tu dolor, tu pecado y tu incredulidad, y también tu rebelión y tu oposición, si así lo sientes. Abandonándolo todo en las manos de Dios. Recuerda que es Padre-Madre en el amor, que todo lo recibe, todo lo perdona, todo lo ilumina, todo lo salva. Escucha su silencio. No quieras recibir en seguida respuestas.
 
Persevera. Como el profeta Elías, camina en el desierto hacia el monte de Dios. Y cuando te hayas acercado a él, no lo busques en el viento, en el temblor o en el fuego, en signos de fuerza o de grandeza, sino en la voz sutil del silencio. No pretendas poseerlo, deja en cambio que pase por tu vida y por tu corazón, que toque tu alma y se deje contemplar por ti aunque sólo sea de espaldas. Escucha la voz de su silencio. Escucha su Palabra de vida. Abre la Biblia y medita con amor. Deja que la palabra de Jesús hable al corazón de tu corazón. Lee los salmos, donde encontrarás expresado todo lo que querrías decirle. Escucha a los apóstoles y a los profetas. Enamórate de la historia de los patriarcas, del pueblo elegido y de la iglesia naciente. Cuando hayas escuchado la Palabra de Dios, sigue caminando por los senderos del silencio, dejando que el Espíritu te una a Cristo, Palabra eterna del Padre. Al comienzo, te podrá parecer que el tiempo es demasiado.
 
Persevera con humildad, dándole a Dios todo el tiempo que logres darle, pero nunca menos de lo que estableciste poder darle cada día. Verás que, de cita en cita, tu fidelidad se verá premiada. Y advertirás que poco a poco crecerá en ti el gusto por la oración: lo que al inicio te parecía inalcanzable, se tornará cada vez más fácil y hermoso. Comprenderás que lo que cuenta no es obtener respuestas, sino ponerse a disposición de Dios. Y verás que todo lo que presentes en la oración poco a poco se irá transfigurando. Cuando vayas a rezar con el corazón agitado, si perseveras, advertirás que luego de haber rezado largamente no obtendrás respuestas a tus interrogantes, pero ellos se irán derritiendo como la escarcha ante el sol. Y en tu corazón irrumpirá una gran paz: la paz de estar en las manos de Dios y de dejarte conducir con docilidad por él hacia el lugar que te ha preparado. Entonces, tu corazón renovado podrá cantar el cántico nuevo, y el "Magnificat" de María estará espontáneamente en tus labios y será cantado por la silenciosa elocuencia de tus obras. Sin embargo, no faltarán momentos de dificultad. A veces no podrás acallar el ruido que te rodea y que está en ti; a veces sentirás el cansancio y hasta el desagrado de rezar; a veces tu sensibilidad preferirá cualquier otra cosa menos que estar en oración frente a Dios, como si ese fuera sólo "tiempo perdido".
 
Sentirás, finalmente, las tentaciones del Maligno, que tratará de separarte del Señor, de alejarte de la oración. No temas. Las mismas pruebas que tú vives las experimentaron antes los santos, a menudo mucho más abrumadoras. Persevera, resiste y recuerda que lo único que realmente podemos darle a Dios es la prueba de nuestra fidelidad. Con la perseverancia salvarás tu oración y tu vida. Llegará después la hora de la "noche oscura", cuando todo te parecerá árido o inclusive absurdo en las cosas de Dios. No temas. Ese es el momento en que Dios lucha junto a ti: remueve todo pecado en la confesión humilde y sincera de tus culpas y busca el perdón sacramental. Dale a Dios más de tu tiempo. Deja que la noche de los sentidos y del espíritu se convierta para ti en la hora de la participación en la pasión del Señor. En este punto Jesús mismo cargará con tu cruz y te conducirá consigo hacia la alegría de la Pascua. No te asombrará, entonces, descubrir como amable esa noche, ya que la verás transformada para ti en noche de amor, inundada por la alegría de la presencia del Amado. No tengas miedo, por tanto, de las pruebas y de las dificultades de la oración. Recuerda solamente que Dios es fiel y no permitirá nunca una prueba sin salida, no dejará nunca que seas tentado sin darte la fuerza para soportar y vencer. Déjate amar por Dios. Como una gota de agua que se evapora bajo los rayos del sol y sube para volver a la tierra como lluvia fecunda o rocío consolador, deja así que tu ser sea cincelado por Dios, plasmado por el amor de los Tres, absorbido y restituido a la historia como regalo fecundo. Deja que la oración haga crecer en ti la libertad de todo miedo, el valor y la audacia del amor, la fidelidad a las personas que Dios te ha confiado y a las situaciones en las que te ha puesto, sin buscar evasiones o consuelos mediocres.
 
Aprende, al rezar, a vivir la paciencia de esperar los tiempos de Dios, que no son los nuestros, y a seguir sus caminos, que a menudo tampoco son los nuestros. Un don especial, fruto de la fidelidad en la oración, será el amor por los demás y el sentido de Iglesia. Cuanto más reces, mayor misericordia sentirás por los demás, más querrás ayudar a quien sufre, más tendrás hambre y sed de justicia para con todos, especialmente con los más pobres y débiles, más te harás cargo del pecado de los otros para completar en ti lo que falta a la pasión de Cristo. Al rezar, sentirás qué bello es estar en la barca de Pedro, solidario, dócil, sostenido por la oración de todos, dispuesto a los demás con gratuidad, sin pedir nada a cambio. Al rezar sentirás crecer en ti la pasión por la unidad del cuerpo de Cristo y de toda la familia humana. Al rezar se aprende a rezar, y se gustan los frutos del espíritu que dan verdad y belleza a la vida. Al rezar, uno se transforma en amor; y la vida cobra el sentido y la hermosura que Dios ha querido. Al rezar se advierte la urgencia de llevar el Evangelio a todos, hasta los últimos confines de la tierra.
 
Al rezar se descubren los infinitos dones del Amado y se aprende a darle gracias por cada cosa. Al rezar se vive. Al rezar se ama, se alaba. Si tuviera, entonces, que desearte el regalo más preciado, si quisiera pedírselo a Dios para ti, no dudaría en solicitar el don de la oración. Se lo pido. Y tú no dudes en pedírselo a Dios para mí. Y para ti. Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén contigo. Y tú en ellos, porque al rezar entrarás en el corazón de Dios, escondido con Cristo en él, envuelto en su amor eterno, fiel y siempre nuevo. Ya lo sabes, quien reza con Jesús y en él, quien reza a Jesús o al Padre o invoca su Espíritu, no le está rezando a un Dios genérico y lejano. Desde el Padre, por medio de Jesús, gracias al Espíritu, cada uno recibirá el don perfecto, el más oportuno, el que le ha sido preparado desde siempre. Es el regalo que nos espera. El regalo que te espera.
 
Bruno Forte

jueves, 26 de septiembre de 2013

JESÚS EUCARISTÍA

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿ES EL ATEISMO CONTAGIOSO?

Hace cincuenta años eran raros los que se confesaban ateos y, en general, no lo manifestaban abiertamente. Hoy es lo más común y es raro quien se confiese creyente y lo haga con espontaneidad y sin disimulo. Quienes hemos vivido más de cincuenta años no nos sorprende el hecho en sí de la increencia o del agnosticismo, pero sí que nos hace pensar y nos inquieta su generalización y su cercanía, es decir, que sean tantos y tan cercanos a nuestra vida los que digan no creer o no “necesitar” o no considerar “relevante” a Dios en el mundo.

