El personaje es de sobra conocido, con que nada de un párrafo de presentación. Con todos -y todas- ustedes, Eduardo Verástegui.
-Cada vez le preguntan más por su fe y menos por su carrera. ¿No le cansa?
-Al contrario. Lo que más me importa es mi relación con Dios. ¿Cómo iba a cansarme? Me apasiona. Ya me gustaría poder hablar de Él y de nada más.
-¿De verdad no teme que le caricaturicen?
-A lo único que tengo miedo es a ofender a Dios. Además, nunca seremos monedita de oro, nunca agradaremos a todos.
-¿Alguna vez lo ha intentado?
-Durante años sentí el deseo constante de tenerlo todo: el aplauso del público, los primeros puestos en el escalafón…
-¿Lo consiguió?
-Sí. Fue entonces cuando me di cuenta de que no tenía nada. Sentía mi corazón vacío, mi alma agonizante. Y empecé a cuestionarme muchas cosas.
-¿A qué conclusiones llegó?
-A que Dios me daba una segunda oportunidad. Descubrí que nacemos con una misión única, grande, hermosa. Y depende de nosotros ignorarla o, por el contrario, realizarla.
-¿Cómo?
-Abandonándose en sus manos, queriendo vivir de acuerdo con su voluntad, dejándose ayudar por su gracia.
-Su misión parece ser evangelizar desde la pantalla. ¿No se ahoga en las aguas de Hollywood?
-Debido a nuestra naturaleza caída, es difícil mantenerse a flote en cualquier ambiente, más cuando vienes de una vida de moral distraída.
-¿Y sin embargo…?
-La Iglesia, que es nuestra madre, pone a nuestra disposición unos ‘métodos’ para que no nos hundamos.
-¿Usted cuáles emplea?
-La misa diaria, los retiros espirituales, la confesión frecuente, el estudio de la Biblia, el rezo de las Horas, el rosario ante el Santísimo, el Ángelus a las 12, la coronilla de la Divina Misericordia a las tres, el Salve Regina antes de dormir…
-¿Con la ayuda de quién se trazó esa rutina?
-Con la de mi director espiritual.
-¿Y se la salta?
-Alguna vez, sobre todo cuando viajo, aunque nunca la rompo del todo. Hacerlo sería como quitarle al alma el alimento, el oxígeno.
-Vivir así, ¿no le hace sentir solo?
-No. Porque Dios más uno es un ejército. Y los cristianos somos más de uno.
-¿La gente que le rodea lo es?
-Mis socios en la productora y yo pensamos igual, o sea que, de alguna manera, nos retroalimentamos. Porque la amistad es como un elevador.
-¿Un elevador?
-No es lo mismo andar con gente que quiere un mundo mejor, elevar la dignidad del ser humano, defender la vida, la familia, el matrimonio… que con otros que buscan lo opuesto.
-O sea, que no se puede servir a dos señores…
-Ni nadar entre dos aguas. O nadas en el Caribe o nadas en el lodo. Mi deseo es nadar en las aguas transparentes del Caribe.
-¿Y si eso le lleva al fracaso?
-Volveré a mi pueblo, a vender tacos.
-¿En serio?
-Al poco de decirle a Dios que nunca aceptaría papeles que fueran en contra de mis creencias supe que el cumplimiento de aquella promesa podría suponer el fin de mi carrera.
-¿Le importó?
-Prefiero, ya digo, vender tacos en mi pueblo antes que romper mi promesa. Porque ¿de qué sirve ganar el mundo si pierdes el alma? Marchar a dormir con la conciencia tranquila, levantarte por las mañanas sin remordimientos, dando gracias a Dios… eso no tiene precio.
-Le van a llamar “radical”
-No me importa. Tenemos que amar a Dios desde la raíz. Si no, seremos mediocres, tibios, y Él nos vomitará de su boca. Hay que ser radical. ¡Todos los santos lo han sido!
-De entre los santos, ¿a quién trata de imitar?
-Decía san Juan de la Cruz que si quieres ser perfecto no pretendas seguir al cien por cien la vida de ningún santo, no sea que el diablo te ponga delante sus defectos para que los imites. Los modelos perfectos son Jesucristo y la Virgen.
-Dígame otros, aunque sean imperfectos
-Mis padres…
-Hablando de padres, ¿ha pensado en formar su propia familia?
-Dios no me ha presentado aún a la que vaya a ser la madre de mis hijos, la dueña de mi corazón.
-¿Y no será que tiene vocación religiosa?
-Me lo planteo todos los días. De momento, vivo feliz como estoy. Pero es cierto que rezo para que se haga en mí su voluntad. Y si su voluntad es que me meta al seminario o en un monasterio, pues sea
-Cada vez le preguntan más por su fe y menos por su carrera. ¿No le cansa?
