lunes, 22 de junio de 2009

TOMA DE POSESIÓN DE D. BRAULIO RODRÍGUEZ


HOMILÍA EN LA TOMA DE POSESIÓN DE LA SEDE PRIMADA
21 de junio de 2009
Leemos en el Libro Santo que, muerto Moisés, el Señor le dice a Josué: “¡Ánimo, sé valiente!, que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a vuestros padres. Tú ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir todo lo que mandó mi siervo Moisés, (…) No te asustes ni te acobardes, que contigo está el Señor” (Jos 1,6-7.9). Son palabras muy pertinentes, queridos hermanos, para esta celebración y que se ajustan a mis sentimientos en estos momentos de mi vida: la tarea me supera, soy consciente de mi inadecuación a ella. ¿Qué hacer? Lo habéis oído, hermanos: ser valiente, no acobardarme, pero sólo porque está el Señor en medio de su Pueblo. ¿Cómo, en caso contrario, aceptar esta misión que su Santidad Benedicto XVI ha querido encomendarme, y a quien agradezco de corazón su confianza? ¿Cómo adecuarme a lo que Jesucristo quiere de mí a través de quien es la Cabeza del Colegio Apostólico, pastor universal? ¿Cómo presentarme aquí, ante vosotros, hermanos cardenales, arzobispos y obispos, Sr. Nuncio? ¿Me atrevería a dirigiros estas palabras, porción del Pueblo Santo de Dios que formáis la Iglesia de Toledo, sacerdotes y fieles, religiosos y consagrados? ¿O ante ustedes, Sr. Alcalde con su Corporación, Sr. Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, autoridades civiles, militares, académicas y judiciales, autonómicas o de la Nación, que han querido estar presentes en la Catedral Primada? La respuesta a estas preguntas es clara: lo puedo presentarme ante vosotros por Cristo, que dice san Pablo que en Él podemos responder “Amén”, pues en Él todo se ha convertido en un “sí” (cfr. 2 Cor 1,20).
¿Por qué hablar ante vosotros, que habéis venido de tantos sitios tan queridos por mí: de la Archidiócesis de Valladolid, a quienes saludo con el corazón agradecido, de Salamanca, de Osma-Soria, de Madrid, Getafe y Alcalá de Henares, de mi pueblo natal, Aldea del Fresno –mis saludos fraternos-, y sobre todo de las parroquias de Toledo: sacerdotes, consagrados y fieles laicos? Sólo existe, en realidad, una razón de mi presencia entre vosotros. Lo afirma el Apocalipsis, cuando dice que los muros de la nueva Jerusalén “se asientan sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Ap 21,14). Únicamente porque mis hermanos obispos y yo hemos sucedido a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, podemos presentarnos ante vosotros, amados de Dios, y guiaros, santificaros y enseñaros, en comunión jerárquica con el sucesor de Pedro y con los otros miembros del Colegio Episcopal.
¡Qué misterio que podamos re-presentar a Jesucristo, Cabeza de este Cuerpo de la Iglesia! Yo me admiro y, aunque me sienta débil, la confianza se hace grande y no temo nada con el Señor. En Cristo, como Obispo, según la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia, puedo ser pastor, guardián solícito, padre, hermano, amigo, portador de consuelo, servidor, maestro, hombre fuerte, sacramento de bondad. Y eso quiero ser para vosotros, queridos hermanos e hijos de Toledo, porque esas palabras me remiten a Jesucristo y me indican que he de ser hombre de fe y de discernimiento, de esperanza y de empeño real, de mansedumbre y de comunión.
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Extraído de Ecclesia digital
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