Es difícil hoy precisar qué quiere decir una persona cuando afirma “no creo en Dios” o “soy agnóstico”. En general no lo pueden explicar exactamente. Es un fenómeno un tanto difuso, que obedece más a un sentimiento que se contagia que a una idea reflexionada.

En todo caso, las encuestas y los hechos, como la relevancia de las creencias religiosas en determinados fenómenos sociales, demuestran que “lo religioso” está de actualidad. Pero, ¿qué significa esta actualidad de “lo religioso”? En lo que respecta a nuestro entorno occidental, “cristiano” de tradición, no faltan quienes detectan un proceso hacia una increencia real, aunque a veces motivada por buena voluntad. Una alta jerarquía de la Iglesia dijo, no sin cierta ironía, en una asamblea entre hermanos, que no hace muchos años escuchábamos a nuestro alrededor la opinión de que “se creía en Jesús, pero no en la Iglesia”.

Después hemos oído, decía, que Jesucristo, tal como aparece en el Nuevo Testamento, no se podía sostener, pero sí que era verosímil creer en Dios, como lo hace la mayoría de seres humanos. Más tarde, se ha generalizado, incluso en el lenguaje oficial y en medios culturales, la opinión de que no hay que hablar de un Dios, sino de tantos cuantos dioses hayan producido las diferentes tradiciones religiosas, o al menos de un dios pero no definido y conocido, sino de un ser más allá de todo lenguaje y conocimiento humano, en el que todas las religiones estuvieran de acuerdo. En consecuencia el paso siguiente ha sido considerar mejor no hablar de Dios, sino de “trascendencia”. Más aún, que mejor no hablar de trascendencia, sino de “espiritualidad”…

El caso es que de hecho hoy podemos hablar de un mundo “vacío” de Dios. Hace más de cuarenta años aquella cristiana absolutamente comprometida en lo social, que fue Madeleine Delbrêl, en su libro Nosotros, gente de la calle se lamentaba así de este vacío:

“Un peligro mayor se aproxima a la Iglesia, sin ruido: el peligro de un tiempo, de un mundo en el que Dios ya no será negado, ni echado, sino excluido, lo cual será impensable (porque nos habremos mutilado el modo de conocimiento de Dios); querremos gritar su nombre, pero no podremos ya lanzar ese grito, porque ya no tendremos lugar donde poner nuestros pies… Esta actitud, ya sea agresiva o indiferente o tolerante hacia Dios, tiene en todas partes un carácter común: el rechazo de un Dios creador que fija al mundo en su condición de criatura… El mundo parece vaciarse por dentro, en primer lugar de Dios, después del Hijo de Dios, después de lo que Él comunica de divino a su Iglesia. A menudo lo que acaba de hundirse en último lugar es la superficie, de ahí que nos parezca todo una ilusión”.

Aquello sonaba a profecía, pero hoy ya no es ilusión sino realidad. Pero este mundo sigue teniendo huellas de Dios y no dejamos de amarlo. La fe que salva sigue siendo posible

Monseñor Agustín Cortés para Aleteia
 
 

martes, 24 de septiembre de 2013

EL VERDADERO SENTIDO DE LAS PALABRAS DEL PAPA

El padre Santiago Martín perfila en su comentario semanal el verdadero sentido de las palabras de Francisco en la larga conversación mantenida para La Civiltà Cattolica y otras revistas jesuitas.

domingo, 22 de septiembre de 2013

"NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO"

Evangelio
 
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando. El administrador se puso a decir para sí: ¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Éste respondió: Cien barriles de aceite. Él le dijo: Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo. Le dice: Toma tu recibo y escribe ochenta. Y el amo alabó al administrador injusto porque había actuado con astucia.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Si, pues, no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores: porque, o bien aborrecerá a uno y amará a otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
 
Lucas 16, 1-13
 
 
No podéis servir a Dios y al dinero.
Esto se oye en el mundo desde hace dos mil años. Lo que pasa es que, en seguida, pensamos que no va por nosotros. El cura piensa: cura soy; miserable es mi sueldo; no va por mí. Y el monaguillo: siendo, como soy, inglés y no teniendo, como no tengo, ni trabajo ni sueldo, no puede ir por mí este evangelio. Y la señora que va a Misa y se pone en la tercera fila: bien sabe Dios que es magra mi pensioncica; no va por mí. A los indignados les encanta la frase y la repiten a todas horas, pero la repiten para que se enteren los banqueros y los obispos porque los indignados – como el cura, como el monaguillo y como la señora que viene a Misa- piensan que Jesús dijo esto por los obispos y por los banqueros.
Jeús dijo lo que dijo por usted, amable lector, y por mí. Como sé que usted es amigo de las certezas científicas le ofrezco la siguiente clasificacion taxonómica de los mamones y mamoncillos.
En primer lugar está el rico pobre. El rico pobre es el que tiene bienes materiales -seguridad social, zapatillas, agua corriente- pero no conoce a Dios. Como no conoce a Dios, la seguridad social, las zapatillas y el agua corriente (o la tele, el golf y el aipad)  configuran su horizonte vital. Viven para eso. Entonces viene Jesús a decir: No podéis servir a Dios y al dinero. Justo en ese momento los ricos pobres tienen que elegir y eligen.
Zaqueo era un rico pobre. Conoció a Jesús y se convirtió en un rico, rico: en un rico santo y feliz y bienaventuradísimo. Zaqueo fue astuto -como el administraor de la parábola- y se hizo un tesoro en el cielo.
En cambio el joven rico -que también era un rico pobre- conoció a Jesús y se convirtió en un joven viejo, rico, pobre y triste; en un puaj.
¿Qué es de ti, amable lector? ¿Te has decidido a servir a Dios con todos tus bienes, con todo tu corazón? Felicidades, pues: eres un rico, rico y bueno y santo. ¿Andas aún, como yo, con el corazón partío entre Dios y las riquezas? En ese caso eres un mamoncillo y solo hay para tí una salida: la penitencia. ¿Has optado por las riquezas? En ese caso, mamón, le has vendido tu alma al diablo.
Pero además de los ricos pobres y de sus subespecies están los pobres pobres. Los pobres pobres son aquellos que ni tienen bienes materiales ni conocen a Dios. A Dios se le conmueven las entrañas y todo cuando ve a un pobre pobre. Los gritos de los pobres pobres suben hasta el cielo porque los pobres gritan así: ay de nosotros que solamente poseemos el dolor en nuestros cuerpos hambrientos, sedientos y llagados  y en nuestros corazones habitados por legiones de demonios y en nuestras mentes vacías de luz y de esperanza. Por ellos Dios se hace hombre y muere en la Cruz. Para ellos canta el Magníficat Santa María. Para ellos quiere la Iglesia que haya en cada rincón del mundo un centro de salud y una escuela, o una misionera de la Caridad o, por lo menos, un Sagrario. De entre ellos han salido santos como Filemón o como Josefina Baquita.
Pero no olvides, amable lector, que Jesús dijo lo que dijo para que tú y yo, pobres ricos, tomásemos nota y para que, en vez de hacer el ganso jugando a la spanish revolution, nos decidiéramos a servir a Dios con todo el corazón.

Javier Vicens Hualde
Párroco de S. Miguel de Salinas (Alicante)
 

viernes, 20 de septiembre de 2013

POR LOS SACERDOTES


La Madre: en su juventud....

