viernes, 27 de febrero de 2015

NUESTROS LÍMITES NOS PUEDEN LLEVA A DIOS

Podemos cambiar, lo sabemos. Pero también hay veces en las que vemos que hay algún punto difícil en el que el cambio parece imposible.

Decía el Padre José Kentenich: “¿Dónde está el punto que no puedo superar y que siempre me revuelve por dentro de alguna manera?[1]

Ese punto me habla de mi límite, de mi herida, de mi pecado habitual, de mi caída recurrente. Ahí sólo puede llegar Dios. Ahí sólo entra la gracia de su misericordia. Allí me encuentro limitado y torpe. Allí me dice Dios lo que le dijo a San Pablo: “Mi gracia te basta”.

Aunque me gustaría que todo fuera diferente y no tener que chocar siempre con la misma piedra. Me gustaría ser capaz yo sin tener que pensar siempre en su gracia, en su ayuda, en su amor. Pero eso es mi orgullo que me hace mezquino.

Nos educan desde pequeños a hacerlo todo solos, sin ayuda de nadie. Nosotros podemos. Y luego, cuando no podemos, nos encontramos desesperados, solos, rotos. Nos sentimos muy pequeños. ¡Qué bien nos hace la experiencia de nuestra debilidad!

En Cuaresma Jesús nos bendice en nuestra pobreza. La de ceniza no es una corona de oro. Nos ayuda a ver que somos imperfectos.Que el mundo es imperfecto. Que los demás también son imperfectos.

Nos encontramos con ese punto que nos hace más realistas. En mi pecado, en mi debilidad, Dios me habla. 

Dice Anselm Grün: “Dios no está sólo en la Biblia, no habla solamente a través de la Iglesia, o a través de los ideales, sino que está también en mí mismo, en mis pensamientos, en mis sentimientos, en mi cuerpo, en mis relaciones, en mi trabajo. En la medida en que descendemos a la terrenalidad y a nuestra humanidad, ascendemos a Dios”.

Dios no me habla sólo desde los grandes ideales que nos motivan y despiertan vida. No está sólo detrás de grandes experiencias religiosas donde me encuentro con Él y se llena el alma de luz.

Dios está también en lo más humano y mundano de mi vida. En mis pasiones y debilidades. En mis sombras. En mis heridas y tropiezos. Está en mi pecado aunque a mí me cueste unirlo a Él. Desde allí me levanta y me eleva.

justo ese punto que me parece insuperable, puede ser el puente tendido hacia el cielo, mi lazo humano.

Algunas cosas en nuestra naturaleza, en nuestra forma de ser y enfrentar la vida, en nuestra experiencia fundamental, no se pueden cambiar. Experimentaré en ello la frustraciónY volveré la mirada a Dios que todo lo calma y pacifica.

Él toca mi herida y sana mi dolor. Él se abaja hasta donde yo estoy caído. Se encuentra conmigo en ese punto insuperable en el que me encuentro tendido a sus pies.

Es sano abismarme sobre mí mismo para comprobar lo que Dios quiere de mí. Para ver su rostro inclinado sobre mi dolor y su voz calmando mis silencios.

No me quiere distinto a lo que soy, lleno de perfecciones que no tengo. Curiosamente me quiere como soy. Me mira de una forma como yo no me miro. Me veo tan pobre y carente de todo. Caído y roto.

Me quiere en mi debilidad y se conmueve. Me quiere cuando me ve deseoso de correr luchando por superar los límites de mis pausas. Me quiere y me levanta. Así es el amor de Dios.

Lo encuentro en mi torpeza, en ese pecado que me parece insuperable. Y Él me lo vuelve a recordar: “Mi gracia te basta”. Y yo confío en que cada día vendrá para hacerme creer en mí mismo.
P. Carlos Padilla en aleteia.org

miércoles, 25 de febrero de 2015

LA PASIÓN DE LAS PACIENCIAS

La pasión, nuestra pasión… la esperamos, es cierto; sabemos que ha de llegar y hemos acordado que nos proponemos vivirla con cierta grandeza. Esperamos que llegue la hora de nuestro propio sacrificio. Como un leño en la hoguera, sabemos que debemos ser consumidos. Como una hebra de lana cortada con tijeras, debemos ser separados. Como un ser joven al que se degüella, debemos ser suprimidos. Esperamos la pasión; la esperamos, y no acaba de llegar. Lo que llega son las paciencias.

