jueves, 16 de agosto de 2012

DIOS HA TOCADO NUESTROS CORAZONES


Nos llega un testimonio más del campamento de adolescentes de Anaz (Cantabria). En esta ocasión es Mari Paz que ha sido monitora en el mismo. Damos gracias a Dios por esta obra tan buena que hace cada verano en nuestra Parroquia con los distintos campamentos que se ofrecen: de los siete a los dieciséis años.

Queridos amigos, me dirijo a vosotros con gran alegría. Soy Mari Paz, una de las jóvenes de nuestra Parroquia que tuvo la gracia de poder participar como monitora en el campamento de Ánaz.

Digamos que todo empezó cuando me comunicaron que este año tenía la oportunidad de participar en el campamento de los "grandes" en Cantabria. Lo cierto es que me hizo muchísima ilusión el saber que podría participar como monitora pero, a la vez, sentí una responsabilidad muy grande porque estaba acostumbrada a trabajar con niños más pequeños y no sabía si iba a ser capaz de saber llevar a muchachos en plena adolescencia. Pero, he de reconocer que me llevé una gran sorpresa al comenzar el campamento, porque todos los muchachos eran unos soles, no me lo pusieron nada difícil y conecté rápido con la mayoría de ellos.

El primer día, después de largas horas de autobús y una parada en Burgos para tener la Misa y visitar un poco la ciudad, llegamos a Ánaz. Todo pintaba bien para el día siguiente, pero no siempre se pueden hacer planes sin contar con los imprevistos;  en este caso el imprevisto consistía en un partido de baloncesto y un pie que se encontraba justo donde yo fui a pisar; en resumidas cuentas, que pisé el pie a Juani y me torcí el tobillo, con tan mala pata (y nunca mejor dicho) que me hice un esguince, nada grave pero que me impedía poder andar bien y poder ayudar en todas las gymkhanas y veladas que tanto esfuerzo nos habían costado. Lo gracioso es que aunque me aconsejaron reposo, yo no hice ni caso ¿cómo me iba a quedar yo sentada con la pierna en alto sin poder hacer todas las actividades que habíamos preparado y sin poder disfrutar de los chicos? Puse en manos de la Virgen el dichoso esguince y al día siguiente ya estaba danzando en la playa rompiendo olas con los todos los chicos. El esguince quedará como una simple anécdota siempre que recordemos el campamento.

Lo que es verdaderamente importante y me gustaría destacar es la gran experiencia de cercanía a Dios que tuvimos todos en el campamento. Por una parte en las confesiones. Para mí, en mi misión de intentar acercar un poco más a los muchachos a Cristo, fue un gozo enorme el ver a todos ellos esforzándose en hacer un buen examen de conciencia para confesarse y sentir la gracia de Dios. Otro de los grandes momentos del campamento fue la noche en la que tuvimos al Santísimo expuesto para poder adorarlo por turnos. Verlos a todos ellos despertarse a las tantas de la noche para acompañar a Jesús  me supuso un gran testimonio por parte de ellos porque en ningún momento se negaron sino que, incluso, muchos de ellos tenían ganas. También me sorprendió mucho la gran piña que hicieron: todos se llevaban bien con todos, se hacían bromas, se divertían… y con un único lazo de unión: Jesús, el amigo que verdaderamente nos une.

Dio tiempo a todo: a tener nuestros ratos de deporte, de tema, de reunión por grupos, de cánticos en el bus ,de gymkhanas, ¡incluso vino la mismísima Blancanieves a visitarnos al campamento! También pudimos ver las dotes recitales de Víctor en el Furor, las frases míticas de Enrique, a las monjitas entusiasmadas jugando a voleyball y lo ligonzuelos que son nuestros muchachos, entre otras muchas más cosas.

Si hay algo que realmente he aprendido en este campamento es que se recibe más dándose a los demás que simplemente recibiendo, porque este campamento también ha supuesto una gran experiencia para mí, que recordaré siempre.

Además, creo que lo mejor de todo es que el Señor ha tocado los corazones de todos ellos y les ha unido un poco más a Él. De hecho, lo más emocionante ha sido ver a muchos de ellos ir a Misa durante toda la semana siguiente, comprobar que siguen guardando la Misa del domingo y el sacramento de la confesión, que recen el Rosario por su propia voluntad y que incluso ya se interesen por las peregrinaciones a Guadalupe o por el grupo de Post-Confirmación. Ójala este campamento marque un antes y un después en su vida y sigan tan unidos a Jesús como lo están hoy, porque realmente en Él es donde encontrarán su felicidad y el sentido de su vida.

Gracias a todos los que han hecho posible este campamento y, sobre todo, gracias a Dios por premiarnos con esta gran bendición.

1 comentario:

EVA MORENO dijo...

Tus palabras "suenan" de un alma enamorada de su Señor.Gracias Mari Paz.