En la entrada de hoy conoceremos un poco mejor a la madre fundadora de las Oblatas de Cristo Sacerdote. En esta congregación se han consagrado a Dios Hna. Paloma Rojas y Hna Rosa M. Martín, las dos de nuestra Parroquia. Las encomendamos especialmente para que sean fieles a la llamada que han recibido de Dios y lleguen a alcanzar la meta a la que han sido convocadas.

Víctima por los sacerdotes
Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, el 14 de septiembre, el cardenal Rouco abrió la Causa de canonización de Madre Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez, cofundadora de las Oblatas de Cristo Sacerdote. El nacimiento de esta Congregación, inspirada por Dios durante la guerra civil, «tuvo un gran sentido para la Iglesia y para el mundo de su tiempo, y también sigue vigente hoy», aseguró el arzobispo de Madrid

El Venerable José Mª García Lahiguera rodeado de las Oblatas

El 20 de julio de 1936, con la guerra civil recién empezada, Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes acudió por la mañana a Misa, como hacía diariamente. Pero aquel día iba a marcarla para siempre: el capellán no llegaba a la iglesia, y fuera se oía un gran bombardeo. «Estoy sola en la iglesia -explicaría la Madre a sus Hermanas años más tarde-. Las monjas, en el coro, angustiadas, piden auxilio, y subo temblando a la casa del capellán... Nadie. El bombardeo arrecia, de forma que creemos morir». Rápidamente, Mª del Carmen se acercó al sagrario y rezó intensamente por el capellán. «Arrodillada, pasó un rayo de luz que atravesó mi alma, y penetrando con inmensa hondura en lo que es ser sacerdote, me ofrezco víctima por ellos», narra. En ese momento, Hidalgo de Caviedes encontró la llamada de Dios que la guiaría toda su vida, y que la movería a fundar una nueva Congregación de monjas, que entregaran su vida como oblación por los sacerdotes.
 
Pero aún debía madurar mucho. La guerra civil, junto con la persecución religiosa, la detuvo en su afán de ser religiosa, y purificó su llamada. Fue en ese tiempo cuando conoció al joven sacerdote don José María García Lahiguera -hoy declarado Venerable-, decisivo apoyo en su llamada vocacional y en la fundación de las Oblatas. Dirigida por él, Mª del Carmen hizo unos Ejercicios espirituales en 1938, en los que sintió de nuevo la llamada. «No puedo ser sacerdote, pero sí una víctima que se inmola por ellos», escribió. Al leer sus reflexiones, García Lahiguera reconoció en esta llamada a Dios, y juntos se pusieron manos a la obra.
 
Tras muchos intentos fallidos, finalmente, en 1946, fundaron una Pía Unión, que cuatro años después llegó a ser reconocida por la Santa Sede como nueva congregación. Pronto, esta nueva iniciativa en la Iglesia se fue extendiendo desde Madrid, y se abrieron nuevas casa en Salamanca, Zaragoza, Huelva, Navarra, Valencia y Toledo. Cada vez más mujeres se unieron al deseo de rezar y sacrificarse por los sacerdotes, con gran alegría de los pastores de la Iglesia.
 
Tras una vida sencilla, Madre Mª del Carmen fue ajustando sus actos a la voluntad de Dios, y llegó a dar muestras de santidad en la aceptación alegre de los acontecimientos, como venidos de la mano de Dios. «Ella tenía el deseo de que Dios hiciera de ella una hostia ofrecida por los sacerdotes», explica Madre Mª Pilar Adámez Díaz, actual Madre General. Poco a poco, fue perdiendo facultades, por lo que decidió, en 1993, renunciar al cargo de Superiora General, aun habiendo sido elegida. Finalmente, el 1 de febrero de 2001, falleció en la casa madre de la Congregación en Madrid. A su funeral asistió una gran multitud, con la sensación de que había muerto una santa.
Fama heroica de las Oblatas
 
«Después de esperar cinco años tras su fallecimiento, empezamos a recopilar todos los escritos y documentos de la Madre», afirma Madre Mª Pilar, y como fruto de estos años de trabajo, la Santa Sede ha dado el nihil obstat para la apertura de su Causa de canonización. Madre Mª Ángeles de Santiago Hernando ha sido elegida como Postuladora de la Causa.

...y en sus últimos años
«Recuerdo la fama heroica que tenían las Oblatas de Cristo Sacerdote en mis años de seminario», afirmó el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, en el acto de apertura de la Causa de canonización de la fundadora de la Congregación. El cardenal explicó que los santos son tales por vivir heroicamente las virtudes y por abrazarse a la cruz de Cristo, desde las circunstancias históricas que les toca vivir. «Cada santo tiene su personalidad propia, que tiene que ver con su tiempo», explicó el cardenal Rouco, y se detuvo a analizar ampliamente el contexto histórico y eclesial que envolvió a la Madre Hidalgo de Caviedes. Por un lado, en la Guerra Civil se había desatado un anticlericalismo que llevó al martirio a muchos cristianos, entre los que había religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos. Por otro lado, en la Iglesia cundía el Modernismo, y faltaba una comprensión profunda del sacerdocio de Cristo y del ministerio sacerdotal ordenado.

«La fundación de la Congregación de las Oblatas de Cristo Sacerdote tuvo un gran sentido para la Iglesia y para el mundo de su tiempo, y también sigue vigente hoy», afirmó el cardenal. Ante la tentación de vivir el sacerdocio como un funcionariado, la Madre Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes mostró, según explicó el cardenal, que se necesitan sacerdotes de la cruz de Cristo.
«Damos gracias al Señor por iniciar el Proceso, y le pedimos que llegue a término», concluyó. En el acto quedó constituido un tribunal, que juró el cargo a desempeñar durante el Proceso de canonización de la Madre.
Paula Rivas en Alfa y Omega

jueves, 19 de septiembre de 2013

LA ORACIÓN QUE PARTIÓ LA HISTORIA EN DOS

miércoles, 18 de septiembre de 2013

REFLEXIONES

 
Permanece tranquilo y dedicado a tus deberes, haciendo lo que sabes que te corresponde.
En tus manos está la aplicación atenta, concentrada en el momento, no los resultados de tu acción, que competen a Dios.
Al cuerpo dale postura adecuada y sin tensión innecesaria.
A la mente, la oración del Nombre de Jesús.
Al espíritu, la atención a la sagrada presencia que, como fondo sutil, todo lo envuelve.
 *
Extraído de elsantonombre.wordpress.com publicado originalmente el 04/06/12

martes, 17 de septiembre de 2013

D. ANGEL COLLADO, NUESTRO OBISPO AUXILIAR

 
La Catedral Primada de Toledo acogió en la tarde del 15 de septiembre, a cerca de dos mil fieles que quisieron acompañar a D. Ángel Fernández Collado en la Santa Misa de su Ordenación episcopal como obispo auxiliar de Toledo. La celebración estuvo presidida por el Arzobispo de Toledo y Primado de España, Mons. D. Braulio Rodríguez Plaza, como ordenante principal, y contó con los cardenales D. Francisco Álvarez Martínez y D. Antonio Cañizares Llovera, como obispos co-ordenantes.