Las paciencias, esos fragmentos de pasión, cuyo oficio es matarnos muy dulcemente por tu gloria, matarnos sin nuestra gloria. Desde por la mañana, vienen a nuestro encuentro: son nuestros nervios demasiado tensos o demasiado lánguidos; es el autobús que pasa lleno, la leche que se sale, los deshollinadores que llegan, los niños que todo lo enredan; son los invitados que trae nuestro marido, y ese amigo que no viene; es el teléfono que no para, los que amamos que ya no se aman; son las ganas de callar y la obligación de hablar; son las ganas de hablar y la necesidad de callar; es querer salir cuando estamos encerrados, y quedarnos en casa cuando tenemos que salir; es el marido en quien nos gustaría apoyarnos y que es el más frágil de los niños; es el hastío de nuestra ración cotidiana, y el deseo nervioso de todo lo que no es nuestro. 


Así llegan nuestras paciencias, en formación o en fila india, y siempre olvidan decirnos que son el martirio que nos fue preparado.


Dom Mauro Lepori

Abad General del Císter

martes, 24 de febrero de 2015

"NO RENUNCIARON A CRISTO"

Fifi Soleiman hablaba cada día con su padre, Magued Suleiman. “Era la única de mis hermanos que me comunicaba con él a diario. La última vez que hablamos fue el 1 de enero (jueves). Le llamé tres veces. En la última, me dijo que quería hablar con mis hermanos y mi madre, pero yo no estaba en casa y no pudo. El viernes por la mañana me llamó pero no tenía el teléfono cerca... aun espero a que me vuelva a llamar. El sábado de madrugada, entraron mientras dormían y se los llevaron. Les llamaron por su nombre”.

Cuando el ISIS difundió su último vídeo del horror, las lágrimas empezaron a inundar Al Aur, un pueblo campesino de la provincia egipcia de Minia. 

No en vano, 14 de sus habitantes, todos cristianos coptos, aparecían en el film con el infame traje naranja con el que el grupo fundamentalista viste a quien va a ser degollado. Esta vez fue en Libia, país al que tradicionalmente acuden cientos de miles de egipcios como mano de obra. Se gana más dinero y hay más trabajo.

Ihab Saif, de 23 años, volvió a casa para pasar la Navidad una semana antes de que sus compañeros y amigos fuesen secuestrados por la rama libia de ISIS. Llevaba un año y medio trabajando en la construcción, de peón, en la ciudad de Sirte. “No encontré otra manera de ahorrar para poder comprar una casa y formar una familia”, cuenta a El Confidencial a la puerta de la única iglesia de Al Aur mientras los vecinos siguen rezando a sus muertos.

Jornaleros, no siempre cobrando
Como miles de inmigrantes procedentes de toda África, Ihab y sus colegas se reunían cada mañana en un punto concreto de la ciudad esperando a que les viniesen a buscar para trabajar. Algunos días les contrataban, otros no. Algunas jornadas sacaban 50 dinares (32 euros), otras 80. En cualquier caso, mucho más de lo que se gana en Egipto, donde la mayoría de trabajadores no llega a los 100 euros mensuales. 

“Pero a veces los libios para quien trabajábamos no nos pagaban. Decían, ´estáis en Libia y os podemos disparar así que no os vamos a pagar´”, recuerda Ihab.

El 3 de enero empezó la odisea. Militantes del autodenominado Estado Islámico, en expansión en Libia, entraron en el edificio donde se hospedaban las víctimas. Se llevaron a 20 egipcios coptos y a un inmigrante subsahariano de madrugada. Había más gente, pakistaníes y de otras nacionalidades, recuerda Ihab, pero fueron a por los cristianos. En Al Aur, pronto comprendieron la magnitud de la tragedia. 

“Durante los 40 días del secuestro, en el pueblo rezamos y lloramos a Dios para que se mantuvieran cristianos hasta el final. Gracias a Dios, nos escuchó”,  dice el padre Makar, párroco en la iglesia de Santa María.