-Al contrario. Lo que más me importa es mi relación con Dios. ¿Cómo iba a cansarme? Me apasiona. Ya me gustaría poder hablar de Él y de nada más.
-¿De verdad no teme que le caricaturicen?
-A lo único que tengo miedo es a ofender a Dios. Además, nunca seremos monedita de oro, nunca agradaremos a todos.
-¿Alguna vez lo ha intentado?
-Durante años sentí el deseo constante de tenerlo todo: el aplauso del público, los primeros puestos en el escalafón…
-¿Lo consiguió?
-Sí. Fue entonces cuando me di cuenta de que no tenía nada. Sentía mi corazón vacío, mi alma agonizante. Y empecé a cuestionarme muchas cosas.
-¿A qué conclusiones llegó?
-A que Dios me daba una segunda oportunidad. Descubrí que nacemos con una misión única, grande, hermosa. Y depende de nosotros ignorarla o, por el contrario, realizarla.
-¿Cómo?
-Abandonándose en sus manos, queriendo vivir de acuerdo con su voluntad, dejándose ayudar por su gracia.
-Su misión parece ser evangelizar desde la pantalla. ¿No se ahoga en las aguas de Hollywood?
-Debido a nuestra naturaleza caída, es difícil mantenerse a flote en cualquier ambiente, más cuando vienes de una vida de moral distraída.
-¿Y sin embargo…?
-La Iglesia, que es nuestra madre, pone a nuestra disposición unos ‘métodos’ para que no nos hundamos.
-¿Usted cuáles emplea?
-La misa diaria, los retiros espirituales, la confesión frecuente, el estudio de la Biblia, el rezo de las Horas, el rosario ante el Santísimo, el Ángelus a las 12, la coronilla de la Divina Misericordia a las tres, el Salve Regina antes de dormir…
-¿Con la ayuda de quién se trazó esa rutina?
-Con la de mi director espiritual.
-¿Y se la salta?
-Alguna vez, sobre todo cuando viajo, aunque nunca la rompo del todo. Hacerlo sería como quitarle al alma el alimento, el oxígeno.
-Vivir así, ¿no le hace sentir solo?
-No. Porque Dios más uno es un ejército. Y los cristianos somos más de uno.
-¿La gente que le rodea lo es?
-Mis socios en la productora y yo pensamos igual, o sea que, de alguna manera, nos retroalimentamos. Porque la amistad es como un elevador.
-¿Un elevador?
-No es lo mismo andar con gente que quiere un mundo mejor, elevar la dignidad del ser humano, defender la vida, la familia, el matrimonio… que con otros que buscan lo opuesto.
-O sea, que no se puede servir a dos señores…
-Ni nadar entre dos aguas. O nadas en el Caribe o nadas en el lodo. Mi deseo es nadar en las aguas transparentes del Caribe.
-¿Y si eso le lleva al fracaso?
-Volveré a mi pueblo, a vender tacos.
-¿En serio?
-Al poco de decirle a Dios que nunca aceptaría papeles que fueran en contra de mis creencias supe que el cumplimiento de aquella promesa podría suponer el fin de mi carrera.
-¿Le importó?
-Prefiero, ya digo, vender tacos en mi pueblo antes que romper mi promesa. Porque ¿de qué sirve ganar el mundo si pierdes el alma? Marchar a dormir con la conciencia tranquila, levantarte por las mañanas sin remordimientos, dando gracias a Dios… eso no tiene precio.
-Le van a llamar “radical”
-No me importa. Tenemos que amar a Dios desde la raíz. Si no, seremos mediocres, tibios, y Él nos vomitará de su boca. Hay que ser radical. ¡Todos los santos lo han sido!
-De entre los santos, ¿a quién trata de imitar?
-Decía san Juan de la Cruz que si quieres ser perfecto no pretendas seguir al cien por cien la vida de ningún santo, no sea que el diablo te ponga delante sus defectos para que los imites. Los modelos perfectos son Jesucristo y la Virgen.
-Dígame otros, aunque sean imperfectos
-Mis padres…
-Hablando de padres, ¿ha pensado en formar su propia familia?
-Dios no me ha presentado aún a la que vaya a ser la madre de mis hijos, la dueña de mi corazón.
-¿Y no será que tiene vocación religiosa?
-Me lo planteo todos los días. De momento, vivo feliz como estoy. Pero es cierto que rezo para que se haga en mí su voluntad. Y si su voluntad es que me meta al seminario o en un monasterio, pues sea
Gonzalo Altozano "Alba Digital"
3 comentarios:
JO!!.m.a
Dios le conceda las peticiones de su corazón, conforme a sus riquezas en Gloria. DTB Eduardo
Necesitamos mucha gente así; testigos del Amor que Dios nos tiene. Gracias!!!
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