En la Santa Misa concelebraron también cinco arzobispos y 21 obispos, entre ellos D. Demetrio Fernández González y D. Ángel Rubio Castro, quienes acompañaron a D. Ángel por las naves de la catedral bendiciendo a los fieles. Así como los anteriores auxiliar de Toledo, D. Juan José Asenjo y D. Carmelo Borobia.
Al finalizar la eucaristía, el nuevo Obispo auxiliar pronunció unas palabras ante todos los asistentes, para «expresar mi agradecimiento a Dios por el inmenso don que hoy he recibido de Él para el servicio en su Iglesia», manifestando «mi disponibilidad para servirle siempre con la entrega de mi vida y mi voluntad de servir a la Iglesia desde mi fe, esperanza y caridad, y desde mis pobrezas y limitaciones, especialmente a los más necesitados y faltos de fe».
Tras dar las gracias al Santo Padre Francisco, “que ha querido agregarme al Colegio de los Apóstoles”, y al arzobispo de Toledo, porque “ha deseado contar con mi ayuda en el ejercicio del pastoreo en la archidiócesis”, hizo referencia a las palabras que aparecen en su escudo episcopal «como lema del ministerio apostólico que ahora se me encomienda, apoyado en unas palabras del apóstol San Pablo en la carta a los Gálatas: ‘Evangelizare Iesum Christum’, anunciar a Jesucristo».
«En ello –añadió– pondré mi vida y corazón, mis palabras y obras, ayudando, auxiliando, apoyando fielmente al Sr. Arzobispo de Toledo en las tareas pastorales que me encomiende en esta querida diócesis de Toledo».
“Intentaré –dijo seguidamente– ser para todos, con la gracia de Dios, a imagen de Jesucristo Buen Pastor, un obispo, un pastor con corazón, con sentimientos, con experiencia profunda del amor divino y con entrega caritativa a todos, con bondad, sencillez y humildad, con serenidad, fortaleza y sabiduría. Pedid para que el Señor me lo conceda para bien vuestro y el de la Iglesia».
D. Ángel concluyó sus palabras recordando y encomendándose a «cinco sacerdotes, hoy beatos y ojalá que muy pronto santos, a los que tengo gran devoción, a los que admiro y he recurrido en múltiples ocasiones y por los que me siento ayudado y protegido: el Papa Juan XXIII, el Papa Juan Pablo II, el Hermano Carlos de Foucauld, el sacerdote y mártir Domingo Sánchez Lázaro, párroco de mi pueblo (1902- 1907), y el sacerdote, capellán mozárabe en esta Catedral y mártir, Ricardo Plá Espí, del que fui su postulador diocesano».
Durante la celebración, el Sr. Arzobispo de Toledo, Mons. D. Braulio Rodríguez Plaza, pronunció la homilía en la que dijo que «el trabajo del obispo es hermoso: es ayudar a los hermanos a seguir adelante. El obispo delante de los fieles para marcar el camino; el obispo en medio de los fieles, para ayudar a la comunidad, y el obispo detrás de los fieles, porque éstos muchas veces tienen el olor de las calles. El obispo tiene que ser así. Son ideas del Papa Francisco cuando habló con periodistas en el viaje de vuelta de Río».
Dirigiéndose particularmente a D. Ángel le advirtió: “no te canses de anunciar a este Jesucristo, de quien tantos ya han oído hablar, pero nunca conocido suficientemente, al cual tantos de nosotros ya pertenecemos por nuestra condición de cristianos, pero no del todo convencidos de que Él, el principio y el fin, el alfa y la omega, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; el mediador a manera de puente, entre la tierra y el cielo».
Tras la distribución de la Sagrada Comunión, el Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Renzo Fratini, pronunció unas palabras en las que expresó al nuevo obispo sus «mejores deseos en el ejercicio del ministerio episcopal», exhortándole «a una colaboración en unidad de propósitos y en armonía de empeño con el Sr. Arzobispo, prestándole gustoso una ayuda, no solo sincera y leal, sino también creativa y eficaz».
A la celebración asistieron la presidenta de Castilla-La Mancha, el alcalde de Toledo, el presidente de la Diputación Provincial, el consejero de Presidencia y el alcalde de Los Cerralbos, pueblo natal de don Ángel, entre otras autoridades civiles, militares y de la Universidad de Castilla-La Mancha. Estuvo acompañado, además, por el Cabildo Primado y más de doscientos sacerdotes que llenaban la capilla mayor del templo.
(Juan Díaz-Bernardo / Iglesiaactualidad)

lunes, 16 de septiembre de 2013

EL CURA BROCHERO

Ayer tuvo lugar la beatificación del cura Brochero. En el Valle de Traslasierras esperan con mucha ilusión este acto y desde Villa Cura Brochero, Fernando Gómez, Guía de Turismo y más conocido como “El caminante”, explica a Aleteia la importancia de este acontecimiento.

“Su beatificación es, para mi forma de ver, lo más importante a nivel religioso que se va a producir en la Argentina, porque para miles de fieles ya es Santo antes de ser declarado por el Vaticano”, destaca Fernando Gómez, que recuerda a todos aquellos ancestros, amigos y vecinos que ya no están: “se han ido pero ellos también rezaron para este momento”.

Para “El caminante”, al cura brochero “nunca había que ir a buscarle o golpearle la puerta de la parroquia, porque él ya estaba ahí, ayudando a todos por igual, sea blanco, negro, amarillo o de otra religión” y muestra cómo gracias a él sienten la santidad más cerca y aprendieron a preguntar al necesitado: ¿en qué te puedo ayudar?”

¿Quién fue el cura brochero y por qué es tan importante para la Argentina esta beatificación?

El Cura Brochero es una persona que siempre se intereso por el progreso y bienestar, no solo económico sino también espiritual, en una región donde todo estaba abandonado a la buena de Dios.

Él siempre lucho para que la gente de esta región saliera de la pobreza, anduvo recorriendo leguas y leguas a lomo de un mulo macho malacara, buscando a esos pecadores para traerlos al canal de las almas buenas, cruzo cientos de veces las Altas Cumbres a mas de 2000 m de altura, con frío, nevadas, lluvias, calor, nada lo detuvo, para pegar el pechazo a los gobernantes de turno. Muchas veces vino con las manos vacías, pero tampoco nunca se detuvo.

Quería ver a todos unidos en comunidad, saber qué es lo que le pasa al vecino, amigo o pariente, a él nunca había que ir a buscarle o golpearle la puerta de la parroquia, porque él ya estaba ahí, ayudando a todos por igual, sea blanco ,negro, amarillo o de otra religión, su entrega fue total a su curato y así es como se contagio la lepra que junto con la miasis (enfermedad que se produce por picadura de una mosca en su fosa nasal) son las que terminan con la vida de este hombre ejemplar.

Su beatificación es, para mi forma de ver, lo más importante a nivel religioso que se va a producir en la Argentina, porque para miles de fieles ya es Santo antes de ser declarado por el Vaticano.

El cura brochero visitaba a todos los que vivían en su inmensa parroquia a lomos de su mula. ¿Aún se recuerdan esas visitas en los mismos lugares por donde pasó?

Lamentablemente ya no quedan gente en esos lugares, los habitantes ya se han establecido en los poblados, la geografía es la misma pero los caminos son diferentes, lo que queda es el recuerdo de distintos lugares por donde paso el Cura Brochero.

En Traslasierra, donde desarrolló su tarea pastoral el sacerdote cordobés, toda la semana está siendo "brocheriana". ¿Cómo os preparáis para la Beatificación?

Se prepara con todo, realmente hay un movimiento impresionante. Varios lo usan económicamente otros nos regocijamos con esta beatificación. Queremos ser participes activos de este momento, ya que somos privilegiados de poder participar, muchos de nuestros ancestros, amigos y vecinos ya no están, se han ido pero ellos también rezaron para este momento.