Fuente: Religion en Libertad

sábado, 21 de febrero de 2015

MYRIAM: "SÍ LOS PERDONO"

Hoy se celebra en Sonseca la jornada de niños de la vicaría de La Mancha y traemos a nuestra casa, el testimonio de Myriam, una niña refugiada iraquí. El Señor nos ayude a vivir la fe con tanta coherencia y verdad como la vive Myriam. En oración por los frutos de la Jornada de niños y por nuestros hermanos perseguidos.
  • Retiro Parroquial a las 17:00


  • Myriam es una niña que huyó de Qaraqosh, la que fue hasta el año pasado la ciudad cristiana más grande de Irak, luego que los terroristas del Estado Islámico la tomaran en agosto del año pasado. La pequeña cuenta a un reportero de canal local lo que siente hacia los miembros de esta organización radical.
    En un reportaje de la cadena SAT-7, una televisora cristiana que transmite para Medio Oriente y África, sobre la precaria vida de los niños refugiados en Erbil, se aprecia a Myriam conversando con un reportero que le pregunta por su vida en Qaraqosh antes de su huida.
    “Solíamos tener una casa en la que estábamos, ahora no pero gracias a Dios Él nos provee”, afirma la niña.
    Sobre su afirmación de la providencia de Dios, el reportero le pregunta a la pequeña qué ha querido decir y obtuvo la siguiente respuesta: “Dios nos ama y no dejó que el ISIS nos mate”.
    El hombre de prensa que se conmueve con lo que le dice la niña, le pregunta luego sobre lo que siente hacia los miembros del Estado Islámico: “no les haría nada, solo pido a Dios que los perdone”. “Tú los perdonas”, pregunta el reportero, a lo que la pequeña contesta sin dudar: “Sí”.
    Emocionado, el reportero dijo a la niña: “me has enseñado muchas cosas, gracias”.
    En el mismo video se puede apreciar el testimonio de otras dos niñas, una de las cuales dice que “Jesús está en nuestro corazón” y “estará con nosotros sin importar adonde vayamos”.
    Qaraqosh y el Estado Islámico
    El movimiento extremista musulmán del Estado Islámico (ISIS), tomó la mayor ciudad cristiana de Irak, Qaraqosh, en agosto del año pasado, provocando la huida de decenas de miles de personas.
    Qaraqosh se encuentra entre Mosul –ciudad en la cual ya no hay cristianos–, y Erbil, la capital del Kurdistán iraquí.
    “Es una catástrofe, una situación trágica. Llamamos al consejo de seguridad de la ONU a intervenir de inmediato. Decenas de miles de personas aterrorizadas están siendo expulsadas de sus casas en el momento en el que hablamos, no podemos describir lo que está ocurriendo”, declaró entonces a AFP el Arzobispo caldeo de Kirkuk y Suleimaniya, Mons. Joseph Thomas.
    Según la ONU, unas 200.000 huyeron entonces por las carreteras.
    El Estado Islámico –anteriormente conocido como Estado Islámico de Irak y Siria-, es un movimiento yihadista que nació de Al Qaeda pero que ahora actúa de manera independiente. La última masacre que se han adjudicado ha sido la de 21 cristianos coptos a los que decapitaron en Libia.
    Fuente: Aciprensa

    viernes, 20 de febrero de 2015

    VIERNES DE CUARESMA: VIACRUCIS JMJ 2011

    El ejercicio del Vía Crucis nos ayuda a actualizar los misterios de la pasión y muerte de Jesús.
    Hoy elegimos el texto del Vía Crucis con el que miles de jóvenes rezaron en Madrid en aquella inolvidable JMJ en el 2011. Lo escribieron las Hermanitas de la Cruz, fundadas por Santa Angela de la Cruz y los pasos vinieron de Cofradías y Hermandades de toda España hasta Madrid.


    Primera Estación

    Última Cena de Jesús con sus discípulos 



    Click aquí para ver información de la imagen

    Y to­mando pan, des­pués de pro­nun­ciar la ac­ción de gra­cias, lo partió y se lo dio, di­ciendo: «Esto es mi cuerpo, que se en­trega por vo­so­tros; haced esto en me­moria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, di­ciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es de­rra­mada por vo­so­tros» (Lc 22, 19–20).

    Jesús, antes de tomar entre sus manos el pan, acoge con amor a todos los que están sen­tados en su mesa. Sin ex­cluir a nin­guno: ni al traidor, ni al que lo va a negar, ni a los que huirán. Los ha ele­gido como nuevo pueblo de Dios. La Iglesia, lla­mada a ser una.

