“Hemos venido a adorarle” (Mt 2, 2)
Hemos venido a hacer un ejercicio de amor místico, de amor de identificación con Jesucristo. Seguro que las palabras y la vida del Hermano Rafael os animarán a convertiros en adoradores en espíritu y en verdad. Adorar así es ganar la vida dejándola que se abrase toda entera en el fuego del Amor eterno, que es Dios.
Hoy día, como también en los días de Rafael, son muchos los que se olvidan de Dios o viven como si Dios no existiera, adorando falsos dioses. Pero los falsos dioses jamás dan lo que prometen. El “progreso”, convertido en ídolo, al que todo se le ofrece, promete libertad, pero lo que realmente da es aburrimiento, por un lado, y violencia y muerte, por otro. La cara de los ídolos es amable, pero su corazón es de hierro.
Termino dejando hablar de nuevo a Rafael. Oíd lo que le escribía a su abuela materna que, al parecer se le había quejado de sus muchos años y de lo poco que podía hacer ella. Rafael le habla como el místico de 24 años que entonces ya era y le dice algo que vale también para todos nosotros:
“¿Qué más da ser trapense que ser militar, ser pobre o rico, alto o bajo, hombre o mujer? El amor a Dios debe ser único, y no valdrá [decir] allá un día, delante de Jesús..., yo, Señor, te he querido, pero como he tenido que ir todos los días al cuartel, pues claro, el militar no puede ocuparse en otra cosa..., y el labrador ocupado con sus yuntas, tampoco tiene tiempo, y el intelectual no puede interesarse en «ñoñeces de fraile», y así sucesivamente todo el mundo.
Ya ves, tú tienes muchos años, pero ¿qué más da? Ves el sol, el cielo y las flores que son criaturas de Dios y publican su gloria. Tienes un Sagrario cerca donde puedes hablar a Jesús para que Él te consuele en todo. Tienes un nieto que te quiere mucho (aunque tú no lo creas), que ha pedido y pedirá por ti en un coro de monjes del Císter... En una palabra, tienes a Dios y la protección de la Virgen, ¿qué más puedes pedir? No me digas que te falta algo porque lo tienes todo” (Carta a su abuela, Fernanda Torres; Oviedo, 30 de septiembre de 1934, en: Obras Completas 294 y 295).
Sí: ¡Sólo Dios basta!
Hermano Rafael, intercede por nosotros para que sepamos adorar como tú.
Hemos venido a hacer un ejercicio de amor místico, de amor de identificación con Jesucristo. Seguro que las palabras y la vida del Hermano Rafael os animarán a convertiros en adoradores en espíritu y en verdad. Adorar así es ganar la vida dejándola que se abrase toda entera en el fuego del Amor eterno, que es Dios.
Hoy día, como también en los días de Rafael, son muchos los que se olvidan de Dios o viven como si Dios no existiera, adorando falsos dioses. Pero los falsos dioses jamás dan lo que prometen. El “progreso”, convertido en ídolo, al que todo se le ofrece, promete libertad, pero lo que realmente da es aburrimiento, por un lado, y violencia y muerte, por otro. La cara de los ídolos es amable, pero su corazón es de hierro.
Termino dejando hablar de nuevo a Rafael. Oíd lo que le escribía a su abuela materna que, al parecer se le había quejado de sus muchos años y de lo poco que podía hacer ella. Rafael le habla como el místico de 24 años que entonces ya era y le dice algo que vale también para todos nosotros:
“¿Qué más da ser trapense que ser militar, ser pobre o rico, alto o bajo, hombre o mujer? El amor a Dios debe ser único, y no valdrá [decir] allá un día, delante de Jesús..., yo, Señor, te he querido, pero como he tenido que ir todos los días al cuartel, pues claro, el militar no puede ocuparse en otra cosa..., y el labrador ocupado con sus yuntas, tampoco tiene tiempo, y el intelectual no puede interesarse en «ñoñeces de fraile», y así sucesivamente todo el mundo.
Ya ves, tú tienes muchos años, pero ¿qué más da? Ves el sol, el cielo y las flores que son criaturas de Dios y publican su gloria. Tienes un Sagrario cerca donde puedes hablar a Jesús para que Él te consuele en todo. Tienes un nieto que te quiere mucho (aunque tú no lo creas), que ha pedido y pedirá por ti en un coro de monjes del Císter... En una palabra, tienes a Dios y la protección de la Virgen, ¿qué más puedes pedir? No me digas que te falta algo porque lo tienes todo” (Carta a su abuela, Fernanda Torres; Oviedo, 30 de septiembre de 1934, en: Obras Completas 294 y 295).
Sí: ¡Sólo Dios basta!
Hermano Rafael, intercede por nosotros para que sepamos adorar como tú.
Juan Antonio Martínez Camino. Catequesis JMJ Colonia 2.005
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