Son muchos los peregrinos que querrán acercarse a conocer los lugares del “cura brochero”. ¿Hay un antes y un después de la beatificación?

Por supuesto que va a cambiar todo, antes rezábamos para que el Cura Brochero este en los altares, después del 14 de septiembre ya lo tendremos, y esperaremos y rezaremos para que se concrete el otro milagro para que sea Santo, ojala que esto sirva para acercarnos más a Dios.
Los santos y beatos son modelos a los que seguir. Cuando este modelo es “uno de nosotros” y alguien tan cercano como el “cura brochero”. ¿Cambia la percepción de lo que es la santidad? ¿Se acerca la santidad a todos los que viven en Villa Cura Brochero?

Creo que todos podemos ser Santos, está en cada uno él serlo. Dios nos eligió a todos. Lo que sucede es que hay que tener la percepción de dar el paso adelante. Sabemos que cuando hay alguien en problemas, miramos para otro lado. Brochero siempre daba el paso adelante y decía ¿"en que te puedo ayudar"? Eso lo hacía y hace diferente.

Publicado en Aleteia

sábado, 14 de septiembre de 2013

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio
 
En aquel tiempo se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: ¡Alegraos conmigo!, he encontrado a la oveja que se me había perdido. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no necesitan convertirse. O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: ¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos, dijo a su padre: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna...
... Padre, he pecado contra el cielo y contra ti...
... Este hermano tuyo estaba perdido y lo hemos encontrado».
 
Lucas 15, 1-32
 
La alegría es el rostro de la misericordia. De muchas maneras se ejerce el amor misericordioso, pero con un solo rostro se manifiesta. Quien practica la misericordia devuelve alegría al que la perdió y se abre a la alegría plena. El Señor, que no quiere para los suyos una alegría a medias, nos invita a alegrarnos con Él y, para ello, nos pide primero aprender misericordia. Cuando llegamos con la Iglesia al XXIV Domingo del Tiempo ordinario, Jesús sale a nuestro paso y nos ofrece en la escuela de su Corazón tres lecciones de misericordia que piden ser aprendidas conjuntamente. En otros momentos del Año litúrgico, nos encontramos también, por separado, con las parábolas de este Domingo. Ahora se nos muestran unidas para que advirtamos mejor la invitación común a la alegría que en ellas se repite. Si la alegría es el rostro de la misericordia, en las tres parábolas que refiere el evangelista san Lucas encontramos los rasgos propios de este rostro.

En la primera parábola, la misericordia tiene los rasgos del rostro del Buen Pastor. El amor misericordioso está dispuesto a hacer locuras. Hasta tal punto ama a cada uno de forma única y personal, que no considera desproporcionado abandonar noventa y nueve ovejas para salir a buscar a la que estaba perdida. Es rostro que no disimula el esfuerzo y el cansancio, pero que refleja, sobre todo, la constancia del amor: a ninguna oveja da por perdida; a cada una busca como si no existieran más. En el rostro muy contento del Buen Pastor se nos desvela el poder infinito de la misericordia divina, que empuja a estar cerca del alejado, ofreciendo los hombros como remanso de perdón para que el camino de vuelta a casa sea liviano y conduzca a la alegría compartida.
En la segunda parábola, la misericordia tiene mirada de mujer responsable. El amor misericordioso es entrañable y materno, por eso es cuidadoso. El bien que custodia la mujer de la parábola es de poco valor, pero sabe que a ella corresponde su cuidado. Por eso, cuando pierde la moneda la busca con gran atención y no escatima esfuerzos hasta encontrarla. La misericordia es siempre amor de responsabilidad, ejercicio amoroso de quien sabe buscar con cuidado para recuperar el bien confiado.

En la tercera parábola, la misericordia se muestra, al mismo tiempo, en el rostro y en la mirada del Padre bueno. El rostro se conmueve cuando divisa a lo lejos al hijo que regresa; la mirada descansa cuando, después de buscar durante días al hijo en el camino, al final lo encuentra. Rostro y mirada dan paso a los gestos de la misericordia: correr al encuentro del hijo que estaba perdido, abrazarlo sin reproche y colmarlo de besos, preparar un festín para compartir la alegría del reencuentro, mostrar condescendencia con el hijo mayor que, a pesar de estar junto a él, no disfruta de su comunión.
Al inicio de las tres parábolas, recuerda el evangelista san Lucas que fariseos y letrados murmuraban porque Jesús acogía a los pecadores y comía con ellos. Las parábolas revelan la misericordia que el Señor tiene con nosotros y enseña el camino que Jesús pide recorrer a sus discípulos: rechazo del pecado y abrazo al pecador para que vuelva, dejar que Cristo crezca para que su alegría sea también la nuestra.