    Jesús muere para re­unir a los hijos de Dios dis­persos (Jn 11, 52). «No sólo por ellos ruego, sino tam­bién por los que crean en mí por la pa­labra de ellos, para que todos sean uno» (Jn 17, 20–21). El amor for­ta­lece la unidad. Y les dice: «Que os améis unos a otros» (Jn 13, 34). El amor fiel es hu­milde: «También vo­so­tros de­béis la­varos los pies unos a otros» (Jn 13, 14).

    Unidos a la ora­ción de Cristo, oremos para que, en la tierra del Señor, la Iglesia viva unida y en paz, cese toda per­se­cu­ción y dis­cri­mi­na­ción por causa de la fe, y todos los que creen en un único Dios vivan, en jus­ticia, la fra­ter­nidad, hasta que Dios nos con­ceda sen­tarnos en torno a su única mesa.

    Puedes continuar el rezo del Vía Crucis AQUÍ

    jueves, 19 de febrero de 2015

    QUE TOME SU CRUZ CADA DÍA

    "Una nota característica de este retiro ha sido una gran paz y una gran alegría interior, que me dan el coraje de ofrecerme al Señor para todos los sacrificios que quiera peir a mi sensibilidad. De esta calma y de esta alegría, quiero que todo mi ser y toda mi vida estén siempre penetradas, por dentro y por fuera. Cuidaré de guardar esta alegría interior y exterior.

    La comparación de S. Francisco de Sales que me gusta repetir: "Estoy como un pájaro que canta sobre un matorral de espinas", debe ser una invitación continua para mí. Por tanto, pocas confidencias sobre lo que puede hacer sufrir; mucha discreción e indulgencia juzgando a los hombres y las situaciones: me esforzaré por rezar especialmente por los que me hacen sufrir, y luego en toda cosa una gran bondad, una paciencia sin límites acordándome de que otro sentimiento no está conforme con el espíritu del Evangelio y de la perfección evangélica. Desde el momento que hago triunfar la caridad cueste lo que cueste, quiero pasar por un hombre cualquiera. Me dejaré atropellar, pero quiero ser paciente y bueno hasta el heroísmo."



    S. Juan XXIII Papa que convocó el Concilio Vaticano II.

    miércoles, 18 de febrero de 2015

    MENSAJE DEL PAPA PARA CUARESMA 2015

    Liturgia de la Palabra con imposición de la ceniza para niños,  a las 17:00  en la Parroquia.
    A las 19:30 Eucaristía.
    Todos los días a las 7:00 Exposición del Santísimo. A las 8:00 rezo de Laudes y a continuación Eucaristía.

    "Este es tiempo de gracia"



    Fortalezcan sus corazones (St 5,8)

    Queridos hermanos y hermanas:
    La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
    Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
    La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
    Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
    El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
    1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
    La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
    La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
    La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
    2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
    Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
    Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
    En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta254,14 julio 1897).
     También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
    Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
    Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf.Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
    Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
    3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
    También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
    En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
    En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
    Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
    Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
    Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
    Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
    Vaticano, 4 de octubre de 2014
    Fiesta de san Francisco de Asís
    Franciscus 

    martes, 17 de febrero de 2015

    MURIERON POR SER CRISTIANOS

    Los mataron sólo por ser cristianos: lo dijo el Papa durante un encuentro en el Vaticano con los representantes de la Iglesia Reformada de Escocia, refiriéndose a los más de 20 coptos egipcios matados por los yihadistas del autoproclamado Estado Islámico.
     
    El Papa Francisco, en su respuesta al discursos del representante de la Iglesia de Escocia, habló sin papeles en español para expresar su profundo dolor por el asesinato de los cristianos coptos.
     
    “Decían solamente: ‘Jesús, ayúdame’. Fueron asesinados por el solo hecho de ser cristianos. Usted, hermano, en su discurso ha hecho referencia a lo que sucede en la tierra de Jesús. La sangre de nuestros hermanos cristianos es un testimonio que grita. Sean católicos, ortodoxos, coptos, luteranos, no importa: ¡son cristianos! La sangre es la misma. La sangre da testimonio de Cristo”.
     
