sábado, 4 de agosto de 2012

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Liturgia de la Palabra: Éx 16, 2-4. 12-15; Sal 77; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35

La Palabra
El Señor dijo a Moisés: -«Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día (Ex).
Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Los hizo entrar por las santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido. (Sal 77)
-«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron: -«Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó: -«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.» (Jn)

Meditación

Si a pesar de estar disfrutando de un tiempo de descanso, de probar los gustos agradables de la vida, sientes nostalgia en tu interior.
Si a pesar de gozar del acompañamiento familiar, hay en ti un recinto íntimo que sufre soledad.
Si has probado a gustar los sabores que te ofrecen los sentidos naturales en el beber y en el comer y sabes que no sacian del todo tu hambre y tu sed.
Hoy la Palabra de Dios te da la respuesta a la sed esencial, al corazón herido de necesidad afectiva. Te ofrece un alimento distinto, que sacia y da gozo, y serena el corazón.
Puede que pienses que son palabras bonitas, discurso poético. Sólo cuando se ha estado en el desierto se valora el agua del manantial. Sólo cuando uno ha recorrido parte del camino, buscando con quien compartir el alma, valora la amistad más íntima.
Jesucristo se nos ofrece hoy como pan vivo, como agua de manantial, como compañero de camino, como totalidad de respuesta a la identidad indigente de nuestra carne. ¡Prueba a comer del pan santo, a tratar con Jesús, a conocer su amistad y verás si te engaño!

Oración

Oh Dios, que en el Sacramento del Pan del cielo, la Eucaristía, nos has dejado la presencia viva y actual de tu entrega total por nosotros, concédenos experimentar los frutos de tu amor redentor.

Por Angel Moreno de Buenafuente

1 comentario:

Germán dijo...

“Señor, danos siempre de ese pan”
¿Verdad hermanos que estas palabras son una preciosa oración?
Santa Teresa decía que oración es toda forma de conversación con Dios. Conversar con Dios quiere decir que tenemos que hablar los dos: Dios y yo. No sólo yo, también Él. Diría más aún: Más Él que yo.
Esto es lo que ocurre en este hermoso pasaje evangélico que acabamos de leer. Para hablarnos Dios Padre envió desde los cielos a su Palabra hecha carne, a Jesús, el cual nos exhorta a que trabajemos por el alimento que perdura al que dedicamos tan poco tiempo sobretodo si lo comparamos con el dedicado al alimento corporal perecedero.
Jesús sabía que toda aquella gente a la que había saciado su apetito corporal a orillas del lago Tiberíades y que corría bordeándolo, adelantándose a Él hasta la otra orilla, lo hacía porque habían comido de los panes y de los peces que Él había multiplicado, no porque hubieran visto señales que les orientaran a otra realidad más profunda y sublime, más extraordinaria y excelsa, el Sacramento de la Eucaristía, tema de su siguiente discurso.
Queridos hermanos, os confieso que a mí me hubiera pasado lo mismo. Sin embargo Dios es tan bueno que sabe que el hambre material también es un obstáculo, además de una cruel injusticia, para pedir a toda esa pobre gente, para pedirme a mí también si hubiera vivido esa situación, que acogiera con fervor y hambre espiritual sus Palabras.
Sin embargo según avanza el diálogo con Jesús y aun sin saber muy bien lo que estaban pidiendo puesto que Él no les había hablado todavía de lo que era el Pan Eucarístico, se atreven a decirle: “Señor, danos siempre de este pan”.
Nosotros sí lo sabemos, nosotros tenemos por pura gracia de Dios mayor conocimiento de causa, por tanto para nosotros esta oración cuando brote de nuestros labios debe ser expresión de una clara conciencia de la realidad que pedimos y siempre iluminada por la fe que Él nos ha querido regalar.
Ocurre no obstante que, como siempre, el Señor se nos ha querido adelantar y antes de que nosotros le pidamos que nos dé de ese pan, Él se ha adelantado a esa petición.
Se nos da diariamente, y hasta más de una vez al día. Y en el Sagrario lo tenemos siempre a nuestra disposición.
Ahora más que su Don, gratuitamente concedido de antemano, lo que tenemos que pedirle son las ganas de comerlo. Acaso lo que nos conviene decir en nuestra oración es “Señor, danos siempre apetito de ese pan” ya que aparte de que la inapetencia nos lleva a no comer lo que se come sin ganas alimenta menos.
Por otro lado existe una multitud inmensa de los que no comen nunca el Pan eucarístico porque no saben que existe, y lógicamente –por no saber que existe- no lo piden. Nosotros sí lo sabemos. Y pensando en ellos nos permitimos Señor repetirte esa misma oración pero con otra fórmula:
Señor, diles a los que no lo saben, que existe ese pan y dales hambre de él y dáselo siempre como a nosotros.
Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
AMÉN.