+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

viernes, 13 de septiembre de 2013

CATEQUESIS DEL PAPA EN EL AÑO DE LA FE



¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy retomamos la catequesis sobre la Iglesia en este Año de la Fe. Entre las imágenes que el Concilio Vaticano II ha elegido para hacernos comprender mejor la naturaleza de la Iglesia, está la de la madre: la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida sobrenatural (cfr. Constitución dogmática Lumen gentium, 6.14.15.41.42 ). Es una de las imágenes usadas por los Padres de la Iglesia en los primeros siglos y creo que también podría ser útil para nosotros. ¡Para mí es una de las más bellas imágenes de la Iglesia. La Iglesia Madre! ¿De qué forma y de qué manera la Iglesia es madre? Empecemos con la realidad humana de la maternidad: ¿qué hace una mamá?
La Iglesia nos engendra en la fe
En primer lugar, una mamá genera la vida, lleva en su seno durante nueve meses a su hijo y luego lo abre a la vida, generándolo. Así es la Iglesia: nos engendra en la fe, a través de la obra del Espíritu Santo que la hace fecunda, como la Virgen María. La Iglesia y la Virgen María son madres, las dos, y lo que se puede decir de la Iglesia, se puede decir de la Virgen, y lo que se puede decir de la Virgen, se puede decir de la Iglesia.
Ciertamente, la fe es un acto personal : Yo creo, yo personalmente respondo a Dios, que se revela y quiere entrar en amistad conmigo (cfr. Enc. Lumen fidei, n 39). Pero la fe la recibo de los demás, en una familia, en una comunidad que me enseña a decir yo creo, creemos. ¡Un cristiano no es una isla! No llegamos a ser cristianos en un laboratorio. No podemos ser cristianos solos, y con nuestras propias fuerzas, sino que la fe es un don de Dios, que se nos da en la Iglesia y por la Iglesia. Es el momento en que nos hace nacer como hijos de Dios, el momento en que nos dona la vida de Dios, nos genera como madre. Si van al Baptisterio de San Juan de Letrán, la catedral del Papa, en el interior hay una inscripción en latín que dice algo así como: Aquí nace un pueblo de linaje divino, generado por el Espíritu Santo que fecunda estas aguas, la Iglesia Madre da a luz a sus hijos en estas olas. Es bello ¿eh? Esto nos dice algo importante: nuestro ser parte de la Iglesia no es algo exterior, formal, no es llenar un papel que nos dan y después... No, no, no es esto. Es un acto interior y vital, no se pertenece a la Iglesia como se pertenece a una empresa, a un partido o a cualquier otra organización. Los lazos son vitales, así como los que se tienen con nuestra propia mamá. «La Iglesia es verdaderamente la madre de los cristianos» (De moribus Ecclesiae, 1,30,62 - 63: PL 32,1336).
Preguntémonos ahora: ¿cómo veo yo a la Iglesia? ¿Me siento agradecido a mis padres porque ellos me dieron la vida? ¿Me siento agradecido a la Iglesia porque me ha generado en la fe mediante el Bautismo? Pero ¿cuántos cristianos recuerdan la fecha de su bautismo? Me gustaría preguntarles a ustedes aquí -pero cada uno responda en su corazón-: ¿Cuántos recuerdan la fecha de su bautismo? Algunos levantan la mano, pero ¿cuántos no la recuerdan, eh? Piensan: creo que fue en Pascua, o en Navidad... Pero la fecha del bautismo es la fecha de nuestro nacimiento en la Iglesia, la fecha en que la Iglesia, nuestra madre nos dio a luz. ¡Qué lindo!
Y ahora, les dejo una tarea para hacer en casa: cuando regresen a casa, vayan a buscar cuál es la fecha de su bautismo. Para celebrarlo, para dar gracias al Señor por este don. ¿Lo harán? (La gente responde al Papa: ¡sí!)
¿Amamos a la Iglesia como se ama a nuestra propia mamá, sabiendo incluso comprender sus defectos? Todas las mamás tienen defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se habla de los defectos de la mamá, los cubrimos, los amamos, así... Y la Iglesia también tiene sus defectos. ¿La amo, así como a mamá? ¿La ayudo a ser más bella, más auténtica en el seguimiento del Señor ? Les dejo estas preguntas. Pero no olviden las tareas ¿eh? Buscar la fecha de su bautismo, para llevarla en el corazón y celebrarla.
¿Cómo es mi relación con la Iglesia?
Una mamá no se limita a dar la vida, sino que con mucho cuidado ayuda a sus hijos a crecer, les da la leche, los alimenta, les enseña el camino de la vida, los acompaña siempre con sus atenciones, con su afecto y su amor, incluso cuando son grandes. Y en ello, sabe también corregir, perdonar, comprender, sabe estar cerca en la enfermedad, en el sufrimiento. En una palabra, una buena mamá ayuda a los hijos a salir de sí mismos, a no quedarse cómodamente bajo las alas maternas, como una cría de pollitos bajo las alas de la clueca.
La Iglesia, como una buena madre hace lo mismo: acompaña nuestro crecimiento transmitiendo la Palabra de Dios, que es una luz que nos muestra el camino de la vida cristiana, administrando los Sacramentos. Nos alimenta con la Eucaristía, nos brinda el perdón de Dios a través del Sacramento de la Penitencia, nos sostiene en los momentos de enfermedad con la Unción de los Enfermos. La Iglesia nos acompaña a lo largo de nuestra vida de fe, a lo largo de toda nuestra vida cristiana.
Entonces, podemos plantearnos alguna pregunta más: ¿cuál es la relación que tengo con la Iglesia? ¿La siento como una madre que me ayuda a crecer como cristiano? ¿Participo en la vida de la Iglesia, me siento parte de ella? ¿Mi relación es una relación formal o es vital?
«¡La Iglesia somos todos nosotros!»
Un tercer y breve pensamiento. En los primeros siglos de la Iglesia, era muy clara una realidad: la Iglesia, al tiempo que es madre de los cristianos y hace cristianos, está hecha por ellos. La Iglesia no es algo diferente de nosotros mismos, sino que debe ser vista como la totalidad de los creyentes, como el nosotros de los cristianos: yo, tú, todos somos parte de la Iglesia. San Jerónimo escribió : «La Iglesia de Cristo no es otra cosa que las almas de aquellos que creen en Cristo» (Tract. Sal 86: PL 26,1084).
Entonces, la maternidad de la Iglesia la vivimos todos, los pastores y fieles. A veces oigo: «Yo creo en Dios, pero no en la Iglesia... he oído que la Iglesia dice... los sacerdotes dicen...» Pero una cosa son los sacerdotes, pero la Iglesia no está formada sólo por los sacerdotes, ¡la Iglesia somos todos! Y si tú dices que crees en Dios y no crees en la Iglesia, estás diciendo que no crees en ti mismo, y esto es una contradicción.
¡La Iglesia, somos todos nosotros! ¡Todos! A partir de ese niño recién bautizado que estaba allí, hasta los obispos, el Papa: todos. Todos somos Iglesia y todos somos iguales ante los ojos de Dios ¡todos! Y todos estamos llamados a colaborar en el nacimiento de la fe de nuevos cristianos, estamos llamados a ser educadores en la fe, a anunciar el Evangelio.
Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿qué hago yo para que otros puedan compartir la fe cristiana? ¿Soy fecundo en mi fe, o estoy encerrado en mí mismo? Cuando repito que me encanta una Iglesia no está cerrada en su recinto, sino que es capaz de salir, de moverse, incluso con algún riesgo, para llevar a Cristo a todos ¡pienso en mí, en ti, en todos los cristianos! ¡pienso en todos! Todos participamos de la maternidad de la Iglesia, todos somos la Iglesia: todos, para que la luz de Cristo llegue a los confines de la tierra. ¡Y viva la Santa Madre Iglesia! Todos: ¡Viva la Santa Madre Iglesia!

jueves, 12 de septiembre de 2013

PAUL CLAUDEL

"El hombre se forma interiormente con el ejercicio y se forja respecto a lo exterior mediante choques" (Art poétique). Estas palabras de Paul Claudel definen admirablemente lo que fue la esencia de la vida de este gran poeta y dramaturgo francés. En ellas está fijada su trayectoria vital en toda su síntesis y profundidad. Son palabras de uno de los grandes poetas de este siglo, son pues pórtico y también desarrollo de algo intensamente vivido.

Claudel luchó durante su existencia en la búsqueda de su verdadera vida, pero también fue la misma vida la que le golpeó encaminándole por sendas y cimas que jamás hubiera alcanzado por su propio pie.

Nació en 1868. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, después empezó la carrera diplomática, representando a su país brillantemente por todo el mundo.

Hijo de un funcionario y de una campesina, fue el más pequeño de una familia compuesta por dos hermanas más. El ambiente en que se desarrolla su vida le marcará con fuerza en su infancia y adolescencia. Siempre recordará sus primeros años con cierta amargura: un ambiente familiar muy frío le lleva a replegarse sobre sí mismo y, como consecuencia, a iniciarse en la creación poética. Paul Claudel se hace en la soledad; ésta le marcará para toda su vida.

También incidirá con fuerza en su espíritu el ambiente de Francia en su época: profundamente impregnado por la exaltación del materialismo y por la fe en la ciencia. Las lecturas de Renan, Zola... y especialmente su paso por el liceo Louis-le-Grand y la visión de la muerte de su abuelo, crean en él un estado de angustia en el que la única certeza es la de la nada en el más allá. Allí se hunde en el pesimismo y la rebeldía.

En medio de ese aire enrarecido y de esa ausencia de horizontes, el joven Claudel se ahoga, y su inquietud hace que no se resigne a morir interiormente. Busca aire desesperadamente: le llegan bocanadas en la música de Beethoven, y de Wagner, en la poesía de Esquilo, Shakespeare, Baudelaire; y, de repente, la luz de Arthur Rimbaud: "Siempre recordaré esa mañana de junio de 1886 en que compré el cuaderno de La Vogue que contenía el principio de Las iluminaciones. Fue realmente una iluminación para mí. Finalmente salía de ese mundo horrible de Taine, de Renan y de los demás Moloch del siglo XIX, de esa cárcel, de esa espantosa mecánica totalmente gobernada por leyes perfectamente inflexibles y, para colmo de horrores, conocibles y enseñables. (Los autómatas me han producido siempre una especie de horror histérico). ¡Se me revelaba lo sobrenatural!" (J. Rivière et P. Claudel: Correspondance (1907-1914). 142).