    “Recordando a estos hermanos que han muerto por el solo hecho de dar testimonio de Cristo, pido que nos animemos unos a ortos a seguir adelante con este ecumenismo, que nos está animando, el ecumenismo de la sangre. Los mártires son de todos los cristianos”.

    Fuente: www.aleteia.org
     

    lunes, 16 de febrero de 2015

    ACTOS DE AMOR

    Ya cercana la cuaresma y acogiendo las palabras del Papa Francisco para este año, hemos querido hacer una recopilación de actos sencillos de caridad que muchas veces pasamos por alto pero que, en su sencillez son manifestaciones concretas del amor de Dios. Un corazón que se ha encontrado con Él no puede permanecer indiferente a los demás. ¡No privemos a los demás de nuestra sonrisa, de nuestra alegría, de la esperanza que nos da Cristo! El mundo lo necesita.
    Por lo tanto, para vivir este testimonio de la caridad es indispensable el encuentro con el Señor que transforma el corazón y la mirada del hombre. En efecto, es el testimonio del amor de Dios hacia cada uno de nuestros hermanos en humanidad que da el verdadero sentido de la caridad cristiana. Ésta no se puede reducir a un simple humanismo o a una empresa de promoción humana. La ayuda material, aun siendo verdaderamente necesaria, no lo es todo en la misma caridad, que es participación en el amor de Cristo recibido y compartido. Toda obra de caridad auténtica es, por lo tanto, una manifestación concreta del amor de Dios a los hombres y por ello se vuelve anuncio del Evangelio ¡Que en este tiempo de Cuaresma, los gestos de caridad, cumplidos generosamente, permitan a cada uno avanzar en el camino hacia Cristo, que no cesa de salir al encuentro de los hombres!Benedicto XVI

    domingo, 15 de febrero de 2015

    VI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

    Evangelio

    En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
    «Si quieres, puedes limpiarme».
    Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo:
    «Quiero: queda limpio».
    La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
    «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés».
    Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no pudo entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a Él de todas partes.


    Marcos 1, 40-45



    viernes, 13 de febrero de 2015

    18 HIJOS Y NO ESTAMOS LOCOS

    Cuando el Papa hizo la referencia a los conejos, Rosa Pich-Aguilera Roca no parpadeó. Para ella, lo importante es la paternidad responsable, y considera que se han malinterpretado las palabras de Francisco, se siente totalmente en línea con el Papa, y se ve así misma como una madre responsable.
     
    ¡En la cama de papá y mamá no se mete nadie!, sentencia. Ni la suegra, ni la madre, ni el sacerdote. Decidir tener, o no tener más hijos, no incumbe a nadie más que a la pareja, dice.
     
    Es madre de 18 hijos, tres de ellos ya fallecidos. A los 24 años, y habiendo enterrado a dos hijos, su marido  (Postigo) y ella decidieron dar un “sí” a la vida que les ha conducido hasta hoy. Son la familia con hijos escolarizados más grande de Europa.
     
    Pich abre las puertas de su casa a Aleteia, en la que ha habilitado un despacho (trabaja a medio tiempo en una empresa de marketing) y desgrana el sentido de su vida. Para ella, su marido es lo primero. Ahí va su historia, que ha dejado plasmado en el libro “Cómo ser feliz con 1, 2, 3 hijos”, y que ya está en español, portugués, checo , eslovaco y lituano, está siendo traducido al chino, inglés y otros idiomas. 
     
    http://www.palabra.es/como-ser-feliz-con-hijos-0102.html
     
    -Obligada pregunta. 18 hijos, trabajo, tiempo para los amigos… ¿Todo esto cómo se hace?
     
    Haciéndolo. El problema de la sociedad es que nos educan para ser buenos profesionales pero no nos enseñan a cómo vivir la familia. Hay matrimonios jóvenes que con el primer hijo ya tienen discusiones de quién se levanta, no duermen, mal ambiente… y yo me he dado cuenta que se puede explicar cómo ser feliz con un hijo, o con muchos.

    Y es lo que he querido dejar por escrito y yendo a dónde nos llamen a hablar de esto. Ahora iremos a Croacia, y volvemos de Lituania. Quiero comunicar que tener varios hijos y pasarlo bomba es posible, es disfrutar del día a día, cambiar el chip. Lo mío no es un “blab la bla” sino una metodología basada en hechos reales. Es posible. Yo lo vivo. Y además, feliz.
     
