Si Guadalupe no hubiera ido de la mano de Dios probablemente su hijo Arturo jamás habría nacido. Quince años antes, durante su embarazo, enuna revisión ginecológica, tras unos análisis, la doctora le aseguró que el niño venía fatal.
El primer diagnóstico que le ofrecieron fue un profundo síndrome de down. “Me dijo la ginecóloga que el niño no aguantaría ni un año de vida”. La doctora se empeñó en realizarle nuevas pruebas para determinar de qué discapacidad o malformación se trataba pero Guadalupe le aseguró que ella no deseaba hacerse ninguna prueba más. “Para mí lo que me comunicó no era ninguna desgracia, por eso, ni pedí una segunda opinión médica”. Pero para cuando Guadalupe manifestó su voluntad a la doctora, ésta ya le había propuesto abortar a su hijo. No contenta con ello, la facultativa además le sugirió una ligadura de trompas porque, según ella, los próximos hijos de Guadalupe también vendrían mal.
“Me dijo 20 veces que abortara y yo le dije que no, que era católica y que no quería deshacerme de mi hijo. Le tuve que decir que quien iba a cuidarlo, viviera lo que viviera, iba a ser yo y que me dejara de proponer el aborto”.
Dispuestos a aprenderGuadalupe y su marido asumieron que su hijo iba a tener unas condiciones especiales, diferentes a lasde su primer hijo pero “que tendríamos simplemente que aprender. Nuestro hijo era para nosotros una alegría”.
Y llegó el día del parte y Arturo resultó ser un bebé “perfecto”. “Cuando en el paritorio pregunté a la ginecóloga si el bebé estaba bien, me contestó ‘¡ay! qué graciosa, todavía se acuerda’, como sorprendida de que preguntara por el estado de salud de mi hijo después de su diagnóstico”.
Ni rastro de malformación o trisomía 21, al pequeño Arturo no le pasaba nada. La ginecóloga, que erró completamente en el diagnóstico, nunca pidió perdón a Guadalupe. “Dijeron que el niño venía mal y al final nació sano. Me pregunto que pensaría esa doctora si hubiera matado al niño sin ser down” asevera la madre de Arturo.
Víctimas de falsos diagnósticosGuadalupe no quiso volver a hablar con esa ginecóloga nunca más. Siente que debería haberlo hecho pero “me quedé tan conmocionada por tal falta de sentimientos que no quise volverla a ver en la vida”. Esta madre se pregunta cuántos niños han dejado de nacer por estos falsos diagnósticos.
Ella contaba con el apoyo de su marido y el pilar de la fe para sobrellevar una posible discapacidad o enfermedad de un hijo pero muchas otras mujeres, sin apoyo familiar, social o espiritual, confían en estos diagnósticos que, en ocasiones, son equivocados y ceden ante las presiones.
Hoy, con 15 años, Arturo conoce toda la historia y agradece a sus padres el coraje de haber seguido adelante. Descubrió todo lo relativo a su vida antes de nacer al encontrar un folleto en el que salía una fotografía de su madre con él en brazos. En el reverso del folleto aparecía otra foto, una madre con un bebé abortado.
Le impactó mucho la imagen y le preguntó a Guadalupe por qué aparecía él en ese folleto de una organización pro-vida. “Se quedó muy sorprendido pero se dio cuenta de que cuando hablamos de un aborto es muy importante lo que está en juego, es un bebé, como lo fue él”. Esta familia, con cinco hijos, sabe muy bien que “nadie tiene derecho a decir quién puede o no vivir”.
El primer diagnóstico que le ofrecieron fue un profundo síndrome de down. “Me dijo la ginecóloga que el niño no aguantaría ni un año de vida”. La doctora se empeñó en realizarle nuevas pruebas para determinar de qué discapacidad o malformación se trataba pero Guadalupe le aseguró que ella no deseaba hacerse ninguna prueba más. “Para mí lo que me comunicó no era ninguna desgracia, por eso, ni pedí una segunda opinión médica”. Pero para cuando Guadalupe manifestó su voluntad a la doctora, ésta ya le había propuesto abortar a su hijo. No contenta con ello, la facultativa además le sugirió una ligadura de trompas porque, según ella, los próximos hijos de Guadalupe también vendrían mal.
“Me dijo 20 veces que abortara y yo le dije que no, que era católica y que no quería deshacerme de mi hijo. Le tuve que decir que quien iba a cuidarlo, viviera lo que viviera, iba a ser yo y que me dejara de proponer el aborto”.
Dispuestos a aprenderGuadalupe y su marido asumieron que su hijo iba a tener unas condiciones especiales, diferentes a lasde su primer hijo pero “que tendríamos simplemente que aprender. Nuestro hijo era para nosotros una alegría”.
Y llegó el día del parte y Arturo resultó ser un bebé “perfecto”. “Cuando en el paritorio pregunté a la ginecóloga si el bebé estaba bien, me contestó ‘¡ay! qué graciosa, todavía se acuerda’, como sorprendida de que preguntara por el estado de salud de mi hijo después de su diagnóstico”.
Ni rastro de malformación o trisomía 21, al pequeño Arturo no le pasaba nada. La ginecóloga, que erró completamente en el diagnóstico, nunca pidió perdón a Guadalupe. “Dijeron que el niño venía mal y al final nació sano. Me pregunto que pensaría esa doctora si hubiera matado al niño sin ser down” asevera la madre de Arturo.
Víctimas de falsos diagnósticosGuadalupe no quiso volver a hablar con esa ginecóloga nunca más. Siente que debería haberlo hecho pero “me quedé tan conmocionada por tal falta de sentimientos que no quise volverla a ver en la vida”. Esta madre se pregunta cuántos niños han dejado de nacer por estos falsos diagnósticos.
Ella contaba con el apoyo de su marido y el pilar de la fe para sobrellevar una posible discapacidad o enfermedad de un hijo pero muchas otras mujeres, sin apoyo familiar, social o espiritual, confían en estos diagnósticos que, en ocasiones, son equivocados y ceden ante las presiones.
Hoy, con 15 años, Arturo conoce toda la historia y agradece a sus padres el coraje de haber seguido adelante. Descubrió todo lo relativo a su vida antes de nacer al encontrar un folleto en el que salía una fotografía de su madre con él en brazos. En el reverso del folleto aparecía otra foto, una madre con un bebé abortado.
Le impactó mucho la imagen y le preguntó a Guadalupe por qué aparecía él en ese folleto de una organización pro-vida. “Se quedó muy sorprendido pero se dio cuenta de que cuando hablamos de un aborto es muy importante lo que está en juego, es un bebé, como lo fue él”. Esta familia, con cinco hijos, sabe muy bien que “nadie tiene derecho a decir quién puede o no vivir”.
Publicado en ReL
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