Fue el encuentro con un espíritu hermano del suyo, pero que le abría inmensas perspectivas a su vida más profunda y personal que hasta ese momento desconocía. Pero su habitual estado de ahogo y desesperación continuó siendo el mismo.

Y ese mismo año, el acontecimiento clave en su vida: es la Navidad de 1886. Él mismo narrará, veintisiete años después, lo sucedido: "Así era el desgraciado muchacho que el 25 de diciembre de 1886, fue a Notre-Dame de París para asistir a los oficios de Navidad. Entonces empezaba a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, consideradas con un diletantismo superior, encontraría un estimulante apropiado y la materia para algunos ejercicios decadentes. Con esta disposición de ánimo, apretujado y empujado por la muchedumbre, asistía, con un placer mediocre, a la Misa mayor. Después, como no tenía otra cosa que hacer, volví a las Vísperas. Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicholas-du-Cardonet que les acompañaban, estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía.

Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos Tos libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: "¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción.

¡Dulce emoción en la que, sin embargo, se mezclaba un sentimiento de miedo y casi de horror ya que mis convicciones filosóficas permanecían intactas! Dios las había dejado desdeñosamente allí donde estaban y yo no veía que pudiera cambiarlas en nada. La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y hasta el asco. El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos permanecía en pie y yo no le encontraba ningún defecto. Lo que había sucedido simplemente es que había salido de él. Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba. La única comparación que soy capaz de encontrar, para expresar ese estado de desorden completo en que me encontraba, es la de un hombre al que de un tirón le hubieran arrancado de golpe la piel para plantarla en otro cuerpo extraño, en medio de un mundo desconocido. Lo que para mis opiniones y mis gustos era lo más repugnante, resultaba ser, sin embargo, lo verdadero, aquello a lo que de buen o mal grado tenía que acomodarme. ¡Ah! ¡Al menos no sería sin que yo tratara de oponer toda la resistencia posible!

Esta resistencia duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente. Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: "El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe, no saben lo que cuesta reencontrarla y a precio de qué torturas. El pensamiento del infierno, el pensamiento también de todas las bellezas y de todos los gozos a los que tendría que renunciar -así lo pensaba- si volvía a la verdad, me retraían de todo.

Pero, en fin, la misma noche de ese memorable día de Navidad, después de regresar a mi casa por las calles lluviosas que me parecían ahora tan extrañas, tomé una Biblia protestante que una amiga alemana había regalado en cierta ocasión a mi hermana Camille. Por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura, que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón. Yo sólo conocía por Renan la historia de Jesús y, fiándome de la palabra de ese impostor, ignoraba incluso que se hubiera declarado Hijo de Dios. Cada palabra, cada línea, desmentía, con una majestuosa simplicidad, las impúdicas afirmaciones del apóstata y me abrían los ojos. Cierto, lo reconocía con el Centurión, sí, Jesús era el Hijo de Dios. Era a mí, a Paul, entre todos, a quien se dirigía y prometía su amor. Pero al mismo tiempo, si yo no le seguía, no me dejaba otra alternativa que la condenación. ¡Ah!, no necesitaba que nadie me explicara qué era el Infierno, pues en él había pasado yo mi "temporada". Esas pocas horas me bastaron para enseñarme que el Infierno está allí donde no está Jesucristo. ¿Y qué me importaba el resto del mundo después de este ser nuevo y prodigioso que acababa de revelárseme?" ("Mi conversion". 10-13.).

Una carta de 1904 a Gabriel Frizeau demuestra que el recuerdo de ese instante de Navidad estaba ya fijado entonces: "Asistía a vísperas en Notre-Dame, y escuchando el Magnificat tuve la revelación de un Dios que me tendía los brazos".

"Así hablaba en mí el hombre nuevo. Pero el viejo resistía con todas sus fuerzas y no quería entregarse a esta nueva vida que se abría ante él. ¿Debo confesarlo? El sentimiento que más me impedía manifestar mi convicción era el respeto humano. El pensamiento de revelar a todos mi conversión y decírselo a mis padres... manifestarme como uno de los tan ridiculizados católicos, me producía un sudor frío. Y, de momento, me sublevaba, incluso, la violencia que se me había hecho. Pero sentía sobre mí una mano firme.

No conocía un solo sacerdote. No tenía un solo amigo católico. (...) Pero el gran libro que se me abrió y en el que hice mis estudios, fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!".


Tomado de http://www.capellania.org/docs/jcremades
Las citas son de Claudel visto por sí mismo, de Paul-André Lesort.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

DESPELLEJANDO AL PRÓJIMO

“¿A ti que te importa?” el Papa Francisco desarrolló su homilía partiendo de esta pregunta dirigida por Jesús a Pedro que se había entrometido en la vida de otro, en la vida del discípulo Juan, “aquel que Jesús amaba”. Pedro, subrayó, tenía “un diálogo de amor” con el Señor, pero luego el diálogo “se desvió de camino” y también él sufrió una tentación: “Entrometerse en la vida de los otros”. Como se dice “vulgarmente”, observó el Papa, Pedro se vuelve un “metido”.

Francisco se detuvo a reflexionar sobre dos formas de este entrometerse en la vida de los demás. Sobre todo, “la comparación”, el “compararse con los otros”. Cuando existe esta comparación, dijo, “terminamos en la amargura y también en la envidia, pero la envidia enmohece a la comunidad cristiana”, le “hace tanto mal”, el “diablo quiere eso”. La segunda modalidad de esta tentación, agregó, son las habladurías. Se inicia con “modalidades tan educadas”, pero luego terminamos “despellejando al prójimo”: “¡Cuanto se parlotea en la Iglesia! ¡Cuánto murmuramos nosotros los cristianos! La habladuría es despellejarse ¿eh? Hacerse daño unos a otros. Como si se quisiera disminuir al otro, ¿no? En vez de crecer, hago que el otro sea denigrado y me siento grande. ¡Eso no va! Parece bello cotillear… No sé por qué, pero parece bueno. Como los caramelos de miel, ¿no? Comes uno - Ah, ¡qué bueno! -y luego otro, otro, otro y al final te duele la barriga. Y ¿por qué? La habladuría es así: es dulce al inicio y después te arruina, ¡te arruina el alma! Las habladurías son destructivas en la Iglesia, son destructivas… Es un poco el Espíritu de Caín: ¡asesinar al hermano, con la lengua; asesinar al hermano!”

Sobre este camino, agregó, “¡nos volvemos cristianos de buenas maneras y malos hábitos!”. Pero ¿cómo se presenta la habladuría? Normalmente, observó el Obispo de Roma, “hacemos tres cosas”:Desinformamos: decir sólo la mitad que nos conviene y no la otra mitad; la otra mitad no la decimos porque no es conveniente para nosotros. Algunos ríen… pero eso es verdad ¿o no? ¿Has visto que…? y pasa. Segundo, la difamación: cuando una persona tiene un defecto, ha cometido un grave error, contarlo, 'hacer el periodista'… Y la reputación de esa persona ¡esta arruinada! Y la tercera, la calumnia: decir cosas que no son verdaderas. ¡Aquello es asesinar al hermano! Las tres - desinformación, difamación y calumnia - ¡son pecados! ¡Esos son pecados! Es dar una bofetada a Jesús en la persona de sus hijos, de sus hermanos”.