    -Sí, de hecho no le pregunto si es feliz, ya se ve.
     
    Es que ser feliz en familia es algo estupendo.
     
    -No todo es fácil. Han fallecido 3 hijos.
     
    La vida no es fácil para nadie, nosotros hemos sido felices  con nuestras desgracias, pero lo que queremos es inculcar que se puede tirar adelante. Nuestros hijos se quieren casar y tener familias numerosas. Les damos armas para que cuando lleguen dificultades puedan tirar adelante.

    Y ponemos límites, pero no esperamos a decirles “no” cuando son adolescentes, sino desde el primer momento, año por año. Y ¿sabe qué? El niño lo agradece y los amigos quieren ser  sus amigos porque ven que son generosos, serviciales…
     
    Y sí, hemos sufrido. Pero el sufrimiento te humaniza, te pone en situación de escuchar y estar en la piel del otro. Tenemos que llorar con nuestros amigos y sus problemas.  La gente es fría, y no podemos educar a nuestros hijos fríamente ni que sean así.
     
    -¿Hay tiempo para rezar?
     
    Dios nos ha dado inteligencia para pensar, por las mañanas pensamos y los que rezan se organizan de otra manera. Yo pienso enseguida: ¿Cómo puedo ayudar a mi marido? Y luego a los hijos, familia, amigos…Tenemos que pararnos a pensar en las personas. No se trata de estar en mil ONGs y luego descuidar a los nuestros.
     
    -Imagino que los embarazos le sientan de maravilla.
     
    Pues no… me paso del primer día al último devolviendo. Pero cuando estoy mal, vomitando, pienso: ¿Qué son 9 meses mal, ante toda la eternidad? Porque un hijo es para siempre, siempre. 
     
    -Dice que prioriza a su marido ante todo. ¿Sí?
     
    Claro. Los hijos, tan queridos y deseados, se irán.  Llevamos 25 años casados y ahora nos hemos apuntado a un curso matrimonial de orientación familiar. Comprenderá que la situación de cuando éramos novios no tiene nada que ver con ahora.
    La gente, al saber que nos apuntamos a este curso, preguntan, pero Rosa, ¿tu matrimonio no va bien? Y yo respondo: Podría ir mejor. Porque siempre podemos mejorar. Este curso hay psicólogos, sexólogos… que hablan de temas de la comunicación, de la vida sexual, de qué pasa cuando los hijos se van –porque se van-…

    No entiendo porque nos tenemos que preparar siempre profesionalmente con cursos y posgrados y de todo y en cambio, con lo más importante de nuestra vida, que es nuestra pareja, no nos formamos de manera continua. ¡Pero si es nuestro mayor tesoro! 

    -Después de tantos años, ¿se mantiene la llama en el matrimonio?
     
    Hay un cómico que dice que al cabo de unos años de matrimonio, el amor se va… ¡pero la pareja se queda! Más allá de la anécdota, esto de que el amor se ha ido… no. Al amor le echamos leña cada día, tenemos que aprender a envejecer juntos y buscar aficiones que nos unan. 
     
    -O sea que yo ahora me marcho y usted le manda un whatsapp a su marido con una frase cariñosa?
     
    La relación se tiene que cuidar, siempre. Los detalles. Estar pendiente del otro. Esto lo inculcamos siempre a nuestros hijos. Y la vida es de los que luchan y no se dejan vencer, aunque en la sociedad no nos lo ponen fácil. ¡Pero ahí estamos!

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    miércoles, 11 de febrero de 2015

    JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO Y NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

    MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
    CON OCASIÓN DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2015

    Sapientia cordis.«Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies»
    (Jb 29,15)

    Queridos hermanos y hermanas:
    Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.
    El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
    1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
    2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
    Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos  que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
    3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).
    Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
    4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
    Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).
    5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
    La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf. Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).
    También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
    6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
    Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
    Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.
    Vaticano, 30 de diciembre de 2014
    Memorial de San Francisco Javier
    FRANCISCUS

    martes, 10 de febrero de 2015

    ¿REZAS?