He aquí, constató el Papa, el porqué Jesús hace con nosotros como había hecho con Pedro cuando lo reprende: “¿A ti que te importa? ¡Tú sígueme!” Verdaderamente el Señor nos “muestra el camino”:
“‘Las habladurías no te harán bien, porque te llevarán a ese espíritu de destrucción en la Iglesia. ¡Sígueme!’. Es bella esta palabra de Jesús, es tan diáfana, es tan amorosa para nosotros. Es como si dijera: ‘No se engañen, creyendo que la salvación está en la comparación con los otros o en las habladurías. La salvación es ir tras de mí ’. ¡Seguir a Jesús! Pidamos hoy al Señor Jesús que nos dé esta gracia de jamás entrometernos en la vida de los otros, de no convertirnos en cristianos de buenas maneras y malos hábitos, de seguir a Jesús, de ir tras Jesús, en su camino. ¡Y esto basta!”.

Fuente: Minuto Heroico

martes, 10 de septiembre de 2013

LA ALEGRÍA ESTÁ EN LA VOLUNTAD DE DIOS

lunes, 9 de septiembre de 2013

CRECER EN TODA DIRECCIÓN

El hombre es un ser integral (una extraña y hermosa mezcla de materia, alma y espíritu).  Esta es una premisa que nos debe llevar a comprender nuestra naturaleza, nuestro origen y nuestra meta. Compartimos con los animales el instinto, pero diferimos enormemente de ellos en nuestra racionalidad o capacidad para pensar pensamientos, es decir, poder  volver sobre lo pensado para tener conciencia de que somos más que impulsos fisiológicos. Esa integralidad es la que nos permite comprender que el crecimiento verdaderamente humano se da en la medida en que acentuamos nuestra formación y crecimiento no solo en la fisiología sino también en nuestras emociones, nuestros afectos, nuestra vida de  academia y nuestra espiritualidad. El hombre que verdaderamente crece no es solo aquel cuya estatura aumenta cada tiempo hasta llegar a su propio tope sino aquel que ensancha los horizontes de sí mismo a través del estudio, la oración, el arte y el amor, entre otros.

No se trata aquí de ser solo buenos en un solo  aspecto de nuestra vida, ya sea el deporte, el arte, la ciencia o la espiritualidad. Es indispensable equilibrar todos esos tópicos, de tal forma que quien nos trate descubra que no solo hay en nosotros un buen deportista o un buen orante sino que ahí está plantado un excelente ser humano que ha llevado a plenitud  todos los talentos que Dios le ha dado.

A veces suelo comparar la vida humana a los teléfonos de alta gama, que con más de 50.000 aplicaciones hacen cosas inimaginables, pero que en manos inexpertas sólo saben utilizar para llamar o responder. De la misma manera podemos pensar que la vida no está sólo hecha para “nacer, crecer, reproducirse y finalmente morir” porque eso equivale a haberla desperdiciado de modo miserable y haber dejado inutilizada todas las aplicaciones existenciales que Dios pensó para nosotros.

Un hombre de Dios sabe orar, estudiar, divertirse, amar, descansar, servir, crecer, producir, desarrollar, crear, inventar, pensar y socializar. Pero para esto es necesario alimentar de manera continua e ininterrumpida la  vida. Temo a los que creen que la inteligencia es equivalente a la memoria repetitiva de conceptos y que ya todo está dicho y por eso no se esfuerzan en pensar y producir sino que suelen afirmar y reconfirmar lo que otros han dicho. El mundo ha evolucionado por aquellos que se han arriesgado a pensar, o creer que era posible volar como las aves o nadar como los peces y no se dejaron amilanar por quienes sólo sabían decir: “eso es imposible hacerlo.”

Temo a los educadores que se contentan con estudiantes que recuerdan perfectamente lo que otros dijeron pero ni siquiera saben discernir el pensamiento ajeno. Hoy es menester contar con personas que nos obliguen a pensar, que no evalúen solo la memoria sino el desarrollo del pensamiento humano y del crecimiento afectivo. Me gusta pensar en Jesús, cuando afirma el Evangelio que “crecía en estatura y en gracia a los ojos de Dios y del mundo”. No estaba aquí solo para repetir lo que los maestros de la Ley judía y los fariseos enseñaban, sino que se arriesgó a enseñar de una manera distinta, de tal forma que impulsaba a cada persona que se encontraba con él a descubrirse como una enorme riqueza humana inexplorada. Madurar, pues, no es crecer hasta envejecer; madurar es hacer que todo los dones que Dios puso en nuestra vida lleguen a un punto en el que todos los que se topan con ellos los puedan disfrutar del mismo modo del que los posee.

Amo una Iglesia que ama al hombre y confía en él del modo como Dios confía, que lo impulsa a ser mejor, que le ayuda a descubrir sus limitaciones pero no los estanca en ellos. Amo esta Iglesia que no se llama católica sino que es Católica, por ser universal y que da todo por el hombre del modo como Jesús lo dio todo. Amo esta Iglesia que amamanta a sus hijos con los sacramentos pero los lleva a sentirse hombres de verdad, que saben caminar con sus propios pies pero con la luz de Jesús.

Esta es la Iglesia que amo, aquella que no quiere solo hombres piadosos sino hombres integrales, que saben dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

Amo esta Iglesia que ama al ser humano como ama a Cristo.

Juan Ávila Estrada

domingo, 8 de septiembre de 2013

EN EL DÍA DE NUESTRA PATRONA

Hoy Sonseca está de fiesta. Hoy celebramos el día más grande en nuestro pueblo. Hoy todos sus hijos, venimos a felicitarla en el día de su nacimiento y damos gracias a Dios por habérnosla regalado por Madre.
María es madre, intercesora, protectora, maestra, guía, consuelo, esperanza, bendición, alegría, etc, etc, etc.

Hoy le pedimos por todos sus hijos, especialmente por los que sufren, por los más alejados, por los que hoy no pueden estar a su lado, por los que ya nos han dejado y viven su fiesta desde la otra orilla.
En este día santo para nosotros, gritamos con verdadera fe ¡¡VIVA LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LOS REMEDIOS!!.
Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.

Hoy nace una clara estrella,

tan divina y celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.
NADA EN LA ESCRITURANada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana. Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de los llamados. No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar de gozo en el Señor, confiando en su misericordia” Salmo 12, 6. Son las palabras inspiradas del salmo de la misa.

Todo lo que sabemos del nacimiento de María es legendario y se encuentra en el evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor". Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos.

Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

De Ana y de Joaquín, oriente

de aquella estrella divina,

sale su luz clara y digna

de ser pura eternamente:

el alba más clara y bella

no le puede ser igual,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna

de cuantas bordan el cielo,

porque es el humilde suelo

de sus pies la blanca luna:

nace en el suelo tan bella

y con luz tan celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.
UNA NIÑA SANTANace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus palabras se conoce el espíritu que la anima. Se dan cuenta sus padres: esta niña es una criatura excepcional. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.

Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.

María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia. Antes de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de El. María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola. Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.

Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.

Con el Concilio Vaticano II hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.

Querríamos saber más cosas de María. El evangelio nos dice muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.
LA HERENCIA Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es treballaor com yo y listo com sa mare". Cuando Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato. Sus actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carné de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor" Cuando Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe.

Fuente: Catholic.net