    La pregunta es simple y hasta muy corta, pero va dirigida a la esencia de nuestra vida cristiana: ¿Rezas?
    Este mes, en Catholic Link, hemos venido compartiendo 10 pensamientos de santos que descubrieron a lo largo de su vida cuán importante es la oración, su significado, su poder y sus efectos. Entonces, ¿por qué es tan importante esto de orar?
    Como nos dice Benedicto XVI, la oración es el pulmón de nuestra vida espiritual. Sin ella nos arriesgamos a ahogarnos en nuestras preocupaciones diarias, en nuestra rutina… ¿suena familiar? Recientemente, el Papa Francisco también ha comentado al respecto en una de sus catequesis:
    … para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, deben ser capaces de descansar en el Señor. Deben dedicar tiempo cada día a la oración. Es posible que me digan: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.
    Resulta entonces que la oración es importante, ¿pero qué es y qué necesito para practicarla? La oración es un don de Dios que nos permite forjar 3 virtudes fundamentales en la vida: humildad, confianza en Dios y perseverancia. De todas ellas la humildad es una de las más valoradas y mencionadas en nuestra recopilación de frases. Y es que como dice nuestro actual Papa: “…la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios”. Una oración honesta no puede salir de nuestro orgullo, sino desde lo más profundo de un corazón sencillo: “un corazón contrito y humillado, Tú, oh Dios, no lo desprecias” (Sal 51, 19). La humildad es pues la base de la oración (CIC 2559).


    Personalmente creo que el problema de no rezar radica en la visión que tenemos de la oración. Muchos de nosotros la vemos como un tiempo pesado, trabajoso; un tiempo en el que es particularmente fácil distraerse con otras cosas. ¿Quién no ha atravesado por temporadas de sequedad espiritual, en las que no sentimos nada al rezar, o experimentado desaliento al no sentirnos escuchados? Y aunque es cierto que la oración forma parte del combate espiritual y representa un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos y las tentaciones del enemigo, es inseparable de la vida cristiana pues se ora como se vive porque se vive como se ora” (CIC 2752).
    Si la oración es una lucha, ¿Por qué se le considera también como una forma de descansar en nuestro Señor? Porque la oración es fundamentalmente un encuentro de dos anhelos, en el que Dios siempre está primero, buscándonos, esperándonos. Paradójicamente, nuestra oración de petición es ya una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A Mí me dejaron, manantial de agua viva, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” (Jr 2, 13). En efecto, es Dios mismo el agua viva que encontramos a través de la oración. El reconocido sacerdote Bernardo Hurault lo comenta mejor:
    Cuando hay agua en el desierto, aunque no aflore en la superficie, se nota por la vegetación más tupida. Lo mismo pasa con los que vivimos: nuestros actos se hacen mejores, nuestras decisiones más libres, nuestros pensamientos más ordenados hacia lo esencial. Pero no se ve el agua viva de la que proceden estos frutos: ésa es la vida eterna contra la cual la muerte no puede nada.
    Como sabemos, la vida eterna comienza en la tierra y es la oración la que nos permite conocer la voluntad de Dios y alcanzar los frutos que hemos mencionado. Ciertamente, vivir de esta forma es vivir en la paz del Señor, conocer Su voluntad es hallar descanso.


    Por último, san Pablo nos recuerda que lo importante no son las palabras, sino el anhelo profundo del Espíritu de Dios en nosotros (Rom 8, 26). Es buena la oración cuando presentamos nuestras inquietudes a Dios con las palabras que nos inspira el Espíritu; y mejor aún cuando el Espíritu nos invita a permanecer en una actitud silenciosa, en la que Dios nos comunica Su paz. Es éste también el tipo de descanso del cual nos habla nuestro Papa Francisco. Tengamos presente pues que Dios no necesita de nuestras palabras sino que quiere forjar en nosotros la nobleza de nuestro espíritu: no nos violenta desde afuera sino que Su influencia, a través de la oración, alcanza lo más profundo de nuestro corazón y lo transforma.
    Perseveremos pues en esta dulce lucha de la oración para que sus frutos se reflejen en cada aspecto de nuestra vida y ¡más aún en nuestro apostolado! Que podamos descubrir además  -como los grandes santos y héroes de la fe- que no se hace oración cuando se tiene tiempo sino que, al entender su verdadero valor, se hace tiempo y se convierte en prioridad pasar un momento de calidad con nuestro Dios.
    Dinámica
    ¿Cómo va tu vida de oración? ¿Estabas consciente de que Dios también tiene sed de ti?